Juan Quinto
Regazzoni
www.amerindiaenlared.org / 131219
El poder conocer y
compartir con el padre jesuita Bartomeu Meliá, el gran antropólogo y lingüista
de la cultura guaraní, fue para mí una dicha que superó la ya grande
apreciación y estima que tuve al leer sus numerosos libros y artículos. Este
venerable patriarca que no se envaneció de los numerosos reconocimientos
recibidos, había nacido en 1932 en Mallorca. A los 22 años se radicó en Paraguay,
donde inició sus estudios de la lengua y de la cultura guaraní.
En 1969, obtuvo un doctorado en la Universidad de Estrasburgo, con una tesis titulada: “La creación de un lenguaje cristiano en las misiones de los guaraníes en el Paraguay”. Fue profesor universitario de etnología y de cultura guaraní, fue presidente del Centro de Estudios Antropológicos y Director de las revistas Suplemento Antropológico y de Estudios Paraguayos.
En 1969, obtuvo un doctorado en la Universidad de Estrasburgo, con una tesis titulada: “La creación de un lenguaje cristiano en las misiones de los guaraníes en el Paraguay”. Fue profesor universitario de etnología y de cultura guaraní, fue presidente del Centro de Estudios Antropológicos y Director de las revistas Suplemento Antropológico y de Estudios Paraguayos.
Su labor entre los
indígenas no era una simple ocupación profesional, era parte de su corazón, era
y fue siempre toda su vida. Por eso, cuando en 1976 sufrió el exilio durante la
dictadura stronista, por haber denunciado la sistemática masacre de los Ache-guayaki,
retomó su entrega con los indígenas de Mato Groso en Brasil. Al salir del país
“no sacudió el polvo de su sandalia”, porque estaba decidido a no dejar su
causa. En un poema escribió:
“No sacudí el polvo de los pies,.
no sacudiré ni un solo átomo de ese polvo,
cuando salga de esa ciudad, de ese mi pueblo.
Sacudir de mi entraña no podría, aunque quisiera,
tanto camino andado, tanto suelo consagrado por la danza y el canto.
De la tierra, expulsado, perdí la tierra de mis pies,
pero me llevo ese poco de polvo atesorado.
no sacudiré ni un solo átomo de ese polvo,
cuando salga de esa ciudad, de ese mi pueblo.
Sacudir de mi entraña no podría, aunque quisiera,
tanto camino andado, tanto suelo consagrado por la danza y el canto.
De la tierra, expulsado, perdí la tierra de mis pies,
pero me llevo ese poco de polvo atesorado.
Su sabiduría se ha
condensado en varias decenas de obras, pero sobre todo su cercanía a los
pueblos originarios del Cono sur, lo habían enriquecido de todas aquellas
virtudes que él había descubierto en su “teko”
(el “estilo de vida” de los guaraníes). Fue un “Verdadero Señor Padre” (Karai Ru
ete) que, con firmeza y paciencia, en sus escritos y en sus palabras, insistía
en el rescate de esta rica cultura con profundos anhelos espirituales, Desde
hace años venía insistiendo sobre este aspecto que hoy apreciamos como un
avance fundamental en lo que llamamos diálogo intercultural.
Decía Meliá: “El
modo de ser de los guaraníes, que ellos llaman ñande reko, es sobre todo ‘un modo de ser religioso’: ñande reko marangatu. Esto quiere decir
que la experiencia religiosa no sólo constituye para ellos un aspecto
fundamental de su cultura, sino una forma esencial de su identidad y de la
conciencia de su destino. En otros términos, los guaraní de hoy no pueden ser
entendidos, ni ellos mismos se entienden, si se prescinde de su experiencia
religiosa”. (Meliá, 1991,9). Con esta afirmación el antropólogo se trasformaba
en humilde misionero, no para imponer su doctrina o su cultura, sino para
escuchar y valorar su sabiduría y reconocer esas “semillas de Verbo”, presentes
en los pueblos originarios, demasiadas veces ignoradas o hasta despreciadas.
El pa’i Tomeu anticipó proféticamente la
conversión que el reciente Sínodo de Amazonía nos pide a todos: la conversión
integral a ese Buen Vivir (el Teko porã
de los guaraníes). Esa vida en abundancia, proclamada en las Bienaventuranzas
de Jesús se puede concretar en un estilo de vida nueva. “Se trata –dice el
Sínodo al n.9- de vivir en armonía
consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo,
ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes
ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena para todos. …El ‘buen
vivir’ es comprender la centralidad del carácter relacional trascendente de los
seres humanos y de la creación, y supone un ‘buen hacer’”
Falleció en la madrugada
del 6-12-2019; un mes antes había sufrido una caída que terminó con una
fractura de cadera. Pocos días antes había recibido una distinción de la Cámara
de Senadores por “su invalorable aporte a la sociedad paraguaya y
latinoamericana, a la defensa de los derechos lingüísticos y culturales, a la
democracia, a la justicia y a la promoción del pensamiento crítico”.
Se fue “sin
sacudir el polvo de sus pies” porque sique caminando (ese oguata típico del teko
guaraní) hasta que nos encontremos con nuestro “polvo atesorado” en la gran
casa del Padre Dios.