Nazanin Armanian
www.publico.es
/ 070919
La explotación sexual de la mujer tiene
mil caras. El vídeo de una boda celebrada en la provincia de Kohguiluye, en
Irán –una de las más discriminadas y empobrecidas del país–, y la presión
social ejercida vía redes sociales (pues cualquier manifestación no
gubernamental en un espacio físico está prohibida)-, ha conseguido por primera
vez que la teocracia islámica iraní se eche para atrás y haya anulado el
matrimonio de una niña de 9 años. La edad de él carece absolutamente de
importancia: aunque fuese joven y el más guapo del mundo, se trata de una
violación de una niña basada en el poder físico, económico e incluso religioso.
La abogada Nasrin Sotudé ha sido condenada
a 38 años de prisión y 148 latigazos
por pedir que la República Islámica de Irán cumpla con la Declaración de los
Derechos del Niño (1959) e ilegalice este tipo de uniones por atentar
gravemente contra los derechos de las niñas. Que Aisha, una de las esposas del
profeta del islam, tuviese 6 o 8 años, es el argumento preferido esgrimido por
quienes también defienden la Lapidación y la Ley de Talión prehistóricas.
El poderoso movimiento progresista de
Irán, que ha tenido a numerosas mujeres entre sus principales líderes (como la
profesora Mohtaram Eskandari, fundadora de la Sociedad Patriótica de Mujeres,
arrestada en 1922 y su casa incendiada), consiguió, a pesar de las
persecuciones, que en 1934 el Código Civil estableciera la edad nupcial
femenina en 15 años. Sólo la autorización especial de un juzgado permitía
bajarla a 13 años. Un año más tarde, en 1935, gracias también a la presión de
Eskandari, se prohibió el velo, bandera de la
extrema derecha religiosa, como símbolo del estatus de subgénero de
la mujer. Fue entonces cuando millones de niñas pudieron estudiar gratis hasta
terminar una carrera universitaria y entrar así en el mercado de trabajo.
Además, en 1964 las mujeres pudieron
votar, elegir y ser elegidas; se restringió la poliginia, ampliando los
derechos de la esposa en el divorcio y en la custodia de los hijos. La doctora
Farrojru Parsa fue designada en 1969 ministra de Educación (fue ejecutada en
1980, por la Revolución Isalámica acusada de «iniciación a la prostitución»).
En la judicatura hubo varias juezas, entre las que se encontraba en 1969 la
premio nobel de la Paz, Shirin Ebadi. Se creó un ministerio para Asuntos de la
Mujer en 1970 y cuatro años después la Ley de Familia elevó la edad mínima para
casarse a los 18 años.
Tras el secuestro de la revolución iraní
de 1978 por la
extrema derecha islámica y la G4, y en paralelo a la ilegalización
de todas las organizaciones progresistas del país y la detención de
decenas de miles de sus simpatizantes, la primera medida de Jomeini
no fue repartir la renta del petróleo entre la población «desheredada» del
país, sino abolir aquella Ley de Familia y aprobar una nueva «islámica» en la
que bajó la edad nupcial de las niñas a los ocho años. Incluso autorizó al
padre casar a sus hijas si eran menores de esta edad. La segunda medida tampoco
estuvo dirigida a paliar las desigualdades, todo lo contrario: impuso el uso
del velo a todas las mujeres y niñas mayores de 7 años. De hecho, el velo
judeo-islámico marca la edad fértil de la niña, que se establece en
torno a esta edad: ya es una mujer y tendrá las obligaciones de las adultas,
que no derechos, como el voto o conducir. Se instaló un sistema de apartheid a
la mitad femenina de la sociedad, prohibiendo su acceso a ciertos espacios,
trabajos, cargos, recursos, etcétera.
En 2000, la presión social obligó a la
Revolución Islámica a incrementar la edad del matrimonio a los 13 años, aunque
la legislación mantuvo la facultad del padre para casar a sus hijas incluso
antes de cumplir los ocho años: estas bodas no serán registradas, pero serán mashru, o sea legítimas desde un punto
de vista religioso. Esa ley prevé dos años de prisión para la mujer aun si
teniendo 50 años y en posesión de tres títulos universitarios se casa sin el
permiso de su tutor varón. Según la religión, la mujer carece de capacidad
mental porque Dios las creó así. En 2017, el parlamento iraní rechazó la
petición de unos diputados en establecer los 16 años como la edad nupcial para
las menores. En realidad, en esta teocracia no hay ningún límite de edad para
el matrimonio.
Motivos
de este atentado de adultos contra niñas
Económico. En las religiones semitas,
gestadas en las regiones desérticas, dos factores contribuyeron a legitimar
esta práctica:
1) La falta de recursos que provocaron
guerras y también el imperio de la ley del más fuerte, causando la muerte de
las niñas y mujeres. La escasez de ellas –en parte también debida a que muchas
fueron amontonadas en los harenes de los ricos–, dio lugar a la costumbre, aún
existente, de apalabrar una recién nacida a un hombre del clan para entregarla
después de unos años como esposa. Obviamente, un bien escaso tiene un precio,
que dependerá del estatus de la familia, la edad de las niñas, su belleza, si
es de primera mano o ya ha perdido la virginidad, etcétera. ¿Significa eso una forma de
prostituirla?
2) La propia economía comercial, que
requería recorrer largos e inseguros caminos para vender los productos,
convertía a las mujeres, a ojos de los hombres, en un ser improductivo, en una
carga. Las madres que daban luz a niñas eran repudiadas y las bebes perdían su
vida en el llamado «infanticidio femenino», que aún hoy se practica a través
del feticidio. Esta falta de valor de las niñas se refleja en el relato de
Sodoma y Gomorra donde los pecadores son los hombres supuestamente homosexuales
y no Lot, un hombre que para proteger a sus invitados masculinos ofrece a
aquellos individuos de terribles intenciones llevarse a sus propias hijas
vírgenes (y por lo tanto menores dada la época): «Mis hijas serían más puras
para vosotros», dice Lot, incitándoles. El matrimonio de niñas es la
continuidad del infanticidio y del feticidio frustrado o no realizado.
En las regiones prósperas de Oriente
Próximo estas prácticas no existían. De hecho, la edad nupcial en el mazdeísmo
iraní, la religión de Zaratustra (XII a.C.) es de 15 años para ambos sexos. En
este Irán preislámico, los niños nacidos fuera del matrimonio eran llamados
«los hijos del cielo», para así darles legitimidad social y jurídica y salvar
la reputación de la familia. Hoy, el asalto del neoliberalismo a las economías
familiares es una de las causas modernas de la propagación de este mal social.
Social. Es una solución macabra para las
sociedades sexualmente desequilibradas y reprimidas, en las que los chicos
difícilmente pueden experimentar el sexo fuera del matrimonio y las chicas
deben guardar la virginidad.
La cultura del maldito «honor». El hombre
que ha colocado su honor no en su propio cuerpo sino en el de las mujeres de la
familia, lo considera manchado si la niña perdiese la virginidad (¡aun cayendo
de un árbol!), si es manoseada, violada y se queda embarazada. Por lo que
antes de llegar a la adolescencia, para no tener que sufrir estas
preocupaciones, la sacrifica deshaciéndose de ella: la estupidez humana no
tiene límite: crea normas y cuando se queda atrapado entre sus redes, elimina
la “consecuencia” en vez de cambiar la norma.
Tener una “virgen integral”. Poseer una
esposa sumisa e ignorante garantiza el dominio de la nueva familia sobre la
pequeña. A corta edad ella no podrá rebelarse, por lo que mejor una de siete
años que de 15.
Saldar deudas con otras familias
entregándoles una o varias hijas.
Las guerras. Se trata de una estrategia de
supervivencia de la familia que ve amenazas del secuestro y violación de su
hija en un entorno tan hostil. Dándole en matrimonio le dará la oportunidad de
que alguien la cuide, pero ignoran que muchos son falsos maridos y traficantes
de niñas que casándose con ellas podrán cruzar las fronteras sin problema, para
después venderlas en el mercado de prostitución infantil o del tráfico de
órganos. Los mercaderes de
la carne fresca humana con tantas guerras están haciendo su agosto.
Rasgos
del síndrome niña-esposa
1+ Desconocer el significado de la
infancia: en vez de hacer travesuras, bailar y jugar, las niñas serán la
esclava sexual de un hombre, criarán a los hijos de éste, y serán su criada
hasta que la muerte les separe.
2+ Ignorar lo que se siente al resolver
una ecuación de álgebra, ni la lectura de una poesía. Incluso, si el marido les
deja estudiar, en la mayoría de los países musulmanes es el Estado (siempre
machista) quien impide el ingreso de las niñas casadas en las escuelas,
temiendo que ellas cuenten a sus compañeras los secretos del cuerpo masculino y
las induzcan a la perversidad.
3+ No poder vivir la pasión de enamorarse
y construir una vida basada en la libertad.
4+ No poder pactar las prácticas sexuales,
ni las medidas de protección y estará desprotegida ante el riesgo de
enfermedades de transmisión sexual.
5+ La posibilidad de morir la misma noche
de bodas, por la hemorragia de la violación y la violencia que sufren al
patalear aterrorizadas. Si consiguen sobrevivir a las continuas agresiones
sexuales, podrán morir en el parto, de hecho, es fue la principal causa de la
muerte de 70.000 niñas entre los 15 y 19 años en 2017.
6+ Perder sus bebés por el aborto
espontáneo, o en el momento de extraerlos de su pequeño cuerpo de madre al
mundo. Superando esta fase, sus hijos tienen un 60% más de probabilidades de
morir en el primer año de vida que los nacidos de madres adultas.
7+ Padecer lesiones como la fístula
obstétrica, que les provocará incontinencia urinaria y/o fecal, y por
consiguiente ser repudiada por el esposo y la familia.
8+ Tener el alma destrozada, sufriendo
trastornos psíquicos y emocionales.
Alrededor de 650 millones de mujeres
fueron casadas de niñas: el matrimonio infantil siempre es forzado y
concertado. 15 millones de ellas viven en la India. En Estados Unidos, cada año
alrededor de 13.000 son casadas, algunas incluso de 10 años, denuncia La
Organización Unchained at last
(Desencadenado al fin). Las niñas-esposa nepalíes, que suelen ser casadas con
hombres mayores con un pie en la tumba, al quedarse viudas son marginadas por
«ser portadoras de mala suerte».
Ya ven, no se trata de culturas y tradiciones a las que «hay que respetar»:
despolitizar
las desigualdades no las legitima ni las hace desaparecer. Los
derechos de la infancia son universales y deben estar por encima de cualquier
consideración, credo y sistema político.