Por:
Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +
En la Iglesia, extendida por
todo el mundo, existen los credos, que son declaraciones de “nuestras creencias
básicas acerca de Dios”. Existen en la
Iglesia tres Credos oficiales que son: El Credo Apostólico, El Credo Niceno y
el Credo de San Atanasio. Iniciemos
nuestra reflexión del tema con lo que señalan los credos de las personas de la
Trinidad.
Veamos primero la declaración
oficial de la Iglesia en el Credo Apostólico.
En este Credo solo encontraremos que tanto Dios Padre Todopoderoso,
Jesucristo, su único Hijo, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y
Subió a los cielos, y está sentado a la diestra de Dios Padre y finalmente el
Espíritu Santo. Los tres reciben el
mismo trato siendo los tres partes de aquello que llamamos “Dios”. Esta confesión de fe es la que se utiliza
cuando se celebra el sacramento del bautismo en la Iglesia.
En
la declaración Niceno Constantinopolitano se dice: “Creemos en el Espíritu
Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el
Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los
profetas” (Declaración del Credo Niceno sobre la persona del Espíritu
Santo). Aquí, más expresamente se
declara abiertamente que las tres personas son una sola divinidad y reciben por
igual, adoración y gloria. Las tres personas son una sola. Esta confesión de fe la utilizamos en las
celebraciones eucarísticas en las diferentes confesiones cristianas en todas
partes del mundo.
Y la tercera confesión de fe y
menos conocida es la de San Atanasio, que es un antiguo documento que proclama
la naturaleza de la Encarnación y de Dios en Trinidad. El mismo señala sobre el tema: “Y la Fe
Católica es ésta: que adoramos un solo Dios en Trinidad, y Trinidad en Unidad,
sin confundir las Personas, ni dividir la Substancia; Porque es una la Persona
del Padre otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo Mas la Divinidad del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo es toda una, igual la Gloria, coeterna la
Majestad. Así como es el Padre, así el Hijo, así el Espíritu Santo. Increado es
el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. Incomprensible es el
Padre, incomprensible el Hijo, incomprensible el Espíritu Santo. Eterno es el
Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no son tres
eternos, sino un solo eterno Como también no son tres incomprensibles, ni tres
increados, sino un solo increado y un solo incomprensible. Asimismo,
omnipotente es el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. Y,
sin embargo, no son tres omnipotentes, sino un solo omnipotente. Asimismo, el
Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios. Y, sin embargo, no
son tres Dioses, sino un solo Dios” ...
Y así san Atanasio va explicando cada uno de los elementos de las
declaraciones oficiales de la Iglesia sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo. Lo más importante de su
declaración es cuando señala: “Hay, pues, un Padre, no tres Padres; un Hijo,
no tres Hijos; un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad
nadie es primero ni postrero, nadie mayor ni menor; Sino que todas las tres
Personas son coeternas juntamente y coiguales. De manera que, en todo, como
queda dicho, se ha de adorar la Unidad en Trinidad, y la Trinidad en Unidad”
… La Trinidad entonces es un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En base a estas declaraciones
oficiales de la Iglesia, tenemos que decir: “Hay un solo Dios vivo y
verdadero, eterno, sin cuerpo, partes o pasiones, de infinito poder, sabiduría
y bondad; el creador y conservador de todas las cosas, así visibles como
invisibles. Y en la unidad de esta naturaleza divina hay tres Personas de una
misma substancia, poder y eternidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo”
... Esto es la Santísima Trinidad.
La celebración de la
Festividad de la Santísima Trinidad, implica aún más para nuestras vidas
cotidianas. Jesucristo nos enseña que
todos los que os sigan son templos de la Santísima Trinidad… “Respondió Jesús y le dijo: El que me ama,
mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada
con él… Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi
nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he
dicho.” (Juan 14,23.26). Celebremos
pues este año con alegría ser parte de este gran Misterio pues estas afirmaciones
se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la
liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios
y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" y con tú
espíritu. Amén (2 Cor. 13,13; cf. 1 Cor. 12,4-6; Ef. 4,4-6).
Sacerdote