¡¡BASTA YA!!
Mensaje de los
Obispos de México
México, D.F. a 12 de noviembre de 2014
Los Obispos de México decimos: ¡Basta ya! No queremos más sangre. No queremos más muertes. No queremos
más desaparecidos. No queremos más dolor ni más vergüenza. Compartimos como
mexicanos la pena y el sufrimiento de las familias cuyos hijos están muertos o
están desaparecidos en Iguala, en Tlatlaya y que se suman a los miles de
víctimas anónimas en diversas regiones de nuestro país. Nos unimos al clamor
generalizado por un México en el que la
verdad y la justicia provoquen una profunda transformación del orden
institucional, judicial y político, que asegure que jamás hechos como estos
vuelvan a repetirse.
Reunidos para reflexionar sobre los desafíos actuales,
vemos en esta crisis un llamado para construir un país que valore la vida,
dignidad y derechos de cada persona, haciéndonos capaces de encontrarnos como
hermanos.
En el año 2010, en la exhortación pastoral “Que en
Cristo nuestra paz, México tenga vida digna”, advertíamos sobre el efecto
destructor de la violencia, que daña las relaciones humanas, genera
desconfianza, lastima a las personas, las envenena con el resentimiento, el
miedo, la angustia y el deseo de venganza; afecta la economía, la calidad de
nuestra democracia y altera la paz.
Con tristeza reconocemos que la situación del país ha
empeorado, desatando una verdadera crisis nacional. Muchas personas viven
sometidas por el miedo, la desconfianza al encontrarse indefensas ante la
amenaza de grupos criminales y, en algunos casos, la lamentable corrupción de
las autoridades. Queda al descubierto una situación dolorosa que nos preocupa y
que tiene que ser atendida por todos los mexicanos, cada uno desde su propio
lugar y en su propia comunidad.
En nuestra visión de fe, estos hechos hacen evidente
que nos hemos alejado de Dios; lo vemos en el olvido de la verdad, el desprecio
de la dignidad humana, la miseria y la inequidad crecientes, la pérdida del
sentido de la vida, de la credibilidad y confianza necesarias para establecer
relaciones sociales estables y duraderas.
En medio de esta crisis vemos con esperanza el
despertar de la sociedad civil que, como nunca antes en los últimos años, se ha
manifestado contra la corrupción, la impunidad y la complicidad de algunas autoridades.
Creemos que es necesario pasar de las
protestas a las propuestas. Que nadie esté como buitre esperando los
despojos del país para quedar satisfecho. La vía pacífica, que privilegia el
diálogo y los acuerdos transparentes, sin intereses ocultos, es la que asegura
la participación de todos para edificar un país para todos.
Estamos en un momento crítico. Nos jugamos una auténtica democracia que garantice el fortalecimiento
de las instituciones, el respeto de las leyes, y la educación, el trabajo y la seguridad
de las nuevas generaciones, a las que no debemos negarles un futuro digno.
Todos somos parte de la solución que reclama en nosotros mentalidad y corazón
nuevos, para ser capaces de auténticas relaciones fraternas, de amistad
sincera, de convivencia armónica, de participación solidaria.
Nos vemos urgidos junto con los actores y responsables
de la vida nacional a colaborar para superar las causas de esta crisis. Se necesita un orden institucional, leyes y
administración de justicia que generen confianza. Es indispensable la participación de la ciudadanía para el bien común.
Sin el acompañamiento y la
vigilancia por parte de la sociedad civil, el poder se queda en manos de pocos.
Ante la situación que enfrentamos, los Obispos de
México queremos unirnos a todos los habitantes de nuestra nación, en particular
a aquellos que más sufren las consecuencias de la violencia, acompañándoles, en
su dolor, a encontrar consuelo y a recuperar la esperanza.
Jesucristo es nuestra paz. Él está presente en su
Palabra, en la Eucaristía, en donde dos o más se reúnen en su nombre, en todo
gesto de amor misericordioso y en el compromiso por construir la paz en la
verdad y la justicia.
Con esta certeza, redoblaremos nuestro compromiso de
formar, animar y motivar a nuestras comunidades diocesanas para acompañar
espiritual y solidariamente a las víctimas de la violencia en todo el país. A
colaborar con los procesos de reconciliación y búsqueda de paz. A respaldar los
esfuerzos de la sociedad y sus instituciones a favor de un auténtico Estado de
Derecho en México. A seguir comunicando el Evangelio a las familias y acompañar
a sus miembros para que se alejen de la violencia y sean escuelas de
reconciliación y justicia.
Agradecemos al Papa Francisco su cercanía y
preocupación en estas circunstancias. Unidos a él, celebraremos el próximo 12
de diciembre la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, haciendo una jornada de
oración por la paz. Le pediremos su intercesión por la conversión de todos los
mexicanos, particularmente la de quienes provocan sufrimiento y muerte.
Que Santa María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios
por quien se vive, que reclama a sus hijos desaparecidos y ruega por la paz en
México, interceda por nosotros para que una oleada de amor nos haga capaces de reconstruir la sociedad dañada.
Por los obispos de México
http://www.cem.org.mx/contenido/487-basta-ya-mensaje-de-los-obispos-de-mexico-cem-paz-episcopado.html