José
M. Castillo S.
www.religiondigital.com / 29-03-18
El
"jueves santo" de cada año, los cristianos recordamos (o tendríamos
que recordar) los tres mandatos que Jesús nos dejó a quienes decimos - o
pensamos - que creemos en Cristo y, por tanto, somos cristianos.
Primer mandato es el del
lavatorio de los pies.
Después de lavar, él mismo, los pies a los discípulos, les dijo: "Si
yo..., os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros" (Jn 13, 14). En la cultura del Imperio, la tarea de lavar los pies
era una de las obligaciones a las que estaban sometidos los esclavos. El
Evangelio expresa este deber mediante el verbo griego "opheilo", que
significa "estar obligado", como bien explican quienes mejor han
estudiado este término griego. Ya Jesús había dicho esto mismo, con otras
palabras y en otro momento: "Un discípulo no es más que su maestro, ni un
esclavo más que su amo" (Mt 10, 24).
Por
tanto, el primer mandato de Jesús a los cristianos consiste en que vayamos por
la vida comportándonos como esclavos de lo que necesitan los demás. Aunque se
trate de quienes están por debajo de nosotros.
Segundo mandato es el de
la eucaristía:
"Haced lo mismo en memoria mía". Palabras que Jesús pronunció dos
veces, después de dar a los discípulos el pan, del que Jesús dijo que es su
cuerpo; y después de darles el cáliz, "la nueva alianza en su sangre"
(1 Cor 11, 24-25). Se explique como se explique este "recuerdo
peligroso" (J. B. Metz), lo que podemos decir hoy con seguridad es que,
para entender lo que Jesús quiso decir, no podemos depender ni del pensamiento
de Platón (que predominó hasta el s. X), ni de lo que decía Aristóteles (a
partir del s. XI). Nuestra fe no depende de cómo explicaban la realidad los
sabios de la Antigüedad. Lo que sabemos por la fe en la eucaristía, es que, al
comer el pan consagrado y al beber el cáliz, Jesús se hace presente en nuestra
vida. Y, por tanto, nuestra vida tiene que reproducir lo que fue la
"peligrosa existencia" de Jesús en este mundo. Tan peligrosa que,
como sabemos, acabó como acabó.
Por
tanto, el segundo mandato de Jesús, en jueves santo, nos viene a decir que "no
nos refugiemos en la práctica sacramental", para quedarnos ahí y sólo en
eso, satisfechos y tranquilos en nuestra conciencia, porque somos cristianos
"de comunión diaria" (o quizá semanal), que podemos entrar en la
iglesia (o ir por la calle) con la cabeza alta. El día que comulgar - o
simplemente ir a misa - represente un peligro real, ese día hacemos el
"recuerdo" o la "memoria" de Jesús tan auténtica como
peligrosa. Porque será una "memoria subversiva".
Tercer mandato es el más radical y el más complicado.
Porque es el más profundamente humano. El IV evangelio no recuerda la
institución de la eucaristía en la cena de despedida. En su lugar, pone el "mandamiento nuevo": "que
os améis unos a otros, como yo os he amado... En esto conocerán que sois mis
discípulos" (Jn 13, 14-15). ¿Por qué este mandamiento es
"nuevo"? Antes que Juan, los tres evangelios sinópticos habían
insistido en que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. Aquí,
Jesús da un paso más. Y ya, ni menciona a Dios. El mandato es: "que os
améis unos a otros". Porque, dado que Dios "se humanizó" (eso es
lo que entraña la "encarnación"), "lo que hicisteis por uno de
estos, a Mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). Esta es la sentencia del
"juicio final".
¿Es
España un país "cristiano"? Según la vigente Constitución no lo es
(Art. 16, 3). Según el Evangelio y tal como están organizadas nuestras leyes y
nuestra economía, el problema no está en que sea o no sea constitucionalmente
"confesional". Desde el punto de vista estrictamente religioso, es
que España es un país "anti-cristiano". Por lo que decretan nuestros
gobernantes, por lo que aprueban nuestros electores y por lo que nos callamos y
"tragamos" los demás. Con el silencio de nuestros obispos.
Seguramente, con más cobardía que desvergüenza. Pero, a fin de cuentas, es lo
que "tragamos".
El Evangelio no es
"igualitario" (como los Derechos Humanos). Es
"preferencial". Porque Jesús prefirió sobre todo a los últimos, los más pequeños, los más
desgraciados. Justamente prefirió a todos aquellos que, en este país tan
cristiano (y otros semejantes), se ven pisoteados, despreciados, maltratados. Y
con una subida de pensiones, que se reduce a unos céntimos al mes. ¿Y no somos
"anti-cristianos"? Lo estamos diciendo a gritos.