Aníbal
Malvar
www.publico.es/110315
Los periódicos
italianos andan muy garibaldinos estos días. Este papa Francisco no ceja
en su recalcitrante empeño de vestirle transparencias a la Banca Vaticana. O
sea, que el papa quiere que sepamos qué cuentan las cuentas del Banco de Dios.
Y eso parece que incomoda un tanto a la más alta curia. Lo que propone
Francisco es una auditoría, hacer públicas las tripas financieras del Banco
Vaticano, no financiar a dictaduras asesinas, dejar de blanquear el dinero
de la mafia, abandonar su estatus de paraíso fiscal y otras menudencias
escasamente significativas, pero engorrosas para los profesionales de la
salvación de almas.
El primer papa que
intentó lavar el Banco Vaticano –Juan Pablo I– apareció fiambrito
en su cama a los 33 días de ser elegido. Y el segundo, Ratzinger, dimitió.
Y es que los designios del señor son incluso más inescrutables cuando hay
dinero de por medio. Así que cuidadito, Francisco, con excitar con
transparencias financieras a tu dominguero e iracundo jefe.
El asesinato de papas
fue cosa de mucho arraigo popular en otros tiempos, pero la costumbre se había
perdido últimamente, como tantas otras tradiciones bellas. En el año 606, hace
nada, una turbamulta hambrienta ya se cargó al primero, un tal Sabiniano.
Era tan odiado que su cortejo nupcial con la Parca tuvo que
desplazarse del Vaticano al cementerio a escondidas.
Hubo también pontífices
asesinados por ser gais, como Juan VIII. Andaban las calendas por el año
900 o así. El tema de la identidad sexual de buena parte de los miembros de la
iglesia, según tengo entendido, todavía está en debate. Y no por el asunto del
sexo de los ángeles, que era cosa de científicos hablando en clave de temas
prohibidos de investigar. Ay, Bizancio.
Pero a mí el asesinato
de papa que más me distrae es el de Alejandro VI, el padre de César
y de Lucrecia Borgia. Algunos historiadores dicen que murió por error al
intentar envenenar la comida de otro. Se comió el plato equivocado, y así nos
desamparó, en 1503, de la tutela moral de uno de los más altos doctores del Necronomicón
de nuestra casta iglesia católica.
Ahora este papa Francisco
se muestra decidido, también, a morir asesinado. Lo cual ya va pareciendo
costumbre pontifical insana. Eso de airear las cuentas de la Banca Vaticana,
según dicen los periódicos locales de allí, no está sentando bien entre la alta
curia. Que, según relata L´Estampa, acusan a Bergoglio de
“sovietización” de la Basílica de San Pedro y alrededores. No me extraña que Pablo
Iglesias haya declarado que no le importaría tener una entrevista con este
papa. Si es que yo creo, también, que a este Vaticano lo financia Venezuela.
Lo único que me
preocupa hondamente de este asunto, a parte de la certeza de que van a asesinar
a un papa, es que la iglesia vaya por delante, en ideas e iniciativas, del
sistema financiero. La iglesia siempre ha sido muy lenta. Que se lo pregunten a
Galilei, condenado a cadena perpetua en 1633 por hacerse unas risas con
el geoocentrismo de Ptolomeo. Cierto es que a finales del siglo XX el
papa Juan Pablo II reconoció “ciertos errores” en este delicado asunto.
Considero oportuno recordarlo, porque el sistema financiero no ha reconocido
ninguno. Y ya digo que nuestros amados mercados, a la hora de reconocer, me
parecen más lentos que la iglesia con Galilei. Que ya es decir.
Que la iglesia sea más
veloz que el sistema financiero en este tema de la transparencia de la banca se
atisba preocupante. Sobre todo para la iglesia. Y para este pobre papa. En el
paraíso fiscal del Vaticano están en juego 7.000 millones de euros legales y
todo el dinero negro que sigue levitando en santidad por sus cámaras ocultas y
por sus sociedades off-shore. Coppola debería ir buscando
financiación para rodar El Padrino IV. Va a tener la posibilidad de
plantar, al inicio de los créditos, esa frase tan odiada entre la cinefilia:
basada en hechos reales. Y, esta vez, con razón. Pobre papa.