www.religiondigital.org / 09.11.2019
La experiencia religiosa de casi todos
nosotros ya no es de fiar, porque (sin darnos cuenta) terminamos
practicando una religión que nos engaña. Es la religiosidad que nos
empuja a practicar unas creencias, que, en lugar de llevarnos a lo que Dios
quiere, en realidad nos llevan a lo que Dios no quiere en modo alguno.
Voy a poner un ejemplo, que es de
actualidad. Cuando el Evangelio explica cómo será el “juicio universal”,
el Señor de la historia y de todas las naciones, sentado en el trono de su
gloria (Mt 25:31), dividirá a la humanidad entera en dos bloques enormes. Y
pronunciará sentencia. A los que se van a salvar, les dirá (entre otras cosas):
“fui extranjero y me acogieron” (Mt 25:35), mientras que a los que se
van a condenar, les dirá: “fui extranjero y no me acogieron” (Mt 25:43).
O sea, en el juicio definitivo de Dios, será
decisivo el comportamiento que hemos tenido, tenemos o tendremos con
los extranjeros. Por consiguiente, o el Evangelio es mentira o lo que hemos
hecho –y estamos haciendo– con los extranjeros, nos va a salvar o nos va a
condenar.
Por esto, no me cabe en la cabeza que haya
tanta “gente de Iglesia” y “amigos de los fanáticos partidarios de la Iglesia”,
que no se pierden ni una misa, al tiempo que levantan murallas y alambradas en
nuestras fronteras, para que no se cuele entre nosotros ni un extranjero.
Europa, el continente que fue el primero en acoger el cristianismo y en el que
está el centro del cristianismo, ha sido también el continente que,
cuando le ha interesado ha sido el extranjero que ha invadido y se ha adueñado
de continentes enteros. Y ahora, cuando le interesa lo contrario, convierte el
Mediterráneo en un inmenso cementerio en el que fenecen los extranjeros. Es
duro tener que reconocer que vivimos en el continente de las más grandes
contradicciones.
Por eso me ha impresionado tanto el Papa
que tenemos. El primer viaje que hizo Francisco fue a Lampedusa, donde
se acogen los desesperados del Mediterráneo. Y su último viaje ha sido
a Sudán del Sur, y allí se ha puesto de rodillas para pedirle perdón al primer
mandatario de aquel país. Y éste es el Papa que más enemigos ha tenido en la
reciente historia de Europa.
Este Papa “se ha pasado” a los pobres, a los
extranjeros y a los extraviados. Por eso he pensado, tantas veces y entre
tantas limitaciones, que el P. Jorge Mario Bergoglio, con todas las
limitaciones que se puedan ver en él y su forma de gobernar la Iglesia, lo que
no admite duda es que este hombre le ha dado un giro nuevo a la
Iglesia.