Las víctimas deben
estar siempre en el centro
Con estas dos frases quisiéramos poner algo de luz en la confusión, y en
muchos casos indignación, que se generó el 30 de septiembre.
Sin previo aviso y sin tener en cuenta la dignidad de las personas, el
arzobispado clausuró Tutela Legal. Desde entonces ha habido comunicados de
quienes despidieron y de quienes fueron despedidos, más publicitados los de
aquellos que los de estos. Muy pronto hubo también comunicados de instituciones
internacionales de renombre, de la UCA y de la Conferencia de Religiosos y
Religiosas de El Salvador. Más recientemente, el arzobispo y la fiscalía
intercambian opiniones sobre los derechos de ambas instituciones con relación a
los archivos.
Muchas otras cosas han ocurrido. Algunas son conocidas por el pueblo de
Dios, y la mayoría, como suele ser normal, le son desconocidas. Recientemente
el arzobispo ha nombrado una comisión de sacerdotes connotados para velar por
los archivos, para hacer las cosas bien en el futuro -y para reparar la imagen
del Arzobispado, ahora deteriorada como cuando se retiraron los dibujos de
Fernando Llort de la fachada de catedral. Un campesino ha formulado cómo ve lo
que ha ocurrido con estas palabras: "Triste. Vergonzoso”.
1. Los laicos. El pueblo de Dios y el Socorro Jurídico.
"Pueblo de Dios” es expresión abstracta, y su contenido concreto no es muy
conocido por los salvadoreños. Sin embargo, hace 50 años un concilio universal
definió lo más real de la Iglesia de Jesucristo con las palabras "Pueblo
de Dios”, y no con las de "Iglesia jerárquica”. Esto quiere decir que obispos, curas, seglares, los llamados
laicos y laicas, todos son primordial e igualmente, miembros de
la Iglesia. Las diferencias vienen después. Son diferencias de naturaleza
funcional, y nada dicen de la calidad de vida cristiana de sus miembros.
Pues bien, en los años setenta en El Salvador, laicos fueron los que se
preocuparon por la violación de los derechos humanos en el país y los que se
pusieron a defender a las víctimas. Surgió el Socorro Jurídico. Muchos
salvadoreños llevaban ya siglos sufriendo la muerte lenta de la pobreza, la violencia
originaria. Pero en los setenta a esta muerte se unió la muerte rápida de la
represión. Clamaba al cielo, y el grupo de laicos citado, en el que había
abogados, es decir gente del derecho, se movieron en su defensa con la gran
novedad de defenderles también en el ámbito de los derechos humanos, que
eran groseramente violados. De ahí el adjetivo jurídico [del Socorro] y
después el adjetivo legal [de la Tutela].
Un jesuita, el Padre Segundo Montes, a quien Benjamín Cuéllar recuerda
en el artículo que publicamos a continuación, acompañó y aglutinó al grupo en
el Externado San José. Después, Monseñor Romero reconoció que el Socorro
Jurídico era importante colaborador suyo en la defensa de las víctimas y en la
denuncia de los victimarios. De hecho, en la primera página del Diario de
Monseñor [que tal como se ha conservado comienza el viernes 31 de marzo de
1978] aparece la referencia al Socorro Jurídico. Menciona algún nombre de sus
miembros y habla de tareas concretas… Y añade: "Les agradecí y les manifesté
mi satisfacción por la acogida que prestaron al llamamiento y por la buena
voluntad que han manifestado como abogados de conciencia cristiana”.
Más tarde, surgió Tutela Legal. Hasta el día de hoy, con Tutela han
trabajado otros obispos, otros sacerdotes y otros laicos. El nombre de María
Julia Hernández es entrañable e inolvidable. En esos treinta años ha habido
cooperación y han existido tensiones entre ellos. Históricamente suele ser lo
normal.
Ahora entramos en un nuevo período. Pero sea cual sea su novedad
insistimos en que los derechos humanos es responsabilidad de "todo el
Pueblo de Dios”. Lo recuerdo porque no es ninguna sutileza teológica rutinaria,
sino una necesidad cristiana e histórica. Los laicos son responsables como lo
son otros miembros del pueblo de Dios, ministros y jerarcas. Tienen la misma
dignidad. Unos y otros deben tratarse con el mismo respeto.
2. La jerarquía al servicio de todo el Pueblo de Dios, no por encima
de él. En la Iglesia católica hay laicos y hay jerarquía. El Vaticano II
dijo que, antes que las diferencias, hay que enfatizar que ambos forman parte
por igual del pueblo de Dios. La potestas, el poder ministerial
de la jerarquía, sin duda ofrece posibilidades para hacer el bien, pero como lo
muestra la historia, como todo poder tiene siempre peligros. "Que me lo
digan a mí que soy rector de una universidad”, decía el Padre Ellacuría.
En democracia se da por sentado que ese peligro hay que superarlo o al
menos limitarlo. Y por eso se insiste en la obligación de "rendir
cuentas”, en lo que insistía el padre Dean Brackley, a quien acabamos de
recordar estos días. Hablaba mucho de la necesidad de "accountability”.
Y en cosas de Iglesia, además de la democracia, siempre queda el evangelio, su
exigencia y su utopía: los que están arriba, que se abajen dice Jesús.
Ante acontecimientos públicos que generan grave confusión, como ha
ocurrido con el cierre de Tutela Legal, la historia, la democracia y las
tradiciones evangélicas ofrecen otros modos de actuar: la disponibilidad a
explicar las decisiones de antemano y con argumentos convincentes, el diálogo
previo, el rendir cuentas y la actitud acogedora.
Siguiendo con la utopía, el ideal es que el Pueblo de Dios sea ejemplo
de solidaridad. Ciertamente como ayuda y defensa de quienes lo necesitan. Pero
dentro del pueblo de Dios debiera existir, además, otra forma de solidaridad,
que no empequeñece la mencionada, sino que la incrementa: "llevarse
mutuamente los unos a los otros”, ministros, laicos, jerarcas. Y cuando hay agravios,
reales o supuestos, que exista la disponibilidad al diálogo sincero y al
perdón. Con relación a la jerarquía es una forma que toma la utopía evangélica
de abajarse para servir. Y no se debiera esperar a que comience a abajarse el
otro. Cuando se dé esa solidaridad, el pueblo de Dios será una gran ayuda para
el país.
3. Al menos de palabra, también en la presente coyuntura conflictiva
parece haber coincidencia en que lo más importante son las víctimas. El Socorro Jurídico primero y Tutela Legal después
promovieron en este país "la memoria histórica”. Durante años han
derrochado amor hacia los miles de perseguidos, asesinados, desaparecidos, los
que tienen que emigrar para poder vivir, especialmente mujeres y niños. Ambas
instituciones han mantenido con vida y con dignidad a miles de víctimas.
El padre Ellacuría las llamó el "Pueblo Crucificado”. Y Monseñor,
después de que el ejército hubiese asesinado a más de un centenar de
campesinos, el 19 de junio de 1977 dijo en Aguilares: "Ustedes son el
Divino traspasado”. Y no solo les dio dignidad con estas palabras, sino que
confesó ante ellos, indefensamente, cómo entendía él su misión arzobispal:
"A mí me toca ir recogiendo cadáveres”. Esa era ex officio tarea
fundamental suya por ser arzobispo. "Recoger cadáveres” es una forma
vigorosa de expresar lo que todo el Pueblo de Dios debe hacer con las víctimas.
Las pueden hacer suyas el Socorro Jurídico, Tutela Legal, el IDHUCA y todas las
instituciones de derechos humanos. Y todos los miembros de todas las iglesias salvadoreñas
de la confesión que fuere.
Importantes son archivos con nombres, inventarios, que estén bien
protegidos. Importantes son ONGS, y sus aportes. Pero eso no sustituye al
"recoger cadáveres” de Monseñor Romero y de otros en este país, mártires
muchos de ellos.
4. Dios sabe cuál será el futuro de Tutela Legal. Los acontecimientos de
estos días no debieran llevar a que disminuyan y se empobrezcan sus tareas,
sino a que crezcan y mejoren. Que las discusiones existentes sirvan para llevar
luz al pueblo de Dios. Y que no lleven al deseo, comprensible pero no muy
cristiano, de "tener más razón que el otro”.
Las reflexiones que acabamos de hacer pueden resultar excesivamente
conceptuales, incluso complicadas aunque quisieran ser sencillas y dar alguna
luz. Termino ahora con las palabras de Pedro Casaldáliga, estas sí breves y
claras: "Todo es relativo menos Dios y el hambre”. En El Salvador bien
podemos decir: "menos Dios y las víctimas”.
[Publicado en Carta a las iglesias 642.
Centro Monseñor Romero, UCA San Salvador].