www.publico.es / 101219
En julio del 2018, la temperatura del
desierto de Libia alcanzó los 58 grados Celsius, y las llanuras iraníes de Lut
los 63°C. Los expertos de la ONU advierten que, a mediados del siglo, extensas
superficies de Oriente Próximo y el Norte de África (OPNA) pueden llegar a ser
inhabitables. Hasta la llamada Media Luna Fértil, ubicada entre Éufrates y
Tigris, donde nació la agricultura hace 12.000 años, se está secando. La
Organización de Bosques y Pastizales de Irán revela que la desertificación
amenaza el 90% del territorio del país, y que la gran mayoría de los lagos y
ríos de Irán se están muriendo: En 2015, el 70% de sus humedales fueron
declarados secos.
Los habitantes de las regiones más
desérticas del OPNA ya soñaron hace miles de años un lugar verde y lleno de
agua en la “otra vida” y lo llamaron Paraíso (Pardis, jardín amurallado en
persa), pero, un informe de la NASA señala que el actual período de sequía es
el peor de los últimos siglos y el estrés hídrico podrá forzar el
desplazamiento de hasta 100 millones de personas hasta el 2025.
Aunque
el 70% del planeta está cubierto de agua, solo el 3,5% es agua dulce, de la
cual solo el 1% es de fácil acceso; la región del OPNA con el 5% de la
población mundial, tiene acceso solo al 1% de esta agua, sufriendo la mayor
escasez de agua en el mundo.
Entre 4.000 y 2.000 años atrás, esta
región que fue el centro de las primeras civilizaciones humanas (Cartago,
Fenicia, Sumeria, Akad, o Persia) -para cuyo desarrollo era imprescindible el
agua-, hoy es la región más seca del planeta, y vive una dramática decadencia,
aunque no sólo por las calamidades naturales.
Factor
guerra
La guerra es el principal causante de la
destrucción del medio en el OPNA, curiosamente ausente en la
agenda de las “cumbre ecológicas”, que tampoco piden que los
ejércitos revelasen su consumo de combustible en las zonas de conflicto. Aunque
algunos ecologistas se preocupan por la calidad de la vida de futuras
generaciones, las guerras imperialistas de las últimas décadas no sólo han
destrozado la vida de
cerca de 100 millones de personas (entre ellas, los “hijos de
uranio”) en esta región hoy y ahora, sino también su actual y futuro
ecosistema. Decenas de millones de barriles de petróleo han sido vertidos a las
aguas del golfo Pérsico: la última vez, una cantidad indeterminada durante la “Guerra de
los Petroleros” del julio pasado. Las agresiones militares, además
generan pobreza, y la pobreza la degradación ambiental: una población
desplazada provoca escasez de ciertos recursos en los lugares de acogida,
gestando nuevos conflictos de consecuencias desastrosas para el hábitat.
En Gaza, el estado colonial de Israel es
el principal causante de la catástrofe medioambiental que viven los millón y
medio de prisioneros -incluidos cientos de miles de niños y niñas-, encerrados
en unos 365 kilómetros cuadrados. La tala de unos 2 millones de árboles
palestinos por los ocupantes; los continuos bombardeos de las depuradoras de
agua, las granjas de animales, las hectáreas de cultivos, y de las viviendas
que llenan el ambiente de residuos tóxicos, y en parte terminan en el
Mediterráneo, harán que en pocos años Gaza sea inhabitable. La alta natalidad
de la población (3,4% frente al 1,18 de media mundial) agrava esta situación.
Un
capitalismo inculto
En un OPNA dominado por califas, sultanes,
jeques y presidentes vitalicios, alcanzar el mayor beneficio en menor tiempo
posible y en favor de la propiedad privada de los clanes reinantes, desgarra el
hábitat del resto de la población. Emiratos Árabes Unidos está construyendo
colosales islas artificiales, -para albergar miles de chalés, centros
comerciales, hoteles e incluso una Torre Trump-, en forma de palmera en el
Golfo Pérsico, causando un gran desastre ecológico para la flora y fauna: Para
formar tres islas extrajeron millones de metros cúbicos de arena acabando con
la vida de peces y con el 70% de sus arrecifes de coral.
En 2013, los ciudadanos de Turquía
consiguieron salvar el Parque Taksim Gezi de Estambul de convertirse en un
centro comercial, pero no pudieron
impedir que Tayyeb Erdogan construyera su faraónico palacio en unos
200.000 metros de bosque en Ankara.
Agua:
de la crisis a al conflicto
El OPNA lleva 30 años sufriendo la sequía
más prolongada de su historia conocida. Los niveles de agua en los ríos
Éufrates, Tigris, Jordán o el Mar de Galilea han disminuido, amenazando la
seguridad alimentaria de millones de personas. El Mar Muerto ha perdido un
tercio de su tamaño en las últimas dos décadas por el aumento de las
temperaturas. En Siria, uno de los motivos del conflicto convertido en guerra
ha sido la sequía que le azotó antes del 2011.
También el agua fue el origen de la devastadora invasión de Iraq a Irán en
1980: Bagdad rompió el acuerdo de
Argelia que el Sha impuso al país vecino en 1975 sobre el reparto
del agua fronteriza de Arvand Rud. La muerte de un millón de personas de ambos
lados durante ocho años de guerra tampoco resolvió la disputa. El lago iraní de
Urumié (Aguas en arameo), uno de los lagos salados más grandes del mundo y
declarada reserva de la biosfera por el Unesco, es otra víctima del
calentamiento global: murió lentamente durante años, hasta que unas lluvias
torrenciales en 2018 le devolvieron algo de la vida.
El proyecto de Etiopia en construir la
Gran Represa del Renacimiento sobre el Nilo, que le convertiría en el principal
generador y beneficiario de electricidad de África es también una fuente de
tensión con Egipto que teme perder su hegemonía sobe la región. En Turquía el
proyecto Gap, de construir 22 presas y 19 centrales de agua sobre Éufrates y
Tigris, afectará a la vida de millones de iraquíes, sirios e iraníes, gestando
nuevos conflictos.
Más
hijos, menos recursos
El aumento descontrolado de la población
de la OPNA de 127 millones de personas en 1970, a 320 millones en 2010 hará que
a mediados del siglo y con este ritmo de crecimiento, esta región tenga 700
millones de habitantes. Siria pasó de 4 millones de habitantes en 1950, a 20
millones en 2010; en el Irán, la prohibición de los anticonceptivos por la
teocracia islámica hizo disparar estas cifras: de 30 millones de habitantes en 1978
a 81 de hoy. Tayyeb Erdogan, al que le parecen pocos los 82 millones de
“súbditos” actuales, propuso cambiar el Día Internacional de la Mujer
trabajadora al «Día de la glorificación del Parto», animando a las mujeres a
tener un mínimo de cinco hijos, confundiendo
a las ciudadanas con máquinas de parir. Las feministas le obligaron
a archivar este disparate.
Nefastas
políticas
El cultivo caprichoso de ciertos
productos: ¿Sabían que un kilo de sandía requiere unos 300 litros de agua?
Irán, el tercer productor de esta delicia después de China y Turquía, cuando
exporta 100 mil toneladas de esta fruta al año (a España, por ejemplo) habrá gastado
50.000 millones de metros cúbicos de agua.
La destrucción de las milenarias técnicas
de preservar el agua, como los Qanat (Canal es la deformación fonética de este
término persa), que son depósitos subterráneos de agua y redes de su
distribución: la extracción descontrolada de sus aguas mediante la excavación
de más de 760.000 pozos en los últimos 25 años. En Bamián de Afganistán, los
incesantes bombardeos de la OTAN han acabado con el antiguo sistema de
almacenamiento subterráneo de Karez. En este país, con importantes caudales de
agua, la poderosa mafia maderera, en cuarenta años de guerra y caos, ha talado
el 60% de los árboles de sus bosques.
En ninguno país de la OPNA proteger el
medio ambiente está entre las prioridades de sus gobiernos; en ninguno el
transporte público es gratuito, y en la mayoría es deficiente, forzando a la
población a usar millones de coches que emiten gases tóxicos durante
interminables horas de caravanas que se forman en sus grandes ciudades,
poniendo en manifiesto además la ineficiencia de sus alcaldes.
Ahwaz
(Irán): reúne todos los males
Los 1,2 millones de habitantes de la
capital de la provincia iraní de Juzestán -que alberga cerca del 90% de
reservas petrolíferas del país-, respira
el aire más nocivo del planeta: su Índice de Calidad es 372, cuando la
Agencia de Protección Ambiental establece el numero 300 como indicador del aire
más peligroso.
Para que esta región, que formó parte del
mítico imperio Susa, ostente tal estatus, han tenido que converger los siguientes
factores:
+ Ser gobernada por un capitalismo, además
dictatorial, que además de dar la prioridad a los intereses empresariales por
encima del bien común, persigue a los ecologistas independientes que exigen
unas regulaciones básicas para las plantas de procesamiento de hidrocarburo y
sus derivados.
+ Pertenecer a la minoría árabe del país,
empobrecida, discriminada, y perseguida.
+ Haber sido zona de guerra durante la
invasión de Iraq a Irán en los años ochenta. Las refinerías y los pozos de
ambos países fueron atacados mutuamente con misiles durante ocho años.
+ Compartir frontera con Iraq, país
bombardeado por EEUU y sus aliados desde 1991 hasta hoy (¡bajo el pretexto de
luchar contra Daesh).
+ Introducir por parte de empresarios
gubernamentales un cultivo no autóctono: la caña de azúcar. Con ello:
* Perjudicaron a los cultivos autóctonos
como trigo y dátil.
* Desviaron ríos y drenaron pantanos para
regar grandes plantaciones de azúcar, que consume una ingente cantidad de agua
en su procesamiento, y que secaron los humedales de Falahiyeh y Horazim
* Condenaron a la pobreza absoluta a miles
de familias campesinas, y vertieron deshechos contaminantes a las aguas que
regaban las tierras cultivables de los agricultores pobres
* Generaron un aire irrespirable por la
quema de las cañas, y a pesar de todo ello, aun así, el negocio fue un fracaso
total, amen al mercado libre y la importación por otros empresarios el azúcar
más barato de la India.
Para más inri, esta ciudad recibe fuertes
tormentas de arena llegadas de un Iraq devastado y desertificado. En febrero
del 2018, miles de ahwazíes fueron atendidos en los hospitales por respirar un
polvo contaminado que causó el cierre de aeropuertos y escuelas durante días.
Según el Centro de Estadísticas de Irán,
entre 1974 y 1994 cerca de 24 millones de iraníes abandonaron su residencia
anterior huyendo de la sequía, los terremotos y las inundaciones.
Salvar el medio ambiente es imposible sin
1) parar las guerras y 2) desmantelar el sistema capitalista en favor de
la propiedad pública y democrática sobre los medios de producción, y
una distribución justa de los recursos.