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Estados Unidos
encomienda a su encargado de negocios Bruce Williamson interferir en las
elecciones de Bolivia. En forma incomprensible, Evo invita a la OEA como
observadora. Irresponsablemente ésta, antes de los resultados oficiales,
denuncia sin fundamentos un “cambio inexplicable de tendencia”, de una vez hace
recomendaciones “de cara a una segunda vuelta” que no estaba planteada y ofrece
un “análisis de integridad electoral” para el 12 de noviembre, que no ha sido
entregado hasta hoy, seguramente porque no hay irregularidades que reseñar (El
pizarrón Opinión > La Razón – Editorial: En Bolivia falta el informe de la
OEA. 1-12-2012).
El infundado
pronunciamiento sirve de excusa para que el ministro de la Defensa “sugiera” a
Evo la renuncia. El 19 de noviembre, Prensa Latina recoge en la Paz acusaciones
“que responsabilizan a Estados Unidos de orquestar y financiar con pagos a
militares y policías, del golpe de Estado contra el gobierno de Evo Morales en
Bolivia. En ese encadenamiento de hechos, diversas fuentes aseguran que el
general Williams Kaliman, quien presionó a Evo Morales a renunciar a la
presidencia el pasado 10 de noviembre, fue remunerado por Estados Unidos con un
millón de dólares. Kaliman recibió ese monto de manos de Bruce Williamson,
encargado de negocios de la embajada estadounidense, mientras otros generales
recibieron la misma cantidad y varios jefes de policía fueron pagados con 500
mil cada uno”.(https://www.prensa-
latina.cu/index.php?o=rn&id=322108&SEO).
Tras haber
“sugerido” en forma amenazadora al Presidente Evo Morales que renunciara y
sacar al ejército a la calle para atacar al pueblo, Kaliman también se exilia,
como era de prever, en Estados Unidos. Policía y ejército reprimen salvajemente
a la población, no falta la dama que se autoproclama presidenta a pesar de que
su partido no junta más de tres diputados. Parece el clásico golpe de Estado de
derecha. Lo único que varía es el maquillaje para legitimar el crimen.
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He estado
varias veces en Bolivia; en una situación como la presente no tenemos más
instrumento que el análisis crítico de los medios para formarnos una idea de lo
que pasa. Las transnacionales de la información no sólo mienten, por momentos
festejan. Lo nuevo en este tumulto es que no falta quien recoja voces de
algunos movimientos étnicos que supuestamente se unen al coro imperial tratando
de deslegitimar al mandatario triunfador en las elecciones. Así, según reseña
el senador italiano Francesco Martone;
La antropóloga
feminista boliviana de origen aymara Silvia Rivera Cusicanqui lo dijo muy
claramente: Morales estaba en manos del «cholaje» anti-indio, militar,
machista, colonizado, brutal, irracional y ecocida. «Es solo la máscara del
indio y ha usurpado el valor simbólico de todas las luchas sociales». El mismo
tenor se encuentra en Mensaje de Nación Qhara Qhara a Evo Morales: «Señor
presidente, desde el fondo de nuestro corazón y con gran pesar te decimos: ¿dónde
te perdiste? Porque no vives dentro de los preceptos ancestrales que dice que
debemos respetar el muyu (círculo): solo una vez debemos gobernar. (…) Deja de
enviar indígenas como carne de cañón para el respaldo de tus intereses y de los
que te rodean, que ya no son los nuestros; deja de enviar matones a maltratar a
nuestra gente; deja que vivamos en nuestra ley; deja de hablar en nombre de los
indígenas que ya perdiste tu identidad» (http://www.other-news.info/noticias/2019/11/)/
El mismo
autor cita otros movimientos sociales que con el pretexto de criticar a Morales
se habrían colocado de hecho junto a quienes lo derrocan por la fuerza:
«¡Morales es un
presidente machista!», gritó María Galindo, artista y activista GLBQTI y
animadora del colectivo Mujeres Creando
y del Parlamento de Mujeres. Que se
tratase de un golpe de estado, dice Galindo, es solo parte de la realidad, el
problema es que Morales se ha convertido, como diría Frantz Fanon en su «piel
negra y máscara blanca», en un caudillo y una máscara al mismo tiempo. Morales
no dudó en alimentar el conflicto, que luego degeneró en una «fascistización
del proceso», que invisibilizó miles de jóvenes bolivianos y bolivianas, que
salieron a las calles, quizás por primera vez en sus vidas, para desafiar el
poder que Evo pensó que podría ser eterno. (http://www.other-news.info/noticias/2019/11/)
El brutal golpe
de Estado contra un presidente elegido por la mayoría de los sufragantes sería,
entonces, “sólo parte de la realidad”; habría una “fascistización del proceso”;
no se trataría de que ejército, policía y fundamentalistas blancos humillan y
asesinan indígenas; la cacería humana que los pistoleros desatan en Bolivia
consistiría en realidad en que hay “miles de jóvenes bolivianos y bolivianas,
que salieron a las calles, quizás por primera vez en sus vidas, para desafiar
el poder que Evo pensó que podría ser eterno”. ¿Miente el senador italiano
Martone? ¿Mienten los declarantes que él reseña? Simplemente transcribo
informaciones para someterlas a juicio del perplejo lector.
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Este conmovedor
esfuerzo por maquillar un golpe de Estado fascista presentándolo como hechura,
no de militares, policías, millonarios de derecha y funcionarios de la OEA sino
como inspiración de “miles de jóvenes” se descompone a medida que profundizamos
en los alegatos del mismo autor. En realidad, se trata, una vez más, de una
agresión contra un Estado nacional que dispone de sus recursos naturales, y del
enfrentamiento entre movimientos étnicos que reconocen dicha potestad soberana
al Estado y movimientos étnicos que se la niegan porque se consideran únicos
titulares de la misma en virtud de la concesión graciosa otorgada por
“académicos autorizados y activistas ambientales” extranjeros. Así, según el
mismo Martone: En algún momento las cartas cambian de color. Evo profundizó el
extractivismo. Solón renunció porque ya no podía defender esas políticas
extractivas. Moreno dividió la CIDOB (Confederación de Pueblos Indígenas de
Bolivia). Y eso provocó el aparecimiento y el enfrentamiento de la CIDOB
«auténtica» y la CIDOB «oficialista». Poco después, siempre relacionado con
TIPNIS, una delegación del Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza
-instancia de la sociedad civil organizada con jueces y juezas de todos los
continentes- realizó una visita de inspección para adquirir elementos
directamente de las comunidades afectadas. Esa delegación compuesta por
académicos autorizados y activistas ambientales, como parte de un tribunal
ético compuesto por personas de reconocida prestancia ética y profundos
conocedores de los Derechos de la Pachamama, fue intimidada por parte del
gobierno e inclusive estuvo secuestrada por cocaleros afines al régimen de
Morales. No hay duda que el objetivo de Morales al abrir ese camino era para
facilitar a los cocaleros la ampliación de sus actividades asegurándose su
apoyo político, al tiempo que abría la puerta a la explotación petrolera. (http://www.other-news.info/noticias/2019/11/)
El golpe no
sería entonces episodio de pistolerismo imperial, no: sólo ejecutaría los
benévolos deseos de un “Tribunal Internacional de Derechos de la Naturaleza”,
compuesto por extranjeros que debe decidir, en lugar del pueblo boliviano, a
quién pertenecen los recursos naturales del país.
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Veamos cómo
representan la destrucción del gobierno de Morales por una dictadura fascista
otros simpatizantes de movimientos étnicos, como Francisco Javier Velazco Páez.
Según Velazco, “El presidente boliviano, Evo Morales, acaba de renunciar luego
de que el jefe de las Fuerzas Armadas, el general Williams Kaliman, sugiriera
que dejara el poder luego de la votación presidencial del 20 de octubre que,
según observadores electorales, fue fraudulenta. La medida de Morales, quien
como jefe del sindicato de cocaleros lideró las protestas que derrocaron a
otros presidentes, se produjo cuando las fuerzas armadas se declararon
neutrales frente a tres semanas de manifestaciones cada vez más caóticas en
varias ciudades que dejaron un saldo de muertos, heridos y destrozos
materiales”. El lector informado sabe que los únicos “observadores electorales”
que objetaron la elección de Morales fueron los de la Organización de Estados
Americanos, con justicia motejada como Ministerio de Colonias de Estados
Unidos; que a pesar de este vínculo de dependencia, la OEA no declaró
fraudulenta la elección, sino que opinó que presentaba detalles “inusuales”;
que las fuerzas armadas no “se declararon neutrales”, pues exigir la renuncia
de un Presidente electo por el pueblo no es neutralidad, y menos reprimir por
la fuerza desnuda la protesta popular y aceptar y legitimar una nueva
presidenta votada por nadie. De tal manera un supuesto vocero de movimientos
indígenas califica de “fraudulenta” una elección cuya legitimidad fue
confirmada, primero, por los propios órganos soberanos electorales, y luego, por
análisis independientes. Legitima el ultimátum de un militar golpista,
invistiéndolo de “neutralidad”. Ni siquiera Augusto Pinochet tuvo defensores
tan entusiastas y mendaces.
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Examinemos
la explicación de Velazco Páez sobre el triunfo electoral de Evo en 2009 y su
posterior derrocamiento una década más tarde:
En ese
entonces, él invitó a los pueblos indígenas que comprenden la mayoría de la
población, sometida durante siglos a la exclusión, a reescribir el documento
político fundacional de la nación. El texto resultante le valió a ese sector
fundamental de la población un reconocimiento, una representación y una
autonomía sin precedentes, sacralizó la cosecha de coca como un patrimonio
nacional e incluyó un lenguaje con un fuerte matiz ambientalista. Aunque
escándalos de corrupción empañaron la imagen de su gobierno, su derrota en el
referéndum fue en buena parte debida a las críticas surgidas en el seno de la
alianza que lo llevó al poder, incluyendo a los propios pueblos indígenas que
jugaron un papel central en su elección.
Difícilmente
podría imaginarse más contundente requisitoria contra un movimiento
progresista. Entre los crímenes del Presidente depuesto estarían haber invitado
a los indígenas a que redactaran una constitución que “le valió a ese sector de
la población un reconocimiento, una representación y una autonomía sin
precedentes, sacralizó la cosecha de coca como un patrimonio nacional e incluyó
un lenguaje con un fuerte matiz ambientalista”. En agradecimiento, su derrota
en el referendo sobre la reeleción fue “debida a las críticas surgidas en el
seno de la alianza que lo llevó al poder, incluyendo a los propios pueblos
indígenas que jugaron un papel central en su elección”. En efecto –seguimos
citando a Velazco- “Algunos importantes grupos y líderes indígenas que habían
desempeñado un rol fundamental en la redacción de la nueva constitución y en la
promoción de la revolución política anunciada por Morales, se convirtieron en
sus críticos más sistemáticos y consistentes. Pese a que Morales continuó
contando durante un buen tiempo con el apoyo de más del 60% de la población,
sobre todo en áreas rurales, prominentes grupos de activistas indígenas
chocaron repetidas veces con el gobierno en torno a proyectos de desarrollo que
han afectado negativamente el ambiente y amenazado el modo de vida ancestral”. Según
este punto de vista, ni la injerencia imperial de Estados Unidos, ni la derecha
boliviana racista y fascista, ni el ejército golpista, ni la policía represora,
ni los medios difamatorios habrían tenido nada que ver con el derrocamiento del
Presidente electo. Los agentes del desastre habrían sido “prominentes grupos de
activistas indígenas” por medidas “que han afectado negativamente el ambiente y
amenazado el modo de vida ancestral”. Estos prominentes activistas se cuidaron
bien de no derrocar los gobiernos de derecha que durante décadas no les
otorgaron nada; en poco tiempo habrían demolido el gobierno de quien les
concedió todo ¿Qué representatividad tienen esos “prominentes grupos de activistas
indígenas”?
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Pues, siempre
según Velazco, “Los críticos organizaron marchas en contra del proyecto, que se
desplazaron hacia la ciudad capital de La Paz y que fueron reprimidas por la
policía, con saldo de numerosos manifestantes arrestados, hecho que generó un
clamor de protesta entre otros sectores sociales en muchas partes del país y
atrajo una no muy común atención internacional”. Las marchas entonces se
habrían movilizado contra Evo, no contra los capitalistas externos o internos,
ni contra el Imperio, ni contra los secesionistas, y como por casualidad
atrajeron “una no muy común atención internacional” que, durante siglos, había
permanecido ciega, sorda y muda ante los sufrimientos bolivianos.
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En fin,
mientras la opinión latinoamericana progresista condena el brutal asalto al
poder y los gobiernos permanecen a la expectativa antes de reconocer la
dictadura instaurada por la fuerza, algunos movimientos étnicos se apresuran a
reconocerla pactando con ella. Así, Resumen Latinoamericano informa el 26 de
noviembre de 2019 que en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) avanza,
con participación de la autoelegida Jeannine Añez, un “proyecto de ley para la
pacificación del país” que suscriben “dirigentes de la Confederación Sindical
Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB); la Confederación Nacional
de Mujeres Originarias Campesinas de Bolivia – Bartolina Sisa; la Confederación
Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB); la Confederación de
Pueblos Indígenas del Oriente Boliviano (CIDOB); y el Consejo Nacional de
Ayllus y Markas del Qullasuyu (Conamaq)”. Por su parte, El ministro del
Gobierno de facto, el racista Arturo Murillo, manifestó que “hemos logrado
concluir nuestro acuerdo de pacificación del país».
(http://www.resumenlatinoamericano.org/2019/11/26/).
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Algunos
movimientos étnicos se vanaglorian entonces de haber concluido la labor de
“pacificación”, vale decir, de exterminio de la resistencia popular, que ni la
embajada de Estados Unidos, ni el ejército, ni la policía, ni las bandas
paramilitares dedicadas a la cacería de compatriotas, ni la presidenta
autoproclamada, ni la derecha oligárquica habían podido culminar. Decimos bien:
algunos. Ni están plegados a la derecha todos los movimientos étnicos, ni sus
dirigencias representan necesariamente el parecer de sus miembros, y mucho
menos el parecer de la diversa, compleja y mayoritaria población indígena. Al
igual que las demás organizaciones humanas, no siempre dominan la verdad ni son
inmunes al error. Prueba de ello, las contradicciones en que incurren.
Movimientos étnicos apoyaron el golpe contra Rafael Correa, declararon su
“autonomía e independencia” cuando la intentona secesionista de la Media Luna
en Bolivia, se pusieron de acuerdo con Lenin Moreno para apaciguar las
protestas contra su paquete neoliberal y ahora, de creerle a algunos medios,
algunos de ellos “pacifican Bolivia”. Así como los hay progresistas y
humanistas, parecería que también hay movimientos étnicos de maletín.
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Aparte de sus
estratégicos recursos de estaño y de gas, Bolivia tiene la que parece ser la
mayor reserva mundial de litio, mineral imprescindible para la fabricación de
baterías eléctricas. No nos dejemos distraer por cortinas de humo. De lo que se
trata es de despojar al Estado Nacional de sus potestades de disponer de los
recursos naturales, para traspasarlos al imperio, a las oligarquías locales y a
algunos supuestos movimientos étnicos que no son nacionales ni mayoritarios. A
las transnacionales les resulta más difícil y costoso negociar con Estados
Nación que con movimientos. Nada garantiza que a su vez estos no negocien o
concedan la explotación de dichos recursos de acuerdo con sus intereses
parciales, sin tener en cuenta los de la Nación ni los del total de la
población. De movimientos que legitiman golpes de Estado fascistas y racistas
contra presidentes electos se puede esperar cualquier cosa.
Dime con quién
andas y te diré quién eres.