Entrevista a José A. Idiáquez G, sj
www.religiondigital.com / 070718
(Álvaro Murillo, Semanario Universidad).- El sacerdote José
Alberto Idiáquez está amenazado de muerte y ha mencionado palabras como
"asesino", "cementerio", "traición",
"guerra" y "pesadilla"; pero prefiere terminar la
entrevista con una broma inocente. Después, al minuto 61, cuelga el teléfono y
de inmediato escribe un mensaje: "Romero y los jesuitas asesinados son
mis protectores".
No es gratuita la alusión del Idiáquez,
rector de la Universidad Centroamericana UCA, al obispo Óscar Arnulfo
Romero y a los seis sacerdotes asesinados durante la guerra civil en El
Salvador en los años 80. Este religioso es miembro de la orden de los jesuitas,
fue alumno de los sacerdotes asesinados acribillados en 1989 y vivió en esa
misma residencia, que se parece un poco a la que hoy habita en Managua.
Desde su oficina, sentado en su escritorio
sin apartarse de la computadora, Idiáquez habla en la tarde de este jueves
mientras Nicaragua vive un paro nacional contra el gobierno de Daniel Ortega.
Después se sabría que este mismo día se conocieron medidas cautelares para
proteger al sacerdote ante una amenaza de muerte y que mientras conversábamos
se confirmaría la muerte de un adolescente monaguillo en la ciudad de León. Es
la víctima número 170, quizá, en estos dos meses de protestas ciudadanas y
represión oficial, pero al cierre de esta edición la cifra llegaba a 180,
según la ONG Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).
Nicaragua suelta noticias en ráfaga, pero
Idiáquez habla despacio, como líder religioso y protector de los estudiantes,
como rector de la universidad "opositora" que cumple casi dos
meses cerrada después de recibir pedradas y balazos. Habla también como
miembro de la "Mesa de Diálogo" que, se supondría, debería
haber servido ya para detener la respuesta de Ortega contra el movimiento al
que ya nombran con una palabra repleta de significado histórico en Nicaragua: revolución.
Habla como víctima. Lo han amenazado de
muerte mediante llamadas telefónicas y escritos. Le exigen que se calle,
pero este managüense de 60 años parece haber perdido el miedo, tanto como
cientos de estudiantes que llevan ya dos meses entre barricadas y balas
oficialistas. Cuando lo saludé, me contestó: "acá respirando
todavía", y de inmediato comenzó a describir la situación.
"Es muy tenso y triste, porque desde
el 18 de abril a la fecha no ha parado de haber muertos. Ya 163 asesinados o
165, no sé. En 15 días murieron 51 personas y la mayoría de ellos entre 14 a 28
años, lo cual es una gran salvajada; es asesinar a la juventud nicaragüense. El
peso de esto lo han llevado los jóvenes. Ahora la dinámica es que los mayores
defiendan a los jóvenes, pero el Gobierno y su gente vienen con armas pesadas y
francotiradores".
Se cumplen ya casi dos meses y cada
día hay nuevas malas noticias. ¿Cómo es su rutina?
Es que mi rutina es ahora la que tienen
miles de nicaragüenses, de mucho dolor, porque la rutina de Nicaragua es la
muerte. Cerca de donde vivo está la Universidad Nacional y de Ingeniería, y
escucho los balazos al anochecer. Ya a las 7 de la noche uno se pone nervioso
porque se pregunta cuántos muertos y cuántos desaparecidos habrá. Hoy andaba
con uno de los padres acompañando a una mamá que buscaba a su muchacho.
¿Cuál fue el momento en que todo se
salió de control?
Lo que pasa es que desde 2014, cuando los
obispos sacaron la primera carta y pidieron diálogo, la situación se miraba muy
mal. El tener contacto con estudiantes, campesinos y la costa Caribe me daba
una visión global de que se estaba acumulando mucha molestia. Lo del canal
interoceánico estaba provocando mucho sufrimiento y ya se venían escuchando
asesinatos, dispersos, pero asesinatos al fin. Nosotros aquí estábamos cerca de
esas poblaciones y por eso el Gobierno no nos quería, porque hay temas que
supuestamente son intocables, como el del canal, la ley autonómica de
indígenas, el despojo de tierras. Lo de la reserva Indio Maíz y lo del Seguro
Social rebalsó el vaso y el Gobierno cometió el error de pensar que podía
seguir reprimiendo las protestas sociales e infundiendo miedo.
¿Reventó ahí, en la UCA?
Yo no imaginé cómo esto iba a estallar,
pero fue aquí. Nos apedrearon de manera brutal y me dio tristeza ver a las
supuestas juventudes sandinistas, que son una pesadilla, protegidos por la
Policía con 200 motocicletas tirando piedras a lo bestia contra la gente de la
UCA y gente que se vino a refugiar aquí. Yo estaba en medio para ver cómo
podíamos evitar muertes. Gracias a Dios no hubo muertos el 18 de abril, pero el
19 de abril se vio la bestialidad en la Universidad de Ingeniería porque ya era
tirar bala, torturarlos, golpes en la cabeza.
¿Por qué se centró todo en las
universidades?
Podría ser simplista esto, pero lo que he
captado es que tenían o teníamos una idea equivocada de los jóvenes. Había un
ambiente de negación con la política para no someterse al pensamiento político
único. Pensábamos en los muchachos solo con el Internet o su celular, pero
reaccionaron en masa el día 18 de abril en la marcha contra las reformas en el
INSS. Algunos se preguntaban por qué reaccionaron así si afectaba más a la
gente de más edad, a los viejos. Bueno, pero en este país muchos muchachos
viven en los mismos hogares con sus abuelos y quizás eso hizo que reaccionaran.
La respuesta del Gobierno fue desproporcionada, con una fuerza excesiva, y eso
no les dio miedo, pero sí los indignó. Yo como rector vivía en presión
tremenda, pero no había estallado. Ya se sabía que si en la UCA hacíamos algo
que a la señora (Rosario Murillo) no le gustaba, recibíamos el mensaje por alguna vía.
¿Qué vía?
Bueno, nos han venido quitando dinero del
Estado. Un diputado (Edwin Castro, jefe de la bancada oficialista) me había
dicho que la UCA era desestabilizadora y que dábamos problemas. Hay una canción
que dice que "no queremos camisas de fuerzas en el pensamiento". Su
análisis estaba muy perdido porque pensaron que los jóvenes se iban a
intimidar, pero se unieron todas las universidades. Pecaron de soberbios.
¿Siempre estuvo usted distante con
el Gobierno?
Yo iba a las reuniones con el Consejo
Universitario, pero siempre quise mantener distancia. Edwin Castro era profesor
aquí y me pidió expulsar a los muchachos, pero más bien le terminé el contrato
y él se molestó. No era posible que él continuara aquí y eso enoja al Gobierno.
El 27 de mayo intentaron matar a dos cuidadores después de una carta muy fuerte
mía en la que hablaba de los parapolicías y paramilitares. Además, en la
salvajada del 30 de mayo (Día de las Madres), la UCA abrió sus puertas para
proteger a la gente. Yo iba en esa marcha con las mamás y ese día aquí tuvimos
cinco heridos. La policía tiraba bala, aquí tenemos los casquillos. Ya venían
también varios militares y yo comencé a llamar a los obispos y a los medios. Yo
tenía más de 5.000 personas aquí y habría sido un caos. Podés imaginar lo que
iba a pasar. Les dije que, si llegaban aquí, la pareja presidencial iba a
gobernar sobre un cementerio, porque eso es sí: ellos están dispuestos a
gobernar sobre un cementerio.
¿La amenaza de muerte vino después?
He recibido muchas llamadas telefónicas
donde me dicen que pronto voy a conocer la vida eterna. Yo contesto que conmigo
desperdician esa bala, porque yo no me voy a callar. Es lo que hemos dicho:
esta es una universidad jesuita que busca la justicia y vamos a seguir pidiendo
justicia por los asesinados. Recibí una carta que decía que los sacerdotes
estábamos incitando a la violencia y que el señor Ortega estaba tratando de
parar la violencia de los vandálicos. La señora Murillo, ese lunes 31 de mayo,
difundió a todos los cuadros de ellos. Era una manera de decir a los cuadros
que estuvieran atentos a estos curas. Yo no soy hombre de medios de
comunicación, pero esta situación me ha obligado. Eso tiene un mensaje para que,
si yo voy a un pueblo, puedan identificarme y puedan matarme.
¿Ha visto algún intento de ataque a
usted?
El otro día dos motos me venían siguiendo
cuando yo iba a una comunidad cerca de la UCA, se me tiraron al carro, me
gritaron y se fueron. Uno sabe cómo va esa gente, con pistola en la mochila y
un casco cerrado.
¿Vive entonces encerrado?
Trato de salir lo menos posible, pero
salgo a la "Mesa de Diálogo". Sé que cada salida es un riesgo, porque
aquí es la ley de la selva y cualquier día a uno pueden darle un balazo. Mi
casa está dentro de la Universidad y uno piensa lo que pasó en El Salvador.
Ellos acá usan francotiradores profesionales que pueden disparar desde 1.800
metros, me dicen. Por eso uno no ve cuando disparan y solo uno ve cuando caen
los muchachos. Tratamos de tomar todas las medidas, pero no es fácil. Pueden
ocurrir cosas en cualquier momento, pero no podemos dejar de insistir con la
"Mesa de Diálogo".
(Al día siguiente, Idiáquez se
vería con los otros religiosos a las 7:45 a.m. para coordinar asuntos del
diálogo. A las 9 a.m. se encontraría con el Gobierno, representado por el
canciller y por Edwin Castro, el político que el rector de la UCA despidió como
profesor. Las autoridades aceptarían -de palabra- la visita de verificadores
internacionales y exigirían el retiro de los "tranques" de las calles
del país. Sin embargo, fin de semana se registraría una tragedia dentro de la
tragedia: una familia murió calcinada en un barrio de Managua por un ataque que
el Cenidh calificó como "terrorismo de Estado").
¿Ese aparente diálogo puede servir
de algo?
Tenemos la esperanza de lograr algo
pacífico. Si no hay diálogo solo queda una guerra, pero esta es una insurrección
pacífica. Me preocupa que la pareja presidencial no muestra sensibilidad y es
como si ellos no se sintieran responsables. Ya llevan 165 asesinatos, heridos,
desaparecidos... estamos en una situación incierta. Quiero ser optimista, pero
la situación no es fácil. Una fiera herida es más agresiva y ellos están
aferrados al poder económico. No es fácil, cuando dos personas están tan
aferradas pueden hacer cualquier cosa y esta vez su estrategia de generar miedo
no les ha funcionado. Lo que ha provocado es más enojo. Una muestra clara es la
destrucción de Masaya, es una pesadilla ver que Ortega matara gente de Monimbó
(bastión histórico sandinista) y ahora caen más adolescentes. Según parece hubo
avionetas regando veneno, pero no lo tengo confirmado.
¿Cómo es que no ha habido una
respuesta armada?
Es que han sido los estudiantes y
campesinos. Esta es una revolución cívica. Quizás sea la primera revolución así
en América Latina. Si la gente inconforme que sabe manejar armas estuviera
tirando balazos, le darían excusas a Ortega a entrar a su juego, porque ese sí
es su terreno. Hay que evitar eso. Este país no está para otra guerra como la
que derrocó a Somoza; sería más desastroso, aunque sea triste, ver que seguimos
perdiendo vidas inocentes. Daniel y la señora deben aceptar que su tiempo ya
terminó.
¿Puede uno asegurar que no habrá un
alzamiento armado?
Conociendo este país, y si siguen matando
gente, va a llegar un momento en que la otra parte se va a desesperar y eso
quieren Ortega y Murillo; es una posibilidad que no se puede descartar. Si esto
sigue así vamos a llegar a 200, 300 o 400 asesinados y todos los días las
madres buscando a sus hijos en las cárceles. Nosotros más bien estamos mediando
para evitarlo, unos sacerdotes evitaron que lincharan a unos policías en
Masaya. Yo deseara que no, pero si esto sigue así, ya vos sabes que la
paciencia tiene un límite. El problema es que este señor no da signos de parar.
¿Cree que sirva de algo el paro de
hoy (jueves)?
No lo sé. Le puedo contar que Managua ha
quedado paralizada, pero uno no sabe si se logra algo. El Gobierno sigue
jugando a provocar temor, pero temor es lo que menos ha encontrado.
¿Es entonces cierto lo que decían
algunos: "nos quitaron todo, hasta el miedo"?
Claro, ya hemos visto que los jóvenes han
reaccionado con mucha valentía. Lo que pasa es que tiene un costo más grande.
¿No ha pensado usted en salir de
Nicaragua?
No puedo. Sería una traición para mis
estudiantes salir yo de aquí. No lo he pensado nunca. De aquí solo me iría si
pudiera llevarme a todo el país.
¿Tiene vigilancia?
No creás que ando con guardaespaldas. No,
solo trato de tener precauciones como no salir de noche. No voy a aceptar que
venga la policía a cuidarme, no; yo preferiría cuidarme solito a que vengan a
meterse aquí.
¿Cree que ahora la comunidad
internacional sí está poniendo atención en Nicaragua?
Mis hermanos jesuitas y otras comunidades
católicas nos han dado un gran apoyo. De Costa Rica, el Presidente ha sido muy
solidario, pero muchos países parece que ni siquiera se han enterado.
¿Se ve ya el efecto en la economía
de los hogares?
Se nota. Mirá que la UCA está cerrada,
suspendimos clases y notamos que muchos estudiantes no han pagado este mes.
Vamos a tomar medidas porque no vamos a presionar a los muchachos. La crisis ya
está afectando. La gente busca es comer, sobre todo en el campo, aunque ha
habido una gran solidaridad. Si esto sigue así, en varios días será peor,
porque además hay vandalismo y el Gobierno manda gente a robar a los
supermercados.
¿Conoce personas que hayan decidido
irse de Nicaragua?
Ahorita mismo está lleno Migración, con
gente buscando pasaportes. La gente que puede ha enviado a sus hijos a otros
lugares porque esto se ve mal. La gente de dinero ya lo ha hecho o con
familiares en otros países. Están buscando mandar a sus jóvenes o pequeños,
algunos traumados porque todas las noches hay peligro. Será un problema para
Costa Rica también porque muchos buscarán ir para allá.
¿Ve posible reabrir la universidad
pronto?
Desde el 18 de abril hemos intentado
abrir, pero solo para cumplir con la gente de maestrías. Terminamos las clases
a puro Internet, pero no estoy dispuesto a exponer a los muchachos. Abrir la
universidad ahora sería abrir una carnicería.
¿Una carnicería? Entenderá que
desde Costa Rica ve muy fuerte esa frase, más las imágenes y los relatos.
Es lo que pasa cuando hay un déspota
decidido a cualquier cosa, pero me resisto a callarme. El poder emborracha y
más cuando se ha vivido tanto tiempo ahí. Creo que Daniel es consciente de eso,
pero es un cerebro un poco extraño. Siempre querrá salirse con la suya. Antes
de salir va a dejar un charco de sangre. Bueno, ya lo ha dejado.
Parece que quiere ser optimista y
no le sale.
Es difícil. Yo salí de dictadura a los 18
años para estudiar como jesuita y ahora veo otra dictadura peor.