Miguel Antonio Bernal
El Derecho Constitucional nos enseña que “reformar” la Constitución,
significa alterar algo en su articulado sin cambiar su esencia o sustancia”. La
constitución militarista vigente desde 1972, ha sido reformada en cuatro
ocasiones, pero sus reformas no han podido despojarla ni de sus orígenes
autoritarios y cuartelarios, ni tampoco de su sustancia adversa a la
participación ciudadana.
En esta ocasión, la denominada “concertación” concurre a pretender, nuevamente,
en base a un texto propuesto por un buen número de los que participaron en la
imposición del 72 y de varios que han estado presentes, por acción u omisión,
en las anteriores reformas a espaldas de la ciudadanía, a reformar para no
cambiar.
Así tenemos que la característica principal de lo hasta ahora presentado
para volver a vestir la mona de seda, es que no hay propuestas verdadera y
constitucionalmente innovadoras, actualizadoras, explicativas o correctivas.
Ello es extremadamente preocupante en vista de que nos confirman que en
Panamá, la denominada democracia ‘ha degenerado en una oligocracia dominada por
cleptómanos”, que no tienen la menor disposición de ceder el control que
mantienen sobre el poder político y que, lo que menos les interesa o importa,
es el que podamos alcanzar un Estado Constitucional Democrático, el cual “se
entiende y percibe a partir del poder constituyente del pueblo” (Haberle
dixit).
La metodología utilizada por los reformistas gatopardistas pone a un lado
la dignidad humana, cuyo respeto y protección está llamado a ser la obligación
fundamental del Estado, como lo enseñan los principales tratadistas, ignorados
olímpicamente por los autores y “escribidores” de este nuevo engaño.
Una de las principales enseñanzas de la gloriosa
Revolución Francesa de 1789, que los gatopardistas buscan que olvidemos
establece que: “el poder constituyente todo lo puede y no se encuentra
sometido de antemano a ninguna Constitución”. Es por ello que recurren
a todas las artimañas, sofismas, falacias y engaños en su descomedido afán de
impedir el empoderamiento de los ciudadanos para un ejercicio pleno de sus
derechos y protección de todas sus garantías.
Es por ello que debemos tener muy presente, la urgencia de exigir un
proceso constituyente participativo para el verdadero renacimiento que el país
reclama.