Jorge Sarsaneda del Cid
Panamá, 090417
Así dijo el misionero Rodrigues cuando aceptó su
realidad en el Japón. Antes había dicho su interlocutor japonés: “Hombre
arrogante, como todos ellos. Por tanto, caerá”. He visto la película Silencio,
de Scorsese. No creo que llegue a los cines. Es larga (2 horas y 40 min.) y con
una carga teológica tal, que difícilmente la hará popular.
Me pareció correcta (con pequeños fallos pero también
con aciertos en detalles); nada sangrienta aunque muy dura (incluso en las
torturas); con una extraordinaria fotografía; excelente actuación de los
japoneses, no así del protagonista; un montaje escénico muy bueno. Un ritmo
lento como corresponde a un proceso de “conversión”, en el que se plantean
muchas preguntas fundamentales y se da algunas respuestas. La generosidad del
pueblo, su fe ingenua y su fortaleza están bien presentadas.
El pecado, la misión, el mal, la fe, dónde está Dios,
el concepto de Dios, el perdón, en quién pongo mi esperanza, la debilidad
humana, la “evangelización” tan poco evangélica de aquellos tiempos, el
‘silencio’ de Dios, cómo encontrar a Dios en el ser humano, la importancia de
compartir el dolor de los otros, son algunos temas importantes presentados. La
disyuntiva entre morir por la fe o vivir con la vergüenza del repudio público
de signos externos de esa fe. ¿Permitir que maten a otros porque yo no reniego
públicamente de mi fe? ¿Qué hacer? Todos son asuntos fundamentales de la fe y
de la vida cristiana o de cualquier religión.
Conclusión: una
fe que no se plantea desde dentro de la cultura, es una fe que no echa raíces.
La fe no está en los signos externos ni
en los ritos, ni siquiera en la teología. La fe está en el seguimiento de ese
Jesucristo pisoteado en la misma
gente y cuya figura les ponen a rechazar. Y la última pregunta: ¿qué haríamos nosotros? Gran
cuestionamiento. Gracias a Scorsese.