Emir
Sader
www.publico.es/280215
La derecha latinoamericana nunca estuvo tan débil. Pierde sucesivamente
elecciones en países como Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador,
Venezuela, El Salvador. Nunca estuvo tanto tiempo desalojada del gobierno en
esos países como ha estado en este siglo.
Las trasformaciones sociales llevadas a cabo por los gobiernos de esos
países, los avances en los procesos de integración independientes respecto a
los Estados Unidos de América (EUA), la recuperación del rol activo del Estado,
han llevado al aislamiento de la derecha en la región. El fracaso de los
gobiernos neoliberales y su incapacidad de formular otra alternativa, hacen con
que paguen el precio de los daños causados por ese modelo y voten en contra de
los que lo representan.
Los EUA siempre han jugado con la división y la competencia entre
gobiernos de la región para mantener su poder. Fue así, por ejemplo, a lo largo
de todo el proceso de renegociación de las deudas de los países, que nunca han
logrado hacerla colectivamente.
Golpe durísimo en ese jugo fue la sólida alianza establecida entre los
gobiernos de Argentina y Brasil, con la elección de Lula y de Néstor Kirchner
para presidir dos de los tres más grandes países de la región. Esa alianza, que
nunca fue tan sólida entre Argentina y Brasil, es el eje a partir de la cual
los procesos de integración regional se consolidan y se expanden, factor del
más grande aislamiento de EUA en América Latina.
Las derechas argentina y brasileña tienen enormes similitudes, porque
ambas se han reorganizado alrededor de los dos más importantes gobiernos
populares que han tenido esos países en el siglo XX: los de Perón y de Getulio
Vargas. Por ello son derechas elitistas,
oligárquicas, racistas, antinacionales.
Es la derecha la que intentó tumbar a Vargas en 1954 y lo llevó al
suicidio. Es la que tumbó a Perón en 1955 y llevó Argentina a iniciar el ciclo
de las acciones militares gorilas en la región. Es la derecha la que dio
finalmente el golpe en Brasil en 1964 e instauró la más larga dictadura militar
en la región. Es la misma derecha que intentó hacer lo mismo en 1966 en
Argentina, pero vio frustrado su golpe. Tuvo que volver a la carga en 1976,
para cerrar el círculo de terror de las dictaduras en el Cono Sur.
Es la misma derecha que no se resigna a que sean gobiernos populares –
que no por acaso se identifican con los gobiernos de Perón y de Vargas – los
que rescaten a Argentina y Brasil de los desastres producidos por la derecha
durante las dictaduras militares y los gobiernos neoliberales. De nuevo sienten
que la promoción de los derechos de las grandes mayorías populares dan la base
de sostén a esos gobiernos y profundizan su odio a esos gobiernos y a sus bases
populares.
Los pretextos son similares: la situación económica seria caótica, como
si la que han dejado como herencia a estos gobiernos no fuera catastrófica. La
corrupción, como si no fueran sus gobiernos militares y neoliberales los que
han protagonizado los casos de corrupción más grandes de la historia de esos
países, especialmente en los procesos de privatización de los bienes públicos.
Amenazan con nuevos golpes, con impeachment –procesos en los que solo
ellos creen -, porque no tienen confianza en obtener mayoría para triunfar en
las elecciones, a pesar de contar con el monopolio de los medios de
comunicación como su gran triunfo. Lo hacen como forma de intentar desgastar a
los gobiernos de Cristina y de Dilma. No tienen formas democráticas,
transparentes, de oponerse a los gobiernos de esas dos grande mujeres
latinoamericanas, mujeres de trayectoria, de coraje, de compromiso con la
defensa de los intereses populares, de sus países y de América Latina.
Ni tienen razones, ni apoyo para cualquier intento de derrumbar a esos
gobiernos. De lo que tratan es de poner obstáculos a que los programas sociales
de esos gobiernos sigan adelante, superando las terribles herencias que han
recibido de la derecha y consolidando cada vez más el apoyo popular a sus
gobiernos.
Los medios de comunicación internacionales
suelen reflejar lo que la prensa de derecha de esos países publica diariamente, contribuyendo a difundir una versión falsa de lo
que realmente pasa. Son estos poderosos grupos monopolistas de los medios
internacionales – que tienen en el Wall Street Journal, Financial Times, The
Economist, El País algunos de sus órganos más conocidos- los que se hacen eco
de la guerra que las derechas latinoamericanas hacen diariamente, buscando
crear imágenes internacionales negativas de esos gobiernos.
Felizmente ya hay órganos alternativos, que permiten que la verdadera
cara no solo de Argentina y de Brasil, sino también de Uruguay, Venezuela,
Ecuador, Bolivia y Cuba, puedan llegar a sectores cada vez más amplios de la
opinión pública mundial.