www.publico.es / 17-08-2018
A pesar de la propaganda oficial que sitúa
el nacimiento del “yihadismo” en los atentados del 11S, el uso actual del
terrorismo de bandera religiosa tuvo sus comienzos en
1978 en Afganistán, por la iniciativa de la Administración Carter.
Una vez que, forzados por las abundantes pruebas, Zbigniew
Brzezinskiy y Hillary Clinton admitieron que “las teorías de
conspiración” tenían razón y fue EEUU quien creó la banda criminal, volvieron a
mentir, afirmando que la superpotencia había perdido el control sobre
individuos: hoy es imposible que un grupo armado (de cualquier naturaleza),
pueda operar sin el respaldo de un poderoso estado. Además, el “Cui bono” de los atentados, muestra que
los únicos beneficiarios de sus crímenes son sus propios creadores, lo cual no
niega que, a lo largo de la historia, las instituciones
de diferentes religiones, hayan recurrido a la matanza de los civiles
en el nombre de Dios y por los intereses de sus élites.
La “Yihad universal” fabricada por el
Pentágono sigue cumpliendo sus 5 funciones:
1.-
Desmantelar determinados estados
Tras destruir la República Democrática de
Afganistán gobernado por las fuerzas marxistas, EEUU, Arabia Saudí y Turquía
enviaron a los “yihadistas” a Yugoslavia,
con la etiqueta Bosanski mudzahedini. Lo cuenta el ensayista alemán
Jurguen Elsasser en su libro, «Cómo la Yihad llegó a Europa» gracias a la CIA. Después
fueron trasladados a Irak, Libia, y Siria, donde se dedicaron a matar a los
intelectuales, profesores y activistas, a volar escuelas, hospitales,
bibliotecas y borrar su memoria histórica rajando con el martillo sus
milenarios monumentos.
Al contrario de los tiempos de la Guerra
Fría que EEUU recurría más a golpes de estado para instalar un régimen afin, el
avance de los movimientos antiimperialistas de finales de los setenta le
hicieron cambiar de estrategia, cortando por lo sano: acabar con los estados
molestos para convertirlos en “estados fallidos”, y así perdurar su dominio
sobre sus cenizas.
Respaldados por la OTAN, y tras cumplir la
tarea del desmantelar Yugoslavia, y otros tres poderosos estados árabes como
Irak, Libia y Siria (como una
ofrenda a Israel), parte de estos mercenarios han cogidos sus
bártulos y se han dirigido a nuevos destinos.
El timo del terrorismo islámico sirvió a
EEUU para instalar la primera base militar en Nigeria, después de una campaña
de propaganda sensacionalista sobre el secuestro de las niñas nigerianas.
2.-
Destruir las alternativas progresistas
Sólo hay que ver las imágenes de las
mujeres de los países “musulmanes”, antes de la aparición de la extrema derecha
islámica totalitaria, y leer la historia de Turquía, Irak, Irán, Afganistán,
Libia, Siria o Yemen para darse cuenta de que (salvo Arabia Saudí) casi todos:
a) estaban gobernados por regímenes
semilaicos;
b) que eran “sólo” dictaduras políticas; y
c) que la mayoría contaba con importantes
partidos progresistas e incluso de izquierda marxista (algunos en el poder).
La doctrina de Choque de civilizaciones y
su supuesta alternativa “El diálogo
de religiones” falsearon el escenario, dando protagonismo a
dos únicas fuerzas: las prooccidentales y las islamistas (que a veces son
presentadas como toda la nación) haciendo desaparecer de un manotazo la lucha
de clases (y sustituirla por el Norte contra el Sur), y cientos de grupos
étnicos, lingüísticos, religiosos así como a los no practicantes y no
creyentes. Esta esquizofrenia ha llegado a tal punto que un importante sector
del progresismo occidental se dedicó a:
1) justificar el terrorismo “islámico”
como una reacción a la invasión militar del imperialismo, o del
resentimiento por la exclusión de los inmigrantes de fe islámica en Europa.
Matar a los civiles no es justificable bajo ningún pretexto. El primer gran grupo
político-religioso que utilizó de forma sistemática el terror puntual y
exclusivamente contra los políticos fue el Hasaniun (mal
traducido en español como “Asesinos”), dirigido por Hasan Sabbah, El
Viejo de Alamut, quien lideró en el siglo XI un movimiento partisano en Irán
para expulsar a los ocupantes turcos y árabes; y
2) defender la religión islámica desde un
maniqueísmo político, en lugar de seguir exigiendo más laicismo, y
el regreso de la religión al espacio personal, como la condición de poner fin a
las despiadadas “guerras religiosas”.
3.-
Enviar un mensaje de un estado al otro
Como “la cabeza cortada del caballo” por
la mafia en El Padrino, los atentados no son la expresión del “odio” de unos
individuos desagradecidos que viven en las sociedades occidentales. Veamos: Si
es cierto que:
1) los grupos yihadistas sunnitas son
wahabitas, corriente religiosa dominante en Arabia Saudí, y
2) que Arabia Saudí
ha estado detrás de atentado del 7 de julio del 2005 de Londres y el
del 30 de diciembre del 2013 de Volgogrado, además del 11S según la
CIA, y
3) que el principal objetivo de Riad es
borrar a Irán de la faz de la tierra, y por ello se ha convertido en la segunda
importadora de armas del planeta, y ha sobornado a Trump con 110.000.000 dólares
para que rompiese el acuerdo nuclear con Irán, es de suponer que algunos
atentados perpetrados en el suelo europeo son un mensaje: prepárate para
recibir más “cabezas” si no
cooperas en la guerra contra Irán.
4.- “Policialización”
de la vida social.
Arrebatando los derechos democráticos de
los ciudadanos conseguidos tras siglos de batalla. La supuesta “lucha contra el
terrorismo” es la nueva coartada para lo que los estados dirigidos por las
clases opresoras han venido haciendo desde su existencia: contener y aplastar
las demandas de los ciudadanos. Se trata de la paranoia del ladrón: La Ley
Patriot aprobada por George Bush bajo el pretexto de
los atentados del 11S no es más que la nueva versión de
la operación Garden Plot, diseñada en 1968 para “combatir disturbios
civiles” a causa de “injusticias sociales” y “las diferencias étnicas” porque
podían “debilitar la gobernabilidad”, afirmaba. En 1971 y tras el escándalo de
Watergate, el senador Sam Ervin reconoció que la inteligencia militar había
establecido un sistema de vigilancia a los políticos delincuentes. Las
recientes protestas contra la violenta supremacía blanca (en Ferguson, Los
Ángeles, etc.) que obligó al
mismísimo presidente Obama a arrodillarse, y la injusticia social
(reflejadas en el Movimiento 15-0 de Ocupa Wall Street) han reactivado dichos
planes.
Las medidas para contener las protestas
sociales, incluyen el uso de torturas, porras y balas o la construcción de más
y más cárceles, que no una producción y una distribución justas de los recursos
y el respeto a la igualdad real de los ciudadanos, entre otros motivos porque
éstas les salen más caras: el costo del despliegue militar y policial para
reprimir las protestas del 1968 en EEUU fueron 2,7 millones de dólares ¿Cuánto
costaría un programa que palíe la pobreza de 40,6 millones de ciudadanos mientras el
1% de sus compatriotas controla el 38,6% de la riqueza del país?
Nos han pedido que sacrifiquemos nuestras
libertades por nuestra propia seguridad: ¡Mentira! Es para mantener su poder.
Sin pudor alguno han normalizado la tortura con el eufemismo de “técnicas de
extraer la información” y han hecho que aceptemos la existencia de las cárceles
secretas sembradas por Afganistán, Irak, Rumanía, Polonia, etc. Guantánamo
sigue abierto con los seres humanos que un día secuestraron, y ya ni exigimos
su cierre.
Pasarán décadas hasta que nos enteremos
cuál de los atentados ha sido de “bandera falsa”: Israel
reconoció la “Operación Susanna” del 1954 contra Jamal Abdel Nasser, medio
siglo después.
En EEUU cada año mueren una media de
33.000 personas a mano de sus compatriotas por arma de fuego. ¿Cuántos han
muerto por el “terrorismo islámico”? Si realmente la vida y la seguridad de los
ciudadanos importa a sus gobernantes, ¿cómo no toman ninguna medida para evitar
tal pérdida?
En España, con el Pacto Antiterrorista y
bajo la acusación de “desestabilizar el funcionamiento de las instituciones
políticas o las estructuras sociales o económicas del Estado“, se podrá detener
a los sindicalistas, feministas o artistas críticos con el poder.
Nuestros gobernantes y sus medios de
propaganda, hábiles en usar técnicas psicológicas de difundir miedo, llaman
“violencia” a la furia de los indignados por las inadmisibles injusticias: no
quieren ciudadanos sino un rebaño de corderos que vaya al matadero dando
incluso las gracias a sus verdugos. Los jueces de hoy hubieran mandado a la
“prisión permanente revisable” a Espartaco por incitar a los esclavos a rebelarse.
5.-
Crear un nuevo campo de negocio
El terrorismo y la lucha contra el
terrorismo mueven miles de millones de euros: El Pentágono ha ganado un ingente
dinero desde 1978 por entrenar, armar, patrocinar a los yihadistas/rebeldes,
incluso por construir miles de escuelas coránicas. El negocio, que incluye
mantener y armar a los 300.000 efectivos de la OTAN en Afganistán por ejemplo,
es tal que los
presidentes de EEUU se retractan de su promesa electoral de salir de este país.
El 13 de abril, Trump estalló en esta herida tierra la bomba “semi
nuclear” GBU-43, que costó 14.6 millones a los contribuyentes, para ¡”destruir
unos túneles de los terroristas”! Los fabricantes de esta bomba de destrucción
masiva ya tienen nuevos encargos. Para armar a los “rebeldes sirios” (entre
ellos, a los de Al Qaeda) Obama pidió en 2014 unos 367 millones de euros al
Congreso. Su administración no sólo utilizaba drones para atacar a los
“terroristas” en Yemen y Pakistán, matando a miles de civiles y forzando la
huida de otros cientos de miles de sus hogares, sino que autorizó su
exportación: los fabricantes ganaron 6.000 millones de dólares.
Otras muestras de esta nueva línea de
negocio son: la fabricación de material especial para proteger las centrales
nucleares de un posible atentado, aparatos de control de fronteras (a pesar de
que la mayoría absoluta de los terroristas en Occidente no vienen de fuera), e
incluso bolardos, cuya demanda se ha disparado: en Alemania un 500% en el
último semestre del 2017. Entre 2001 y 2014 en EEUU, el 45% de los 73.000
millones de dólares gastados anualmente en las agencias de seguridad interna,
ha ido a parar al negocio antiterroristas. El camión-botijo que España compró a
Israel en 2013 costó 350.000 euros: ni siquiera ha sido utilizado,
afortunadamente.
El acto final de este negocio lo
protagonizarán:
1) las multinacionales constructoras,
atracando las arcas públicas para levantar escuelas y hospitales que
destruyeron las compañías de armas y de petróleo previamente, y
Un patético escenario que se desmoronaría
con una mirada crítica.