Latinoamérica exhuberante
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Actualmente en Brasil viven
alrededor de 240 tribus que suman un total de unas 900.000 personas, lo que
equivale al 0,4% de la población brasileña.
El Gobierno ha reconocido
690 territorios para sus habitantes indígenas, que abarcan aproximadamente el
13% de la superficie del país. Casi toda esta reserva territorial (el 98,5%) se
ubica en la Amazonia.
Pero, aunque
aproximadamente la mitad de los indígenas de Brasil viven fuera de la Amazonia,
estas tribus solo ocupan el 1,5% del total del territorio reservado para los
indígenas en el país.
Los pueblos que habitan en
las sabanas y en los bosques atlánticos del sur, como los guaraníes y los
kaingangs, o en el árido interior del nordeste, como los pataxo hã hã hães y
los tupinambás, fueron los primeros que entraron en contacto con los
colonizadores europeos cuando estos llegaron a Brasil en el año 1500.
Pese a siglos de contacto
con la sociedad fronteriza en continua expansión, en la mayoría de los casos, a
pesar del continuo robo masivo e intrusión en sus tierras.
El pueblo indígena más
numeroso es el guaraní, con 51.000 integrantes, y sin embargo ha perdido la
práctica totalidad de su territorio. Durante los últimos 100 años casi toda su
tierra les ha sido robada y transformada en vastas y secas redes de haciendas
ganaderas, plantaciones de soja y caña de azúcar. Muchas comunidades viven hacinadas
en reservas masificadas y otras bajo refugios de lona improvisados en los
bordes de las carreteras.
Los indígenas con el
territorio más grande son los 19.000 yanomamis relativamente aislados: ocupan
9,4 millones de hectáreas en el norte de la Amazonia, una superficie de tamaño
similar al estado de Indiana en EE.UU. y algo mayor que Hungría.
La tribu con más densidad
poblacional de Brasil es la de los tikunas, con 40.000 integrantes. La más
pequeña la conforma un solo hombre que vive en una minúscula parcela de selva
rodeada de haciendas ganaderas y plantaciones de soja, al oeste de la Amazonia
brasileña, y que elude cualquier intento de contacto.
Muchos pueblos indígenas
amazónicos no llegan al millar de miembros. La tribu de los akuntsus, por
ejemplo, la constituyen solo cinco personas, y la tribu awá unas 450.
Aislados
Brasil es el hogar del
mayor número de pueblos indígenas no contactados de todo el planeta. Ahora se
estima que unas 80 tribus aisladas viven en la Amazonia. Algunas suman una
población de varios centenares de personas y viven en recónditas zonas
limítrofes del estado de Acre y en territorios protegidos como el Valle del
Javarí, junto a la frontera peruana. Otros son grupos dispersos, supervivientes
de tribus fragmentadas prácticamente arrasadas por los impactos de la fiebre
del caucho y la expansión agrícola del siglo pasado. Muchos, como los nómadas
kawahivas, que apenas suman unas decenas, están huyendo de los madereros y
ganaderos que invaden su tierra.
A medida que aumenta la
presión por la explotación de sus tierras, todos los indígenas aislados son
extremadamente vulnerables tanto a violentos ataques (lamentablemente
frecuentes) como a enfermedades comunes en otros lugares, como la gripe y el
sarampión, frente a las que no tienen inmunidad.
Modos de vida
La mayoría de las tribus
viven enteramente de las selvas, sabanas y ríos cazando, recolectando y/o
pescando. Cultivan plantas para obtener alimentos y medicinas, y también las
usan para construir sus casas y fabricar los utensilios que necesitan para el
día a día.
“Nosotros, los indígenas,
somos como las plantas. ¿Cómo podemos vivir sin nuestro suelo, sin nuestra
tierra?” Marta Guaraní.
En los huertos plantan
cultivos básicos como la yuca (mandioca), la patata dulce, el maíz, los
plátanos y las piñas. Entre los animales que cazan por su carne están los
pecaríes, tapires y monos, y aves como el hocofaisán.
Algunas tribus como los
matis utilizan largas cerbatanas con dardos envenenados para capturar a las
presas. Muchos usan arcos y flechas, y otros incluso armas de fuego. Los frutos
secos, las bayas y otros frutos como el açaí y la palmera de melocotón se
recolectan con frecuencia, y la miel de las abejas se disfruta con deleite.
El pescado, especialmente
en la Amazonia, supone un importante alimento. Muchos pueblos indígenas
utilizan veneno de timbó para aturdir a los peces y capturarlos. Los enawene
nawes, que no comen carne roja, son conocidos por las complejas presas de
madera o waitiwinas que levantan cada año a través de pequeños ríos para
capturar a peces y ahumar grandes cantidades de pescado. Su ceremonia Yãkwa
está vinculada a dichas presas y ha sido reconocida como parte del patrimonio
nacional de Brasil.
Un puñado de pueblos, como
los awás y los makus en el noroeste y algunas tribus no contactadas, son
cazadores-recolectores nómadas. Viven en pequeños grupos familiares extensos y
tan solo mantienen unas pocas pertenencias, lo que les permite moverse por la
selva con rapidez. Son capaces de erigir refugios a partir de árboles jóvenes y
hojas de palma en solo unas horas.
Como todos los pueblos
indígenas, conservan en su memoria mapas mentales increíblemente detallados
sobre la tierra y su topografía, fauna y flora, y sobre los mejores lugares
para cazar. Los awás a veces salen a cazar de noche con antorchas que hacen a
partir de la resina del árbol de la maçaranduba.
“Cuando mis hijos tienen
hambre tan solo tengo que internarme en la selva y les encuentro comida”.
Pecarí Awá
Conocimiento etnobotánico y rol de conservación
Los pueblos indígenas
poseen un conocimiento sin parangón de sus plantas y animales, y desempeñan un
papel fundamental en la conservación de la biodiversidad
“Vosotros tenéis escuelas,
nosotros no, pero nosotros sabemos cómo cuidar de la selva.” Davi Kopenawa
Yanomami
Según estudios científicos,
las tierras indígenas son “actualmente la barrera más importante frente a la
deforestación de la Amazonia”.
En algunos estados como
Maranhão las últimas extensiones de selva que quedan se encuentran únicamente
en territorios indígenas (los awás son un buen ejemplo de ello), y estos
afrontan una enorme presión por parte de los foráneos.
El papel que los indígenas
desempeñan en la conservación de la rica biodiversidad del cerrado (sabanas) y
de la selva amazónica es vital.
“¿Por qué se tarda tanto en
creer que si dañamos la naturaleza nos dañamos a nosotros mismos? No estamos
viendo el mundo desde fuera. No estamos separados de él.” Davi Kopenawa
Yanomami
Los yanomamis cultivan unas
500 plantas diferentes para obtener alimento, medicinas, materiales con los que
construir sus casas y otras necesidades. Tan solo para el veneno con el que
pescan emplean nueve especies diferentes de plantas. Los tukanos reconocen 137
variedades de yuca (mandioca).
El guaraná, omnipresente
refresco gaseoso de cola brasileño, ya era conocido por los indígenas satere
mawes mucho antes de que empezara siquiera a comercializarse. Para obtener esta
bebida tostaban las semillas y las molían hasta convertirlas en polvo que luego
mezclaban con agua y bebían antes de salir a cazar.
Muchas tribus de Brasil,
como las que viven en el Parque del Xingú, los yanomamis o los enawene nawes,
viven en malocas, grandes casas comunales que dan cobijo a familias extensas
que cuelgan sus hamacas de las vigas del techo y comparten la comida alrededor
de las hogueras familiares.
El mundo de los espíritus y el chamanismo
Como otros pueblos
indígenas del mundo, los indígenas de Brasil tienen unas profundas conexiones
espirituales con su tierra. Esto se refleja en su rica historia oral, en su
cosmología, sus mitos y rituales.
Algunas tribus toman drogas
alucinógenas que les permiten viajar a otros mundos, conectar con espíritus y
curar enfermedades. Esto no ocurre de forma casual o recreativa, sino que
sucede a años de entrenamiento e iniciación.
Los chamanes yanomamis
inhalan yakoana o yopo, un tabaco alucinógeno, con el objetivo de llamar a sus
espíritus chamánicos o xapiris. Los xapiris juegan un papel crucial en las
ceremonias curativas y en el reahu o festejos fúnebres, cuando diferentes
comunidades se reúnen para consumir las cenizas de sus parientes fallecidos.
“Yo soy chamán de la selva
y trabajo con las fuerzas de la naturaleza, no con las fuerzas del dinero o de
las armas. El papel de los chamanes es muy importante: curan a las personas
enfermas y estudian cómo conocer el mundo.” Davi Kopenawa Yanomami
Los chamanes de tribus como
la de los kaxinawás y asháninkas beben ayahuasca, un brebaje que elaboran a
partir de la vid del caapi, durante las sesiones curativas. Otros, como los
arawetes y los akuntsus, fuman tabaco o lo inhalan.
En el caso de los awás,
ellos no toman drogas ni estimulantes pero entran en trance a través del poder
que ejercen las rítmicas danzas y palmadas para viajar al iwa: la morada de los
espíritus donde se reúnen con las almas de sus antepasados y con los espíritus
de la selva, los karawaras.
La transición de la niñez a
la edad adulta a menudo viene también marcada por ceremonias y retiros. Cuando
una niña tikuna tiene la menstruación por vez primera, se le pinta de negro con
tinte del genipapo y se le atavía con plumas de águila. Salta sobre hogueras,
canta y baila durante cuatro días sin apenas dormir, y después se le deja en
aislamiento varios meses, durante los cuales se le enseña la historia de su
pueblo y se le informa sobre sus responsabilidades futuras.
Los pueblos del Xingú son
famosos por ceremonias funerarias en honor a líderes fallecidos, que son
representados por troncos de madera decorados a los que llaman kwarup.
Historia
La historia de los pueblos
indígenas de Brasil ha estado marcada por la brutalidad, la esclavitud, la
violencia, la enfermedad y el genocidio.
Cuando los primeros
colonizadores europeos llegaron en el año 1500, lo que ahora es Brasil lo
habitaban unos 11 millones de indígenas de alrededor de 2.000 tribus diferentes.
Durante el primer siglo de contacto el 90% resultó aniquilado, principalmente a
causa de las enfermedades portadas por los colonizadores, como la gripe, el
sarampión o la varicela. En los siglos siguientes, miles más murieron
esclavizados en las plantaciones de caña de azúcar y caucho.
En torno a los años 50 del
siglo pasado la población indígena se había desplomado a niveles tan bajos que
el eminente senador y antropólogo Darcy Ribeiro predijo que para el año 1980 no
quedaría ni uno solo. Se estima que de media se ha extinguido una tribu cada
año a lo largo del último siglo.
En 1967 un fiscal federal
llamado Jader Figueiredo publicó un informe de 7.000 páginas que recogía y
catalogaba miles de atrocidades y crímenes cometidos contra los indígenas, que
iban desde el asesinato, al robo territorial o la esclavitud.
En un caso tristemente
conocido como “La masacre del paralelo once”, un barón del caucho ordenó a sus
hombres que lanzaran cartuchos de dinamita sobre una comunidad de indígenas
cintas largas. Los que sobrevivieron fueron asesinados después por los
trabajadores del caucho que entraron caminando en la comunidad y les atacaron
con machetes.
El informe ocupó titulares
internacionales y condujo al desmantelamiento del Servicio de Protección
Indígena del Gobierno brasileño (SPI) que fue reemplazado por la FUNAI
(Fundación Nacional del Indio). Este organismo sigue siendo el departamento
para asuntos indígenas gubernamental.
Survival International se
fundó en 1969 en respuesta a un artículo de Norman Lewis publicado en la
revista dominical The Sunday Times sobre el genocidio de los indígenas
brasileños.
El tamaño de la población
indígena comenzó a crecer gradualmente una vez más, aunque en las décadas de
los años 60, 70 y 80 el ejército abrió la Amazonia al desarrollo y una nueva
oleada de presas hidroeléctricas, haciendas ganaderas, minas y carreteras
supusieron para miles de indígenas la pérdida de sus tierras y sus vidas.
Decenas de tribus desaparecieron para siempre.
Veintidós años de dictadura
militar llegaron a su fin en el año 1985 y se redactó una nueva Constitución.
Los indígenas y sus simpatizantes hicieron una gran labor de incidencia para el
reconocimiento de más derechos.
Es mucho lo que se ha
logrado, aunque los indígenas todavía no disfrutan de los derechos
territoriales colectivos de los que son titulares en virtud del derecho
internacional.
“Esta es mi vida, mi alma.
Si me separas de esta tierra, me quitas la vida.” Marcos Veron, guaraní
Amenazas y cambios en la actualidad
En los más de 500 años que
han transcurrido desde que los europeos llegaron a Brasil, los pueblos
indígenas han experimentado genocidio masivo y la pérdida de la mayor parte de
su tierra.
“No sabíamos que los
blancos iban a robarnos nuestra tierra. No sabíamos nada sobre la
deforestación. No conocíamos las leyes de los hombres blancos.” Enawene Nawe
En la actualidad, Brasil
sigue forjando agresivos planes para desarrollar e industrializar la Amazonia,
incluso los territorios más remotos se encuentran ahora en peligro. Varios
complejos de presas hidroeléctricas están siendo construidas cerca de grupos de
indígenas aislados; también privarán a miles de otros indígenas de su tierra,
agua y modos de vida. Estos complejos de presas proporcionarán energía barata a
las empresas mineras que prevén sacar adelante planes mineros a gran escala en
territorios indígenas si el Congreso aprueba un proyecto de ley por el que está
presionando con fuerza el lobby minero.
En el sur, muchas tribus
como los guaraníes viven en condiciones deplorables bajo lonas de plástico
junto a los bordes de carreteras. Sus líderes son sistemáticamente perseguidos
y asesinados por milicias privadas de pistoleros contratados por los
terratenientes para evitar que los indígenas reocupen su tierra ancestral.
Muchos guaraníes se han suicidado por la desesperación que sienten ante un
futuro desolador.
“Antes éramos libres; ahora
ya no somos libres. Por eso nuestros jóvenes miran a su alrededor y piensan que
no queda nada y se preguntan cómo pueden vivir. Se sientan y piensan, olvidan,
se pierden y al final se suicidan.” Rosalino Ortiz, guaraní
Resistencia indígena y organizaciones
Actualmente existen unas 200 organizaciones indígenas que lideran la batalla por la defensa de los derechos que tanto les ha costado obtener. Cientos de indígenas salieron a las calles de Brasil el año pasado para protestar contra los planes del Gobierno de debilitar sus derechos. Muchos dirigen sus propios proyectos, clínicas sanitarias y escuelas bilingües. Los tikunas incluso han creado un museo para mostrar sus tecnologías, su arte, su cultura y su lengua a las personas blancas.
Algunas tribus han grabado
vídeos con sus rituales y ceremonias para que las conozcan sus descendientes y
para potenciar la comprensión de sus modos de vida. El Consejo Indígena de
Roraima desarrolla proyectos para la cría de animales, la pesca y para
preservar bancos de semillas para la diversidad genética que asegure la
autosuficiencia de la tribu.
A pesar de estos logros, continúa
existiendo un racismo endémico hacia los indígenas en Brasil. Ante la ley
todavía son considerados menores de edad. El objetivo más importante para los
pueblos indígenas y tribales de Brasil es el control sobre sus territorios:
Brasil es uno de los dos únicos países de América del Sur que no reconoce el
derecho territorial indígena. (Marta Guaraní).