Por Miguel
Antonio Bernal
23 de abril de 2018 El Siglo
El país nacional, especialmente entre los
jóvenes, parece despertar para su combate cívico contra el país secuestrado por
la politiquería y las cúpulas de la partidocracia.
Ese despertar viene dado por una serie de
acciones ciudadanas que han comenzado a dar los primeros pasos para tener como
común denominador el rechazo rotundo a cualquier pretensión reeleccionista,
venga de donde venga.
El NO A LA REELECCIÓN comienza a cobrar
fuerza como una herramienta ciudadana, para combatir una práctica que ha destruído
el funcionamiento normal y democrático de las instituciones. Gracias a la
reelección -de diputados, alcaldes y representantes de corregimiento-, la
corrupción, el autoritarismo y la impunidad se han elevado a alturas
impensables que impiden a nuestra sociedad cumplir con las tareas básicas para
echar los cimientos de un Estado Constitucional Democrático.
Los partidos políticos se esclerosan, más y
más. No han sido capaces de ajustarse a los transformaciones del mundo moderno
y han preferido refugiarse en el gatopardismo: el cambio para que nada cambie.
El Tribunal Electoral, por su parte, a través de sus magistrados, convertidos
en perros guardianes de la partidocracia y enemigos declarados de la
participación ciudadana en los espacios electorales, ha montado toda toda una
telaraña y laberintos para que le reelección sea aceptada como un logro de la
democracia.
La Universidad de Panamá, dónde se debia
aquilatar el cultivo del conocimiento y de la inteligencia, la tenemos como
ejemplo vivo de las nefastas consecuencias de la reelección de sus autoridades,
Y, aún así, no faltan quienes buscan en otros claustros universitarios
introducir el ese síndrome de deficiencia académica, que acarrea la reelección.
Retomemos el aliento ciudadano y avancemos
hacia un movimiento antireelecconista, cómo un preámbulo vivo de un proceso
constituyente para el empoderamiento de los ciudadanos. Con dignidad y con
visión: No hay que permitir la reelección!