9
de agosto del 2017
Muy
Honorable Justin Trudeau,
P.C., M.P. Primer Ministro de Canadá
Cámara de los Comunes
Ottawa, ON
Justin.trudeau@parl.gc.ca
P.C., M.P. Primer Ministro de Canadá
Cámara de los Comunes
Ottawa, ON
Justin.trudeau@parl.gc.ca
Estimado
Primer Ministro,
Leí con interés la noticia de su
audiencia con el Papa Francisco en Roma en mayo pasado, durante la cual usted
discutió muchos asuntos, incluyendo el impacto de la industria sobre la
creación y la humanidad misma. Estos efectos están entre las preocupaciones más
cercanas al corazón de la Iglesia Católica en el Canadá, particularmente cuando
involucran a los pueblos Indígenas.
Recientemente, los Obispos
Católicos de América Latina han traído a nuestra atención y nos han señalado su
profunda preocupación con respecto a la presencia de compañías de extracción canadienses con operaciones en América
Latina. Muchas de estas empresas son directamente
responsables de grave degradación ambiental y serias violaciones de los
derechos humanos. Es particularmente lamentable que los intereses
comerciales de dichas empresas tengan adversas consecuencias directas sobre las
poblaciones indígenas cuyas tierras ancestrales están siendo devastadas y
agotadas por las formas de explotación no éticas, injustas e irresponsables.
Este flagrante desprecio por la
tierra y la gente que la habita no sería tolerado si las voces de los afectados
no fueran silenciadas por aquellos con influencia política cuyos intereses
financieros están vinculados a estas operaciones. En Honduras, en Brasil y en
otras partes de América Latina, se les ha impedido a individuos y comunidades
defender sus tierras, sus aguas y sus medios de subsistencia. Es bien sabido
que el control, la extracción, el procesamiento y el comercio de estos recursos
financian a los grupos armados, cuya explotación del poder le pone trabas u
obstaculiza a las poblaciones vulnerables y, por ende además, las pone en
peligro. Hemos escuchado historias de cómo las amenazas, la violencia, la
extorsión e incluso el asesinato se han utilizado para hacer avanzar el
progreso de los grandes negocios y de los grandes industriales en detrimento,
tanto humano como económico, de los pobres.
Nosotros los canadienses somos (y
estamos entre los) privilegiados. No podemos permanecer indiferentes al grito
de los pobres ni a las repercusiones de la degradación ambiental en nuestro
hogar común. No podemos aceptar la forma poco ética o no ética en que las
compañías mineras canadienses han estado operando en América Latina o en otras
regiones del mundo, aprovechándose de la ausencia de normativas y regímenes
regulatorios eficaces como una razón más para eludir sus responsabilidades
éticas.
Depende de todos nosotros --el
gobierno, las corporaciones, los inversionistas, las autoridades locales, los
trabajadores y los consumidores-- cambiar nuestras actitudes y prácticas si
queremos vivir en un mundo en el que la creación de riqueza a partir de los
frutos de la tierra no nos ciegue al origen y propósito de estos bienes, que es
avanzar las condiciones de vida para todos. Como ha señalado muy claramente el
Papa Francisco, la ecología natural está estrechamente ligada a la ecología
humana, de modo que nuestro tratamiento del mundo natural está
inextricablemente ligado a cómo veamos a otros seres humanos, cómo concibamos
la conformación moral de la sociedad y cómo nos relacionemos con Dios (cf.
Carta encíclica “Laudato sí”, [El cuidado de nuestro hogar común], Ciudad del
Vaticano, 2015, no 5 ss.).
El reciente interés de su gobierno
por revitalizar la política exterior del Canadá fue el objeto principal de una
carta que le envié a la Ministra de Relaciones Exteriores el 29 de junio del
2017, en la que le expresé mi consternación por el discurso de ella ante la
Cámara de los Comunes el día 9 de junio del 2017. Las respuestas a mi carta en
los medios de comunicación tanto de la ministra como de la honorable Marie-Claude
Bibeau, que recientemente se reunió con el arzobispo de Sherbrooke, el muy
reverendo Luc Cyr, han sugerido una voluntad de parte de su gabinete por
profundizar en esta importante conversación con los líderes de la fe.
Lo invitamos a que considere la
Carta Abierta adjunta (anexo 1), firmada por cerca de 200 organizaciones
latinoamericanas e internacionales, en la que se plantean importantes preocupaciones
sobre el sector minero global del Canadá. Esta carta, fechada el 25 de abril de
2016, fue enviada hace más de un año y todavía está a la espera de una
respuesta. Aquellos que la firmaron, incluyendo a los miembros de la Red
Ecuménica de Iglesias y Minería (Red Iglesias y Minería), esperan un cambio
basado en el compromiso que usted, como Primer Ministro, y su gobierno han
hecho con miras a la adopción de un marco legislativo que responsabilice y
obligue a las agencias y a las empresas estatales a responder por (y dar cuenta
de) los abusos relacionados con las operaciones mineras de las empresas mineras
canadienses. Las sugerencias de dichas organizaciones incluyen:
*La creación de medios objetivos e
imparciales (como un ‘ombudsman’ o defensor del pueblo) para monitorear e
investigar las denuncias de abusos en relación con las compañías mineras
canadienses en el extranjero;
*El acceso a los tribunales
canadienses que les permitan demandar y enjuiciar bajo la ley canadiense a las
compañías mineras canadienses que operando en el extranjero violen las leyes
ambientales y aquellas que garantizan los derechos humanos;
*El fin de la acción del gobierno
canadiense, ya sea a través de la ayuda económica, el comercio, la asistencia
técnica o la diplomacia, que busque influir en la adopción o modificación de
normativas o marcos regulatorios para los proyectos extractivos en los países
receptores; y
*Un cese absoluto de la búsqueda de
acuerdos de libre comercio e inversión que favorezcan a las empresas mineras
canadienses por sobre y a costa de las personas y el medio ambiente, en
particular el fin de los mecanismos de arbitraje internacional (entre los
inversionista y el estado) que los inversionistas extranjeros usan para
proteger sus inversiones y evadir la regulación o normatividad al respecto y la
rendición de cuentas por los abusos perpetrados.
Hace más de dos años, mi predecesor
como presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Canadá, el Muy
Reverendo Paul-André Durocher, arzobispo de Gatineau, le envió la adjunta carta
de apoyo (anexo 2) al entonces presidente del Consejo Episcopal de la Iglesia
(CELAM), como expresión de nuestra solidaridad con su decisión de comparecer
ante un tribunal de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) el 19
de marzo del 2015, en Washington, DC, sobre las implicaciones éticas y morales
de los proyectos extractivos en América Latina. Como una expresión adicional de
nuestra solidaridad, estuvo presente en la audiencia del tribunal el Muy
Reverendo Donald Bolen, entonces obispo de Saskatoon y quien aún hoy sigue
siendo presidente de la Comisión CCCB para la Justicia y la Paz. Una copia de
la carta fue enviada al Ministro de Relaciones Exteriores de la época, el
Honorable Rob Nicholson, en la cual el arzobispo Durocher señaló cómo nuestra
Conferencia se ha sentido preocupada durante algunos años por las conexiones
canadienses con las industrias extractivas activas en América Latina.
La Organización Católica Canadiense
para el Desarrollo y la Paz, Cáritas Canadá, también ha solicitado
repetidamente el acceso a la justicia para las comunidades afectadas por las
actividades de las compañías mineras canadienses en ultramar, una llamada que
ha sido apoyada por los obispos del Canadá y de la cual ellos han hecho eco.
Más de 80,000 canadienses se unieron a ‘Development and Peace’ (“Desarrollo y
Paz”) en su campaña del 2013 llamada “Voz por Justicia”, solicitando un
defensor del pueblo (u ‘ombudsman’) independiente para el sector extractivo en
el extranjero.
¿Cuándo responderá el Gobierno del
Canadá a estos repetidos llamamientos para mejorar la supervisión de las
compañías extractivas canadienses que operan en el extranjero? Espero con
interés oír de usted, y le agradezco su atención a nuestras preocupaciones
constantes y aún en curso.
Sinceramente,
(Firmado)
Douglas
Crosby, OMI
Obispo de Hamilton
Presidente de la Conferencia Canadiense de Obispos Católicos
Obispo de Hamilton
Presidente de la Conferencia Canadiense de Obispos Católicos
Cc
- La Honorable Chrystia Freeland, Ministra de Relaciones Exteriores
- El Honorable James Gordon Carr, Ministro de Recursos Naturales
- La Honorable Carolyn Bennett, Ministra de Asuntos Indígenas y del Norte
- La Honorable Chrystia Freeland, Ministra de Relaciones Exteriores
- El Honorable James Gordon Carr, Ministro de Recursos Naturales
- La Honorable Carolyn Bennett, Ministra de Asuntos Indígenas y del Norte