Juan J. Tamayo A.
www.amerindiaenlared.org
/ 190719
El 10 de junio pasado la Congregación para
la Educación Católica hizo público un documento titulado “Varón y hembra los
creó”. Para una vía de diálogo sobe la cuestión del gender (género) en la educación1, en el que se sumaba a
las condenas contra la “ideología de género” que vienen haciendo al unísono, en
cómplice alianza y plena sintonía, los partidos políticos de la derecha y de la
extrema derecha, la mayoría de los obispos católicos del mundo –incluidos los
españoles, quizá los más radicales- las organizaciones educativas católicas,
las organizaciones Provida y un amplio sector de “los evangélicos”,
preferentemente en América Latina.
No deja de ser llamativa la coincidencia
de sectores y colectivos con intereses tan aparentemente diferentes –¿o no lo
son tanto?-. Llama asimismo la atención la falta de creatividad en la
argumentación y la repetición mimética de los eslóganes que vienen
produciéndose en las últimas décadas sin asomo alguno de originalidad.
Tratándose de una institución del más alto nivel eclesiástico como es la
Congregación romana para la Educación Católica, máximo órgano del Vaticano en
esta materia, sorprende la pobreza de sus argumentos. Todo en el documento es
previsible. No hay nada nuevo que no hayan dicho las instancias religiosas y
políticas del arco conservador.
El tono no puede ser más alarmista y
destructivo desde el principio. En lo concerniente a la afectividad y a la
sexualidad el documento asevera que nos encontramos ante “una verdadera y
propia emergencia educativa” y critica aquellos caminos educativos que reflejan
“una antropología contraria a la fe (cristiana se entiende) y a la justa
razón”. El juicio no puede ser más descalificador, y ello apelando a la fe y a
la razón, como si la Congregación romana tuviera el monopolio de ambas
instancias, cuando no es así. Ciertamente no lo tiene en el terreno de la
razón, que a lo largo de la Modernidad europea se independizó de la religión.
Pero tampoco en el de la fe cristiana, que implica plurales y divergentes
interpretaciones, todas ellas respetables.
El documento responsabiliza a la
“ideología de género” de contribuir a desestabilizar la familia, vaciarla de su
fundamento antropológico, cancelar la diferencia sexual y la reciprocidad
natural entre el hombre y la mujer, y conducir a proyectos educativos que
promueven una intimidad afectiva desvinculada de la diversidad biológica. Hace
un planteamiento de la sexualidad y de la afectividad sesgadamente
biologicista. Sitúa a la sexualidad en el centro como elemento básico
configurador y constitutivo de la personalidad, al tiempo que presenta la
diversidad sexual hombre-mujer aneja a la complementariedad de los dos
sexos.
Me parece objetable desde todos los puntos
de vista la distinción, e incluso la contraposición, que establece entre la
ideología de género y las investigaciones sobre el género. Resulta
científicamente indefendible, pedagógicamente desorientadora y teóricamente
falsa tal dicotomía en la que la “ideología de género” es presentada como la
imposición de un pensamiento único que determina y la educación de los niños,
mientras que considera las investigaciones sobre el género la forma de vivir la
diferencia sexual entre hombre y mujer en las diferentes culturas. En realidad,
teoría de género e investigaciones sobre el género son inseparables. Más aún,
estas constituyen el fundamento científico de aquella.
Tras las gruesas e infundadas
descalificaciones de la “ideología de género”, resulta poco creíble la
metodología que propone el documento en el diálogo sobre el gender, articulada en torno a las
actitudes de “escuchar, razonar y proponer” para favorecer el encuentro, ya que
el contenido del documento constituye una negación de dicha metodología. No
favorece el encuentro, sino que cierra toda posibilidad del mismo, ya que se
orienta a “una educación cristiana arraigada en la fe que, a juicio del
documento romano, “todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino
sobre la entera vocación del hombre”. Dentro de este planteamiento tan
totalizante y excluyente no hay posibilidad alguna de diálogo y menos aún de
encuentro.
El tono y el contenido del texto vaticano
más que de diálogo me parecen de polémica, más que de análisis sereno es
alarmista, más que de crítica constructiva es de rechazo, más que de
cuestionamiento, como era de esperar, parte de presupuestos patriarcales y de
prejuicios androcéntricos.
Con todo, yo valoro positivamente la
propuesta del documento de “una educación de niños y jóvenes que respete a cada
persona en su particular y diferente condición, de modo que nadie, debido a sus
condiciones personales (discapacidad, origen, religión, tendencias afectivas,
etc.) pueda convertirse en objeto de acoso, violencia, insultos y
discriminación injusta”. Ahora bien, el respeto en este terreno empieza por
reconocer el carácter científico de la teoría de género y no descalificarla de
entrada con la expresión “ideología de género”, como hace sistemáticamente el
texto vaticano.
Notas
1. Cf. Congregación para la Educación
Católica, “Varón y hembra los creó”. Para una vía de diálogo sobe la cuestión
del gender (género) en la educación,
Ciudad del Vaticano, mayo 2019.
Juan José Tamayo es Director de la Cátedra
de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de
Madrid. Su último libro es Un proyecto de Iglesia para el futuro en España (San
Pablo, Madrid, 2019)