Silvia Ribeiro
www.alainet.org / 310118
La semana pasada, se filtró a la prensa un
informe sobre cambio climático que está preparando el Panel Intergubernamental
de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). Se
trata de un informe sobre los impactos del calentamiento global a 1.5°C sobre
los niveles pre-industriales. Según los datos obtenidos por Reuters, si se sigue en el ritmo actual de emisiones, se
sobrepasará este límite ya en 2040 (tinyurl.com/yaehlbzc), lo cual conllevará impactos graves
sobre muchos países, principalmente estados islas y con costas bajas, daños
probablemente irreversibles a arrecifes de coral (que son el primer eslabón de
la cadena alimentaria marina) y derretimiento del hielo en Groenlandia y
Antártida occidental. Aunque el informe es un borrador y el IPCC declaró
que puede cambiar luego de las revisiones a que es sometido, no van a cambiar
los datos de la ciencia, lo que podría –y debería– cambiar son las propuestas
que hace el IPCC frente a esta realidad.
El acuerdo de París sobre cambio climático
que firmaron 197 gobiernos en 2015, estableció la meta de que el aumento del
calentamiento global sea “muy por debajo de 2°C” hasta el 2100. Con los datos
revelados, hay un riesgo muy alto de que se sobrepase esa meta mucho antes de
esa fecha. La única manera de evitarlo sería que inmediatamente se
pusieran en marcha reducciones drásticas de emisiones de gases de efecto
invernadero (GEI) a nivel global. El IPCC había afirmado desde antes la
necesidad de estas reducciones, pero este informe plantea además que habrá que
remover el excedente de dióxido de carbono de la atmósfera por otros medios,
como tecnologías de geoingeniería.
El clima planetario ya se ha calentado 1°C
en promedio desde sus niveles pre-industriales, pero en realidad, más de las
tres cuartas partes ocurrió en los últimos 50 años, debido al aumento
vertiginoso de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Esas emisiones
son provocadas en su mayoría por las economías industriales basadas en
combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón). Las principales actividades
emisoras son la industria de extracción y producción de energía, el sistema
alimentario agro-industrial y el crecimiento urbano descontrolado, incluyendo
los transportes que todos esos rubros implican.
El IPCC no está mirando ahora qué
actividades causan las emisiones. Se supone que esto ya lo hicieron en los
informes de evaluación globales que elaboran periódicamente. El más reciente es
su Quinto
Informe que se publicó en 2014. El próximo será publicado en 2021.
Un aspecto de enorme relevancia que el
IPCC no considera es la desigualdad enorme que existe sobre quiénes causan las
emisiones GEI. El 10 por ciento de la población más rica del planeta es
responsable de la mitad de todas las emisiones globales. En el otro extremo, el
50 por ciento de la población mundial, empezando desde los más pobres, no causa
ni el 10 por ciento de las emisiones totales.
El nivel medio de emisiones generadas por
una persona que forme parte del 10% más pobre de la población mundial es 60
veces inferior al de alguien que pertenezca al 10% más rico. (Oxfam, 2015, tinyurl.com/gnvz99r) Según Kevin Anderson, del Centro Tyndall
de investigación sobre cambio climático, si la población más rica del planeta
redujera su nivel de vida al promedio europeo, se reducirían 30% de las
emisiones de gases de efecto invernadero.
No obstante, estos datos no son
considerados por el IPCC. En general, en las negociaciones de cambio climático
–y también en el IPCC que finalmente es una instancia no sólo técnica sino
también política– hay un pacto de los gobiernos en las regiones que más
emisiones causan, para no interferir en las ganancias de los más ricos,
incluidas las transnacionales petroleras y otras que lucran con las actividades
que generan el caos climático.
En lugar de ello, que sería lo necesario, el
IPCC propone técnicas de geoingeniería, como grandes plantaciones para
bioenergía con sistemas de captura y almacenamiento de carbono en fondos
geológicos (BECCS por sus siglas en inglés). Ya en el Quinto Informe global del
IPCC, incorporaron esta técnica, como una de las posibles “soluciones” para
aminorar el calentamiento global, lo cual motivó muchas críticas, tanto de
organizaciones de la sociedad civil, como de científicos, porque el
requerimiento de tierra, agua y nutrientes de las megaplantaciones para
“bioenergía” para afectar realmente al cambio climático, sería mayor que toda
la tierra usada actualmente en agricultura. Competiría por tanto en forma
devastadora con la producción de alimentos, desplazaría campesinos e indígenas,
con fuerte impacto en la biodiversidad.
BECCS, al igual que todas las propuestas
de geoingeniería, no va nunca a las causas del cambio climático –propone
remover carbono cuando ya fue emitido– por lo que éste seguiría en curso,
generando así un negocio cautivo para quienes vendan las tecnologías para
absorber y almacenar carbono. Que casualmente a menudo son las mismas empresas
petroleras (Exxon, Shell y otras). Empresas que como explicamos en un artículo anterior, tienen incluso dos de sus empleados que el
IPCC aceptó como autores de este reporte (https://tinyurl.com/y9k3xe4l).
- Silvia Ribeiro es investigadora del
Grupo ETC.