www.religiondigital.org / 20.04.2020
Es un hecho que los dos problemas más
preocupantes, que nos ha planteado el coronavirus, son el problema de la salud
y el problema de la economía. De los dos, habla todo el mundo. Porque nos
enfrentan a dos cuestiones básicas y decisivas en la vida de los individuos y
de la sociedad.
¿Tiene el cristianismo algo que decir sobre
estos dos problemas tan determinantes en la vida de los individuos y de la
sociedad? Sin duda alguna, tiene que decir. Y mucho, por supuesto. El Papa
Francisco se refiere a estos dos asuntos constantemente. Y antes que el Papa,
quien con más insistencia y fuerza se enfrentó a estos dos problemas fue Jesús
el Señor. El Evangelio, la Buena Noticia de Dios al mundo, nos dejó constancia
abundante de este doble problema: la salud y la economía. Y ambos, muy
relacionados entre sí. Pero, por claridad y orden, hablaré aquí, en primer lugar,
de la salud; después, de la economía.
Jesús y
la salud
Quienes leen los evangelios saben que, en esos
cuatro libros, se relatan con frecuencia episodios de curaciones milagrosas de
enfermos. Exactamente, los relatos que, en los cuatro evangelios se refieren al
problema de la salud son 67. La mayoría de estos relatos se refieren a hechos
concretos. En otros casos (no muchos), se trata de “sumarios”, en los que se
dice genéricamente que Jesús curaba a enfermos, lisiados, personas endemoniadas
(o sea, que padecían enfermedades del cuerpo o de la mente. Cf. O. Böcher, TRE
VIII, 279-286).
Así pues, y sin duda alguna, se puede afirmar que la primera y más
destacada preocupación de Jesús fue el problema de la salud humana. Como es
lógico, esto quiere decir que Jesús, el “Dios encarnado” y por tanto el “Dios
humanizado”, vio claramente que el primer problema, que tiene que resolver la
humanidad, es el problema de la salud. Y fue a eso, a lo que más, ante todo, se
dedicó Jesús, si nos atenemos a más de 60 relatos evangélicos.
Esto quiere decir -entre otras cosas y como
parece lo más lógico– que las curaciones prodigiosas, que relatan los
evangelios, no son sencillamente “milagros”, mediante los cuales Jesús
demostraba que él era Dios (cf. John P. Meier, Un judío marginal, vol. II/2,
598-602). No es eso. El problema, que plantean y resuelven los hechos
prodigiosos de Jesús, es otra cosa. Y nos dice otra cosa.
Un Dios
humanizado
Me explico. No se trata de que, a partir de los
milagros, queda demostrado que Jesús es Dios y así conocemos a Dios. No. Se
trata, al contrario, de que, a partir del “Dios humanizado” (que es Jesús), nos
enteramos de lo que ese Dios nos quiere decir sobre el ser humano, sobre la
vida humana, sobre la sociedad humana.
O sea, en los milagros y mediante los milagros,
lo que importa y lo decisivo no es conocer la “historicidad” de esos hechos (si
sucedieron o no sucedieron), sino enterarnos de la “significatividad”, que
tales hechos tienen para nosotros. Por tanto, la pregunta clave, que tenemos
que hacernos al leer esos relatos extraños y hasta desconcertantes, es ésta: ¿qué
nos vienen a decir esos 67 relatos de curaciones y remedios que Jesús aportaba
a la sociedad humana?
5 panes y
2 peces
La respuesta, si no estamos ciegos, es clara y
elocuente: lo primero y lo más importante, que Jesús nos enseñó (mediante las “obras” que realizaba) fue esto: ante
todo, la salud humana, aliviar el sufrimiento de los que padecen, remediar el
dolor de los lisiados, hacer la vida más feliz y más llevadera. Los seres
humanos no necesitamos un “Dios curandero”. Ni nos hace falta un “Jesús
milagrero”.
Lo que ante todo define a un ser humano, que
cree en Jesús y toma en serio el Evangelio, es la persona honrada y buena que,
ante todo, centra su vida en aliviar el sufrimiento de los demás y hacer más
feliz la existencia humana.
Por esto da pena leer tantos y tantos
comentarios eruditos, que llenan bibliotecas del saber, que matizan al detalle
problemas que no resuelven nada. Pero son ya demasiados los sabios que saben lo
indecible. Cuando en realidad no resuelven nada importante y serio en la vida.
¿Para eso Dios “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo,
haciéndose uno de tantos”? (Flp 2, 6-7). El Papa Francisco nos habla de una “iglesia
en salida”. Ya es hora de que en el Evangelio busquemos y encontremos esa
“salida”. La iglesia que sale de sus propios intereses y da respuesta a tantas
preguntas que nos angustian.
En una reflexión posterior trataré el tema de
“Jesús y la economía”.