En Panamá encuentra expresión uno de los síntomas más claros de la
crisis de la modernidad o de la cultura moderna: la agonía de las estadísticas
sociales. Las estadísticas sociales panameñas parecen heridas de muerte y son
víctimas de un ataque sistemático de gobiernos al servicio de dos amos: una oligarquía
financiera saqueadora de los bienes públicos y un capitalismo neoliberal
decadente impuesto desde el exterior, por el Fondo Monetario Internacional y
otros monstruos semejantes.
Hace muchos años que las estadísticas sociales son deformadas
amputándoles su veracidad y honestidad para complacencia de políticos de turno
y de organismos internacionales. A veces el ataque es solapado y sutil, como
cuando se cambian los criterios metodológicos para dar la apariencia de que la
vida de la ciudadanía mejora sin cesar y que la pobreza disminuye por doquier
para felicidad de todos. Otras veces se actúa de manera burda, como cuando, al
final del gobierno de Martín Torrijos, se negaron a publicar los resultados de
una encuesta sobre trabajo infantil para no causar mala impresión política en
momento electoral.
Pero el colmo de lo inaudito es que los Censos Nacionales de
Población y Vivienda, que se realizan cada 10 años, y que eran un instrumento
bastante seguro y veraz para la orientación de las políticas públicas, están a
punto de no realizarse en la fecha estipulada desde hace casi un siglo.
¿Incapacidad? Pero si el contralor a cargo en los últimos 5 años,
y responsable en última instancia de este desastre, es uno de los empresarios
más “exitosos” del país, hace parte de la junta directiva del principal grupo
financiero, el Banco General, y es miembro de una de las familias más
prominentes de la oligarquía panameña, el señor Federico Humbert Arias.
Al menos en sus negocios familiares, el señor Humbert Arias, se
muestra muy capaz, pero con la “cosa pública” no lo ha demostrado, porque
también se le puede endilgar corresponsabilidad en algunos escándalos como el
manejo de las partidas especiales de la Asamblea Nacional. Tal vez esta actitud
se comprenda a la luz de la historia de la aristocracia panameña que ha
alimentado su riqueza de los pechos no muy abundantes del estado.
El caso es que malos manejos y disputas judiciales por una
licitación de una empresa contratada para la realización de un aspecto del
censo está a punto de impedir que éste se realice en la fecha prevista del mes
de mayo. Ahora resulta que no solo las carreteras, la construcción de
hospitales, el suministro de medicinas, o la reparación de las escuelas
dependen de empresas privadas, gracias a los criterios neoliberales de
privatizar y saquear para beneficio de unos pocos el erario público.
No hace mucho, los que pertenecemos a las generaciones que
preceden a los “milenials” pueden recordarlo, las estadísticas sociales, censos
y encuestas, eran efectuadas por funcionarios públicos, al igual que había
cuadrillas de funcionarios para reparar calles, hospitales y escuelas. Y se
hacía con calidad la tarea. Pero todo eso se lo ha llevado la crisis crónica
capitalista iniciada en los años 70y 80, junto con su derivado: el
neoliberalismo.
La situación es todavía más grave si se toma en cuenta el fracaso
del censo anterior, del año 2010, el cual sufrió un ataque semejante por el
gobierno más empresarial y corrupto de la historia panameña, presidido por Ricardo
Martinelli. La imposición de una contralora cuyo principal mérito era haber
trabajado como auditora del grupo Ricamar, cuyo dueño era el propio presidente,
lo que puso en duda su capacidad de controlar a su exjefe. La renuncia de
algunos tecnócratas, los movimientos de personal y la incapacidad
administrativa, llevaron a resultados desastrosos del censo y tener que hacer
una encuesta posterior para cuadrar y verificar algunas cifras.
El problema de la eficacia de los censos y la certeza de las
estadísticas sociales es de una importancia cardinal para la sociedad. El mundo
moderno, el estado contemporáneo, la democracia burguesa y el sistema
capitalista han crecido y se han sostenido, entre otras cosas, sobre
estadísticas de todo tipo, que son las que fundamentan la toma de decisiones
racionales. Las estadísticas y los registros son el alma de epistemología
positivista que ha sido la cabeza del funcionamiento de todo el sistema.
Por supuesto que esos “datos” recabados por las estadísticas
sociales y económicas han estado y están al servicio de un modo de producción
basado en la explotación del trabajo asalariado, de la pauperización de la
mayor parte de la humanidad, del saqueo de los recursos naturales y el expolio
de la naturaleza.
Que tenemos que aplicar la crítica racional de clase a las
estadísticas y al uso que le dan los gobiernos y el sistema capitalista, no
demerita que la propia crítica necesita de estadísticas veraces para tener un
fundamento racional y científico.
Los primeros estudios críticos del sistema capitalista, como “La
situación de la clase obrera en Inglaterra”, de Federico Engels, o “El Capital”
de Carlos Marx, no hubieran podido sustentarse sin las rigurosas estadísticas
inglesas. En eso consiste la diferencia entre “socialismo utópico” y
“socialismo científico”, en que el análisis no depende de razonamientos
arbitrarios y voluntaristas, sino en el análisis objetivo de la realidad, una
de cuyas fuentes son las estadísticas sociales.
Contrario a lo que pretenden los mentecatos postmodernos de todos
los matices, que critican a la modernidad en abstracto, para no hacer análisis
de clases, y que cantan loas al irracionalismo y los “misterios” del mundo,
constituyen una conquista de la humanidad las estadísticas sociales cuando se
basan en métodos científicos y veraces. Son una conquista tan importante de la
modernidad como lo son los derechos humanos y civiles, como lo es la medicina y
la ingeniería.
La razón de fondo del ataque a las estadísticas sociales estriba
en la propia crisis del sistema capitalista. Cuando el sistema iba en ascenso,
durante el siglo XIX, y la parte keynesiana del siglo XX, se podían permitir el
optimismo basado en los resultados de estadísticas que mostraban algún
“progreso”.
En un mundo como el actual, en que las estadísticas sociales
científicas y honestas pondrían al desnudo el fracaso del sistema capitalista
en proveer una vida elementalmente digna a la mayor parte de la humanidad, en que
los políticos y sus financieros solo quieren saquear las instituciones, en que
el “mercado” busca maximizar las ganancias a costa de la miseria de la clase
trabajadora, en que la democracia es instrumentalizada por políticos que
mienten descaradamente y que, aún a sabiendas que lo hacen, buena parte de la
ciudadanía les elige, en un mundo así las verdades estadísticas son
subversivas.
Usando la hermosa metáfora de Zygmunt Bauman, las estadísticas
sociales, antes sólidas como una roca, se licuan.
Panamá, 2 de febrero de 2020.