Javier Biosca Azcoiti
www.eldiario.es
/ 270817
Afganistán es un cementerio de
imperios. La historia lo sabe. Los talibanes, también. Estados Unidos lo está
sufriendo. Las incursiones extranjeras en este enclave asiático nunca han sido
fáciles. Desde Alejandro Magno a Donald Trump, todos se han enfrentado a una
feroz resistencia.
El presidente de Estados
Unidos presentó el lunes pasado su estrategia para Afganistán tras
16 años empantanados en una guerra sin salida. Los talibanes no tardaron
en responder y lo hicieron tirando de este sobrenombre que se ha ganado el país
a la fuerza: “Si los estadounidenses no retiran sus fuerzas, Afganistán se
convertirá en el cementerio del siglo XXI del imperio estadounidense”.
Hay antecedentes. Ya lo fue para la
Unión Soviética, que en 1989 se tuvo que retirar ante la fuerte resistencia
armada tras 10 años encallado en el país. Resistencia apoyada por Estados
Unidos y dominada por muyahidines fundamentalistas. Las consecuencias de este
episodio iban a acabar siendo devastadoras, constituyendo la semilla del
terrorismo yihadista internacional. Curiosamente, la lucha contra el terrorismo
acabaría arrastrando de nuevo a EEUU hacia Afganistán para librar una nueva
guerra sin salida.
El
anticomunismo y el origen del terrorismo yihadista
A finales de los 70, los opositores
al Partido Comunista afgano se levantaron contra el Gobierno. Como resultado,
en el 79 los soviéticos invadieron el país para restaurar el control, pero no
lo consiguieron y se fueron 10 años después con una pesada derrota sobre sus
hombros.
“Nosotros no empujamos a los
soviéticos a intervenir, pero aumentamos deliberadamente las probabilidades de
que lo hicieran. De acuerdo con la versión oficial de la historia, la ayuda de
la CIA a los muyahidines empezó en 1980, es decir, después de la invasión
soviética del 24 de diciembre de 1979. Pero la realidad, bien guardada hasta
ahora, es la contraria: fue el 3 de julio de 1979 cuando el presidente Carter
firmó la primera directiva para ayudar en secreto a los oponentes del régimen
soviético en Kabul”, confesó el asesor de seguridad nacional del entonces
presidente Carter, Zbigniew Brzezinski —fallecido este año—, en una
entrevista con Le Nouvel Observateur en 1998.
Estados Unidos buscaba el
cementerio afgano para los soviéticos. “La operación secreta fue una idea
excelente. El día que la URSS cruzó oficialmente la frontera, escribí al
presidente Carter: 'Ahora tenemos la oportunidad de dar a la URSS su guerra de
Vietnam”.
Durante los 10 años de conflicto
con la URSS murieron aproximadamente un millón de personas y, tan solo tres
años después de la retirada soviética, los talibanes ya habían tomado la
capital, Kabul. Estalló entonces una guerra civil por el control del país. El
caos sirvió como caldo de cultivo para Al Qaeda y el terrorismo yihadista
internacional. Tan solo unos meses después de conceder la entrevista y restar
importancia a esos “perturbados”, Al Qaeda reivindicó uno de sus primeros
atentados contra EEUU, los ataques contra las embajadas del país norteamericano en Kenia y
Tanzania.
“No vamos
a reconstruir, vamos a matar terroristas”
Lo peor estaba por llegar. Tres
años después: el 11-S. Entonces la OTAN activaría por primera vez en su
historia el famoso Artículo 5 (y no era contra el enemigo comunista, tal y como
estaba pensado), que afirma que un ataque a uno de los miembros equivale a un ataque
a todos. “Se ha determinado claramente que los individuos que llevaron a cabo
los ataques pertenecen a la red terrorista de Al Qaeda, dirigida por Osama Bin
Laden y protegida por el régimen talibán de Afganistán”, determinó la
organización internacional.
Así comenzaba una intervención
militar que hoy continúa y cuyos resultados son más que cuestionables: solo en
la última mitad del conflicto (2009-2017) han muerto 26.512 civiles. Efectivos estadounidenses afirman
que actualmente mueren al mes una media de 20 soldados afganos. Y lo que es más
importante, 16 años después, los talibanes controlan más del 40% del territorio.
A su llegada a la Casa Blanca en
2009, Obama triplicó el número de tropas para acabar con los
talibanes y comenzó a planificar la reconstrucción del país. No lo consiguió,
pero, aun así, a finales de 2014 declaró una tímida victoria y comenzó una
progresiva retirada. Resultado: los talibanes vuelven a controlar buena parte
del territorio.
Trump sabe que Afganistán se puede
convertir en el cementerio del imperio estadounidense, tal y como amenazan los
talibanes. “Hoy, 20 organizaciones terroristas están activas en Afganistán y
Pakistán, la mayor concentración en el mundo. No vamos a volver a hacer labores
de reconstrucción del país, vamos a matar terroristas”, afirmó en su discurso del lunes. “Mi instinto inicial era la
retirada e históricamente me gusta seguir mis instintos, pero toda mi vida he
oído que las decisiones son mucho más difíciles cuando eres presidente de
EEUU”, añadió.
“Comparto las frustraciones del pueblo
americano sobre una política exterior que ha gastado demasiado tiempo, energía,
dinero y, lo más importante, vidas, intentando reconstruir países a nuestra
imagen en lugar de buscar nuestros intereses de seguridad sobre todo lo demás”,
afirmó el presidente. La solución, mandar a más soldados para acabar con los
talibanes.
La historia demuestra que es muy
difícil obtener una victoria en Afganistán utilizando únicamente la fuerza
bruta. Según cuentan, Alejandro Magno escribió la siguiente carta a su
madre cuando estaba en Afganistán, hace más de 2.000 años: "Me encuentro
en tierras de un pueblo bravo y feroz, donde cada paso es como un muro de acero
al que se enfrentan mis soldados. Tú solo has traído un Alejandro al mundo,
pero cada madre de esta tierra ha traído un Alejandro al mundo".