Tango para tres: Li, Putin y Obama
La Cumbre del Foro
de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC,
por sus siglas en inglés) está ya en marcha. El subtexto de la reunión es
la transformación de la política internacional y, el sub-subtexto, el
acercamiento directo de Rusia y China en medio del dominio global
militar-político-económico de EEUU, potencia hegemónica unilateral desde la II
Guerra Mundial frente a una descentralización lentamente emergente, hasta hace
muy poco, que sacude los cimientos del sistema del poder mundial e impulsa de
forma rápida y veloz un cambio cualitativo hacia un nuevo juego de poderes en
el que EEUU no es ya el centro exclusivo o el arquitecto-jefe del orden
internacional.
Obama, el tigre de
papel, todo él sonrisas, se mete, por sus propias obras (el Pivote de Pacífico Ante Todo y el Acuerdo Trans-Pacífico de
Asociación Económica -TPP, por sus siglas en inglés-; la primera en un intento
de cambiar los activos militares de la región, y la segunda, con un pacto
negociado comercial que excluye a China) en el cubil del Enemigo Público
Número 1 de EEUU: China.
Desde luego, Rusia
sigue de cerca a China como Número 2, y tanto Li como Putin estarán presentes
en Pekín asistiendo a la cumbre. Putin tiene ya calado a Obama. Li casi. Me
temo que no van a permitir que se una a su propio tango, el mismo que Obama y
EEUU tratan de romper; tendrá que bailar cada vez más solo mientras el mundo va
captando su rollo totalitario.
(Reprende a Li por ciberespionaje en un
intento de que se pase por alto la vigilancia masiva al pueblo estadounidense,
ampliada al espionaje a los dirigentes extranjeros; reprende a Putin por
Ucrania para cambiar de tema sobre la intervención de EEUU en Iraq y
Afganistán, sobre las operaciones encubiertas de cambio de régimen –incluido el
de Kiev- por todo el mundo, y por la guinda: los asesinatos con aviones no
tripulados.)
Hay mucho sobre la
mesa en Pekín, canapés de esferas de influencia, sopa de modernización nuclear
(de letalidad mejorada), el plato
principal a base de contrarrevolución de inspiración estadounidense y, de
postre, la posibilidad de romper el control del FMI y del Banco Mundial en la
configuración del desarrollo mundial con la propuesta del Banco Asiático de
Inversiones en Infraestructura.
En todos los casos,
Obama va a encontrarse, para su propia frustración, con un frente unido de Li y
Putin, que van a intentar arrancar el eje del poder de las manos de EEUU y
Europa, con Rusia claramente mirando hacia oriente en respuesta al régimen de
sanciones EEUU-UE, a las amenazas, bravatas y toda esa hostilidad a su
alrededor.
Europa necesita a
Rusia más que Rusia necesita a Europa, mientras que a EEUU, al percibir que
China se ha convertido en la primera potencia económica del mundo, sólo le cabe
retorcerse sobre el militarismo, la agresividad en todas sus formas y quizá una
comprensión furtiva y llena de zozobra de declive. Sea lo que sea lo que brotó
del Siglo Estadounidense (American Century), ahora está todo muerto y
enterrado sin pesar alguno (especialmente
en Asia, Latinoamérica y quizá África).
Obama puede por
tanto sonreír, dar palmaditas en el hombro, ponerse a charlar, pero representa
un orden moribundo, amarrado al alambre de embalar de los tejemanejes
financieros y liado en el envoltorio del poder militar. China puede permitirse
ser un anfitrión caritativo y amable, pero eso sólo sirve para destacar el
siguiente mensaje: EEUU tiene que dejar de volver el mundo al revés en
beneficio propio, tiene que poner fin a los juegos y divertimentos de la CIA, a
su control del sistema financiero internacional. Ya habéis tenido vuestros
bombardeos estilo conmoción y pavor, vuestras masacres de My Lai, vuestros
despliegues de contraterrorismo como medios para conseguir conformidad frente a
la maquinaria bélica estadounidense, vuestro catastrófico record de
distribución de la riqueza (que apenas se
ajusta a la definición y expectativas de una sociedad democrática).
Por tanto, ¿qué hay,
Sr. Obama, es que va a ofrecer todo eso en la cumbre de la APEC? Qué poquita
cosa, mientras que Asia, a pesar de sus acciones personales y la planificación
geopolítica de su país, se está desarrollando con Rusia, que mira ahora hacia
oriente con un espíritu de progreso cooperativo.
* * *
En cuanto al
contexto, déjenme echar primero un vistazo al artículo de opinión de Nicholas
Kristof en el New York Times: “A Changed China Awaits Mr. Obama” [Una China cambiada espera al Sr. Obama] (9 noviembre). Kristof, paradigma del humanitario en el
periódico, que cada vez parece moverse más hacia la derecha. (“Humanitario”, como en la versión Samantha
Power del humanitarismo liberal extrañamente conducente a la búsqueda del
egoísmo estadounidense). Inmediatamente salta sobre China, su puñetazo a Xi
es intercambiable con nuestra habitual demonización de Putin.
Antes de la visita,
“ya se han burlado” de Obama, afirmaba el estatal Global Times, “Ha
hecho un trabajo insípido, sin ofrecer nada a sus partidarios. La sociedad de
EEUU ha crecido cansada de su banalidad”. (Desearía
haber dicho yo esa frase, pero el Global
Times ¡me la ha pisado!). Y Kristof exclama: “¡Menuda bienvenida! El
Global Times es a menudo gritón, pero ese tono refleja la forma en que
el Presidente Xi Jinping está remolcando su régimen en una dirección
nacionalista, firme y radical”.
Como por ensalmo,
nacionalista, firme y radical son términos descriptivos estándar aplicados
también a Putin y Rusia, y, presumiblemente, a cualquiera que sea lo
suficientemente grande como para llamar la atención si se cruza en el camino de
EEUU. No hay que culpar a Kristof; está en el ADN del periodismo estadounidense
actual. O estás con nosotros o contra nosotros, el etnocentrismo entretejido en
la cultura política e ideológica de EEUU.
Lamentablemente, el
artículo es también interesado: “Y hay algo un poco más personal: China no
parece querer darme un visado”. Después recupera su aplomo, lo suficiente como
para contraatacar: “Xi lleva dos años gobernando China y ha mostrado alguna
inclinación por las reformas sociales y económicas. Hace dos años, pensé que Xi
podría abrir las cosas un poco. ¡Chico, me equivoqué! En cambio, parece que Xi,
cada vez más, puede profundizar con las reformas en algunas áreas, pero, ante
todo, es un nacionalista nada sentimental que adopta una línea dura en
múltiples frentes desafiando casi todo lo que Obama defiende”.
Eso no debería ser
difícil de entender para cualquier persona en el continuo que va desde
socialdemócratas a marxistas. Sin embargo, cuando uno se aproxima al centrismo
y después gira a la derecha, es difícil desafiarle –y no hay razón para hacerlo
así-. ¿Cuáles son esos múltiples frentes? Una postura agresiva respecto a las
disputas marítimas en el este de China y los mares del sur de China; represión
de disidentes: Xu Zhiyong y Liu Xiaobo; y control de Internet. Uno no tiene que
ser un apologista de la represión de la disidencia en China (Kristof tiene razón), pero ¿por qué
ignorar lo que hay peor o igualmente malo en EEUU, como el Acta de Espionaje
para perseguir a los denunciantes de Obama?
Tal vez lo más
grave, a juicio de Kristof, sea que China no lo está haciendo tan mal: “Xi da
la impresión de ser tan arrogante y sentirse tan orgulloso de que China sea
fuerte y esté progresando, que está dispuesto a meterle el dedo en el ojo a
EEUU”.
Pobre Presidente de
EEUU, las cartas se amontonan en su contra: “Todo esto supone un reto para
Obama. EEUU no tiene muchos expertos en China en puestos importantes, y ni en
Pekín ni en Washington hay muchos funcionarios que luchen para mejorar las
relaciones”. Tenemos también una guerra cibernética, que no va a desaparecer.
Kristof quiere que China “dé un paso adelante y juegue un papel constructivo [alaba mucho su trabajo sobre el Ébola en
Liberia]… especialmente en la cuestión del cambio climático”.
Pero, a fin de
cuentas, parece estar listo para la confrontación: “Así pues, para aquellos de
nosotros que amamos el Reino del Medio, es triste ver que con Xi se encamina
hacia una línea represiva y nacionalista. Obama no puede cambiar China, pero
demasiado a menudo ha comunicado debilidad en Oriente Medio y en Ucrania. En
China, debería mantenerse firme”. ¿Comunicado debilidad? Aquí Kristof vuelve a
la posición de partida sobre Rusia e, implícitamente, respecto al acercamiento
entre Rusia y China, frente al cual Obama también debe mantenerse firme.
Peter Baker, el
paradigma del sabio político del The New York Times, cuando está en
vena, como parece ser el caso ahora, nos escribe un artículo “As Russia Draws
Closer to China, U.S. Faces a New Challenge” [A
medida que Rusia se acerca a China, EEUU se enfrenta a nuevos desafíos] (8
noviembre), que va directo al grano sobre la política de poder mostrando la
preocupación de Washington sobre un posible punto de inflexión en la política
mundial.
Durante décadas,
EEUU confió en que China y Rusia no iban a encontrar nunca terreno común
suficiente para poder pergeñar un desafío colectivo ante la supremacía mundial
estadounidense. Y con razón: Mao y Stalin estaban siempre enzarzados en luchas
fratricidas por proclamas ideológicas rivales y una codiciada expansión
territorial. Pero esa época ya pasó, no sólo por el cambio de dirigentes en
ambos lados y por las trayectorias de desarrollo que contienen significativos
elementos capitalistas en cada una de ellas, sino también porque EEUU, en su
arrogante búsqueda de la supremacía global, ha actuado facilitando que las dos
naciones se acercaran inevitablemente por la desconfianza xenófoba que EEUU
siente hacia cualquier sistema social que no sea una réplica del suyo.
La contención
estadounidense hacia Rusia y China, de décadas de antigüedad y de hecho la
piedra angular de su política exterior cristalizada en la Guerra Fría, tuvo
siempre potencial para culminar en una guerra ante la que los otros dos países
no podrían ser nunca indiferentes. Finalmente, el matrimonio entre el borscht
y el chow mein, al igual que el cacareado matrimonio entre el hierro y
el centeno de Alemania, tiene el predecible esplendor de anunciar una nueva
configuración del poder en el escenario mundial.
Nada de esto aparece
en el artículo de Baker (para suerte suya),
excepto la preocupación estadounidense de que esa configuración se traduzca en
el eclipse del poder de EEUU. De ahora en adelante, el unilateralismo global es
una ideología quimérica. Sin embargo, la nación parece estar sorda como una
tapia ante la realidad. Obama va a Pekín, escribe, “para renovar los esfuerzos
de reorientar la política estadounidense hacia Asia”, donde Putin, “quien
últimamente ha hecho tanto para que se sienta frustrado”, está también
presente.
Baker cita también
al embajador ruso en Washington: “Vds. están pivotando hacia Asia, pero
nosotros estamos ya allí”. (Debería
añadirse que el giro de EEUU fue militar en sus inicios, y en gran medida sigue
aún siéndolo tanto en la concepción como en la práctica, mientras que el giro
de Rusia es diplomático y económico, una relación fraternal en lugar de una de
confrontación). Baker reconoce lo obvio, que Obama va a Asia “porque Rusia
se acerca cada vez más a China”, lo que “representa un profundo desafío para
EEUU y Europa”. Putin, “distanciado de Occidente a causa de Ucrania”, está en
Pekín buscando “apoyo político y económico, tratando de CAMBIAR DRASTICAMENTE
EL ORDEN INTERNACIONAL, fabricando una coalición que resista lo que ambos
países consideran como arrogancia estadounidense”. (Las mayúsculas son mías)
Los funcionarios y
los especialistas se muestran escépticos de que esa coalición sea viable,
cuestión que ha motivado “un vigoroso debate en Washington”, pero otros piensan
que “la administración Obama debería tomar en serio la amenaza de que Moscú
esté buscando acuerdos energéticos, financieros y militares con Pekín, por
orden de importancia, por ejemplo, adaptando a los ejércitos para una posición
de defensa común.
Kislyak, el
embajador ruso en Washington, interpreta el giro como un cambio de dirección
más amplio: “Estamos cada vez más interesados en nuestra región vecina en Asia.
Son buenos socios para nosotros”. El reciente acuerdo sobre el gas natural
entre los dos países es un anuncio de lo que está por venir en el futuro: “Es
sólo el principio, y cada vez verán más y más proyectos entre nosotros y
China”. Aquí, Baker tiene el buen sentido de reconocer que, desde la
perspectiva estadounidense y en su política exterior, Rusia y China deben
abordarse como temas interrelacionados: “El giro ruso hacia China necesita de
un análisis más global que el que la Casa Blanca está haciendo con la política
puesta ahora en marcha en relación con Moscú”.
Llegar a Moscú vía
Pekín. No es ese el pensamiento de Baker, pero resulta evidente que sí es el de
los asesores de la seguridad nacional. EEUU quiere su pastel y quiere
comérselo, en oposición a lo que se llama “Putinismo… mientras sigue la
búsqueda de silos de cooperación, especialmente en cuestiones como Irán, el
terrorismo y la proliferación nuclear”. Necesitamos a esos tipos, pero sólo
bajo las condiciones estadounidenses, la imaginería del silo –oída cada vez con
mayor frecuencia en los círculos políticos- como almacén sellado por el que no
circula el aire, sugiere la cuestión de la compartimentación aunque dejando
intacto el statu quo/contexto global.
Lo ideal para ellos
sería una continuación de la Guerra Fría, aunque por invitación; apoyaríamos
las causas que consideráramos apropiadas, sin hacer promesas ni manifestar
deseo alguno de trabajar por unas mejores relaciones. (Del mismo modo que la política de ocupación israelí acepta una
ocasional cooperación con los palestinos cuando Israel lo considera necesario
pero confinando a la gente en un silo más amplio cuya situación no cambia.)
¿Y qué hay de Rusia?
“Aunque no hay mucha divergencia de opinión dentro de la administración sobre
cómo considerar a Putin”, escribe Baker, “se está debatiendo qué hacer”. El
alcance del desacuerdo es absurdamente pequeño: compromiso frente a contención
(desde luego, la última contiene un
fuerte elemento del primero), aunque Baker no se da cuenta; a nivel
operacional, “el problema principal es cómo la disputa alrededor de Ucrania va
a definir la relación y va a afectar a otras áreas donde los dos países
comparten intereses”. Pero si eso es así, si la prioridad es Ucrania, entonces
el equipo de Obama (Brennan, Rice, Power y sus homólogos del ejército) han
estado cavando resueltamente en aras a la Gran Confrontación.
Y ahora, “dentro de
la administración, los esfuerzos de Putin para llegar a acuerdos con China se
consideran un golpe a Washington”. ¿Qué otra cosa podrían ser si no? Aunque la
palabra “golpe” subestima la realidad. En Washington todavía no se lo acaban de
creer: la relación entre Rusia y China está “cargada de una historia
complicada, desconfianza mutua y subyacente disparidad económica, todo lo cual
la hace finalmente insostenible”. Alguien de dentro (como es normal, de forma anónima) ha comentado: “Se utilizarán uno
a otro. Y cuando uno de ellos se canse o vea un negocio mejor [¿dónde?] se largará”. ¡Eso quisieras
tú, cínico proverbial!
En realidad, algunos
académicos estadounidenses encuentran potencial para un buen acuerdo. Gilbert
Rozman, de Princetown, que escribió “El desafío chino-ruso ante el Orden
Mundial”, afirma, “Hay muchas evidencias de que la relación está
fortaleciéndose… [empezó antes de lo de
Ucrania y ahora existe el] sentimiento de que no hay vuelta atrás”. Graham
Allison, de Harvard, especula, sobre la relación Li-Putin: “Puede apreciarse
que hay química personal entre ellos. Se gustan y pueden relacionarse bien
entre sí. Hablan entre ellos con franqueza y con un nivel de cooperación que no
encuentran en otros socios”. Y ahora el meollo del asunto: en mayo, en el
tiempo en que EEUU y la UE imponían sus sanciones, Putin negociaba un acuerdo
de tres años por valor de 400.000 millones de dólares para suministrar gas
natural a China y, en octubre, el premier chino, Li Keqiang, “firmó un paquete
de 38 acuerdos en Moscú, que incluía uno de canje de divisas y un tratado
fiscal”. Y la pasada semana, Putin anunció que están trabajando con China en
otro acuerdo sobre el gas.
China es ahora el
mayor socio comercial de Rusia. Sergei Rogov, del Instituto para Estudios de
EEUU y Canadá de Moscú, resume para nosotros: “La campaña de sanciones
económicas contra Rusia y las presiones políticas están alienando a Rusia de
Occidente y empujándola hacia China. En Rusia perciben a China como sustituta
de los créditos y la tecnología de Occidente”.
En honor de Baker hay
que decir que también ofrece argumentos racionales sobre los aspectos negativos
del acuerdo, en especial la gran desventaja económica para Rusia: “En Moscú,
algunos temen que Rusia, por debilidad, se haya convertido en un socio menor de
una China en ascenso. Aunque China es ahora el socio comercial más grande de
Rusia, Rusia es sólo el décimo socio de China, y EEUU sigue siendo el primero.
Además, las grandes compañías estatales rusas pueden hacer ofertas, pero China
no puede sustituir a Europa en la mayoría de las corporaciones y bancos, porque
en China no se ha desarrollado un mercado de bonos comerciales para extranjeros
similar a los eurobonos”.
Sin embargo, de
nuevo el embajador Kislyak: “Dado que EEUU y la UE, como socios a largo plazo,
están presentándoles problemas, le ha llegado el turno a China: ‘Confiamos en
ellos y esperamos que China confíe en nosotros’”. Después de Pekín, tenemos
también la reunión del G-20 en Brisbane, donde Obama y Putin estarán de nuevo
presentes: la TPP de Obama, que excluye tanto a Rusia como a China, no se ha
creado para aliviar sentimientos o engendrar respeto.
***
En esta evaluación
preliminar de la APEC y las futuras relaciones entre las tres potencias, me
vuelvo al artículo de los periodistas del Washington Post David Nakamura
y Steven Mufson: “Obama, Xi to meet in Beijing amid political and economic
strains” [Obama y Xi se reúnen en Pekín entre tensiones
políticas y económicas] (9 noviembre), en el que se muestran fríamente realistas
cuando describen los previstos fuegos artificiales de la apertura: “Pero hay
poco que celebrar. En los 18 meses transcurridos desde que se reunieron por vez
primera Obama y Xi”, los dos países “se han enfrentado uno a otro por la
seguridad asiática, las reclamaciones territoriales, el ciberespionaje
económico y la oposición estadounidense a la propuesta de China de un nuevo
Banco Asiático de Inversión en Infraestructura”.
Esta última, sobre
la que se pasa a menudo por encima, revela no sólo las presiones
estadounidenses en nombre del Banco Mundial y el FMI, sino también un remedio
parcial para las preocupaciones empresariales rusas sobre las instituciones
financieras desarrolladas en China. Y llegan directamente a lo crucial: “Por
debajo de estos problemas, yace una cuestión más importante que plantea cómo
EEUU va a adaptarse a una China más próspera y abierta, y si el ascenso de
China va a chocar contra EEUU y sus aliados en el Pacífico o si todas las
naciones saldrán beneficiadas”.
El ajuste vía
militar y expansión comercial no es ajuste, la expectativa de beneficios
universales desafía el paradigma estadounidense de penetración comercial,
financiera e industrial, con la que EEUU busca superar a China y a todos los
que aparezcan de un modo poco realista, porque en una miríada de mercados en
Asia y en todo el mundo, China ha superado ya a EEUU. Los periodistas no son
excesivamente optimistas acerca de la cumbre de la APEC, señalando:
“Recientemente han aparecido en los blogs y en los medios estatales toda una
serie de artículos desagradables sobre las fuerzas extranjeras que han animado
el ambiente político”.
No obstante, ven que
ambas partes se están esforzando de buena fe (por ejemplo, la administración de EEUU no apoyó abiertamente a los
manifestantes de Hong Kong) y en China se han silenciado las críticas a
Obama; las elecciones de medio mandato han reducido su talla política pero se
considera que aún tiene cierto peso en la política exterior. Hay que evitar,
dicen, los malentendidos semánticos, el uso de “pivote hacia Asia” lo han
interpretado los chinos (pienso que
correctamente) como una provocación de guerra, por tanto, la administración
Obama tiene ahora una nueva frase, “reequilibrio” estratégico de la región.
¿Por qué no? Y la luna está hecha de queso verde.
La idea de Obama de
lograr un equilibrio entre “reconciliación y firmeza” parece un galimatías de
las condiciones anteriores (el mismo efecto de silo): Haz tu parte en lo del
Ébola, pero no desafíes el poder estadounidense en sus diversas formas y en
ningún lugar del mundo. Sí, China se muestra firme; pero al habérsele asignado
un estatus de grado menor que contradice la dinámica global dominante, su
propio ascenso, y el declive estadounidense, hace que la situación propicie que
puedan desafiar al poder estadounidense.
El año pasado por
esta época, la ex Secretaria Rice, en una charla en Georgetown, dejaba claras
las gradaciones de un poder aceptable, EEUU debía gestionar “una inevitable
competición a la vez que debía llegar a una cooperación más profunda en las
cuestiones donde nuestros intereses convergen”, i.e., China como gran
recadera para mantener a raya a Irán y Corea del Norte. No es sorprendente que
dos días después de esa charla, China surcara los cielos anunciando una zona de
defensa aérea sobre las Islas Senkaku en el Mar Oriental de China, que notificó
a Japón y Corea del Sur para que comprendieran que China tenía la plena
intención de actuar en defensa de sus intereses (su audiencia real era por supuesto EEUU), a lo cual EEUU, como
respuesta, envió a la zona dos B-52.
La fricción entre
los dos países no va a disiparse con la exhibición de fuegos artificiales de la
pasada noche, pero el punto interesante, con EEUU sin duda rechinando los
dientes, es el amistoso encuentro Xi-Abe, posiblemente preparado desde hace
mucho tiempo en el APEC, frustrando la estrategia estadounidense de divide y
vencerás entre Japón y China.
Los periodistas
indican que en abril, cuando Obama visitó Tokio, a pesar de que no adoptó una
posición sobre la disputada soberanía de las islas, subrayó que EEUU “iba a
defender a Japón de cualquier ataque en virtud de su prolongado tratado de
seguridad, siendo la primera vez que un presidente estadounidense dijo eso”. Es
precisamente este pescar en aguas revueltas (perdón por el juego de palabras) el que puede hacer que la
creciente influencia de China en la región pueda poner un punto final a todo
eso.
No obstante, intuyo
que este ojo por ojo esconde otras cuestiones subyacentes. Aunque el comercio
bilateral EEUU-China es de unos 562.000 millones de dólares, EEUU utiliza como
prueba de buena conducta internacional la aceptación del Banco Mundial y el FMI
(a fin de estructurar a su favor el comercio, las finanzas) mientras China no
oculta que etiqueta a esas instituciones de “agentes de EEUU que persiguen
mantener las ventajas de Occidente”. Que Obama aparezca en la APEC con la TPP
en el bolsillo, que excluye a China, es pura desfachatez.
No soy un
determinista económico de la vieja escuela sino que me siento intrigado por el
banco propuesto y lo que pueda significar para socavar el poderío y la
influencia de EEUU en la región. Nakamura-Mufson parecen haberlo captado.
Escriben: “El mes pasado, China aventajó a EEUU como la mayor economía mundial
pero Pekín se siente frustrado por el fracaso de EEUU a la hora de darles una
voz mayor en el FMI, donde sólo cuenta con un 3,81% de la cuota de voto, menos
aún que Francia”.
Para un
imperialista/colonialista estadounidense, Francia puede parecerle más grande y
más importante que China, pero en lo que yo percibo, el APEC, al ser meramente
sintomático, es, como en la frase citada con mayúsculas con anterioridad, el
transformador del orden internacional en perspectiva y en la agenda histórica,
exactamente lo que EEUU más teme y bien poco puede hacer para cambiar eso, a
excepción de actuaciones militares extravagantes.
El fin del imperio estadounidense:
una perspectiva excitante para gran parte del resto del mundo, incluso para
algunos “amigos y aliados” forzosos de EEUU. He ahí, pues, que ante tal actitud
displicente (el FMI es un barómetro
especialmente sensible de las valoraciones de la política estadunidense:
quiénes son los chicos buenos y los chicos malos), China contraataca: “En
respuesta, Pekín trata de establecer sus instituciones multilaterales propias,
ante todo un nuevo banco asiático de infraestructura con sede en Pekín,
financiado inicialmente por China con 50.000 millones de dólares.
Con tanto crujir de
dientes espero que el siguiente paso no sea provocar deliberadamente una
guerra. Se cita a un funcionario japonés diciendo (en cierto modo, la imagen especular de lo que EEUU ha logrado hacer,
agudizar la rivalidad entre EEUU y China): “La idea del banco es que China
ayudaría al desarrollo, pero lo que realmente quieren es que el banco proyecte
una Asia organizada por China”. (Los
chinos están demostrando ser estudiantes aplicados de la política
estadounidense.) Las cosas se mueven rápido. “El 24 de octubre”, escriben,
“China firmó un memorándum con 21 países, excluyendo a Corea del Sur, Australia
e Indonesia, para establecer el banco de inversiones para infraestructuras.
La Australian
Financial Review informaba que Kerry había pedido personalmente al Primer
Ministro australiano Tony Abbott QUE DEJARA FUERA A AUSTRALIA”. (Las
mayúsculas son mías.). Kerry, siervo obediente del poder. Los periodistas:
“Pero muchos expertos dicen que la administración Obama está emprendiendo una
batalla perdida”. Y citan a Wing Thye Woo de UC, Davis, quien hace esta
observación de sentido común: “Para el Tesoro estadounidense ir a decirle a la
gente que no haga lo que va en beneficio de sus intereses es como dispararse
uno mismo en el pie”. Obama haría bien en llevar suelas gruesas en Pekín.
Un punto final:
Obama aterrizó en Pekín poniéndose manos a la obra respecto a su desafío
inmediato, cómo abrir por la fuerza el mercado chino a las empresas
estadounidenses. (Señor de la estupidez,
¿no te da vergüenza?) El TPP, al excluir a China, algo obviamente imposible
según los rumores, por tanto, según el artículo de Marc Landler del New York
Times “Obama Arrives in China on Trip With Complex Agenda” [Obama se va de viaje a China con una agenda compleja] (10 noviembre): “El
principal objetivo comercial de Obama respecto a los chinos será un nuevo
tratado bilateral de inversiones entre los dos países. Los economistas dicen
que podría ser la apertura más importante del mercado chino para las empresas
estadounidenses desde que China se incorporó a la Organización Mundial del
Comercio en 2001”.
Un acuerdo
unilateral, una desfachatez a la máxima potencia. Los empresarios
estadounidenses ven el tratado como una prueba de las intenciones de Xi. “Sería
necesario que los chinos”, escribe Landler, “abrieran docenas de mercados
sensibles, algunos de los cuales permanecen cerrados a las empresas
estadounidenses o exigen socios chinos”. El Consejo Empresarial EEUU-China,
puede que sea la nueva pareja de baile de Obama en caso de que se quede solo en
Pekín.
Mi comentario sobre
el artículo de Kristof en el New York Times, de la misma fecha,
prosigue:
“Me siento
decepcionado de que China invitara a Obama, sobre todo tras su ‘pivote’ de
activos militares hacia el Pacífico, una indicación muy clara de que EEUU trata
de contener y aislar, cuando no desmembrar, a China (precisamente la misma política que aplica a Rusia). EEUU ha
adoptado una posición hostil hacia China, como animar al Primer Ministro Abe a
rearmarse en contra de lo que dice la Constitución japonesa. Las maniobras
conjuntas EEUU-Filipinas van también dirigidas contra China, al igual que los
esfuerzos para coordinar políticas con Australia, el mismo objetivo.
EEUU busca la
confrontación, convirtiendo en farsa la visita de Obama. Xi debería adoptar la
misma actitud escéptica de Putin hacia EEUU, y con Putin buscando una estructura
global descentralizada desaparecerá la hegemonía global unilateral de EEUU que
hemos estado viendo. Obama no tiene posibilidades ni para la guerra ni para la
intervención. Estoy seguro de que China se da cuenta de ello y está dispuesta a
hacerle el vacío para que no alberguen la idea de considerarla como una presa
fácil de la política internacional (la
apertura que persigue no es más que renovar tensiones). La prueba de la
visita del pasado lunes es si renunciará o no al TPP, a lo que no está dispuesto.
El comercio, para Obama, no es más que una modalidad de cerco.”
Normal
Pollack ha escrito sobre Populismo. Centra sus trabajos en la teoría social y
en el análisis estructural del capitalismo y del fascismo. Puede contactarse
con él en: pollckn@msu.edu