Nazanín Armanian
www.publico.es / 081119
Desde el uno de octubre, el Iraq pos Saddam
Husein está viviendo unas protestas sin precedentes y más
sangrientas, que empezaron en la ciudad proletaria de Basora, corazón de la
industria petrolera del país. Han alcanzado las principales ciudades del
estado, salvo a las zonas sunnitas, cuya población teme ser acusada por el
gobierno chiita de Adil Abdul-Mahdi de simpatizar con el ISIS (grupo terrorista
que sembró terror en todo el país), y la Región Autónoma Kurda que también tuvo
sus grandes
protestas en 2015 contra la corrupción y las políticas económicas de
los clanes gobernantes.
Las autoridades ignoraron el aviso del año
pasado de los vecinos de Basora, cuando a miles ocuparon las calles en protesta
por los deficientes servicios públicos: cerca de 18,000 personas habían sido
intoxicadas por beber agua “potable” de sus grifos. Ahora a ellos se les han
unido las mujeres y los hombres desempleados con títulos universitarios,
cientos de miles que sufren cortes de electricidad unas 10 horas diarias, o los
que viven en chabolas mientras pisan un océano subterráneo de oro negro.
El régimen sectario-teocrático,
neoliberal, autoritario y corrupto de Bagdad (nombre persa que paradójicamente
significa Jardín de Justicia), la expresión viva de la kakistocracia «el gobierno de los peores», incapaz de entender que
la ciudadanía no solo puede, sino debe cuestionar sus políticas, acusa a los
indignados, que le han despertado de su plácido sueño, estar al servicio de los
países extranjeros, justo lo que es él: “Piensa el ladrón que todos son de su
condición”. Ahora que la vía “electoral” de producir cambios no ha funcionado,
el pueblo ha decidido tomar las calles. El problema es que con políticos sin
preparación “mental” y experiencia real para manejar un estallido social de
este calibre, será difícil evitar una mayor represión evitando una guerra civil
que involucre a decenas de milicias armadas y las fuerzas militares de otros
países en su suelo.
La dureza de la represión, que ha dejado
al menos 250 manifestantes muertos, 8,000 heridos y cientos de arrestados, no
solo muestra la naturaleza de la élite gobernante y su disposición a conducir
el país hacia el caos. De paso, ha impuesto el estado de sitio en varias
ciudades, y ha cortado el internet, ignorando que las revoluciones: 1) tienen
sus leyes (como la «opresión + explotación = rebelión») y 2) que, en su mayoría
absoluta, han sucedido antes de que naciera el WhatsApp.
Los organizadores de las protestas, al
parecer, son un grupo de profesores y estudiantes universitarios, sin
afiliación a los partidos políticos y organizados en «Comités de Coordinación»,
que lanzaron el hashtag #Nazel akhod Haki («Protestando por mis derechos»)
llamando a los ciudadanos a reclamar “Pan, trabajo, libertad y transparencia”,
exigiendo reformas al gobierno, escondido en la “Zona Verde” fortificada de la capital,
cuyo acceso está prohibido a los ciudadanos. La ausencia de un liderazgo
convencional en las manifestaciones, al principio confundió hasta al Partido
Comunista que tardó en respaldarlas. Si bien es cierto que las redes sociales
pueden encender la mecha de una frustración e ira acumuladas, movilizando a las
masas de forma espontánea, también es cierto que sin una organización dirigida
por las fuerzas progresistas es imposible que consiga sus objetivos. (no siempre es así)
A pesar de que unas potencias regionales y
mundiales intenten atizar el fuego de las protestas para “acabar con la
influencia de Irán”, y otras contenerlas para salvar el actual sistema de corte
medieval inviable, lo que sucede en Iraq es lo mismo que está teniendo lugar en
Ecuador, Chile, Egipto, Sudán, Argelia o el Líbano: rebelión popular contra la
corrupción, las medidas de austeridad, y un mayor atraco al bolsillo de los
ciudadanos más empobrecidos por los poderes.
Los
motivos de las protestas
+ La frustración social por un sistema
político sectario, en el que los ciudadanos se dividen, no por su clase social,
sino por su fe religiosa, y el poder se divide en proporción del número de los
creyentes de cada comunidad. Así, en detrimento de los partidos políticos, los
grupos religiosos han ocupado el espacio político-social, se han apoderado de
los recursos naturales, sobre todo del petróleo, y también de los medios de
producción, distribuyendo una migaja de los beneficios entre sus partidarios
para destinar el resto al bolsillo propio. Se han creado verdaderas
organizaciones mafiosas en el seno de las administraciones públicas,
favoreciendo a sus “fieles”, dejando fuera a los más desfavorecidos y
vulnerables que son la mayoría de la población.
+ Una corrupción monumental: desde el
2003, diferentes administraciones del país han sido acusadas de robar hasta
450.000 millones dólares de los fondos estatales. ¡Con qué dinero iban a
instalar centrales eléctricas! Según Transparencia Internacional, en 2018 Iraq
ocupó en el puesto número 168 entre 180 naciones. Miles de millones se ingresan
en las cuentas de personas “fantasmas”, que no existen.
+ El desempleo, cuya tasa no ha parado de
aumentar, es del 23% según el gobierno, y un 40% según el Fondo Monetario
Internacional. Los jóvenes critican al gobierno que se contrate la mano de obra
barata de 85,000 trabajadores extranjeros, y no haya leyes que imponga cuotas a
las compañías extranjeras para contratar a los lugareños. Teniendo en cuenta
que, de los 38 millones de habitantes del país, 20 millones son jóvenes menores
de 23 años, y miles de fábricas y talleres han cerrado por falta de ayudas del
estado.
+ Pobreza: en la segunda reserva mundial
de petróleo, con 112.000 millones de barriles, la pobreza afecta a cerca de la
mitad de la población, sobre todo a algunas provincias del sur “petrolífera y
chiita”.
La visión económica del régimen, con tres
principales rasgos:
1. Centrada en la renta del petróleo: Iraq
sigue siendo un país monoproductor cuyo 92% de su presupuesto procede de la
venta de este recurso, descuidando el resto de los sectores.
2. Menospreciar la importancia de la
industrialización del país. La “economía islámica”, que está basada en la
compra-venta, ha creado una burguesía parasitaria compradora que vive de
encarecer los productos y especulación.
3. La falta de inversión por parte del
estado y también del sector privado nacional, que se debe al ansia de la
burguesía reinante a llenar sus cuentas que no crear puestos de trabajo,
contribuyendo a la prosperidad de la nación.
Iraq
en algunos datos
Iraq necesita producir al menos 700,000
nuevos puestos anuales, mientras se crean unos 50,000, además precario y en el
sector servicio, mientras miles de graduados universitarios, mujeres y hombres,
están desempleados.
El índice de desarrollo humano de Iraq,
que mide la esperanza de vida, la educación, la salud, etc. coloca al país en el
puesto 120 entre 197; en la brecha de
género la situación aún está peor: ocupa el puesto 147.
Hay una docena de grandes grupos armados,
que han absorbido a los jóvenes desempleados y frustrados, protegiendo los
intereses de los caciques de las aldeas y provincias del país, impiden la
normalización de la vida social. Chantajes, asesinatos (los últimos, el
matrimonio de dibujantes Sara Madani y Hussein Adel Madani, tiroteados en su
casa) o secuestros, sobre todo de mujeres, son el modus vivendi de dichos grupos de vándalos, disfrazados de
“milicias”. La inseguridad que han creado es otro motivo de la falta de
inversiones y actividades económicas serias. Su poder es tal que han
rechazado la oferta del gobierno de integrarse en el ejército.
El
“factor religioso”
George Bush, tras desmantelar el estado
“nacionalista” árabe-sunnita iraquí en 2003, gracias a sus tres mentiras
para conseguir sus diez objetivos, instaló en Bagdad una teocracia
chiita, y separó la región kurda-sunnita del resto del país, añadiendo a los
problemas anteriores de la nación un nuevo factor: eliminó el concepto de
“ciudadano” para subrayar otras identidades como “chiita, sunnita, ateo,
hombre, mujer, etc.”, para que fuesen desiguales ante la ley, en cumplimiento
de “divide y vencerás”: unos tendrán privilegios sobre otros. Ahora, los
partidos se dividen en étnicos y religiosos (¡unos 250 registrados!), rompen la
unidad de las clases trabajadoras y crean un estado con representaciones
etnosectarias, y por ende un gobierno débil.
El propio régimen “chiita” cuenta con la
milicia armada Hashad al Shahbi (Fuerzas de Movilización Popular), que nació en
2014 para luchar contra ISIS, y se niega a disolverse y entregar las armas. Los
150,000 hombres armados cuentan con una rama política, llamada «Movimiento
Ataa» dirigido por Falih Alfayyadh, con fuertes vínculos con los Guardianes
Islámicos de la República Islámica de Irán, creando un poder paralelo, y quizás
más fuerte que el propio gobierno de Abdul Mahdi.
“No somos sadristas ni sistanistas, ni
sunitas ni chiíes. Somos iraquíes ¿Por qué nos disparas? ¡Gano 8 dólares por
día, queremos vivir!”, dijo un joven “indignado” a los medios. Una mujer así
desmentía al gobierno: “Mi hijo luchó y murió asesinado en la lucha contra ISIS
en Baaj en las filas de Hashad al Shahbi ¿Cómo pueden acusar a los
manifestantes de ser baasistas?”
La ausencia de consignas y banderas
religiosas en estas protestas es uno de los principales elementos a destacar.
Sin embargo, las fuerzas religiosas siguen intentando poner su sello en ellas
para no ser excluidos del poder social, entre ellas:
1+ El líder chiita, ayatolá Ali al-Sistani,
de 89 años y de origen iraní. A diferencia de sus homólogos que gobiernan Irán,
él sigue fiel a uno de los fundamentos del chiismo: apartarse del poder hasta
la llegada de Mahdi, el duodécimo santo que despareció a la edad de ocho años
en el año 874, ocultándose para reaparecer como redentor al final de los
tiempos. Por lo que considera una desviación instalar una “teocracia chiita”.
De hecho, en el propio Irán es la primera
vez en su historia que el clérigo islámico toma el poder. Sistani no
pide la renuncia del gobierno de Abdul Mahdi, sino que realice las reformas que
exige el pueblo e insta a la “no violencia” a los manifestantes y a las fuerzas
de seguridad (¡muy equidistantes, cuando los muertos los ha puesto el pueblo!).
2+ Muqtada al-Sadr, un personaje
oportunista de derechas, que gracias a la baja participación en las elecciones
del 2018 consiguió dos tercios de los escaños, propone la dimisión del gobierno
por corrupto, mientras sus ministros habían formado parte de él.
3+ Los ayatolás y el ejército de los
Guardianes Islámicos de Irán, que se oponen a ambos clérigos, han evitado la
caída del primer ministro, quien barajó su renuncia, pero después de hablar con
las autoridades de Teherán ha decidido “resistir”.
Que la ciudad obrera y “chiita” de Basora
haya iniciado las protestas contra el régimen capitalista “chiita” del país,
muestra la falacia de
las “guerras religiosas” y hasta qué punto el factor económico
determina los levantamientos populares, a pesar de la milenaria habilidad de
las élites en manipular los sentimientos religiosos de los creyentes.
Después de cuatro décadas de guerra contra
sus vecinos, sufrir las sanciones de la ONU, dos invasiones de decenas de
países lideradas por EEUU a su territorio, la ocupación extranjera y
lucha contra la banda terrorista “Estado Islámico”, que arrasó el país ante la
”pasividad” de cientos de miles de soldados de EEUU, los iraquíes
difícilmente podrán cambiar su destino, maldecido por su geografía, que además
de estar empapado de petróleo y gas, les ubica en el mismísimo corazón de
Oriente Próximo.