Por: Frey Betto
religiondigital.org / 08-08-2020
Un informe de la ONU divulgado el 13 de julio señala que en 2019 más de 10 millones de personas del mundo ingresaron en el infierno del hambre, que hoy alberga a 690 millones, el 8,9% de la población mundial. Y a ese número se le pueden sumar 270 millones más hasta el final del año. En cinco años, el aumento es de casi 60 millones. La desnutrición creció por cuarto año consecutivo en todo el mundo. Casi uno de cada 10 habitantes del planeta sobrevive en situación de inseguridad alimentaria.
La ONU prevé que la Covid-19 puede incrementar entre 83 y 132 millones el número total de individuos subnutridos solo en este año, a consecuencia de los impactos sociales y económicos del nuevo coronavirus. Según Oxfam, 12 mil personas pueden morir de hambre cada día hasta fines de 2020.
Dos mil millones de personas sufren de
inseguridad alimentaria, o sea, no tienen un acceso regular a alimentos
nutritivos en calidad y cantidad suficientes. Cerca de tres mil millones
carecen de medios para mantener una dieta que se pueda considerar equilibrada,
con una ingestión suficiente de frutas y legumbres. Como promedio, una dieta
saludable cuesta cinco veces más que una dieta que solo satisface las
necesidades de energía, con alimentos ricos en almidón. De ahí que esté
aumentando la obesidad, tanto en adultos como en niños.
"Los pobres no pueden esperar"
El informe de este año destaca el tema de la calidad de la comida que se ingiere. Actualmente, una dieta saludable, variada y con los nutrientes necesarios, resulta inalcanzable para un 38% de la población mundial, aproximadamente tres mil millones de personas. Cerca de 104,2 millones de esas personas viven en la América Latina y el Caribe.
Los niños son los más afectados por la ausencia de alimentación y por su mala calidad. En 2019, 144 millones de niños menores de cinco años sufrían de atrofia del crecimiento y otros 38,3 millones tenían exceso de peso.
El aumento del hambre y de la inseguridad alimentaria este año se debe a la desaceleración de la economía global debido a la pandemia, agravada por las restricciones impuestas a la circulación de mercancías y personas, que incrementó el índice de desempleo. Los gobiernos deberían haber adoptado políticas de protección social con más eficacia. En Brasil, por ejemplo, hasta inicios de julio solo se había distribuido el 47,9% del monto destinado al auxilio de emergencia.
Las principales víctimas de esa coyuntura son las mujeres y los niños. En Brasil, los trabajadores informales representan el 40% de la población económicamente activa. Y la mayoría son mujeres, que reciben un salario inferior al de los hombres por igual trabajo, y asumen el peso mayor del cuidado de los hijos y la casa.
Una de las metas de los Objetivos de Desarrollo Sustentable es erradicar el hambre en el mundo antes de 2030. Teniendo en cuenta las tendencias actuales, la perspectiva de alcanzar el Hambre Cero es negativa. Si se mantienen esas tendencias, el número de personas aquejadas de hambre sobrepasaría los 840 millones en 2030.
Del lado positivo, el atraso del crecimiento entre los niños de cinco años cayó en un tercio entre 2000 y 2019. Más del 90% de ellos vive en Asia o África.
En la América Latina y el Caribe, más de 47 millones de personas fueron afectadas por el hambre en 2019. Y en esa región crece más la inseguridad alimentaria. Se incrementó de un 21,9% en 2014 a un 31,7% en 2019.
El informe fue preparado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO); el Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola; el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el Programa Mundial de Alimentos; y la Organización Mundial de la Salud (OMS).