Por: Bernardo
Barranco V.
www.jornada.unam.mx / 040418
En
este proceso electoral, como nunca, los candidatos presidenciales han tomado
como propia la agenda moral y religiosa de la Iglesia católica y de algunas
iglesias pentecostales. La jerarquía de la católica debe estar festejando que
los candidatos asuman sus postulados sobre la vida, el aborto, el matrimonio y
las parejas igualitarias. Nunca habíamos tenido candidatos tan plegados a los
valores religiosos. ¿Los políticos están saliendo del clóset?
Los
hechos son evidentes. En diciembre, José Antonio Meade se refirió a los tiempos
de adviento que nos preparaban a la Navidad. En el acto, ante mujeres
mexiquenses, resaltó la vela rosa. Su presidente Enrique Ochoa, en tono de
pastor, dijo que todos los mexicanos éramos guadalupanos. Jaime Rodríguez, El
Bronco, reconoció ser creyente, aunque no religioso. Ante el temblor de
septiembre, admitió la corresponsabilidad porque tendemos a estar demasiado
liberales con la fe. Margarita Zavala, candidata independiente, se declaró
creyente y con orgullo proviene de una familia de tradición católica. Mikel
Arriola (PRI) asistió a la Catedral al oficio de la Adoración de la Santa Cruz,
el Viernes Santo, y declaró: Vine a misa no a hacer proselitismo.
Andrés
Manuel López Obrador es caso aparte, ante la alianza con el Partido Encuentro
Social (PES), ofreció organizar encuentros ecuménicos e interreligiosos. Ante
militantes del PES, prometió la elaboración de una constitución moral con
tintes religiosos para auspiciar una nueva corriente de pensamiento, que
promueva un paradigma moral de amor a la familia, al prójimo, la naturaleza y
la patria. Se declara cristiano en sentido amplio y sigue al Jesús que optó por
los pobres y luchó contra las injusticias de su tiempo.
Diversos
analistas serios ponen en duda el voto católico. Difícilmente un obispo o
sacerdote puede incidir de manera contundente en el ciudadano a la hora de
emitir su voto. No sólo la estructura eclesiástica está alejada de la
feligresía, sino que existe un notable deterioro de la imagen de la Iglesia.
Por ello su influencia en la conciencia de las personas ha decrecido. Si bien
hay obispos que se empeñan en incidir en el supuesto razonamiento del voto, la
mayoría de los votantes que son católicos, votan como ciudadanos no en tanto
católicos o musulmanes.
El
hecho de que la mayoría de los votantes sean católicos no se traduce en que
todos voten por las mismas opciones; el razonamiento del voto es diverso y
plural. Durante décadas en el siglo pasado se pensó que los católicos votaban
por el PAN porque éste recogía principios cristianos en su ideario político.
Sin embargo, las mayorías de votantes católicos sufragaban por el PRI. En suma,
la jerarquía católica ha privilegiado su relación con los actores del poder y
las élites, y han descuidado notablemente su ascendencia con la base de los
tejidos sociales, por tanto, han perdido liderazgo y gravitación entre su
propia feligresía.
Hay
mayores dudas respecto del voto evangélico, en especial el pentecostal, pues
los pastores llegan a tener mayor nivel de incidencia en la vida de los
feligreses y de las parejas. Por ello podría sospecharse de un voto corporativo
en estas iglesias. Sin embargo, tampoco es tan contundente hablar de un voto
evangélico. El que escribe realizó un estudio para el libro Las batallas del Estado laico, (Editorial
Grijalbo, 2016), en el que registró el comportamiento de las casillas
electorales en La Hermosa Provincia, Guadalajara, colonia habitada por miembros
de la Iglesia La Luz del Mundo y el hallazgo fue contundente: existe una
creciente pluralización de opciones políticas entre los miembros de la Iglesia.
La
clase política ha comprado la existencia del voto religioso. En junio de 2016,
la debacle electoral del PRI se debió al hartazgo de corrupción, impunidad y
pobres resultados de los gobiernos. Pero usaron como gran pretexto la
iniciativa del presidente Peña Nieto de favorecer los matrimonios igualitarios.
La arquidiócesis de Norberto Rivera festejó el merecido voto de castigo
católico para el presidente y su partido, se aseguró en el semanario Desde la Fe, dirigido entonces por Hugo
Valdemar. Afirmó: la Iglesia fue un factor detonante en la derrota del PRI. Es
una aseveración sin fundamento; pretende, sí, sacar raja de un acontecimiento
ciudadano relevante. O una justificación ramplona de los propios priístas
ante una dolorosa derrota.
Lo
hemos comentado, la clase política se ha venido reconfesionalizando, hay una
falsa adopción de valores religiosos de líderes políticos y funcionarios que
amenazan la laicidad del Estado. El oportunismo de la clase política no tiene
límites, porque adoptar poses de políticos piadosos son peligrosas imposturas
que podrían aun perjudicar la calidad de la fe de los creyentes. Ante su total
desprestigio buscan lavarse la cara y legitimarse con la fe religiosa
identificándose falsamente con los creyentes y buscando apoyo de las
estructuras religiosas, que suponen, fuerte presencia y raigambre en la
sociedad.
Los
ex gobernadores de Veracruz Javier Duarte, y de Chihuahua César Duarte,
consagraron las respectivas entidades y su personal al Sagrado Corazón de Jesús
y a la Inmaculada Virgen María en aparatosas ceremonias litúrgicas. En ese
tenor, varios alcaldes han hecho lo propio en el que destacó la presidenta
municipal de Monterrey, Margarita Alicia Arellanes, del PAN, quien en 2013
entregó la ciudad a Jesucristo. Ahora estos notables creyentes son acusados de
corrupciones millonarias. En los años recientes hay una especie de golpe de
pasión religiosa entre gobernadores, alcaldes y diputados. Durante la visita
del Papa, en febrero de 2016, los políticos se arremolinaban ante Francisco.
Querían una foto y subirse al barco de una figura popular mundial.
Aparentemente, ante la crisis de valores de la sociedad y el hartazgo de
corrupción, de la que son copartícipes, apelan con marcada hipocresía a las
convicciones religiosas como opción o fuente de legitimidad simulada.
Finalmente,
en México, el ascenso evangélico pentecostal es notorio. Se finca en los
estratos más pobres de las áreas urbanas. Sectores excluidos por el Estado, carentes
de servicios básicos de salud y educación. En torno a la teología de la
prosperidad, el pentecostalismo se ha desplegado masivamente en los 35 años
recientes. Sin embargo, es notorio el conservadurismo en términos morales y de
sexualidad. El PES, integrado por un notable grupo de iglesias, ha sabido capitalizar
este sector y ofrece en alianza con Morena más de 2 millones de votos a cambio
de numerosos escaños en las cámaras. Ha llegado el momento del evangelismo
político y cual fuere el resultado, aun si López Obrador no alcanza la presidencia,
los evangélicos pentecostales serán indiscutibles ganadores.