La teología del papa
Francisco
José María Castillowww.adital.com.br/290915
En 24 de Septiembre de 2015, por primera vez en la historia, un papa de
Roma pronunció un discurso, en el Capitolio de Washington, dirigiéndose a los
congresistas de la primera potencia mundial. Jorge Mario Bergoglio no se anduvo
por las ramas. Y fue derecho a los asuntos que más directamente afectan a la
enorme mayoría de los habitantes del planeta. Aunque bien sabemos que algunos
de los temas, que allí planteó Francisco, no son precisamente los que mejor
suenan en los oídos de muchos de los legisladores que allí escucharon al Papa.
"Si es verdad que la política debe servir a la persona humana,
no puede ser esclava de la economía y de las finanzas”, dijo el obispo de
Roma ante un Congreso en el que la mayoría de sus miembros son millonarios al
servicio de los intereses turbios e inconfesables de los mercados. Si a esto
sumamos la condena inapelable del tráfico de armamentos, de las guerras, el
pronunciamiento en contra de la pena de muerte, y la solidaridad con los pobres
de este mundo, todo esto debió sonar en el Congreso de Estados Unidos como,
hace años, sonaron en toda América los discursos proféticos de Martin Luther
King.
Dicho esto, vengo a lo que quiero destacar en esta reflexión. ¿Qué
teología maneja el papa Bergoglio? Esta pregunta es comprensible. Porque, como
es sabido, son muchos los que, en los ambientes eclesiásticos, echan de menos
la sapiencia teológica que manejaba el papa anterior, Benedicto XVI. Cuya
presencia distinguida y su lenguaje cuidado de sabio alemán contrastan con la
imprevisible y – para algunos – desgarbada figura de Francisco. Del que ya ha
quedado patente para todo el mundo que se maneja mejor entre la gente sencilla
de la calle que entre distinguidos y selectos estudiosos de los más refinados
saberes.
¿Es por esto Francisco menos teólogo que Ratzinger? No lo es menos. Ni
tampoco lo es más. Es distinto. Aquí vendrá bien recordar que, en el Nuevo
Testamento, se advierte que hay dos formas de hacer teología. Está, por una
parte, la "teología especulativa”, de Pablo. Y está, en otro contexto, la
"teología narrativa” de los evangelios. O sea, la especulación ideológica,
más propia de la cultura helenista (propia de Pablo), y el relato histórico,
característico de la tradición bíblica.
¿No se podría decir que Ratzinger ser mueve como pez en el agua
manejando la teología especulativa, mientras que Bergoglio se encuentra en su
ambiente cuando desciende de las alturas, de la especulación del "ser”, a
lo concreto y tangible del "acontecer”?
Es evidente que el pensamiento especulativo seduce a determinadas
mentalidades por su profundidad y su capacidad analítica. Pero no es menos
cierto que, a la hora de la verdad, lo que decide la felicidad o la desgracia
de la gente no es la profundidad de la cabeza pensante, sino la evidencia
patente de lo que sucede, lo que nos pasa cada día, lo que nos hace felices o
desdichados.
Lo que ha sucedido en la Iglesia es que, con el paso del tiempo, cuando
la teología quedó sistematizada y se organizó en tratados (lo que todavía se
sigue estudiando en los seminarios y enseñando en los catecismos), la teología
especulativa de Pablo resultó más determinante que la teología narrativa de los
evangelios. Y así – por poner un ejemplo -, a la gente se le enseña más la
"religión de redención”, que predicó Pablo (G. Bornkamm), y se le enseña
quizá menos la "memoria peligrosa y subversiva” (J. B. Metz) de Jesús.
Por suerte, el papa Francisco no se cansa de repetir que tenemos que
recuperar el Evangelio, que tenemos que leerlo, meditarlo, entenderlo,
llevarlo en el bolsillo. Si no hacemos esto, y si esto no se hace vida en
nosotros, caemos sin más remedio en el cristianismo de la mentira y el engaño.
Lo diré con claridad y en pocas palabras. Si Francisco se queda en la
especulación de los pensadores teológicos más excelsos, es seguro que hoy no se
comentaría en casi todos los medios de comunicación lo que los congresistas de
USA han tenido que escuchar allí, en su grandioso Capitolio. Si lo han
tenido que oír, sin duda alguna es porque el Papa que tenemos lleva consigo,
incorporado en su vida, el "recuerdo peligroso” de Jesús.
Por eso ha tirado de la "parresía” necesaria, para decirles en su
cara, a los hombres más poderosos del mundo, que tienen que organizar las cosas
de otra manera.
No se puede soportar que unos pocos naden en todas las abundancias, al
tiempo que la inmensa mayoría de la humanidad se ahoga, se muere, entre gritos
de desesperación.