"Ya va siendo hora de que la humanidad sea
adulta y empiece a decidir qué cosas no puede hacer"
Entrevista a Juan
Luis Arsuaga
Por Leire Ventas
/ 06-05-2020
Juan Luis Arsuaga, paleontólogo español, premio
Príncipe de Asturias y uno de los mayores expertos del mundo en la evolución de
nuestra especie, se alarma ante la expansión cual virus del
"pensamiento mágico", advierte sobre los peligros de sustituir a Dios
con la ciencia y llama a utilizar la razón para solucionar los problemas que
plantea la pandemia.
Lo que sigue es un extracto del diálogo que mantuvo
con BBC Mundo el catedrático, también codirector del yacimiento de Atapuerca y
director científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos, desde su
confinamiento en Madrid.
Es paleontólogo y, como usted mismo la define, su
profesión consiste en estudiar el pasado, el pasado de la evolución, la
historia de la vida. ¿Cómo encaja esto que estamos viviendo en esa historia?
La vida es una
crisis permanente. Muchas veces se pregunta: "¿Qué es lo que causa la
extinción de las especies?". Pero la pregunta está mal formulada. La
pregunta es: "¿Qué es lo que hace que las especies no se extingan?",
porque todas las especies están siempre al borde de la extinción. Unas son más
resilientes que otras, pero un mundo estable, tal y como se concibe la
estabilidad, no es real. El mundo está en permanente inestabilidad.
Esto nos ha pillado en un momento en el que
estábamos convencidos de que podíamos controlar nuestro futuro, tal vez hasta
dirigir la evolución, cambiar su curso. ¿Nos pone en nuestro sitio como
especie?
Eso me suena a
curas, a predicadores. Ya solo falta que nos digan que nos lo merecemos, que es
un castigo de la naturaleza.
Toda la predicación
bíblica que está aflorando ahora me parece lo más grave de esta epidemia. Es la
vuelta de los charlatanes, del pensamiento mágico, algo que pensábamos que de
verdad había desaparecido. "Arrepentíos", solo les falta decirles.
"Es el último aviso". Nadie había pensado que se habían acabado las
epidemias. Tal es así, que hay una especialidad médica dedicada a ellas: la
epidemiología. Hay que utilizar el pensamiento racional para solucionar los
problemas.
Me refería a si esto nos ha recordado que somos
animales, que nos pone en nuestro sitio, a la par de otras especies animales.
¡Nos recuerda que
volamos en Ryanair! Lo que nos ha pasado es que viajamos en Ryanair, con el
señor de la derecha tosiendo y el de detrás también, hacinados… ¿así cómo no
van a extenderse los virus?
Pero la solución no
es un predicador, (que nos advierta que) "es el último aviso,
pecadores". La solución pasa por (preguntarnos) cómo lo hacemos. ¿Cómo
hacemos para que haya un vuelo barato de Madrid a Londres, en el que no
viajemos hacinados y con el que no quememos combustible fósil?
La pregunta es, entonces: ¿a qué renunciamos?
Esto nos tiene que
llevar a una solución técnica. Vivimos en un mundo diferente, y nos estamos
viendo con problemas diferentes. Pero esto no tiene nada de particular. Vivir
es estar permanentemente a punto de morir. La vida de las sociedades, de los
ecosistemas, de cualquier sistema, en realidad, es un equilibrio dinámico.
Consiste en que le quitas un pilar y no se cae.
La definición de
vida más acertada que yo conozco es una de Karl Popper: All life is problem solving. Los minerales no tienen
problemas, los muertos tampoco. Es la vida: resolver problemas.
Usted ha dicho que no hay que pensar en esto como
un gran cambio histórico, que los grandes cambios históricos son el resultado
de una concatenación de crisis. Pero ¿qué pasa si esta es la primera de una
serie de crisis?
Depende de la
recurrencia. Todas las catástrofes tienen una recurrencia. Así, si construyes
un paseo marítimo pegado al borde del mar, sabes que cada 10 años va a ser
destruido por las olas y que vas a tener que reconstruirlo. Y luego hay
fenómenos todavía más catastróficos con recurrencias de 100 años o 500 años.
Entonces ¿qué se puede hacer? Si yo viviera en una zona sísmica, construiría
edificios antisísmicos.
¿Y qué pasa si la concatenación es de crisis de
distinta naturaleza? Como ahora, que a la sanitaria le seguirá la económica…
Pues que puede
acabar con una civilización entera. Así pasó con el Imperio romano. La salud de
una sociedad está en su capacidad de reponerse, de recuperarse de las crisis.
Pasa como con la salud de un individuo. Tú te puedes morir de una gripe. Tu
sistema inmunitario se pone a prueba cada día del año. Entonces, en función de
cuál sea tu capacidad de superar una crisis, vivirás más o menos.
En el caso del
Imperio romano, se le fue juntando todo. Me refiero al de Occidente, porque hay
que recordar que el Imperio romano de Oriente siguió hasta el siglo XV. El
Imperio romano de Occidente tenía muchas crisis: económicas, políticas,
sociales, de recursos naturales, climáticas… y, claro, las olas venían
demasiado seguidas y no le daba tiempo de reponerse de una para enfrentar la
siguiente.
(También está el
ejemplo de cuándo) Irlanda vivía de la patata. Cuando se produjo la crisis del
escarabajo de la patata, murieron cientos de miles de irlandeses de hambre. Un
escarabajo mató a un gran porcentaje de la población y el resto emigró a
América. ¡Un escarabajo que afectaba a la patata! Este tipo de crisis se puede
producir y, cuando lo hace, destruye una sociedad por completo. Sería absurdo
negar esta posibilidad.
Ahora ¿qué es lo que
tenemos que hacer? Pues que no haya otra pandemia como esta, porque no podemos
confinarnos todos los años. No hay economía que resista un confinamiento cada
año. En consecuencia, tendremos que aprender.
Que no haya otra pandemia no es lo que prevén los
epidemiólogos…
Bueno, epidemias va
a haber, por eso hay epidemiólogos. Lo mismo que hay bomberos, porque va a
haber fuegos. ¿Pero te imaginas que haya ahora en Londres un incendio como
aquel que (en 1666) destruyó la ciudad entera? No ha vuelto a ocurrir.
Epidemias habrá, pero si son de esta envergadura y cada tres años, acabarán por
completo con nuestro mundo.
Usted dice que los charlatanes han vuelto a la
palestra. Pero los científicos también. Quizá no se les haya escuchado nunca
como en estos días.
Eso esperemos, pero
ahora vamos a ver si esto es lo de Santa Bárbara y los truenos o no. Muchos me
preguntan "¿y? ¿hemos aprendido la lección?". Pues lo vamos a ver en
seguida. En España lo vamos a saber en tres meses, en los próximos Presupuestos
Generales del Estado. Si seguimos siendo igual de rácanos (en la parte
destinada a la ciencia, la investigación, la salud y la educación), pues no, no
habremos aprendido.
"Ha llegado la hora de que la humanidad sea
adulta", ha dicho. ¿A qué se refiere?
Es que ya va siendo
hora de que sea adulta y empiece a decidir qué cosas no puede hacer. Es de
nuevo lo del pensamiento mágico, que tiene una ventaja: papá y mamá se ocupan
de todo, aunque a veces nos castigan, pero es por nuestro bien. Nos mandan una
epidemia para que aprendamos quién manda aquí. Pero aquí ya no hay papá y mamá.
Y eso sirve para el clima, para la destrucción de los recursos marinos… vale
para todo. A mí, de todas maneras, lo que me preocupa es que ha aparecido otro
tipo de religión: la religión de la ciencia.
Eso parece una contradicción.
Yo no quiero una
religión de las ciencias, no me interesa, pero cada día lo veo más. Por
ejemplo, en una conferencia digo: "Tenemos un problema con la energía,
porque cada generación consume el doble o el triple de energía que la anterior.
A eso se le llama una progresión geométrica y nos lleva al abismo".
Entonces siempre hay uno que se levanta y dice: "No, pero la ciencia lo va
a solucionar". ¡Eso es un pensamiento religioso! Pensar que la ciencia va
a sustituir a Dios es pensamiento mágico. No tenemos ninguna fuente de energía
barata. "El Sol", me dicen. Sí, pero no se puede acumular.
A la ciencia ahora
de pronto se le atribuyen las cualidades de la religión, incluyendo la
inmortalidad. Es decir, vamos a tener energía limpia, de todo, gratis, y además
vamos a ser inmortales. ¿Y quién lo va a hacer? "La ciencia". Eso es
pensamiento mágico. Lo que la ciencia dice, en realidad, es: "Si no
quieres tener cáncer de pulmón, no fumes". No te dice: "Tú fuma, que
yo ya voy a encontrar la forma de evitar el cáncer de pulmón" o "tú
come muchas grasas, que yo te voy a solucionar el problema de la arterioesclerosis".
No, te dice: "No comas grasas y no fumes, porque te vas a enfermar". La
verdadera ciencia te pone frente a tus limitaciones y hay que renunciar.
¿Pero quién decide a qué se renuncia y quién lo
tiene que hacer?
Por ejemplo, en
Madrid, dentro de toda esta tragedia, ha surgido una discusión interesante.
Para poder reabrir las cafeterías, hay que distanciar a la gente. "Para
eso necesitamos toda la acera", dicen los dueños. "Como vamos a tener
menos clientes, necesitamos más espacio". "Un momento ¿nos van a
quitar toda la acera? La acera es nuestra", dicen los vecinos.
Consecuencia: habrá que organizarlo. No todo el mundo puede tener lo que
quiere. Es decir, no van a poder ocupar toda la acera, pero tienen el derecho a
recuperarse económicamente. Es un ejemplo, pero se llama armonización social y
lo hace la política, en el sentido más noble de la palabra. Y ahora hay mucho
espacio para la política.
Tú dices que es la
hora de la ciencia y yo digo que lo es de la política.
La política tiene
que ordenar y organizar los múltiples intereses en conflicto, no la ciencia. La
ciencia no debe decir cómo se tienen que organizar las residencias de ancianos.
Ahora tendrá que ver la sociedad, a través de sus representantes, cómo lo
organiza todo y cómo hace compatibles el turismo, la economía, los viajes, los
derechos de las personas.
Sobre el impacto de la pandemia en la historia,
otros expertos coinciden en que más que remodelarla, la acelerará. ¿Qué opina
usted de esto?
Me parece de lo más
inteligente. Esta pandemia es hija de esta sociedad. No se habría podido dar en
otra época. Es impensable fuera de nuestra sociedad, nuestro mundo, pertenece a
él. Pero habría que preguntar por ejemplos. No hay teoría que resista los
ejemplos. Lo que va a desaparecer es algo que ya estaba desapareciendo. Habría
acelerado la desaparición de algo que ya estaba ocurriendo. Por lo tanto,
podría pasar con el cine, pero no con el turismo. No es que los viajes
estuvieran en decadencia y que esto sea la puntilla.
Hablar de futuro con un paleontólogo parece una
paradoja…
Para nada. La gente
me suele preguntar cómo va a ser el futuro, pero es que yo sé cómo va a ser.
Soy el único profeta de verdad (ríe). Viviremos todos en ciudades de 14
millones de habitantes, prácticamente toda la humanidad. Hay una tendencia
hacia la globalización y la vida en grandes conurbaciones. ¿Cómo será la vida
en México dentro de 150 años? Pues toda la gente vivirá en Ciudad de México.
A día de hoy, de los
56 millones de habitantes que tiene Inglaterra, unos 9 millones viven el gran
Londres, la zona conurbada. Casi el 20%, se dice pronto. Ese es el futuro. Pero
¿por qué será posible que casi toda Inglaterra viva en Londres? Por las
conexiones. Eso va a ser el mundo: grandes núcleos urbanos, muy bien comunicados
entre sí. Esto es, un escenario perfecto para el coronavirus.
Y no van a ser las
enfermedades como ésta el único problema. Va a haber problemas de contaminación
ambiental, de energía, de seguridad, de desequilibrios… Pero es lo que hay. Y
ahí, te puedes imaginar dos futuros posibles: uno tipo Blade Runner, una cosa horrible, o uno maravilloso, con
zonas verdes, jardines, sin contaminación, gente en transporte público… Puedes
imaginar un Londres horrible o uno delicioso. Yo creo que deberíamos apostar
por el delicioso.
Veo que es usted un optimista.
Es que el pesimista
no hace nada. Es un egoísta que se justifica. Un egoísta que utiliza el
pesimismo como coartada para no hacer nada. El optimista es el que cambia las
cosas. El pesimista no cambia nada. El predicador tampoco.