Katu Arkonada
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La reciente detención ilegal por
parte de Chile de nueve bolivianos (siete miembros de la aduana y dos de las
fuerzas armadas), mientras se encontraban combatiendo el contrabando ilegal
que, proveniente de Chile, asola la frontera boliviana, ha colocado en el punto
de mira el diferendo histórico y la disputa geopolítica entre estas dos
naciones vecinas.
La república de Bolívar (en honor a
su primer presidente, el Libertador) nace en 1825 con 400 kilómetros de costa;
cuatro puertos: Antofagasta, Cobija, Tocopilla y Mejillones, y dos poblaciones
interiores: Calama y Antofagasta. Incluso, las constituciones chilenas de 1822,
1823, 1828 y 1833 afirmaban que su límite por el norte era el desierto de
Atacama.
Pero el voraz apetito de las élites
nacionales, cipayas del capital trasnacional, por los recursos naturales de una
costa boliviana rica en guano, salitre, bórax, cobre y plata, impulsó una
invasión en 1879 para arrebatarle (con la cobardía de ni siquiera mediar una
declaración de guerra previa) 120 mil kilómetros cuadrados de territorio.
Ya en 1900 lo dejó escrito Abraham
Konig, ministro plenipotenciario de Chile en La Paz: Chile ha ocupado el
litoral y se ha apoderado de él con el mismo título que Alemania anexó al
imperio la Alsacia y la Lorena, con el mismo título con que Estados Unidos de
América del Norte ha tomado Puerto Rico. Nuestros derechos nacen de la
victoria, la ley suprema de las naciones. Que el litoral es rico y vale muchos
millones, eso ya lo sabíamos. Lo guardamos porque vale, que si no lo valiera,
no habría interés en su conservación.
Después de la ocupación militar,
Chile obligó a Bolivia en 1904 a firmar un tratado que reconociera su soberanía
sobre el territorio conquistado por la fuerza. Sin embargo, fueron incontables
las ocasiones durante los siguientes 100 años en las que Santiago propuso a La
Paz una salida al mar con soberanía.
En 1979 la propia Organización de
Estados Americanos (OEA), durante su novena asamblea general, aprobó una
resolución calificando la demanda marítima de Bolivia de asunto de interés
hemisférico, recomendando a los dos países que inicien negociaciones
encaminadas a dar a Bolivia una conexión territorial libre y soberana con el
océano Pacífico.
Asimismo, en 1980 y 1981 se
aprobaron resoluciones (con el voto favorable de Chile) que instaban al diálogo
con el fin de dar a Bolivia un acceso al mar con soberanía. Es de destacar
también la resolución de la decimotercera asamblea de la OEA de 1983, en la que
mediante consenso y de nuevo el voto favorable de Chile se conminaba a los dos
países a comenzar un proceso de acercamiento y reforzamiento de la amistad de
los pueblos boliviano y chileno, orientado a una normalización de sus
relaciones tendente a superar las dificultades que los separan, incluyendo, en
especial, una fórmula que haga posible dar a Bolivia una salida soberana al
océano Pacífico sobre las bases que consulten las recíprocas conveniencias y los
derechos e intereses de las partes involucradas.
Debido a esos antecedentes
históricos Bolivia demandó a Chile ante la Corte Internacional de Justicia de
La Haya, esperando que, dados los antecedentes históricos en los que Chile ha
ofrecido una salida al mar con soberanía, la Corte determine la obligación de
Chile de negociar esa salida soberana al Pacífico.
Y como la casualidad no existe y sí
la causalidad, horas antes de que Bolivia presentara la réplica a la memoria
chilena en la Corte Internacional se detuvo a nueve bolivianos con la intención
de hacer un ruido que tapara lo que iba a suceder en La Haya. Pero los pueblos
tienen memoria y hacen más vigentes que nunca las palabras del primer y último
presidente socialista que tuvo Chile:
Ha llegado la hora de la gran
reparación de una injusticia. Chile tiene una centenaria deuda y estamos
dispuestos a emprender una solución histórica. Bolivia retornará soberana a las
costas del Pacífico. No le pedimos nada al sufrido pueblo trabajador boliviano,
queremos solamente reparar el despojo cruel del que ha sido víctima. Los
escritores y todos los hombres y mujeres de buena voluntad deben venir a Chile
y explicar sus anhelos, discutir, crear las condiciones objetivas y subjetivas
en el pueblo chileno para poder llegar al feliz entendimiento.
Son esos pueblos, que buscan la
integración y no la privatización de un mar en manos de siete familias, los que
reclaman hoy la libertad de nueve compatriotas bolivianos, pero sobre todo
latinoamericanos. Porque la demanda de mar para Bolivia es un derecho
histórico, pero sobre todo una necesidad para la integración americana.