Ante la pederastia clerical, breve decálogo
Xavier
Pikaza
www.religiondigital.com/251114
Desde hace algunos años
vuelve regularmente a la prensa (y por desgracia a la vida), el tema de la
pederastia, especialmente en su vertiente clerical, aunque son infinitamente
más los casos ocultos que los desvelados.
En este momento está en primera plana el asunto de una presunta “mafia”
de pederastas curas de Granada (España), sacudiendo la conciencia clara o
"farisea" de millones de personas. Es bueno que así sea, si sirve
para orientar a la Iglesia y para "curar" (de formas distintas) no
sólo a las víctimas, sino a los posibles pederastas.
El tema en general es
muy complejo y no tengo gran autoridad para abordarlo, pues no soy médico,
educador, psicólogo o juez…. Pero lo he vivido de cerca, desde hace mucho
tiempo, he conocido muchos casos, y eso me permite opinar con libertad, desde
una perspectiva cristiana (humana).
El problema nos sitúa
en las raíces de la conflictividad afectiva de hombres y mujeres, mayores y
niños, y nadie tiene las claves para resolverlo, aunque muchos piensan que, al
fin, en esta sociedad, es insoluble. No se puede solucionar, pues forma parte
de la trama de la vida… pero puede encauzarse quizá un poco mejor, y así pienso
hacerlo en las reflexiones que siguen, abriendo caminos de cambio para la
sociedad (y de un modo más concreto) para la misma Iglesia, en línea de
humanidad, que es la línea de la Iglesia, para bien de los niños y de todos los
hombres y mujeres.
1.
Pederastia, un tema humano
La pederastia se
inscribe en el proceso de educación y maduración afectiva y sexual de los
niños. En un momento dado, algunos educadores (del entorno familiar o social)
en vez de acompañarles y guiarles en respeto, gozo y libertad, hasta que ellos
puedan elegir y recorrer personalmente su opción afectiva, tienden a
aprovecharse de ellos, para encontrar placer o ejercer su poder.
Algún tipo de
pederastia se ha dado y seguirá dándose siempre en el contexto familiar y
educativo, recibiendo valoraciones distintas en las diversas sociedades, desde
los sistemas tribales antiguos, pasando por las culturas clásicas (Grecia, la
India…) hasta la actualidad. En algunos contextos culturales un tipo de
pederastia se sigue considerando legal e incluso se admite el matrimonio con
menores.
2.
Perversión suprema. Dos tipos de pederastia
Está por un lado la
pederastia “casual”, por así decirlo, mucho más frecuente de lo que se dice, en
contextos de cercanía afectiva, especialmente familiar. Un tanto por ciento
bastante elevado de niños y niñas han sido objeto de miradas y “tocamientos”,
que a veces se “resuelven” con la edad, pero que otras veces causan en ellos
grandes traumas, como saben bien los expertos (amigos y educadores, psicólogos
y médicos, etc.). Muchas veces, este tipo de pederastia casual no necesita
resolverse en los tribunales, sino que se resuelve (y sufre) con la misma vida,
aunque en otros casos debe llevarse ante el juez.
Está por otra parte la
pederastia organizada en forma de “trata de niños y niñas”, desde el llamado
“turismo sexual” (para conseguir por dinero el “trato” con menores, hasta la
prostitución infantil y la utilización
organizada de niños y niños. En este caso se sitúan las “mafias” que
actúan a veces por dinero, otras por simple “placer”, de forma duradera. En
esta línea se pueden situar los casos de “aprovechamiento” continuo de niños y
niñas. Ésta es una de las grandes lacras de nuestra sociedad. Aquí debe
acudirse siempre al juez.
3.
Iglesia, un lugar sagrado (y peligroso) para niños
La iglesia cristiana
puede y debe concebirse como espacio de maduración en el amor, en libertad. Por
eso, en ella cobra un sentido especial el “amor” a los niños, entendido en
forma de respeto y de acompañamiento en el proceso de la educación personal, familiar,
afectiva. En esta línea se (nos) sitúa de un modo especial evangelio de Marcos
(y de Mateo) que presentan el “escándalo de niños” (es decir, la utilización
sexual o humana de menores) como el mayor de todos los pecados: “Más le valdría
atarse a una piedra de molino y tirarse al mar que hacer daño a los niños”.
Pero la misma cercanía
afectiva que ofrecen los grupos de Iglesia (y otros grupos semejantes: ciertos
centros educativos, escuelas deportivas, etc.) puede convertirse en espacio de
alto riesgo, si es que los “educadores cristianos” pierden su norte (no son
hombres y mujeres de madurez afectiva) y buscan en los niños una satisfacción
sexual compensatoria. Siempre se ha sabido que lo más alto puede convertirse en
lo más bajo, pasando del “creo en Dios Padre” a la “resurrección de la carne”
en un lugar equivocado.
4.
Pederastia clerical. Una situación de riesgo
La iglesia debería ser
(y en gran parte ha sido y sigue siendo) un espacio ejemplar de acogida,
educación y maduración de los niños. Así lo muestra la inmensa labor de miles
de religiosas y religiosos que han entregado su vida a la educación de los
niños, en libertad y respeto. Pero en ciertos sectores de Iglesia, un tipo de
celibato ministerial (o de autoridad), impuesto de un modo apresurado (para
captar vocaciones de grupo) y vivido en contextos “sacralizados” (con poca
libertad y madurez) ha podido servir de “caldo de cultivo” para un tipo de
“tendencia a la pederastia compensativa” (ante otras carencias afectivas).
Con seguridad, esta
pederastia clerical sacralizada no es mayor que la que se da en otros contextos
de familia y escuela, o en centros educativos y organizaciones sociales de
diverso tipo, pero presenta una mayor gravedad por el hecho de que se produce
en un ambiente sacralizado donde el educador clérigo ejerce una autoridad
espiritual sobre los menores (y se aprovecha de su dignidad) para utilizarles
sexualmente, de un modo más o menos claro. Siempre se ha dado la mirada
especial al más “guapito/a”, algún tipo de preferencia (¡y es normal!), pero si
ese gesto sale del cauce normal de la vida puede convertirse en fuente de
satisfacción sexual sustitutoria (enfermiza, y a veces criminal).
5.
Justicia social (y cristiana), el derecho del niño
Pues bien, en este
contexto se ha dado un cambio fundamental que (para sonrojo de los
eclesiásticos) ha comenzado en la sociedad civil antes que en la Iglesia: Desde
hace unos decenios (y especialmente en los últimos años) la justicia de los
países occidentales está condenando severamente la pederastia. Se ha dado aquí
un salto cualitativo, algo que antes (y en otros países todavía) resultaba
impensable: La sociedad civil ha tomado a su cargo la defensa de la libertad y
de la autonomía “afectiva” de los niños.
Este cambio (el
descubrimiento y protección de los derechos personales, afectivos y sexuales de
los niños) constituye un elemento clave en el despliegue de la humanidad. La
sociedad civil se siente capaz de proteger a los niños, por encima incluso de
su mismos entornos familiares y sociales (donde ellos vivían antes). Pues bien,
en este campo, eso es absolutamente normal (y necesario) que la Iglesia acepte
en este campo el veredicto y control de la sociedad civil, sin privilegios
clericales,
6.
Estamos en un tiempo bueno. Contra la “omertá” clerical
Ha existido desde
antiguo una pederastia de ese tipo, envuelta en gestos de secreto sagrado y
mantenida oculta por la “omertá” típica de todos los grupos cerrados (desde la
mafia siciliana hasta una gran iglesia). Estos problemas se resolvían en
silencio, dentro de la propia iglesia (o familia), conforme a una larga
tradición, que tenía sus valores, pero también sus grandes (mayores) riesgos;
han sido miles y miles de hombres y mujeres los que han sufrido en la Iglesia
(y más en otros grupos sociales) un tipo de presión afectiva, sexual y personal
de este tipo.
Pues bien, nos hallamos
en un tiempo bueno, propiciado por la nueva libertad social, y por la misma
actitud de la Iglesia Católica que quiere abrirse y mostrar sus problemas, sin
miedo ante el mundo, por el cambio de actitud del Papa Benedicto y más por el
de Francisco. Está terminando la omertá clerical, esta es una de las mejores
noticias que hemos escuchados en los últimos decenios en un campo eclesiástico.
No es que ahora haya más casos de pederastia, posiblemente hay muchos menos,
pero se conocen, y es muy bueno que se conozcan, para que así sepamos lo que
somos y podamos plantear de mejor manera nuestras experiencias, caminos y
metas.
7.
Un tema “social”. No sólo “castigar”, sino reeducar (también) al pederasta
La justicia social (cf.
Constitución Española 25, 2) tiene como fin no sólo el “corregir” (castigar) a
los infractores (y proteger a los niños sometidos al abuso sexual de los
mayores), sino abrir a los mismos pederastas un camino de “corrección” (de
re-educación, re-socialización). No se trata sólo de castigar, sino
especialmente de ofrecer espacio de maduración distinta, empezando quizá por la
cárcel (¡qué utopía!), para centrarse sobre todo en el cambio social.
El problema de la
pederastia no se resuelve sólo con el miedo al castigo, ni con la “cárcel que
debe reeducar”, sino con el establecimiento de una sociedad madura y sana en el
campo social y afectivo. Como decimos, la sociedad no debe ocuparse sólo de
defender al niño jurídicamente al niño (cosa necesaria), sino también de educar
y ofrecer espacio de cambio para el pederasta, haciendo posible el surgimiento
de una sociedad donde los adultos puedan desplegar en libertad su opción
sexual, sin descargarla (de forma enfermiza o “voluntaria” y criminal) sobre
los niños.
8.
Una iglesia para niños, pero también para “pederastas” (para su perdón y
“conversión”)
Conforme a lo anterior,
la iglesia debe abrir espacio de educación en madurez y libertad para los
niños; esto es lo más importante, ofrecer espacios sociales de madurez en el
amor, sin imposiciones, ni magias estructurales, sin normas que se impongan
sobre individuos y grupos. Por eso, ella no puede condenar sin más al
pederasta, sino ofrecerle también espacios, estímulos y caminos para una
educación en el amor y libertad (y para el surgimiento de una sociedad sin
pederastas).
También el pederasta
merece un respeto y una atención. No podemos hacerle chivo expiatorio de todos
nuestros males, como ahora tiende a decirse en ciertos círculos de Iglesia. (He
oído decir a un jerarca muy alto de la iglesia hispana que hay que arrancar a
los pederastas y expulsarlos de la iglesia, como manzanas podridas…).
Ciertamente, los
pederastas clericales han de ser juzgados sin más por las leyes sociales, pero
ellos siguen siendo “hijos queridos” de la Iglesia, que (en muchos casos) tiene
la responsabilidad real (¡no la culpa!) de lo que ellos son, pues les ha hecho
vivir (hasta ahora) en un ambiente que parecía propicio para cierto tipo de
pederastia. En esa línea, muchos
pederastas clericales son producto de un tipo de iglesia, y no se les puede
condenar sin que la Iglesia haga “penitencia” (y abra un camino de conversión)
con ellos.
9.
Un cambio de iglesia (más allá de un celibato)
Creo (y sé por
experiencia) que el celibato temporal o para siempre es un “don” evangélico, si
evangélicamente se vive. Creo, además, que el celibato ofrece unos cauces de
autonomía y responsabilidad fuerte en la entrega por el Reino de Jesús. Pero vivido
en ambientes de poder (¡sólo el célibe puede…!) y desarrollado en espacios de
afectividad “cerrada” ha podido convertirse en caldo de cultivo de un tipo de
pederastia (vinculada sobre todo con un tipo de homosexualidad entendida como
pecado).
Por eso es necesario un
cambio fuerte en la vida de la Iglesia, más allá de pequeños maquillajes de
imagen, de simples cambios de cosmética propagandística. Se trata de volver al
Evangelio, a la raíz de la vida humana, en libertad y autonomía, destacando la
madurez de las personas (con opciones afectivas básicamente estables).
Por eso me alegro de
“presunto” crimen del “clan” de Granada, si sirve para replantear algunos temas
básicos del celibato y del “poder” eclesial y si, al mismo tiempo, sirve para
que los pederastas puedan encontrar, al fin, si es que lo han sido, un camino
de madurez humana, no como “manzanas podridas”, sino como pecadores (culpables)
arrepentidos y transformados (es decir, como cristianos de primera).
10.
Un tema para la Congregación de la Doctrina de la Fe.
Éste es finalmente un
problema que me viene impactando hace ya tiempo. Los mayores de edad, dedicados
a la teología, con cierta libertad, amor y riesgo, hemos sentido en la nuca la
mano fría de esta Congregación, que nos ha vigilado (y a veces perseguido) por
la forma de entender la encarnación del Logos, la personalidad el Espíritu
Santo o el sentido biológico de la maternidad divina de María… Pues bien, los
años altos y “gloriosos” de esta Congregación han pasado, y ahora ella se ocupa
de temas “bajos” de pederastia clerical, considerada como tema de fe.
Tengo mis grandes dudas
sobre la efectividad de este cambio. No sé si los clérigos de la Doctrina de la
Fe de “Pedro” son los mejor preparados para entender, vigilar, castigar y “convertir”
a los que tienen problemas de “petrina”. Pero ahí están. No sé si han caído o
han subido en el escalafón vaticano… Pero es evidente que han cambiado. Les
deseo un buen trabajo. Quizá vuelva a hablar de ellos otro día, si el tema lo
merece.