www.rebelion.org / 071219
Mario Vargas Llosa una vez definió el
oficio del escritor como el de alguien que escribe mentiras que parecen
verdades. Tal es el empecinamiento con que el novelista ha cultivado esta
práctica que se le ha vuelto costumbre cada vez que se interna en la crónica o
el ensayo político. El más reciente ejemplo de esta malsana actitud lo ofrece
su nota “El fin de Evo Morales”, publicada en El País de Madrid el 1º de
Diciembre y en donde da rienda suelta a su odio visceral contra el depuesto
presidente boliviano [1].
Enumerar y refutar cada una de las
mentiras volcadas en ese artículo me obligaría a escribir otro libro, y la
verdad es que con uno ha sido suficiente. Es una figura cada vez más devaluada
porque sus silencios ante las masacres perpetradas por sus amigos Piñera y
Duque y, ahora, el brulote lanzado en contra de Evo Morales ha tenido la virtud
de mostrar que tras la máscara amable de un liberal “aggiornado” se encuentra
un energúmeno reaccionario, racista y ganado por el odio. Por eso seré breve en
la enumeración de sus mentiras.
Primera, cuando dice que “los
bolivianos se han librado de él no porque sea “indio” (que no lo es, nos dice)”
y, además tampoco “es el primer presidente indígena en la historia de Bolivia...
y que Bolivia ha tenido varios presidentes indígenas (algunos dictadores), como
Perú, México, Ecuador y Guatemala”. Dado que la antropología y en general las
ciencias sociales no son precisamente su fuerte, el escritor cree que cualquier
gobernante de tez morena es un indio, con lo cual la galería de presidentes
indígenas de Latinoamérica y el Caribe sería interminable. Pero lo cierto es
que hubo un solo caso anterior al de Evo: Benito Juárez, indígena zapoteca que
llegó a ser presidente de México. Pero nadie más. No sólo en ese país sino en
Meso y Sudamérica.
Por otra parte, sólo una mente ofuscada
por el odio amalgamado con una maligna conveniencia política puede negarle a
Evo su condición de indígena. Es que para un señorito de la decadente e
hipercolonizada aristocracia arequipeña un indio es un homínido que corre
semidesnudo por las sierras cazando conejos. Si habla, razona, persuade y se
convierte en un referente político nacional e internacional no puede ser un
indio, tiene que ser otra cosa. Según sus palabras: “un mestizo cultural como
lo somos buena parte de los latinoamericanos, en muy buena hora.” O sea, Vargas
Llosa y Evo Morales están milagrosamente hermanados gracias a la magia del
mestizaje cultural.
Segunda mentira, Evo fue
destituido por una enorme rebelión popular provocada “porque mediante amaños
múltiples se las arregló para permanecer 14 años en el poder, en contra de la
Constitución boliviana” y porque se “disponía, mediante un fraude grotesco… a
quedarse indefinidamente en el Gobierno.” Al referirse a los amaños múltiples
el peruano debe estar pensando en las elecciones que ganó Evo en el 2005 (con
el 53.7% de los votos); 2009 (64.2%); 2014 (61.3%) y la última en 2019 (47.08%)
en donde le sacó 10.57%de ventaja a Carlos Mesa, un probo hombre de la
democracia y la república que, antes de las elecciones, había declarado que no
reconocería otro resultado que no fuese el que lo consagrara como triunfador.
Evo obtuvo una proporción de votos menor a
lo habitual, pero aun así se impuso con holgura y por más de los diez puntos
que establece la Constitución Política del Estado Plurinacional para designar
al ganador en primera vuelta. Una diferencia de 0.17% fue suficiente para
catapultar a John F. Kennedy a la Casa Blanca. En cambio, los 0.57% de Evo
fueron sólo el preludio de un golpe de estado que venía siendo cuidadosamente
preparado a lo largo de los últimos años.
En cuanto a las supuestas intenciones del
líder boliviano de eternizarse en el poder es llamativo que Vargas Llosa jamás
haya manifestado la menor preocupación durante los catorce años de gobierno de
su amigo Felipe González; o los también catorce de Ángela Merkel para no hablar
de Helmut Kohl, quien tuvo que renunciar por un escándalo de corrupción después
de permanecer algo más de 16 años en el gobierno de Alemania; o por el
desaforado afán por “perpetuarse en el poder” del neoliberal Jaime Nebot que
permaneció 19 años en la intendencia de Guayaquil, dato despreciado por Vargas
Llosa más impaciente por hostilizar a Rafael Correa que por tomar nota de
nimiedades como las de Nebot. Claro que ninguno de estos es indígena y en
cambio son todos neoliberales. Lo que es virtud en algunos se convierte en
vicio en el caso de Evo. La inmoralidad y la chapucería de este doble rasero es
evidente y exime de mayores comentarios.
Volviendo al tema del supuesto fraude es
preciso reconocer que efectivamente hubo algunas irregularidades en la
transmisión rápida de los datos, pero éstas nunca alcanzaron una magnitud capaz
de volcar el resultado de la elección o hundir la diferencia que obtuvo Evo por
debajo del diez por ciento. En el Informe de 95 páginas de la OEA sobre las
elecciones bolivianas del 2019 la expresión “fraude” o “fraudulento” que con
tanta ligereza emplea el hechicero de la tribu (en seis ocasiones en su libelo)
no aparece ni una sola vez [2]. Sería bueno que, para conservar algo de la poca
credibilidad que le queda, don Mario se informe bien antes de escribir
tonterías. Ya antes del demorado Informe de la OEA el prestigioso Center for
Economic and Policy Research (CEPR) de Washington produjo un informe en donde
“no se encuentra evidencia de que hubo irregularidades o fraude que afecten el
resultado oficial que le dio al presidente Evo Morales una victoria en primera
vuelta”.[3] El departamento de Ciencia Política de la Universidad de Michigan,
el más renombrado en el estudio del comportamiento electoral, publicó un largo
estudio en donde demuestra que Evo ganó en buena ley. [4] El profesor Walter R.
Mebane Jr., una autoridad en el análisis de los fraudes electorales, comprobó
la existencia de “irregularidades estadísticas que podrían indicar fraude sólo
en 274 de las 34.551 mesas de votación y que (esto) no se diferencia mucho de
patrones vistos en otros comicios en Honduras, Turquía, Rusia, Austria y
Wisconsin. Incluso si se excluyen los votos fraudulentos, el MAS tiene una
ventaja superior al diez por ciento”, sentenció al final de su extenso trabajo.
Tercera mentira: decir que “Bolivia
está en calma”. Los 23 muertos son una macabra refutación de sus dichos. Por
empezar ya suman 31. Las hordas fascistas incitadas y protegidas por los
compinches de Vargas Llosa –los Mesa, Camacho, Ortiz, Murillo, Añez y otros de
esa ralea, a los que se unieron los militares y policías corruptos- asolaron y
aterrorizaron las principales ciudades del país; incendiaron y saquearon
hogares de ministros, funcionarios y parlamentarios del MAS y tomaron de
rehenes a sus parientes (en algunos casos adolescentes o ancianos) que bajo
amenaza de muerte, suplicaban a sus mayores que renunciasen a sus cargos o
traicionaran al líder depuesto; apresaron y apalearon a periodistas y dando
muestras de su coraje y espíritu democrático humillaron a las “señoras de pollera”.
Esta valiente turba de exaltados
“vargasllosistas” –¿serán estos a los que alude en La Llamada de la Tribu?-
descargó su odio sobre Patricia Arce, la alcaldesa de Vinto, una pequeña ciudad
del departamento de Cochabamba. La pobre mujer fue arrastrada por las calles
descalza, le cortaron su pelo a tijeretazos y cuchillazos, la embadurnaron con
pintura roja, le destrozaron su ropa y la exhibieron por horas postrada en el
suelo como se hacía en los tiempos de la colonia con los indígenas rebeldes o insumisos.
O como hasta hace poco hacían los criminales del Estado Islámico en Oriente
Medio, fotografiando y filmando a las víctimas de sus ejecuciones. La infame
policía que se amotinó contra Evo se limitó a observar, inmutable, toda esa
barbarie. Demoró cuatro horas en aparecer en escena y “restaurar el orden”, o
la supuesta “calma” de la que habla el novelista.
Estos rufianes son los protagonistas de la
recuperación democrática de Bolivia que con sus venenosas palabras enaltece
Vargas Llosa desde Madrid mientras recibe un guiño aprobatorio de la derecha
mundial. Una “calma” obtenida luego de que la policía y las fuerzas armadas
garantizaran “zonas liberadas” para que las pandillas de la restauración
neoliberal creasen el caos requerido para que los jefes policiales y militares
le comunicasen a Evo que debía renunciar. Fuerzas de represión cobardes y
corruptas cuyos jefes no tardaron sino un par de días en huir con las generosas
pagas desembolsadas por “la embajada” buscando refugio, como tantos otros maleantes
(Gonzalo Sánchez de Lozada, responsable junto a Carlos Mesa de la masacre de al
menos 70 personas en la guerra del gas en octubre de 2003) en Estados Unidos.
Huyeron después de destruir la economía
más próspera de Latinoamérica en los últimos diez años, de asesinar a 31
bolivianos, dejar centenares de heridos, decenas de desaparecidos muchos de
ellos secuestrados ante los ojos de sus familiares, de haber encarcelado a más
de mil personas, de haber gaseado a procesiones de dolientes que iban a enterrar
a sus muertos, de haber reprimido con saña a gentes que salieron a defender una
institucionalidad pisoteada por una derecha que jamás creyó, ni creerá, en la
democracia. Que, para ese sector social, producto de la descomposición del
orden colonial, aquélla sólo es admisible siempre y cuando sus privilegios e
intereses se encuentren salvaguardados y el incondicional sometimiento de
Bolivia a las directivas del imperio no sean puestas en cuestión.
Tres mentiras graves de un mentiroso incorregible.
Un escritor desgraciadamente ganado por la furia y el fanatismo propio de los
conversos. En este caso su desgraciado periplo desde el marxismo sartreano al
liberalismo que justifica y exalta a la sociedad más injusta de la historia de
la humanidad y en la que el 1 por ciento de la población mundial detenta más
riqueza que el 99 por ciento restante.
Cólera del converso que se potencia con el
resentimiento elitista que le produjo la bochornosa derrota sufrida a manos de
un desconocido, el “chinito” Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales
peruanas de 1990. En el balotaje de esa elección el novelista apenas si obtuvo
el 37 por ciento de los votos de la ciudadanía. O sea, fue repudiado por dos de
cada tres peruanos, una afrenta de la que no se recobrará jamás y que
alimentará el fuego eterno de su odio a todo lo que huela a plebeyo. No pudo
ser presidente del Perú como su arrollador egocentrismo lo llevó a anhelar
durante tanto tiempo, mientras que Evo, el humilde indígena Aymara, sí lo fue.
Y para colmo, para ahondar su herida
narcisista, éste fue el mejor presidente de la historia de Bolivia y Vargas
Llosa quedó para siempre convertido en un animador cultural de las tertulias de
los ricachones de España y de los cortesanos del rey Juan Carlos, que premió
sus servicios ungiéndolo como marqués. Devenido también en un embaucador
profesional al servicio del imperio, encargado de apelar al hechizo de sus
palabras para ofuscar, deformar y adormecer las conciencias de las víctimas del
imperialismo. De ahí el odio que enceguece su inteligencia y que lo lleva a
escribir piezas tan vergonzosas como las que estamos comentando y de las cuáles
debería retractarse lo antes posible para rescatar parte de la honorabilidad
perdida a causa de sus escritos políticos.
Releo estas notas y me vienen a la memoria
unas lóbregas palabras de otro converso, aunque no tan reaccionario como Vargas
Llosa. En su novela distópica 1984, George Orwell hace decir a O’Brien, uno de
sus malignos protagonistas, que “las viejas civilizaciones afirmaban que se
basaban en el amor o en la justicia. La nuestra se basa en el odio. En nuestro
mundo no habrá otras emociones que no sean el miedo, la ira, el triunfo y la
humillación. Destruiremos todo lo demás, absolutamente todo” [5]. Eso es lo que
el capitalismo está haciendo en nuestro tiempo; es lo que acaba de hacer en
Bolivia, contando con la complacencia, o complicidad, de intelectuales como
Mario Vargas Llosa. La humanidad deberá reaccionar antes de que sea demasiado
tarde.
Notas:
[1]
La nota puede leerse en https://elpais.com/elpais/2019/11/28/opinion/1574952319_840849.html?prod=REGCRART&o=cerrado#
[2] El
Informe puede consultarse en http://www.oas.org/es/sap/deco/Informe-Bolivia-2019/0.1%20Informe%20Final%20-%20Analisis%20de%20Integridad%20Electoral%20Bolivia%202019%20(OSG).pdf
[4] “Evidence Against
Fraudulent Votes Being Decisive in the Bolivia 2019 Election”, disponible
en http://www-personal.umich.edu/~wmebane/Bolivia2019.pdf
[5] 1984,
edición electrónica disponible en: www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad
ARCIS, p. 217.