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Hoy, para Burkina Faso, el cuarto país más
pobre del mundo y que fue una de las naciones más seguras de África Occidental,
el restaurante de comida turca Aziz Istanbul, en el centro de Uagadugú, su
capital, que todavía permanece cerrado con su fachada destrozada tras los
ataques integristas de agosto de 2017, que dejaron 18 muertos, quizás sea la
postal más exacta para comprender la realidad del país.
Desde 2016, hasta principios de 2019 el
país africano ya ha sufrido cerca de 300 ataques de grupos vinculados tanto a
al-Qaeda como al Dáesh, dejando casi 300 muertos. Uagadugú, fue atacada en dos
oportunidades más, dejando cerca de 90 muertos en total. El primer ataque fue
contra la cafetería Cappuccino y el Hotel Splendid (Ver Burkina-Faso: Sangre en la arena)
en enero de 2016, que dejó una treintena de muertos y el último se produjo en
marzo pasado, en cercanías de la embajada francesa y el Estado Mayor de las
Fuerzas Armadas, con otras 28 víctimas mortales.
El norte burkinés comenzó a sufrir la
violencia integrista en 2011, por grupos wahabitas, que operan todavía hoy en
el norte de Mali y sur de Argelia, desde entonces la violencia no ha dejado de
incrementarse y expandirse y desde el norte se irradia hacia la frontera con
Nigeria en el este del país, donde opera Boko Haram, filtrándose también a
Togo, Benín y Ghana. Estas naciones se vieron obligadas a enviar tropas a sus
fronteras burkinesas, dada la inestabilidad que se podría generar si los
muyahidines pudieran abrir un corredor desde el Sahel al Golfo de Guinea.
Tanto en el norte
como en el este, los objetivos de los fundamentalistas suelen ser oficinas del
Gobierno, puestos militares, escuelas y maestros, a quienes se les exige que
dicten sus clases en árabe, en lugar del francés, y enseñen el Corán. Estas
presiones han obligado a cerrar 1.025 escuelas en el norte, Sahel y este, lo
que ha dejado sin clases a unos 150.000 niños desde marzo de 2018, mientras el
60 % de los maestros debieron abandonaron las regiones en conflicto.
A pesar de que la gran mayoría de los
ataques no han sido reclamados por ninguna organización, el general del
ejército Oumarou Sadou, refiere que las características de los IED
(dispositivos explosivos improvisados) usados tanto en el norte y como en el
este, son de similar preparación, lo que indicaría que estarían siendo montados
por la misma organización.
La crítica situación del país africano
obligó a su presidente Roch Kaboré a declarar el estado de emergencia el último
31 de diciembre para las provincias afectadas y a cambiar a su Primer Ministro,
Paul Kaba Thiebal por Christophe Dabiré, el 19 de enero pasado.
Los cambios implementados por Kaboré, no
han logrado contener las acciones de los muyahidines del Ansaroul Islam, (Defensores
del Islam) el grupo takfirista local, apoyado por el Estado Islámico en el Gran
Sahara (ISGS) fundado en 2016 por Ibrahim Malam (del árabe Mu’alam: maestro)
Dicko, aparentemente muerto de sed en el desierto, en mayo de 2017, en su huida
de un ataque aéreo francés. El malam fue sustituido, por su hermano menor,
Jafar, de 38 años, un erudito del Corán. Ansaroul Islam, surgido del grupo malí
Mujao (Movimiento por la Unidad y Yihad en África Occidental) ahora bajo la
bandera de Jama'at Nasr al-Islam wal Muslimin, (Frente de Apoyo para el Islam y
los Musulmanes, JNIM), es un conglomerado de organizaciones integristas que
operan en el Sahel, conformado en marzo de 2017, leales a al-Qaeda.
Están realizando constantes ataques en
procura no solo de infundir terror, sino fundamentalmente de robar vehículos y
armas. Como el último domingo 28 de enero, cuando asesinaron a 14 personas en
la región de Soum, al norte del país a unos 30 kilómetros de la frontera con
Malí, unos 200 milicianos atacaron con cohetes y armas pesadas la posición de
la Fuerza de Tarea contra el Terrorismo de Nassoumbou (GFAT).
Algunos analistas insisten en que el
aumento de la presencia de grupos integristas en Burkina Faso, se debe a la
ruptura de los pactos que estas organizaciones mantenían con funcionarios del gobierno
del expresidente Blaise Compaoré, derrocado en 2014, tras 27 años de
dictadura (Ver Burkina Faso:
La restauración de los traidores), quien les brindaba apoyo a cambio
de que no operasen en su país.
El pacto se habría deshecho en 2013,
cuando Compaoré se vio obligado a enviar 1.000 efectivos, presionado por
Francia, tras el inicio del conflicto en el norte de Mali el año anterior. Se
sospecha que unos 1.200 integrantes de los servicios de seguridad de Compaoré,
podrían estar operando junto a los muyahidines, desde que fueron disueltos. El
actual presidente Roch Kaboré, aún espera la colaboración prometida por Francia
que en el norte de Mali dispone de unos 5.000 hombres de la operación Barkhane
y de las fuerzas de G5 Sahel, un grupo antiterrorista compuesto por 5.000
efectivos de Mali, Mauritania, Chad, Níger y Burkina Faso, que actúa
fundamentalmente en el norte de Mali y oeste de Níger.
En
el día miedo al ejército, en la noche a los yihadistas
La diversidad de organizaciones que actúan
a lo largo de la frontera burkinesa con el norte de Mali, entre ellos al-Qaeda
en el Magreb Islámico (AQMI), Estado Islámico en el Gran Sahara (ISGS) y el
propio Ansaroul Islam, y Jama'at Nasr al-Islam wal Muslimin, junto a bandas de
delincuentes comunes traficantes de drogas, cigarrillos, combustibles y
personas, podría incrementarse todavía más generando una dinámica de arrastre
que haga que las organizaciones multipliquen sus efectivos.
Algunos servicios de inteligencia que
operan en África occidental temen que ISGS, que mantiene fluidos contactos con
la Wilayat (provincia del califato) del Estado Islámico de África Occidental (ISWAP)
-del estado de Borno, en el noreste de Nigeria, la organización escindida de
Boko Haram, en agosto de 2016-, pueda crear una nueva alianza para desarrollar
juntos su lucha tanto en el Sahel como en los países de África occidental, para
lo que Burkina Faso sería una ficha clave en el nuevo entramado.
Por lo que las autoridades de Uagadugú
están requiriendo a las potencias occidentales con presencia en Mali, y
especialmente Francia, apoyo básicamente en entrenamiento, inteligencia,
equipos de comunicación y armamento.
Como suele suceder, en estas guerras
“antisubversivas” se reproduce con exactitud la violación de derechos humanos
contra las poblaciones civiles en áreas rurales, por lo general alejadas de los
centros urbanos, incomunicadas y aisladas. Según denuncias de Human Rights
Watch (HRW), fuerzas de seguridad burkinesas han llevado a cabo desapariciones
forzadas, torturas y ejecuciones extrajudiciales en operaciones de
contrainsurgencia entre 2017 y 2018. HRW, en su informe titulado “En el día,
tenemos miedo del ejército y en la noche a los yihadistas”, detalla al
menos 18 ejecuciones extrajudiciales de civiles inocentes por parte de las
fuerzas de seguridad.
Las fuerzas de la Operación Panga (fuerza
en moré, la lengua nativa más hablada de Burkina), lanzada por el gobierno de
Kaboré contra presuntas bases terroristas en los bosques de Pama y Gayeri, con
ataques aéreos y el envío de 700 soldados, incluidos efectivos del 25º regimiento
de paracaídas de Bobo-Dioulasso, sin que se conozca el resultado de los ataques
y el número de víctimas, por lo que la HRW sospecha que puede haber muchos
civiles involucrados en las acciones.
La violencia ya ha provocado 80,000
desplazados internos, mientras que casi un 1,200,000 personas están necesitando
ayuda humanitaria inmediata. Desde que comenzó el año, prácticamente 1,000
familias por día han debido abandonar sus lugares. Lo que a la vez está
provocando un incremento de los enfrentamientos interétnicos o tribales. En
Yirgou, provincia de Barsalogo, al norte del país, un aparente ataque
fundamentalista desató una refriega entre la comunidad fulani, pastores nómadas
de mayoría musulmana, y la comunidad Mossi, el mayor grupo étnico de Burkina
Faso, que dejó 50 muertos.
Burkina Faso, ha entrado profundamente en
la geografía del terror y de ese territorio no saldrá sin muchos más muertos y
pobreza.
Guadi Calvo es escritor y periodista
argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia
Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.