Ismael Moreno
Las
comunidades lencas de Río Blanco hacen resistencia contra la compañía china
SINOHYDRO, que quiere construir una represa en su río sagrado. Bajo un roble
han enfrentado durante meses a los poderes económicos, políticos y armados.
Ahora tendrán que enfrentar al Fiscal General recién electo, respaldado por los
empresarios nacionales y socios de los empresarios extranjeros dedicados al
extractivismo minero y a otros grandes negocios que afectan severamente a las
comunidades.
Las familias de la
aldea de Río Blanco y de diez comunidades más, conocidas como las comunidades
del Sector de Río Blanco, desperdigadas por las agrestes montañas del norte del
departamento de Intibucá, en el occidente de Honduras, amanecieron el primero
de abril de 2013 instaladas a la sombra de un árbol de roble.
Con machetes y garrotes en mano, las familias de estas once comunidades, a las que luego se unieron las de otros lugares vecinos, hasta sumar 28 comunidades, abrieron una enorme zanja de un lado a otro de la carretera que baja hasta el río Gualcarque, símbolo de vida, y cauce de leyendas y tradiciones que evocan encantos, promesas y amor.
Durante tiempos inmemoriales estas comunidades lencas han nacido, crecido, trabajado e invocado a sus dioses y a su Dios cristiano junto al arrullo de las límpidas y mágicas corrientes del río Gualcarque, que nace en las montañas occidentales de la cordillera de Puca o Palaca, en la legendaria comunidad indígena Yamaranguila, para después cruzar hondonadas y bajar al encuentro del río Ulúa, uniendo a los dos en un solo cauce, como cuando dos enamorados lencas se casan, para hacerse una sola corriente de vida. Ya unidos, bañan el valle de Sula y desembocan en el océano Atlántico, en el norte hondureño.
Nunca lo imaginaron
Ninguno de quienes
aquella mañana de abril tomaron la iniciativa de instalarse bajo el roble pudo
imaginar que estarían en ese lugar durante varios meses. Nadie imaginó que esa
lucha trascendería a todo el territorio nacional y tendría eco entre
comunidades y organizaciones de solidaridad de muchos países del mundo. Menos
aún pensaron que sus nombres serían maldecidos en oficinas de altos empresarios
de Tegucigalpa y de San Pedro Sula y que andarían en boca de famosos que
integran el exclusivo grupo FICOHSA, dueños de bancos, centros comerciales,
supermercados, farmacias, medios de comunicación, equipos de fútbol,
restaurantes de comidas rápidas, empresas de energía térmica, gasolineras.
También en boca de la mayoría de diputados del Congreso Nacional, de los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia y de la dirigencia de los partidos
Liberal y Nacional. Incluso, en boca de los líderes de algunas de las megaiglesias
neopentecostales,
sin que faltara algún miembro de la más alta jerarquía de la iglesia católica.
Cuando iniciaron el tranque al pie del árbol de roble, no sabían que un día el Ministro de Ambiente afirmaría que esas comunidades no estaban reconocidas como comunidades lencas, y haciéndose eco de las voces de los empresarios de FICOHSA, diría también que eran manipuladas por Bertha Cáceres, por alguno que otro cura revoltoso y por gente mal informada de las ONG que se lucran apoyando a quienes hacen relajo en Honduras.
sin que faltara algún miembro de la más alta jerarquía de la iglesia católica.
Cuando iniciaron el tranque al pie del árbol de roble, no sabían que un día el Ministro de Ambiente afirmaría que esas comunidades no estaban reconocidas como comunidades lencas, y haciéndose eco de las voces de los empresarios de FICOHSA, diría también que eran manipuladas por Bertha Cáceres, por alguno que otro cura revoltoso y por gente mal informada de las ONG que se lucran apoyando a quienes hacen relajo en Honduras.
El poder de la lejana China
Lo que jamás se
pudieron imaginar fue que los nombres de sus comunidades y la gesta que
iniciaron a la sombra de un roble habría de ganarse maldiciones en oficinas de
la lejana China. Allí residen los propietarios de la empresa SINOHYDRO, la
mayor del mundo en su género en construcción de represas hidroeléctricas. Junto
a otras empresas, y con el respaldo de su gobierno, SINOHYDRO está acostumbrada
a captar a gobiernos y empresas privadas de América Latina sin apenas encontrar
oposición. Así viene ocurriendo incluso en la Venezuela chavista, en donde
están metidos en el negocio del petróleo, en la agricultura y hasta en el
negocio de las viviendas.
Algo similar parece estar ocurriendo en Nicaragua, en donde un único empresario chino ha logrado una concesión para la construcción de un Canal Interoceánico y otros ocho megaproyectos, con privilegios que convierten al gobierno de Daniel Ortega en más entreguista que el del Presidente Manuel Bonilla, quien hace más de un siglo entregó las mejores tierras hondureñas de la costa norte a las compañías bananeras de Estados Unidos. Con la diferencia que el de Bonilla fue claramente un gobierno de extrema derecha y así lo catalogamos sin tapujos, mientras que Daniel Ortega se dice izquierdista y le entrega Nicaragua a un empresario chino, sin vergüenza de proclamarse heredero de Sandino, el nacionalista General de Hombres Libres. Pero ésa es harina del costal de otros países…
La imprevista resistencia popular
Volvamos a Honduras
y a las comunidades lencas. Los empresarios chinos y sus aliados hondureños
analizaron en sus estudios muchos de los inconvenientes que pudieran
interrumpir sus negocios en zonas tan remotas de nuestro continente. Lo que no
calcularon es que sus negocios se verían drásticamente boicoteados por unas
gentes a las que ni por asomo se les ocurrió informar, muchos menos consultar,
al momento de diseñar y firmar el contrato con el gobierno hondureño y en
consorcio con el grupo FICOHSA.
Tampoco se les cruzó por la mente que cuando ya las comunidades cumplían 138 días de protesta y resistencia pacífica, Juan Barahona, dirigente popular curtido en las luchas sindicales, candidato a una de las tres Vicepresidencias de la República por el Partido Libertad y Refundación, siempre escéptico y distante de las luchas que no se originan en las organizaciones sindicales o en los espacios políticos de “clase”, haría un homenaje a la lucha de los indios e indias lencas en un pronunciamiento público del 14 de agosto.
Iniciativa de las comunidades
Bajo el árbol de
roble y junto a la zanja excavada en la carretera, las familias lencas
instalaron sus plásticos, sus tapescos para dormir, improvisaron sus hornillas
para cocinar el nixtamal y los frijoles, celebrando la vida, compartiendo
alegrías y también temores. Allí los encontré el primero de mayo, cuando me
decidí a hacerles una primera visita. Para esa fecha, la lucha de las
comunidades de Río Blanco era sólo un asunto de unas comunidades indígenas
aisladas, a las que respaldaba el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e
Indígenas de Honduras, el COPINH, liderado por la infatigable dirigente Bertha
Cáceres desde que esta organización popular e indígena nació en 1994.
Pero no fue el COPINH, ni Bertha, quienes iniciaron esta lucha de resistencia pacífica. Fueron las comunidades las que tomaron la iniciativa de apostarse bajo el roble y abrir la zanja para impedir la construcción de la represa. Varios de los dirigentes comunitarios, miembros del COPINH, avisaron y pidieron solidaridad a su organización. Fue así como el COPINH asumió la iniciativa de las comunidades como expresión de sus luchas.
Quiénes están bajo el roble
Entre las personas
concentradas en el corte de la carretera vi a muchas mujeres, y a ancianos, a
jóvenes, y a jovencitas. ¿Qué pretenden con la toma de esta carretera? les
pregunté. Me contestaron que protegen su río y sus bienes de las amenazas del
extraño, que no permitirán que se roben el río, que les ha dado vida y que ha
sido fuente de su fe a lo largo de toda su historia. Su vida y su fe en Dios la
viven en íntima relación con la Naturaleza, especialmente con sus bosques y sus
ríos.
Las dirigentes y los dirigentes de estas comunidades no son altos, ni blancas. Sus nombres no han sonado jamás en las radios o han aparecido en los periódicos. No son líderes políticos ni gente con títulos académicos. Si alguien va al árbol de roble buscando a un connotado líder o a una mujer de trayectoria de lucha se equivocará. Bajo la sombra del roble todos los rostros se parecen: indios e indias lencas con las marcas de un hambre histórica, con la piel curtida por el sol o por el calor del fuego de la hornilla. Nadie se distingue por su apariencia. Toda la gente adulta es igual en tamaño, todos los niños son iguales por las ropas en harapos, los pies descalzos y ya encallecidos. Toda esta gente habla sencillo, en voz baja y con los ojos viendo la tierra. Hablan sin detenerse y sin alzar nunca la voz, en una cabal armonía de voz suave y palabras firmes.
“Todos estamos en lo mismo”
Adelaida Sánchez es
una de estas voces. ¿Por qué te opones a la represa en el río Gualcarque? Sin
levantar la vista y como hablando para la tierra me dice: “Esta represa hidroeléctrica no es desarrollo para nosotros. Ellos se
están llevando nuestras riquezas y a nosotros nos dejan sin río y con más
hambre”. Adelaida es flaca y pequeña, tiene cuatro hijos, no terminó la
primaria. Con esa su voz suave llegó unos días después de encontrarla hasta el
Instituto San José de los jesuitas de El Progreso para compartir su experiencia
con el alumnado urbano. Adelaida les contó a los alumnos que ella tuvo que
trabajar desde muy pequeña, que su familia es muy pobre y cree en la lucha
comunitaria.
Parte de su relato en las aulas: “Mi esposo se llama Martín Domínguez, trabaja en la tierra sembrando maíz, frijoles y otras cositas para comer. Desde que iniciamos la toma el uno de abril nosotros nos vamos todos para la toma. El hecho de ser mujer no me afecta en la lucha, porque todos estamos en lo mismo. Cuando mi esposo no puede, yo puedo y a veces nos vamos los dos. A veces él va a trabajar al monte y yo me voy a la toma con mis hijas. En el lugar de la toma las mujeres, además de estar presentes, también hacemos la comida y los hombres halan la leña y el agua. Cocinamos lo que hay. Si sólo guineos y frijoles tenemos, eso comemos todos. A veces no tenemos nada, pues aguantamos”.
“Estos indios... ¡sólo matándolos!”
Bajo el roble, una
madre de familia me contó que su hija llegó apresurada a la casa, con los ojos
rojos por el llanto, y sin casi decir palabras rebuscó todo lo que pudo de
comida y ropa. “El pueblo lenca nos
necesita mamá -le dijo- y tenemos que
compartir aunque nos quedemos sin comer lo que nos gusta por unos días”.
Después de escuchar a muchas de las personas “atrincheras” bajo la sombra del roble, me convencí de las palabras que dijo un alto empresario de una de las compañías contra las cuales se alzaron en protesta las comunidades lencas: “Estos indios son distintos. Si no buscamos una medida extraordinaria, ellos podrán pasar aquí toda la vida. No son como otra gente de Honduras, a las que se les puede comprar con dinero o se les puede amenazar con la policía y el ejército. A estos indios solo matándolos los quitamos de en medio”.
¿Energía limpia en manos sucias?
Las comunidades lencas no se oponen a aprovechar el agua y los ríos para
producir la energía que mejora la vida. Lo que no permiten es que sus ríos y
todas sus aguas sean utilizadas por extraños sin contar con ellas o haciéndolo
en contra de ellas. No aceptan que los marginen hasta incluso poner
en riesgo su vida y sus tradiciones.
Un día cualquiera, sin saber de dónde venían ni con qué propósitos, aparecieron en el lugar técnicos, maquinarias, hombres con cascos en las cabezas, con muchos aparatos tecnológicos y comenzaron a trabajar en el río Gualcarque. Ninguno de los funcionarios de la empresa, tampoco del Estado, se acercó a las comunidades para informarles, mucho menos para preguntarles, si estaban de acuerdo con la construcción de una represa hidroeléctrica sobre “su” río.
Las comunidades indígenas se fueron informando por sí solas hasta saber que los constructores responden a empresas que combinan capital de unos cuantos empresarios nacionales con capital internacional, proveniente primordialmente de la República Popular China. Supieron que los empresarios nacionales son los mismos del núcleo que ha usado los proyectos de energía térmica, la energía sucia, para amasar grandes capitales y dañar el ambiente.
También supieron que las nuevas inversiones para producir energía limpia están en esas mismas manos. El punto no es lo positivo del paso de la energía sucia a la energía limpia, sino que tanto una energía como la otra están en las manos sucias del capital sucio.
Tenían orden de disparar
Las comunidades
lencas impulsaron una estrategia de lucha que ha resultado muy exitosa.
Comenzaron por su cuenta y riesgo. Pero no se quedaron ahí. Primero buscaron a
COPINH, su organización, la que les representa en sus luchas y demandas. A
través de COPINH buscaron la solidaridad de otras organizaciones e instancias
fraternas, como los medios de comunicación comunitarios. Así fue como me
buscaron. Me invitaron a celebrar una misa el primero de mayo. Después, el 20
de mayo, nos convocaron a varias organizaciones a una movilización que desde el
roble marcharía hasta el campamento que la empresa constructora ha instalado a
unos dos kilómetros.
Ese día, la carretera que conduce al roble estaba repleta de militares. En tres ocasiones fuimos detenidos por operativos. Los militares registraron el carro milímetro a milímetro y a quienes viajábamos nos apuntaron con ametralladoras. Llegamos al lugar entre vivas de las comunidades lencas. En la actividad participamos diversas organizaciones de la capital, de San Pedro Sula, de los topulanes, de Atlántida, de El Progreso, de Santa Bárbara. Éramos organizaciones eclesiales, feministas, sindicales, indígenas y observadores internacionales. Todo mundo desarmado. Nuestras armas eran las voces y las consignas. Cuando llegamos al campamento nos encontramos con decenas de militares, policías y guardias privados haciendo una muralla en defensa de las instalaciones.
El camino al campamento sólo es uno y está bordeado por acantilados. No hay escapatoria. Diez minutos después de habernos plantado frente al campamento volvimos nuestra mirada hacia atrás y divisamos varios convoyes repletos de soldados y policías. Quedamos atrapados entre dos fuegos.
Por mi cansancio, me quedé hacia el final de la manifestación. Me tocó estar cerca del jefe del operativo. Escuché cuando recibió una llamada que él respondió así: “Sí, mi mayor, aquí está la gente, pero no está armada, no creo que haya necesidad de seguir con el plan”. Pasaron minutos que me parecieron eternos. Diez minutos después, otra llamada: “Sí, mi mayor, dígame… No, no creo que haya necesidad. Están pacíficos y de un momento a otro se regresan…Sí, entiendo lo que me dice, pero no veo que haya necesidad de ir más allá con el plan porque no hay amenazas”. Era evidente: había orden de disparar. ¿Qué hacer? Me senté en el monte y encomendé a Dios a esas comunidades defensoras de la vida.
Una mujer que no cabe en molde alguno
Los chinos y sus
socios hondureños de FICOHSA se resisten a aceptar que la iniciativa de defensa
del río Gualcarque tenga su origen en las comunidades y dirigentes comunitarios
lencas. Sus investigaciones identificaron a tres dirigentes de COPINH y sobre
ellos lanzaron los ataques: Bertha Cáceres, Tomás Gómez y Aureliano Molina. Los
tres están en la mira del grupo FICOHSA y de los chinos con la complicidad del
ejército, de la policía, de la guardia privada de la empresa y también de la
fiscalía y de los jueces.
Más que los dos jóvenes, Bertha Cáceres es el objetivo. Ella simboliza en sí misma la tenaz resistencia de COPINH, la fuerza de las indias y la capacidad de resistencia de las mujeres. Bertha no cabe en ningún molde. Los rompe todos. No cupo en el molde patriarcal. Lo hizo añicos. No cupo en el molde de mujer tradicional. Lo mandó al carajo. No cabe en el molde de una organización popular: va más allá que el propio COPINH y que el molde de las organizaciones feministas. No cabe en el molde de un partido político. Nadie la ha logrado encasillar. Dice las cosas sin tapujos frente a quien sea. Más fuerte se vuelve cuando quien está enfrente es un político tradicional o un dirigente de la oligarquía o un oficial militar o de la policía.
Los empresarios hondureños y los chinos, en complicidad con todas las autoridades hondureñas, están convencidos que quitando de en medio a Bertha el asunto se puede resolver. Un error. En este caso, las comunidades lencas son más que el molde de Bertha, la que no cabe en molde alguno.
Primera audiencia, primeros muertos
El 24 de mayo los
militares detuvieron a Bertha Cáceres, y la acusaron de andar armada. La
detuvieron al final de la tarde y la llevaron a la cárcel de Santa Bárbara,
cabecera del departamento del mismo nombre, en el occidente hondureño. Amaneció
en la cárcel el día 25. También apresaron a Tomás Gómez. La captura de Bertha
se regó como pólvora y la cárcel amaneció rodeada de gente de todas partes del
país. Tuvieron que soltarla, pero con la obligación de ir a una audiencia por
delito de portación de armas el 13 de junio.
En la audiencia
Bertha se presentó al juzgado acompañada por centenares de personas. Tuvieron
que darle sobreseimiento provisional. Unos días después la Fiscalía volvió a la
carga, retomando las acusaciones. Mientras, el roble se agitaba con la
presencia de las comunidades, que convocaron a otra movilización para el 15 de
julio con el mismo objetivo: protestar pacíficamente frente al campamento de la
empresa constructora de la hidroeléctrica.
A diferencia de la movilización del 20 de mayo, en esta ocasión los soldados sí dispararon al miembro del Consejo Indígena y animador de fe, Tomás García. Su hijo resultó herido. Y unos minutos después se descubrió el cadáver de otro joven con orificio de las balas que usan los sicarios al servicio de la empresa constructora, de acuerdo a los datos que Envío recogió de los pobladores de la zona.
Rodeados de solidaridad
Después de este
ataque, los tres dirigentes del COPINH en la mira de los empresarios fueron
citados por la Fiscalía para una nueva audiencia el 14 de agosto, el mismo día
que el dirigente Juan Barahona se decidió a darle un respaldo público a la
lucha de las comunidades lencas. La audiencia sería en la ciudad de La
Esperanza, cabecera del departamento de Intibucá. Los tres fueron acusados de
atentar contra bienes y propiedad privados, actos terroristas y violación del
orden público.
La audiencia resultó impactante, no tanto por lo que ocurrió dentro del juzgado, sino por la presencia masiva de personas que llegaron de todos los rincones del país, junto a representantes de la solidaridad internacional, entre los que destacó la ex-senadora colombiana Piedad Córdoba, quien viajó desde su país para manifestar su solidaridad con COPINH, con los tres acusados y con las comunidades lencas en resistencia.
Los abogados defensores de la empresa demandaron que a los acusados se les prohibiera salir del país, hacer acto de presencia en las comunidades lencas y hacer declaraciones públicas. Y que se les exigiera presentarse a firmar acta en el juzgado cada quince días. La jueza no tuvo más remedio que dejar sin lugar las demandas por evidenciar un atentado a las libertades individuales, estableciendo únicamente la obligación de la firma cada quince días.
La audiencia resultó impactante, no tanto por lo que ocurrió dentro del juzgado, sino por la presencia masiva de personas que llegaron de todos los rincones del país, junto a representantes de la solidaridad internacional, entre los que destacó la ex-senadora colombiana Piedad Córdoba, quien viajó desde su país para manifestar su solidaridad con COPINH, con los tres acusados y con las comunidades lencas en resistencia.
Los abogados defensores de la empresa demandaron que a los acusados se les prohibiera salir del país, hacer acto de presencia en las comunidades lencas y hacer declaraciones públicas. Y que se les exigiera presentarse a firmar acta en el juzgado cada quince días. La jueza no tuvo más remedio que dejar sin lugar las demandas por evidenciar un atentado a las libertades individuales, estableciendo únicamente la obligación de la firma cada quince días.
Fueron citados a una segunda audiencia para el 12 de septiembre en el mismo juzgado. Lo que se avecina es acusarlos por el delito de homicidio, con el objetivo de quitar de en medio a Bertha Cáceres y a los dos dirigentes, identificados por los empresarios como los instigadores del levantamiento de las comunidades lencas.
Los lencas son profundamente religiosos
Las comunidades
lencas son profundamente religiosas. Ponen su confianza en que Dios protegerá
sus vidas de las amenazas de quienes tienen poder y traen a la comunidad
propuestas extrañas a sus tradiciones y creencias.
Los principales dirigentes, hombres y mujeres, de este movimiento defensor de los ríos y de Naturaleza, son también animadores de las comunidades eclesiales insertas en la pastoral de la iglesia católica. Bajo la sombra del roble, muy pocas pertenencias tiene esta gente. Apenas un tapesco alzado con varas rústicas, plásticos, algunas cobijas para el frío de la noche, unos cuantos trastes para cocinar y comer.
No faltan la guitarra y ni los libros de cantos para animar las celebraciones religiosas. Nada los alegra tanto como la llegada de sacerdotes o religiosos que vengan a animar y a confirmar su fe en la lucha que emprenden por defender su río. Así lo experimenté cuando los visité por primera vez. Nada les ha dolido tanto como las críticas y los rechazos que han tenido de parte de algún sector de la jerarquía católica.
En el templo de aquella liturgia
Todavía recuerdo la
celebración del primero de mayo, realizada bajo un calor de angustia que
agradecía más la sombra del roble. Ese día leyeron el pasaje del evangelio que
relata cómo a Jesús lo rechazan sus paisanos en su comunidad de Nazaret por
haber hablado palabras de sabiduría y haber realizado acciones milagrosas a
favor de la gente excluida, a pesar de conocerlo como el hijo del carpintero.
Jesús dice entonces aquella frase tan conocida: a un profeta lo desprecian en
su patria y entre los suyos, porque nadie es profeta en su tierra.
Toda la celebración fue minuciosamente preparada por los animadores de las comunidades. Improvisaron una mesa con un mantel que en su momento debió ser blanco. Encima del mantel colocaron una vela encendida, un manojo de flores silvestres recién cortadas, un vaso con agua limpia y la Biblia en su edición latinoamericana. A la par de la mesa, un hombre con su guitarra, dos mujeres con el libro oficial de los cantos de la parroquia y el animador de la Palabra, listos a iniciar la liturgia.
Cuánto sobraban en aquella celebración las paredes, las campanas, los altares y el oro de las liturgias oficiales. No sólo sobraban, ni siquiera hacían falta. A nadie se le ocurrió siquiera que existían. Tampoco yo recordé que no estaba en un templo. Porque aquello era el templo. Aquellas comunidades eran la iglesia y el roble y el ardiente sol de la mañana eran templo vivo de Dios. No podía haber más encarnación de Dios que en aquella Naturaleza viva y en aquellas voces y rostros que celebraban a Dios bendiciendo la lucha de resistencia de un pueblo que defiende su libertad en medio de tantas calamidades.
No hay frontera entre la fe y la vida
Aquella mañana vi
desaparecer la frontera entre la fe y la vida, entre el mundo religioso y el
mundo profano, entre la oración y la acción por la justicia. Aquellas
comunidades me enseñaban que la defensa de los bienes naturales es expresión de
la fe en Dios y de la pertenencia a la Iglesia. Todos los debates sobre si hay
manipulación, si la Iglesia debe o no meterse en asuntos ambientales o de
derechos humanos, me parecían irrelevantes aquella mañana.
La reflexión de fe que hicimos se orientó a alentar la fe en el Dios que hace sentir su paso en la historia de los humildes de la tierra. Lo dijo así uno de los animadores: “Dios no está lejos de nosotros, está aquí entre nosotros que somos su pueblo. No tenemos que ir a otro lado a buscarlo, está aquí en este roble. Y la sombra del roble es su sombra que nos protege. Está en nuestros cantos y lucha a través de nuestras fuerzas. Nadie más que Dios nos ha abierto los ojos para defender nuestro río del extraño. Y en esta lucha experimentamos su presencia”.
Muchas veces buscamos salvación y salvadores fuera de nuestra realidad y esperamos que las respuestas a nuestros problemas y necesidades vengan de afuera. Es lógico que los constructores de la represa en el río Gualcarque no crean en estas comunidades y estén convencidos que gente de afuera ha llegado a calentarles la cabeza. Jesús nos enseñó que los dinamismos salvadores están en nosotros, dentro de nosotros mismos. Nos invita a creer en nuestras fuerzas, y nos anuncia que cuanto más confiemos en nuestras capacidades más presencia de Dios experimentaremos en nuestras vidas y comunidades.
Una acción patriótica de dimensión nacional
La decisión de estas
comunidades de apostarse por días, semanas y meses en una carretera para
defender sus aguas y todos sus bienes naturales, es un ejemplo de dignidad y de
soberanía. La gente no se pierde. Sabe que si se quedan sin hacer nada, si solo
protestan un día, perderán el río de su historia y sus leyendas. Saben que una
vez que las maquinarias inicien los trabajos, será difícil la vuelta atrás y
las comunidades serán postergadas.
El 9 de agosto las maquinarias de la compañía china salieron del lugar donde estaban instaladas. Pero a los pocos días ingresaron por el extremo contrario al árbol de roble y prosiguieron su trabajo, más discretamente. Fue una estrategia de la compañía DESA, que representa a FICOHSA y a SINOHYDRO, para priorizar la estrategia de ataque jurídico, en la que se han concentrado. Fue también una forma de evitar ser tan visibles ante la llegada de observadores internacionales...
Enfrentando todas las estrategias del poder, la acción de las comunidades lencas es un ejemplo que ha comenzado a irradiar a otras comunidades, igualmente amenazadas en otras zonas del país. Lo que han hecho estas comunidades en un punto específico del país representa una acción patriótica de dimensión nacional. Es un símbolo de defensa de la vida, tanto local como nacional.
Los tolupanes vinieron a aprender de los lencas
El día que celebramos
la misa estaba entre nosotros un pequeño grupo de indios tolupanes o xicaques.
Llegaron de las montañas del departamento de Yoro, en el noreste hondureño.
Vinieron “a merodear”, a enterarse cómo hacían los indios y las indias lencas
para defender sus bienes naturales.
Abrían los ojos y escuchaban con mucha atención los testimonios de mujeres y de hombres. Necesitaban saber, aprender, porque en las comunidades de Yoro también están siendo amenazados por la presencia de compañías canadienses dedicadas a la explotación minera. Varios años atrás llegaron a ofrecerles un centro de salud y una escuela y los tolupanes se alegraron porque pensaron que se trataba de gente de buena voluntad.
Poco tiempo duró la alegría. La minera comenzó a romper montañas y a emplear cianuro. Los cerros de los tolupanes están repletos de antimonio, oro, plata y óxido de hierro.
Desde hace muchos años los indios topulanes vienen padeciendo la invasión de “ladinos”, terratenientes y madereros, que han destruido sus pinares y expulsado a varias comunidades indígenas para quedarse con sus tierras, las mismas que en el siglo 19 lograron que se les titularan gracias al firme apoyo que les dio un sacerdote, Manuel de Jesús Subirana.
Un patrimonio arrebatado
Subirana, un cura
español, llegó a Honduras en 1857, a la zona de la Mosquitia, fronteriza con
Nicaragua, y el obispo de Comayagua le encomendó la evangelización de las
comunidades xicaques o tolupanes.
En mula y a pie, el cura misionero subió y bajó montañas sin caminos. En pocos años visitó todas las comunidades indígenas y decidió unir el evangelio a la lucha por la protección legal de las tierras de los indios. En menos de cinco años había logrado su propósito: entre 1858 y 1864, el año de su muerte, al menos nueve mil topulanes fueron bautizados por el cura, que con el agua del bautismo les devolvió su dignidad de seres humanos y de legítimos propietarios de las tierras que habitaban.
Por haber sido un férreo defensor de sus derechos, especialmente de sus tierras, Manuel de Jesús Subirana es venerado por los tolupanes como el “Santo misionero”. Ese patrimonio es el que hoy les está siendo arrebatado por “ladinos”, madereros, mineros, terratenientes, políticos y vividores.
La lucha es también contra la minería
La lucha de resistencia de las comunidades lencas en defensa del río
Gualcarque despertó la fuerza que ya venían impulsando algunos sectores de
topulanes de las montañas de Locopama. Y un día de julio
decidieron tomarse también la carretera para impedir que los mineros
continuaran su acción depredadora.
El 25 de agosto, tres topulanes que estaban plantados en la carretera fueron asesinados tras un feroz ataque de los sectores que ven en la lucha indígena una amenaza a sus intereses. Uno de los muertos era uno de los que abrió sus ojos y sus oídos, atento al testimonio que le compartían los lencas en la celebración litúrgica del primero de mayo.
El ejemplo de las
comunidades lencas también ha tenido eco en la lucha de las comunidades
campesinas de la zona del valle y montañas del río Leán, en el departamento de
Atlántida, en el norte hondureño. Los meses de junio, julio y agosto fueron
especialmente ardientes en esas comunidades campesinas, de manera especial en
Nueva Esperanza, en el municipio de Florida.
Lenir Pérez, yerno del potentado Miguel Facussé, decidió iniciar la explotación de las minas de óxido de hierro contra vientos y mareas populares y comunitarias. Ha comprado a varios campesinos y los ha armado en contra de su propia gente. Ha amenazado a los dirigentes de base. Sus sicarios capturaron y expulsaron el 25 de julio a dos acompañantes extranjeras, una de Francia y otra de Estados Unidos, representantes de una organización llamada Programa de Acompañantes Internacionales (PROAH), y ha conformado grupos armados con el fin, no sólo de amedrantar a quienes se oponen, sino de aterrorizar a la población y quitar de en medio cualquier obstáculo que se oponga a sus planes mineros.
Donde se juega el futuro
Mucha gente no cree
en estas comunidades en lucha no violenta porque son humildes, indígenas y
pobres. Estamos acostumbrados a que los líderes y las palabras que nos impactan
provengan de personas y grupos profesionales, con un discurso muy bien
organizado. ¿Quién cree que de comunidades lencas alejadas de las ciudades
pueda salir algo bueno? Pero ha salido mucho bueno. Mucha esperanza ha brotado
de estos humildes de la tierra y que la acción de las comunidades lencas ha
abierto una oportunidad para despertar. Para entender que en Intibucá se está jugando también nuestro futuro.