Elena Poniatowska
www.jornada.unam.mx
/ 160717
No sólo el gobierno mexicano
persigue a Alejandro Solalinde, sacerdote católico de 72 años, defensor de
derechos humanos, sino que el episcopado mexicano lo persigue con saña. En
junio, el PRD lo acusó de proselitismo en favor de Delfina Gómez, candidata de
Morena en el estado de México, y estaba citado ante el Instituto Electoral
(IEEM) para el jueves 13 de julio, pero de buenas a primeras el PRD retiró la
demanda. Muchos habríamos acompañado a Solalinde a declarar. Fundador del
albergue para migrantes Hermanos en el Camino, en Ixtepec, Oaxaca, lo han
golpeado y asaltado tanto que ahora anda con una escolta de cuatro jóvenes
laicos.
“La única vez que mis escoltas, en
cinco años, han usado la fuerza –hasta eso muy moderada–, ha sido en la
Basílica de Guadalupe, porque acudí con 36 cubanos que habían estado presos durante
dos meses en la estación de Acayucan, Veracruz, porque querían alcanzar a su
familia en Estados Unidos. Uno de ellos de plano intentó suicidarse. Entonces
hice uso de una figura jurídica que tenemos en los albergues y se llama
custodia. Saqué a los 36 cubanos, además de una persona de África y otra de
Haití, y venimos a México a su regularización migratoria. En el camino,
Migración los quiso extorsionar dos veces y, llegando a la Tapo, la policía
privada también actuó en contra de la ley y los corrí. En la Ciudad de México,
los cubanos querían ir a la Villa. Entramos por una puerta lateral, un padre
celebraba misa; en voz baja les dije que no les podía explicar nada de la
Virgen de Guadalupe hasta que terminara, pero los guardias del templo me amenazaron:
‘Usted no puede estar hablando aquí’. ‘Eso mismo les estoy diciendo y vamos a
esperar a que acabe la misa’. ‘¡Sálgase! No importa si es sacerdote, no importa
quién es usted, si está con este grupo, lárguese’. ‘No me voy a salir’.
Intentaron sacarme a la fuerza y Jorge, uno de los escoltas, me protegió. Es la
única vez en que uno de mis escoltas ha intervenido.
Tengo escoltas porque varias veces
han intentado matarme. Imagínese, una vez me mandaron golpear y van dos veces
que me meten en la cárcel. Han querido quemar el albergue en Ixtepec y quemarme
a mí.
Migrantes, como mercancía
–¿Cuándo empezó esa persecución?
–En enero de 2007 interrumpí el
sexto secuestro masivo de migrantes y a partir de ahí llovieron las amenazas,
porque les quitamos el negocio. Querían secuestrarlos y hacer trata. A Ixtepec
llegaba el tren con miles de migrantes. Para la policía de Ulises Ruiz Ortiz
eran como mercancía que había que separar: las mujeres a la prostitución o a la
trata; los hombres al secuestro o al tráfico de órganos.
Desde entonces tengo escoltas, no
por orden del gobierno de México, sino de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, y la Organización de los Estados Americanos recomendó medidas
cautelares. Son cuatro. Tres hombres y una mujer, adventista, Salomé. Los otros
tres son católicos, muy respetuosos.
(¡Qué casualidad! Mientras en
México, el gobierno pretende eliminar a Solalinde como hace con los periodistas
que denuncian la corrupción, los abusos y las malas políticas migratorias, el
Papa Francisco lo apoya.)
“El Papa me recibió muy bien. Un
empleado del L’Osservatore Romano me dijo: ‘El Papa lo conoce y lo va a saludar
en este sitio’, y me situó en primera fila. Dos veces pasó personal del
Vaticano para checar que estuviera en primer lugar. El Papa llegó derechito a
mí: ‘Santo padre, soy el padre Solalinde que trabaja con los migrantes en
México’; se rió conmigo: ‘Sí, lo sé, lo conozco a usted y conozco su trabajo.
Continúe, sé que no es fácil, pero continúe’. Le pedí que orara por la violencia
en México y respondió que estaba orando.”
–¿Y por qué lo conoce el Papa,
padre Solalinde?
–Escribí un libro que editó la
Conferencia Episcopal italiana. También otro sobre el reino de Dios, que editó
Buena Prensa, de los jesuitas. La periodista laica italiana Lucía Capuzzi
publicó: Los narcos me quieren muerto: México, un cura contra los traficantes
de hombres, porque viajó al albergue de Ixtepec en México y platicó conmigo. En
dos ocasiones fui a Italia y Lucía aprovechó para entrevistarme y también mantuvimos
una comunicación telefónica. Luego Luigi Ciotti, todo un personaje de autoridad
moral, fundador de un movimiento ciudadano en Italia que logró liberarse de la
mafia italiana, hizo el prólogo, que me gusta muchísimo.
“Lucía Capuzzi escribió este libro
siguiendo el evangelio de San Mateo porque es su preferido. En realidad, a mí
el evangelio que más me impacta es el de San Marcos, porque presenta a un Jesús
joven siempre en conflicto. Me gusta porque es muy realista, muy cortito y muy
concreto, y expone la vida del chavo Jesús, que sale de un problema y ya se
mete en otro. Su vida es un solo conflicto hasta que muere. Es el único
evangelio que no tiene conclusión, porque Marcos quiere dejársela al lector. La
conclusión sería darse cuenta que el reino de Dios es el que nos salva en medio
de la ceguera humana.
“La experiencia que tuve en Italia
fue fantástica. Allá tuve oportunidad de convivir con muchos sacerdotes,
religiosas, obispos, arzobispos, imagínese. Aquí, yo voy a un lugar y con
trabajos me pueden saludar porque no están acostumbrados a que un sacerdote
haga una autocrítica de la Iglesia y señale cosas que para mí son importantes.
Por ejemplo, ¿qué sacerdote le va a estar recordando a los obispos sus
responsabilidades?
No es que esté por encima de ellos,
soy el último en la escala administrativa, pero tengo conciencia y he estudiado
la historia de la Iglesia, y me ha costado aceptar el Vaticano Segundo para
acá. En este este año cumplimos 10 años de la Quinta Conferencia Episcopal
Latinoamericana, la del Santuario de la Aparecida, Brasil. En Brasil, los
obispos afirmaron que estamos muy mal como Iglesia, tan mal que de plano
tenemos que recomenzar desde Jesucristo. Somos una iglesia clientelar.
–¿Igual que el PRI?
–Sí, igualito. La pastoral que
tenemos es sólo de conservación, de mantenimiento a través del culto, pero no
se está haciendo una verdadera evangelización, una educación en la fe. Tanto
los 160 obispos del tiempo de Benedicto XVI, como los de Bergoglio, el Papa
actual tiene que declarar nuestro continente en estado permanente de misión. ¿A
qué equivale? El continente –eclesiásticamente hablando– es zona de desastre.
Han pasado 10 años y los obispos no han cumplido. Si lo hubieran hecho no
tendríamos el México que tenemos hoy.
No me quieren, aunque varios me
respetan
–¿Lo denuncia usted, padre, a costa
de su vida?
–A costa de lo que sea. ¿Cuántos
desaparecidos ha habido en 10 años, cuántos secuestrados, cuántas mujeres
asesinadas cada día, cuántas fosas clandestinas, cuánta corrupción?
“Mire, le voy a contar una
anécdota. Hace unos siete años, más o menos, en el momento en que salía Fidel
Herrera Beltrán del gobierno de Veracruz, visité a Javier Duarte de Ochoa para
pedirle que ayudara a los migrantes porque estaban secuestrándolos,
extorsionándolos o de plano desapareciéndolos. Esperé a que él llegara en el
palacio de gobierno de Xalapa, y recuerdo muy bien que fueron llegando personas
de su gabinete y se sentaron, yo empecé a hacerles plática: ‘¿Ustedes son
católicos?’ ‘Sí’. Todos católicos, ciento por ciento católicos, no había ni
siquiera un cristiano evangélico. ‘¿Ustedes son amigos del arzobispo de aquí?’
‘Sí, somos muy amigos del arzobispo Hipólito de Xalapa’. ‘¿Leen la Biblia, los
evangelios?’ ‘No’. ‘¿No han leído los cuatro evangelios: Mateo, Marcos, Lucas,
Juan?’ ‘No’. ‘¿Van a misa los domingos?’ ‘Sí, sí vamos a misa los domingos’.
‘¿Saben que hubo una Quinta Conferencia Episcopal Latinoamericana en Brasil?’
‘No, pues no’. Les enseñé el folleto: ‘Este librito cuesta 30 pesos, cómprenlo
o díganle al arzobispo Hipólito que se los regale. Yo se los regalaría si
viviera aquí’.”
“He ido a varias diócesis y es la
misma historia, nadie sabe nada, no conocen el Vaticano Segundo, no leen los
evangelios, ni les importa, no leen ni su credencial de elector. En esas
condiciones, ¿cómo no vamos a tener una clase política tan corrupta? Por eso no
me quieren, aunque varios me respetan. Uno de ellos me dijo: ‘Mira, te voy a
hablar con franqueza, no creas que no nos damos cuenta de lo mal que están las
cosas, pero a estas alturas no voy a cambiar’. No deja de ser incómoda mi
palabra y mi presencia. El alcalde de Orizaba me declaró persona non grata. Es
curioso, porque el jefe de la Iglesia católica en Roma, el Papa, me acepta, me
reconoce, pero varios miembros de la jerarquía católica aquí en México me persiguen.
Yo digo que están un poco confundidos, porque no están acostumbrados a que les
digan sus errores.”
–Pero las mujeres lo queremos,
padre, y somos más valientes y menos cizañosas… y no decimos misa.
–Sí, en una misa en la Villa, las
mujeres fueron muy valientes y con sus celulares grabaron a los policías que
querían sacarnos: ¿Por qué no dejan al padre Solalinde? Está haciendo oración
con las víctimas, ¿por qué no respetan? Esto sucedió en la Villa de Guadalupe,
con familiares de víctimas de feminicidios. Pedí permiso al rector de la
basílica Enrique Glennie para hacer una oración con víctimas de desaparición.
Me negaron el permiso. Dije: Si no me lo permiten, voy a hacerlo en el atrio
que es público. Leímos el Nican Mopohua de la Virgen de Guadalupe y después de
decir la palabra de Dios analizamos qué acción política podríamos tomar para
solucionar problemas. Ya para terminar, llegó la guardia del templo, como en
tiempos de Jesús en Jerusalén, a quitarnos el megáfono. Respondí: Tenemos que
terminar y vamos a terminar. Vaya a hablar con el rector de la Basílica. Ya
hablé con él y por eso estamos en el atrio.
Hombres de todo o nada
–Al obispo Méndez Arceo le
indignaría… Qué atraso tan horrible el de la Iglesia en México.
–Pues en Estados Unidos no cantan
mal las rancheras. En Georgia me pidieron que celebrara misa y tenía todo:
cartas del obispo, documentos y se negaron, porque no había ido a saludar al
arzobispo. Desde entonces a donde quiera que voy, primero busco a los obispos.
Algunos me reciben; otros, no. Ya tenía cita con el de Aguascalientes, pero
como declaré que los obispos deberían ser personas sencillas, cercanas a la
gente, caminar con el pueblo y no con el poder, ya no me recibió. En Ciudad
Obregón, Sonora, tampoco lo hizo el obispo Felipe Padilla Cardona, a diferencia
del Papa, que me puso en primera fila.
–Me encantó que el Papa jamás le
sonriera a Trump y le hiciera cara de fuchi…
–Trump pidió llegar en helicóptero
y bajar en la plaza de San Pedro y el Papa no se lo permitió. Pidió cita a las
11 de la mañana y el Papa respondió: El único horario disponible es a las ocho
de la mañana. No hay antecedente en la diplomacia vaticana de haber recibido a
nadie a esa hora, pero el Papa estipuló: A las ocho o nada.
–También usted, padre Solalinde, es
de “todo o nada…”
–Así es.