Marie
Solis
La
activista e investigadora social canadiense Naomi
Klein explica cómo los
gobiernos y la élite mundial intentarán explotarán la pandemia.
El coronavirus es oficialmente una pandemia mundial que hasta ahora ha infectado 10 veces más
personas que el Síndrome respiratorio agudo grave (SARS). Las escuelas, los sistemas universitarios,
los museos y los teatros de los Estados Unidos están cerrando, y pronto,
ciudades enteras también lo harán. Los expertos advierten que algunas personas
que sospechan que pueden estar enfermas con el virus en Estados Unidos, siguen
con sus rutinas diarias, ya sea porque sus trabajos no proporcionan tiempo
libre remunerado debido a fallas sistémicas en el sistema de salud americano
privatizado.
La mayoría
de los ciudadanos norteamericanos no están exactamente seguros de qué hacer o a
quién escuchar. El presidente Donald Trump ha contradicho las recomendaciones
de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, y estos
mensajes contradictorios han reducido nuestra ventana de tiempo para mitigar el
daño del virus altamente contagioso.
Estas son
las condiciones perfectas para que los gobiernos y la élite global implementen
agendas políticas que de otra manera se encontrarían con gran oposición si no
estuviéramos todos tan desorientados. Esta cadena de acontecimientos no es
exclusiva de la crisis desencadenada por el coronavirus; es el proyecto que los
políticos y los gobiernos han estado siguiendo durante décadas conocido como la
“doctrina del shock”, un
término acuñado por la activista y autora Naomi Klein en un libro de 2007 con
el mismo nombre.
La
historia es una crónica de las “conmociones” -las conmociones de las guerras,
los desastres naturales y las crisis económicas- y sus consecuencias. Esas
secuelas se caracterizan por un “capitalismo de desastre”, es decir,
“soluciones” calculadas y de libre mercado a las crisis que explotan y agravan
las desigualdades existentes.
Klein
dice que ya estamos viendo el capitalismo de desastre en el escenario nacional:
en respuesta al coronavirus, Trump ha propuesto un paquete de estímulo de
700.000 millones de dólares que incluiría recortes en los impuestos sobre las
nóminas (que devastarían la Seguridad Social) y proporcionaría asistencia a las
industrias que perderán negocios como resultado de la pandemia.
“No lo
hacen porque creen que es la manera más eficaz de aliviar el sufrimiento
durante una pandemia; tienen estas ideas por ahí que ahora ven una oportunidad
para ponerlas en práctica”, dijo Klein.
Vice habló con Klein sobre cómo el “shock” del coronavirus está dando paso
a la cadena de eventos que describió hace más de una década en La
Doctrina del Shock.
Aunque comparto mucho con Naomi
Klein... no soy fan de sus análisis sobre la realidad social, económica y
política. Me resultan demasiado en blanco y negro, demasiado simplistas y casi
conspirativos. Agrego una serie de comentarios en rojo a su entrevista.
Empecemos
con lo básico. ¿Qué es el capitalismo del desastre? ¿Cuál es su relación con la
“doctrina del shock”?
La forma en que defino el “capitalismo de
desastre” es muy sencilla: Describe la forma en que las industrias privadas surgen para beneficiarse
directamente de las crisis a gran escala.
No, las industrias privadas no “surgen
para eso”, surgen por muchas razones distintas y claro que quieren maximizar
sus ganancias y, por supuesto, intentarán aprovechar cualquier crisis – o
cualquier situación – para maximizar su rentabilidad. Una cosa es entender la
lógica del capitalismo y cómo intenta sacar provecho a las situaciones
existentes – sean o no crisis – y otra es exagerar esa lógica hacia un enfoque
conspirativo: “surgen para beneficiarse de las crisis”
La especulación de los desastres y de la guerra
no es un concepto nuevo, pero realmente se profundizó bajo la administración
Bush después del 11 de septiembre, cuando la administración declaró este tipo
de crisis de seguridad interminable, y simultáneamente la privatizó y la
externalizó – esto incluyó el estado de seguridad nacional y privatizado, así
como la invasión y ocupación [privatizada] de Irak y Afganistán.
La
“doctrina del shock” es la estrategia política de utilizar las crisis a gran
escala para impulsar políticas que sistemáticamente profundizan la desigualdad,
enriquecen a las elites y debilitan a todos los demás. En momentos de crisis,
la gente tiende a centrarse en las emergencias diarias de sobrevivir a esa
crisis, sea cual sea, y tiende a confiar demasiado en los que están en el
poder. Quitamos un poco los ojos de la pelota en momentos de crisis. Esto es mucho más antiguo y no solo es propio del
capitalismo, las guerras o las crisis suelen ser aprovechadas por algún grupo o
sector, que las utiliza para consolidar sus intereses. Lógicamente, si vivimos
en sociedades capitalistas, habrá una forma propia del capital de intentar
aprovechar tales crisis. No hace falta ponerle un nombre nuevo: “doctrina del
shock”.
¿De dónde
viene esa estrategia política? ¿Cómo rastrea su historia en la política
norteamericana?
La estrategia de la doctrina del shock fue una
respuesta al programa del New Deal por parte de Milton
Friedman. Este economista neoliberal pensaba que todo había salido mal
en USA bajo el New Deal: Como respuesta a la Gran Depresión y al Dust Bowl,
un gobierno mucho más activo surgió en el país, que hizo su misión resolver
directamente la crisis económica de la época creando empleo en el gobierno y
ofreciendo ayuda directa. A mí Friedman me parece
un tipo detestable, pero no es el creador de la doctrina del shock.
Efectivamente, los economistas conservadores y, sobre todo, los más cercanos al
partido Republicano, tenían largo tiempo de querer ofrecer una alternativa no
solo al New Deal de Roosevelt, ya muy lejano, sino a las políticas de la Great
Society consolidadas por Kennedy y Lyndon Johnson. Esto empieza a tomar forma
desde el triunfo de Nixon, frenado por su renuncia por Watergate, y finalmente
logra convertirse en la visión dominante de la política en USA con el triunfo
de Ronald Reagan, el mejor propagandista de esta visión neo-liberal y que
trabajaba con un nuevo sector, conocido como los neo-cons, varios think-tanks
financiados por billonarios como los hermanos Koch y dedicados a construir una
narrativa que recuperara y volviera popular la visión conservadora-gringa, con
el apoyo, claro, de economistas como Friedman, Laffer y otros. Imposible no mencionar a Margaret Thatcher al
otro lado del Atlántico, mucho más sólida que Reagan y que frenó el proyecto
laborista socialdemócrata en el Reino Unido para imponer una agenda neoliberal
y anti-trabajadora, anti-estatal.
Si usted es un economista de libre mercado,
entiende que cuando los mercados fallan, se presta a un cambio progresivo mucho
más orgánico que el tipo de políticas desreguladoras que favorecen a las
grandes corporaciones. Así que la doctrina del shock fue desarrollada como una
forma de prevenir que las crisis den paso a momentos orgánicos en los que las
políticas progresistas emergen. La crisis de los
años 70 fue el terreno fértil para liquidar el proyecto socialdemócrata y keynesiano,
de fuerte intervención estatal y solidario, sustituyéndolo por el modelo
neoliberal. Se inició con Nixon y la devaluación del dólar en 1971. Pero no fue
una crisis “planeada para provocar estos cambios”... sino que esa crisis fue
bien aprovechada para deslegitimar el balance político previo y las políticas
progresistas. Las elites políticas y económicas entienden que los
momentos de crisis son su oportunidad para impulsar su lista de deseos de
políticas impopulares que polarizan aún más la riqueza en este país y en todo
el mundo.
En este
momento tenemos múltiples crisis en curso: una pandemia, la falta de
infraestructura para manejarla y el colapso del mercado de valores. ¿Puede
esbozar cómo encaja cada uno de estos componentes en el esquema que esboza en
La Doctrina del Shock?
El shock
es realmente el propio virus. Y ha sido manejado de una manera que maximiza la
confusión y minimiza la protección. No creo que eso sea una conspiración, en efecto, no lo es, es sólo la forma en que el
gobierno de los EE.UU. y Trump han manejado -completamente mal- esta crisis. Pero no nos podemos quedar en Trump. La crisis se manejó
muy mal en sus primeros días en China, aunque luego reaccionaron rápido y bien.
Se está manejando vergonzosamente mal en países como México, Brasil o
Nicaragua, que prácticamente niegan la crisis e invitan a la gente a abrazarse
y marchar juntos ¿dirá Naomi Klein que esto es parte de la respuesta
neoliberal? No, no lo es. La crisis se manejó muy mal en países como Italia o
España – y no mucho mejor en Alemania y Francia – en las primeras fases, aunque
luego reaccionaron, pero ya con mucho contagio. Tampoco aquí se trata de una
conspiración neoliberal o capitalista. Esa idea podría ajustarse mejor a lo
ocurrido en el Reino Unido donde, con argumentos muy cuestionables, parecidos a
los de Trump, se confiaron en que superarían la crisis “normalmente” mediante
la inmunidad de los contagiados y dando prioridad a no dañar el buen
funcionamiento de la economía. Ya el Reino Unido está dando marcha atrás,
cuando vieron lo absurdo de su posición, incluso desde una óptica capitalista. Trump hasta ahora ha tratado esto no
como una crisis de salud pública sino como una crisis de percepción, y un
problema potencial para su reelección. En el caso
de Trump, yo tampoco vería la conspiración capitalista... sino más bien la
coyuntura particular de Trump, que enfrenta unas elecciones en noviembre, eso,
mucho más que el interés estructural de los capitalistas, explica la reacción
de Trump.
Dicho todo eso, por supuesto que
habrá muchos intentos por parte de “el capital” en sus distintas formas para
lucrar con la crisis y para utilizarla – como sugiere Klein – para impulsar
reformas que consoliden su poder económico, como sería el debilitamiento de la
seguridad social.
Sin embargo, a mí me parece que
esta crisis más bien podría tener un impacto contrario: la mayoría de los
países, aún con gobiernos conservadores como Italia, Alemania y Francia, están
revalorizando el papel del Welfare State, del Estado social como pieza clave
para enfrentar este tipo de crisis en las que el libre mercado se queda tan
corto.
Así que Klein tiene en parte
razón, aunque no me atrae su “doctrina del shock” como si fuera algo nuevo, pues
más bien se trata de un ejemplo típico del funcionamiento de la economía
política: cada sector trata de aprovechar las crisis no solo para obtener
ganancias de corto plazo, sino para mover el balance de poder a favor de sus
intereses. Eso siempre ha sido así, y fue así en la crisis financiera del 2008
(o en la de principios de los 80), y en ambas se fortaleció la agenda del
capital financiero global. Uno de los resultados ha sido el enorme aumento de
la desigualdad en esos países.
Pero Klein no tiene razón en
creer que “siempre es así”. En el caso de la pandemia actual, claro que el
capital tratará de aprovecharla... pero esto ocurre precisamente cuando se han
acumulado muchas tensiones y descontento en todo el mundo por la creciente
desigualdad. No quiero decir con esto que la crisis será positiva, sino que
habrá un enfrentamiento de posiciones mucho menos unilateral que en los 80 o en
el 2008, donde la visión neoliberal fue tan hegemónica. Hoy, los intereses del
capital y las propuestas “privatizadoras” chocarán con sociedades que, ante el
contagio y la debilidad de las salidas “de mercado”, más bien revalorizarán la
solidaridad y la importancia de instituciones públicas sólidas y solidarias.
No sabemos cómo se resolverá
esto. Podría salir todo mal y fortalecerse los liderazgos fascistoides y
populistas (de derecha o de izquierda), como sería en el caso de Trump, de
Bolsonaro, de AMLO, de Duterte, de Bukele... y no sé si le queda mucha cuerda a
otros como Maduro y Ortega. Pero también podemos ver en algunos países europeos
o en otros como Chile, el agotamiento del discurso neoliberal y la urgente
necesidad de fortalecer las políticas públicas de seguridad social, la
educación pública, la salud pública... y de retomar las políticas de
redistribución del ingreso.
No tengo idea de cuál va a ser el
resultado o la forma en que se supere esta crisis, pero la visión
pesimista-determinista de Klein se me queda corta (y luego su optimismo final,
más adelante, me parece ingenuo). Tampoco quiero pecar yo de optimista, porque
el poder del capital es hoy por hoy más grande que en ningún otro momento y va
desde el capital financiero hasta el digital... pasando por las industrias de
la enfermedad.
Es el peor de los casos, especialmente
combinado con el hecho de que los EE.UU. no tienen un programa nacional de
salud y sus protecciones para los trabajadores son muy malas (N.T: por ej. la
ley no instituye el pago por enfermedad). Esta combinación de fuerzas ha
provocado un shock máximo. Va a ser explotado para rescatar a las industrias
que están en el corazón de las crisis más extremas que enfrentamos, como la
crisis climática: la industria de las aerolíneas, la industria del gas y el
petróleo, la industria de los cruceros, quieren apuntalar todo esto.
Ese “peor de los casos” que
respresenta USA, tiene otra posibilidad: que el coronavirus sea la piedra que
derrumba la presidencia de Trump y abra un espacio para que los demócratas
retomen una visión más centro-izquierda en USA, lo que se ha reflejado en la
gran cantidad de candidatos progresistas y el movimiento de Sanders ha tenido
muchísimo apoyo que, aunque no gane, será una fuerza política indispensable
para los demócratas.
¿Cómo
hemos visto esto antes?
En La Doctrina del Shock hablo de cómo sucedió
esto después del huracán Katrina. Grupos de expertos de Washington como la
Fundación Heritage se reunieron y crearon una lista de soluciones “pro mercado
libre” para el Katrina. Podemos estar seguros de que exactamente el mismo tipo
de reuniones ocurrirán ahora, de hecho, la persona que presidió el grupo de
Katrina fue Mike Pence (N.T: el que ahora preside el tema del Coronavirus). En
2008, se vio esta jugada en el rescate de los bancos, donde los países les
dieron cheques en blanco, que finalmente sumaron muchos billones de dólares.
Pero el costo real de eso vino finalmente en la forma de programas extensivos
de austeridad económica [más tarde recortes a los servicios sociales]. Así que
no se trata sólo de lo que está sucediendo ahora, sino de cómo lo van a pagar
en el futuro cuando se venza la factura de todo esto.
¿Hay algo
que la gente pueda hacer para mitigar el daño del capitalismo de desastre que
ya estamos viendo en la respuesta al coronavirus? ¿Estamos en mejor o peor
posición que durante el huracán Katrina o la última recesión mundial?
Cuando somos probados por la crisis, o
retrocedemos y nos desmoronamos, o crecemos, y encontramos reservas de fuerzas
y compasión que no sabíamos que éramos capaces de tener. Esta será una de esas
pruebas. La razón por la que tengo cierta esperanza de que podamos elegir
evolucionar es que -a diferencia de lo que ocurría en 2008- tenemos una
alternativa política tan real que propone un tipo de respuesta diferente a la
crisis que llega a las causas fundamentales de nuestra vulnerabilidad, y un
movimiento político más amplio que la apoya (N.T: Naomi Klein apoya a Bernie
Sanders en las internas americanas). De acuerdo,
aunque no creo que ocurra lo que ella cree, no creo que gane Sanders ni que
haya una “revolución socialista” en USA... me suena ingenuo; pero sí es
factible un giro hacia un capitalismo más inclusivo, como en tiempos de
Roosevelt y de Johnson. Y hay que tener cuidado con los símiles, porque hoy el
mundo es mucho más global y ni siquiera un país como USA puede verse
indepenientemente de lo que pase en el resto del mundo, habrá que ver.
De esto se ha tratado todo el trabajo en torno
al Green New Deal: prepararse para un momento como este. No podemos perder el
coraje; tenemos que luchar más que nunca por la atención sanitaria universal,
la atención infantil universal, la baja por enfermedad remunerada, todo está
íntimamente relacionado. De acuerdo, propuestas
como el Green New Deal son vitales para mover el balance de poder y la visión
de futuro de los ciudadanos y los sectores sociales y políticos, aunque el
resultado final no sea exactamente el Green New Deal.
Si
nuestros gobiernos y la élite mundial van a explotar esta crisis para sus
propios fines, ¿qué puede hacer la gente para cuidarse unos a otros?
“Yo me ocuparé de mí y de los míos, podemos
conseguir el mejor seguro privado de salud que haya, y si no lo tienes es
probablemente tu culpa, no es mi problema”: Esto es lo que este tipo de
economía de ganadores pone en nuestros cerebros. Lo que un momento de crisis
como este revela es nuestra interrelación entre nosotros. Estamos viendo en
tiempo real que estamos mucho más interconectados unos con otros de lo que
nuestro brutal sistema económico nos hace creer.
Podríamos pensar que estaremos seguros si
tenemos una buena atención médica, pero si la persona que hace nuestra comida,
o entrega nuestra comida, o empaca nuestras cajas no tiene atención médica y no
puede permitirse el lujo de ser examinada, y mucho menos quedarse en casa
porque no tiene licencia por enfermedad pagada, no estaremos seguros. Si no nos
cuidamos los unos a los otros, ninguno de nosotros estará seguro. Estamos
atrapados.
Hay una gran diferencia entre el
capitalismo anglo-sajón, que es bastante como lo describe Klein, y los
capitalismos europeos (con sus variantes) que han entendido mejor eso que ella
menciona: aún cuando predominen los intereses del capital, hay un pacto social
mucho más interesante y balanceado que en los países anglosajones: son
sociedades menos desiguales, con mucho más impuestos y más peso del Estado en
la sociedad, con una visión de la seguridad social mucho más inclusiva y con
una visión de la política mucho menos maniquea. Hasta las derechas europeas
parecen de izquierda en Estados Unidos.
Más bien el dilema que enfrenta
un mundo globalizado es, precisamente, cuál será el modelo de capitalismo que
predomine. Por un lado, está el capitalismo salvaje tipo Friedman, muy típico
del modelo neoliberal anglosajón que surge con Reagan y Thatcher y que llega a
su peor caricatura con Trump y Boris Johnson (y que en el “tercer mundo” tiene
también sus ejemplares, en los ochentas eran los Pinochets, hoy son los
Bolsonaros).
Por otro lado... ¿por otro lado?
¡Ésa es la gran pregunta! ¿Qué habrá “por otro lado”? Es el reto enorme del
centro izquierda en el mundo: de las socialdemocracias, del socialcristianismo
progresista, de los movimientos socialistas que necesitan recuperar el
socialismo de lo que ha sido el brutal “socialismo real” (desde la URSS y China
hasta Cuba o Venezuela).
Y todo esto dependerá de cómo se
arme el rompecabezas de los grandes temas: temas de justicia social, temas cada
vez más críticos de sostenibilidad ambiental, temas de derechos humanos... pero
también temas de libertad humana y de democracia. Yo no creo que se puedan
resolver bien unos... y mal otros. ¿Cómo resolverán estos dilemas las nuevas
generaciones?
Vemos en tiempo real que estamos mucho más
interconectados unos con otros de lo que nuestro brutal sistema económico nos
hace creer
Diferentes formas de organizar la sociedad
promueven o refuerzan diferentes partes de nosotros mismos. Si estás en un
sistema que sabes que no cuida de la gente y no distribuye los recursos de
forma equitativa, entonces la parte que acapara de ti se reforzará. Así que ten
en cuenta eso y piensa en cómo, en lugar de acaparar y pensar en cómo puedes
cuidarte a ti mismo y a tu familia, puedes hacer un cambio y pensar en cómo
compartir con tus vecinos y ayudar a las personas que son más vulnerables.
Finalmente, y en línea
con el cierre de Klein, sí creo que esta pandemia obligará a los gobiernos
a replantearse sus sistemas de salud porque si no somos mas solidarios, si
no contamos con sistemas de salud pública más sólidos e inclusivos, sobre todo
en sociedades desiguales como las nuestras, al final las pandemias resultarán
en muchos más muertos... sin importar su capital o sus ingresos. A juzgar
por los famosos y los gobernantes infectados, estos virus resultan
particularmente democráticos, y tal vez ese temor sirva para que tomemos
medidas, también, más democráticas. No quiero ser ingenuo, pero tampoco
terminar en una nota demasiado pesimista... porque el escenario está bien feo.