www.religiondigital.org / 06.09.2019
Los cardenales Walter Brandmüller y
Raymond Burke han escrito, hace pocos días, una carta a todos los cardenales del clero católico,
expresando su profunda preocupación por la amenaza, que representa para la
Iglesia entera el próximo Sínodo sobre la Amazonía que, en el ya cercano mes de
octubre, se va a celebrar en Roma. Lo que más les preocupa a estos dos
eminentes purpurados es que, ante la creciente escasez de sacerdotes que sufre
la Iglesia, el Sínodo pueda permitir la ordenación sacerdotal de las mujeres o
pueda suprimir, en algunos casos, la ley del celibato.
A juicio de los cardenales mencionados,
según informan las agencias de noticias, los dos problemas mencionados (la
ordenación sacerdotal de mujeres y la supresión de la ley del celibato) son
asuntos de una gravedad equiparable nada menos que a los dogmas fundamentales
de la cristología, que la Iglesia tuvo que resolver en los concilios ecuménicos
de los siglos IV y V.
Confieso que esta noticia me ha
impresionado. Más que por el contenido de la noticia en sí (lo de las mujeres y
lo del celibato), sobre todo, por lo que la noticia refleja o da a entender
¿De verdad que los dos problemas más
preocupantes, que ahora mismo tiene la Iglesia, son la posible ordenación
sacerdotal de mujeres o la hipotética supresión del celibato de los curas?
Más aún, los dos insignes purpurados (ya
mencionados) ¿no se han enterado todavía de que los dos problemas, que tanto
les preocupan, no son ni pueden ser “dogmas de fe”? ¿Se han leído, alguna vez,
el fundamental capítulo tercero de la Constitución sobre la Fe, del Concilio
Vaticano primero (Denz.-Hün. 3011), donde se define lo que se ha de creer con
Fe divina y católica?
El cardenal Burke |
Hablando con propiedad, la primera
decisión solemne del Magisterio de la Iglesia sobre el celibato fue el
“anatema” del canon 9 de Trento, en la sesión 11, en el año 1563 (Denz.-Hün.
1809). Pero téngase en cuenta que un “anatema” de Trento no define una cuestión
de Fe. En la sesión 13 del concilio, se dice que sea “anatema” el que afirme
que el sacerdote no puede darse la comunión a sí mismo (Denz.-Hün. 1660). Eso
no puede ser un asunto de fe. Es una mera norma disciplinar. Pues el mismo valor
tiene lo del celibato los sacerdotes de Occidente.
En la Iglesia católica oriental no ha
existido, ni existe, ley alguna sobre el celibato de los curas.
Pues bien, si la doctrina de la Iglesia es
la que tenemos, ¿a qué viene la preocupación de estos dos cardenales sobre la
ordenación sacerdotal de las mujeres y el celibato de los sacerdotes? ¿Qué
quieren estos dos purpurados? ¿Defender la Fe de la Iglesia o complicar el
pontificado del papa Francisco? ¿Qué han puesto en evidencia estos dos hombres?
Lo que parece más claro es que hay clérigos importantes, que se han empeñado en
que todo siga como está, aunque del Vaticano se pueda decir que aquello es
Gomorra; o que más de medio mundo se muera de hambre.