El
golpe y su faceta religiosa
www.alainet.org / 12/11/2019
Luis Fernando Camacho, a la cabeza del
golpismo
Con la incorporación de las FFAA en tareas
de represión, sumada a la paralización de actividades productivas y comerciales
por casi un mes, se van completando las facetas del golpe de estado en Bolivia.
La primera reinstala a los militares como protagonistas activos del proceso, y
la segunda inicia el quiebre económico de un país que tuvo niveles inéditos de
crecimiento sostenido en la región, por fuera de las recetas del FMI. Son
componentes del diseño buscado por Washington.
Sin embargo, es importante destacar el
elemento religioso como soporte del golpismo, algo que ha funcionado de manera
novedosa en la manipulación de un sector de la sociedad. Si bien durante el
proceso que culminó con la aprobación de la nueva Constitución en el 2009 hubo
campañas orquestadas desde diversas iglesias que advertían sobre toda clase de
calamidades, el asunto fue perdiendo fuerza hasta estos últimos meses.
El plan se desarrolló desde Santa Cruz,
liderado por Luis F. Camacho, presidente del denominado Comité Cívico, instancia
que desde hace cinco décadas defiende los intereses de sectores económicos
poderosos. Proviene de una familia de empresarios, y su padre y hermanastro
fungieron como paramilitares en 1971, aliados al golpe de estado de H. Banzer.
Con respecto a espacios y símbolos
religiosos utilizados, conviene destacar los más significativos. Durante las
protestas llevadas a cabo antes y en particular luego de las elecciones, el
personaje mencionado convocaba a grandes concentraciones a los pies de una
inmensa escultura de Cristo, que constituye uno de los escasos símbolos
arquitectónicos de la ciudad de Santa Cruz. Al frente del mismo se erige el
“altar papal”, una inmensa estructura edificada para la visita de Francisco en
2015. Su gigantesco escenario fue utilizado como decorado para discursos y
arengas durante los actos de protesta, con toda la carga simbólica que porta.
Camacho, una persona con evidentes
limitaciones para expresarse, recurrió al “modo predicador básico”, utilizando
gritos, llantos, amenazas e invectivas contra el gobierno legítimo. Aparecía
con un rosario en la mano y flanqueado por una imagen de la Virgen. Sin
embargo, también blandía una Biblia y recurría a la presencia, oraciones e
himnos de pastores y pastoras evangélicos.
Siempre presentó la protesta como parte de
algo mucho mayor; esto es, la lucha del Bien contra el Mal, representado en
este caso por Evo Morales y el Proceso de Cambio, señalados como enemigos de
Dios, herejes e idólatras por su cosmovisión. Por ese motivo planteó en determinado
momento una misión personal: llevar a la Casa de Gobierno aquella Biblia junto
con una carta de renuncia para el presidente, explicando que “Dios debe volver
a palacio”. Se manifiesta aquí con fuerza la dimensión mesiánica del individuo,
que se presenta como un cruzado-redentor en combate contra fuerzas oscuras.
Todos aquellos espectáculos, reiterados
una y otra vez por los medios de comunicación, operaron como potenciadores de
esa sorprendente mezcla entre política y religión que fue asumida por muchos
como una tarea divina. La labor de destruir a Evo y a lo que él representa
asumió entonces las características de una realidad sagrada, suprema e
incuestionable. La propuesta sacrificial, infaltable en este tipo de
mecanismos, la asumía el personaje presentándose como el que sufre por su
pueblo, arriesga la vida y confronta al tirano, pero simultáneamente la
proponía con astucia a los convocados: es imperativo soportar cualquier dolor
porque ya vienen tiempos mejores.
El paquete completo resulta una
inquietante reedición de lo que sucedió hace cinco siglos en nuestras tierras.
¿Un
obispo golpista?
El 11 de noviembre, día en que ya el golpe
estaba consumado, Estanislao Dowlaszewicz, obispo auxiliar de Santa Cruz,
presidió un mitin y oficio religioso en el altar papal mencionado. Allí subrayó
“…Hoy es la resurrección de una nueva Bolivia, un día histórico para nuestra
patria… Gracias por recuperar la democracia, gracias por el sacrificio a lo
largo de los paros y bloqueos… Gracias a los policías y a las fuerzas
armadas…”.
Con la conjunción de intereses religiosos
fundamentalistas, cívico-empresariales, policiales y militares, no es muy
difícil presentir lo que se avecina.