Por: Bernardo
Barranco
www.jornada.unam.mx/280312
Pareciera que la entrega de las muchedumbres durante esta visita, las burbujas de triunfalismo mediático y efímero, bastaran para eclipsar los casos dramáticos de las víctimas que claman justicia, consuelo y comprensión; acaso tan sólo piden ser escuchadas. A las víctimas de la violencia de una guerra atropellada se suman las víctimas de abuso sexual perpetrado en la propia Iglesia por sacerdotes cargados de patologías, así como los atropellos de burocracias imperturbables.
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Cuesta entender
los silencios del Papa y los escamoteos del Vaticano durante la pasada visita a
México. La esquizofrenia de la fe que cuestionó el Papa en el avión, bien podría
aplicarse a los propios prelados que conducen desde la curia los destinos de la
Iglesia católica. Éstos sufren de una bipolaridad religiosa: por un lado el
discurso meloso cristiano y por otro los actos y los hechos.
Pareciera que la entrega de las muchedumbres durante esta visita, las burbujas de triunfalismo mediático y efímero, bastaran para eclipsar los casos dramáticos de las víctimas que claman justicia, consuelo y comprensión; acaso tan sólo piden ser escuchadas. A las víctimas de la violencia de una guerra atropellada se suman las víctimas de abuso sexual perpetrado en la propia Iglesia por sacerdotes cargados de patologías, así como los atropellos de burocracias imperturbables.
Javier Sicilia fue
a Roma a solicitar al Papa comprensión y gestos amorosos para una parte rota de
nuestro país. Y ¿cuál fue el resultado final?: nada. Sólo frases acartonadas y
recomendaciones de rigor, nada en especial que ponga en apuros a un gobierno
cuya cuota de responsabilidad aún está por establecerse.
Pareciera ser que
hubo dos visitas. La del Papa festivo, regocijándose con la entrega de miles de
mexicanos y la visita de los altos miembros de la curia, negociando prebendas y
otros neutralizando supuestas amenazas. Efectivamente Tarciso Bertone expuso
ante el gabinete de Calderón, en cena de gala acompañado de altos jerarcas
latinoamericanos, la pretensión de la libertad religiosa ante el Presidente,
mientras el Papa estaba emulando a Juan Pablo II con multitudes, exclamaba
sentirse mexicano.
Mientras el Papa
en sus recorridos besaba y acariciaba niños mexicanos ante el embeleso de los
conductores de televisión, convertidos en improvisados telepredicadores,
Federico Lombardi, vocero del Papa, trataba de sofocar una supuesta rebelión de
las víctimas de abuso sexual, especialmente perpetradas por Marcial Maciel.
No todas las
víctimas mexicanas querían un encuentro con el sumo pontífice, pero demandaban
comprensión y sensibilidad. Máxime si el propio Papa había tenido gestos y
encuentros con víctimas en otros países como Estados Unidos, Australia,
Francia, Alemania, Irlanda, Portugal y hasta la pequeña Malta. ¿Por qué en
México no? ¿Acaso no existen víctimas en nuestro país? Quizá Marcial Maciel
haya pasado al olvido debido a la corta memoria de los mexicanos.
Lombardi ataja, en
conferencia de prensa descartó todo encuentro con las víctimas de abuso sexual,
porque es un tema que no está en la agenda de la Conferencia del Episcopado
Mexicano. Y en el mismo acto ataca diciendo: Es injusto considerar que el Papa
está contra la verdad y la transparencia.
Por su parte, en
una declaración inaudita para un hombre que creía inteligente, el presidente de
la CEM, Carlos Aguiar Retes, justifica el vacío con las víctimas: No, porque
nosotros no podemos asumir el liderazgo de algo que no conocemos, mientras las
víctimas no aparecen, no se conocen sus rostros, no sabemos quiénes son, cómo
lo podríamos hacer, dijo a su arribo al hotel donde se hospedaría en León. Con
una expresión considerada de descalificación, sentenció: Son visibles para los
medios. Insinúa que las víctimas, productos mediáticos, al no haber solicitado
a tiempo el comentado encuentro, tienen la culpa de que no ver al Papa.
Uno de los puntos
débiles y más vulnerables de la visita papal fue precisamente el tratamiento
que se ofrece a las víctimas. El hecho queda registrado en especial por la
prensa internacional que ha consignado críticamente la absurda omisión. El
arzobispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes, asume el costo, pero no es
cuidadoso con el manejo de la crisis y muestra o saca a relucir insensibilidad
y hasta desprecio por las víctimas. Probablemente Aguiar Retes piense más en su
trayectoria como futuro cardenal de México que como pastor compasivo con los
sufrimientos de su pueblo.
El sábado 24 de
marzo en León, a unas cuadras de la residencia donde el Papa descansaba y a
unas horas de su arribo a Guanajuato, se presentó el libro La voluntad de no
saber, editado por Grijalbo. Sus autores, José Barba, Alberto Athié y
Fernando M. González, son personas reconocidas por su lucha por desentrañar la
verdad sobre el más siniestro depredador sexual del clero mexicano, Marcial
Maciel. El texto consta de 212 documentos y más de 600 páginas en que se
tipifican los delitos del líder de los Legionarios. Son documentos clasificados
de los archivos del Vaticano, en particular de la Congregación del Clero, se
inscribe en el fenómeno de las fugas de información, llamado Vatileaks,
es decir, delicadas y comprometedoras filtraciones de cuestiones candentes del
Vaticano.
Según los autores,
estos documentos inéditos, de haber sido tomados en cuenta a tiempo, podrían
haber puesto en cuestión la beatificación de Juan Pablo II. Recordemos hace más
de un año, el cardenal Amato, responsable de la causa y de las investigaciones,
llegó a afirmar que había profundizado en los archivos en Roma y sólo había
encontrado algunas denuncias.
La presentación
del libro y fue moderada por la periodista Carmen Aristegui y contó con la
asistencia de más de cien corresponsales extranjeros que cubrían la visita del
Papa a México. El libro no dice nada
nuevo acerca de Maciel; sólo confirma lo que todos sabíamos. Su valor radica en
que al presentar estos documentos demuestra
que el Vaticano ha venido mintiendo de manera sistemática sobre el caso. El
Vaticano no sólo conocía las patologías de Marcial Maciel, sino que las
protegió y las toleró; altos funcionarios de la curia se dejaron corromper.
El silencio del la Iglesia frente a las víctimas, fortalece la voluntad
de no saber. Aunque no conste de manera clara, la visita de
Benedicto XVI no ha sido ni tersa ni tan glamorosa como se ha querido vender.
El Papa privilegió el contacto y la seducción de los feligreses. Sacrificó
contenidos y posicionamientos más profundos sobre la realidad y la cultura
mexicana. Sin embargo, la sombra de Marcial Maciel lo ha perseguido en su gira,
muy a pesar de sus silencios y omisiones.