Thierry Meyssan
www.voltairenet.com / 020118
Hace
una decena de años que Estados Unidos está atrapado en su propia contradicción
ante el islam. Por un lado, se presenta como el país de la libertad religiosa,
mientras usa la Hermandad Musulmana para desestabilizar el Medio Oriente
ampliado, y al mismo tiempo lucha contra el avance del terrorismo islámico
fuera de esa región. Estados Unidos ha prohibido toda la investigación que
permitiría establecer la diferencia entre el islam como religión y la manipulación
de esa religión con fines políticos.
Después
haber roto con el terrorismo de la Hermandad Musulmana, Donald Trump ha
decidido reabrir ese dossier, corriendo con ello el peligro de provocar actos
de violencia en su propio país ya que, en Estados Unidos, la libertad para
practicar la religión musulmana no incluye la de meterse en política.
En su nueva «Estrategia de Seguridad
Nacional», el presidente Trump modifica la terminología oficial y designa los
grupos armados musulmanes como «yihadistas terroristas».
¿Es
el islam una religión o una ideología?
Después de los atentados del 11 de
septiembre de 2001, atribuidos a al-Qaeda, una violenta polémica se desató en Washington.
¿Los grupos terroristas eran o no representativos del islam? En caso de
respuesta afirmativa, parecía conveniente considerar a todos los musulmanes
como enemigos de la patria. En caso de respuesta negativa, era posible
establecer una diferencia entre musulmanes «moderados» y «extremistas».
Pero los británicos utilizaban los mismos
términos con un sentido diferente: los «moderados» son musulmanes
«moderadamente antiimperialistas» –como el Hamas, que no abriga objeción alguna
de orden político hacia Israel y que sólo se niega a que los musulmanes sean
gobernados por judíos– mientras que los «extremistas» son «musulmanes
extremadamente antiimperialistas» –como el Hezbollah, que cuestiona la victoria
del Estado colonial israelí sobre los árabes.
La polémica alcanzó su punto culminante en
junio de 2006, en una conferencia del New York Metro InfraGard. William
Gawthrop, agente y experto del FBI, aseguró que era inútil establecer
diferencias entre los distintos grupos terroristas musulmanes dado que todos se
basan en la misma ideología: el islam. Se filtraron entonces 5 documentos
internos del FBI [1]. Destinados a la formación de los
oficiales del FBI, esos documentos plantean que mientras más «islámica» es una
persona es también más potencialmente «radical» y que el profeta Mahoma era el
líder de una secta violenta. Gawthrop se basaba en un indiscutible estudio del
Corán, de los hadiz y de los principales textos teológicos del islam. Mostraba
que, a lo largo de la Historia, teólogos de las 4 principales escuelas sunnitas
respaldaron la guerra contra los infieles… pero no los pensadores de la escuela
chiitas. Gawthrop era también instructor en el Counterintelligence Field
Activity (CIFA) del Departamento de Defensa, donde abogó por que se estudiara a
Mahoma como jefe militar.
Esa polémica no era nueva. Por una parte,
desde 1953 y la visita de Said Ramadan al presidente Eisenhower en la Casa
Blanca, la CIA y el Departamento de Defensa trabajaban –fuera de Estados Unidos–
con los partidarios del islam político: la Hermandad Musulmana. Por otro lado,
durante la segregación racial se admitía que los descendientes de los esclavos
podían ser musulmanes, pero sin que ello fuese una forma de definición o
reclamo político. En 1965, el líder político negro y musulmán Malcolm X fue
asesinado, probablemente con la contribución pasiva del FBI. Herido de muerte,
en el suelo, trató de comunicar a su secretaria un mensaje para Said Ramadan.
En respuesta, una importante personalidad
musulmana estadounidense, Salam Al-Marayati, amenazó con poner fin a toda
cooperación con el FBI [2].
De inmediato, el subsecretario de Justicia
James Cole prohibió todos los documentos de ese tipo, no sólo en el FBI, sino
en todas las administraciones estadounidenses.
Pero los documentos del FBI estaban
concebidos para impartir cursos, donde los instructores especificaban, poniendo
en ello mucho énfasis, que no se referían al islam como religión sino como
ideología política [3].
Estados
Unidos, ¿país de la libertad religiosa o de la islamofobia?
Durante ese periodo, el Departamento de
Estado crea varias estructuras encargadas de influir en la opinión pública
estadounidense y en las de otros países para que no acusen a Estados Unidos de
estar en guerra contra la religión musulmana. Ese dispositivo incluía un equipo
de una veintena de personas, que hablaban varios idiomas e intervenían bajo
identidades falsas en diversos foros para orientar los debates.
Independientemente de la manera de abordar
la cuestión, Estados Unidos acababa siempre volviendo al mismo problema: desde
el siglo VII, la palabra «islam» sirve en árabe para designar tanto una
religión como una ideología política, a pesar de tratarse de dos cosas
completamente diferentes.
Finalmente, en enero de 2008, el
Departamento de Seguridad de la Patria (Homeland Security) publicó, por iniciativa
de Michael Chertoff, la terminología para definir a los terroristas
(Terminology to Define the Terrorists: Recommendations from American Muslims).
Posteriormente, en marzo de 2008, la oficina del director de la Inteligencia
Nacional, encabezada entonces por Mike McConnell, redactó una nota de carácter
semántico dirigida a todo el conjunto de la administración. Se trataba de
instrucciones que tenían como objetivo eliminar toda sospecha de islamofobia
que pudiera existir contra la administración de George Bush hijo, quien había
hablado en 2001 de «cruzada contra al-Qaeda», y limpiar la imagen del «país de
la libertad religiosa».
Poner a Barack Hussein Obama en la Casa
Blanca debía ser suficiente para arreglar el problema. Pero no fue así,
principalmente porque, aunque una tercera parte de sus electores creían que
Obama era musulmán, él se apresuró a precisar que en realidad era cristiano,
aunque proveniente de una familia musulmana, lo cual parecía avalar el esquema
identitario de los inmigrantes llegados del norte de Europa, o sea que se puede
ser estadounidense siendo musulmán de cultura e incluso musulmán practicante de
esa religión, pero el presidente de Estados Unidos tiene que ser cristiano.
De ahí la violenta reacción contra la
campaña financiada por el promotor inmobiliario Donald Trump para que se aclarara
dónde había nacido Barack Obama –¿en Hawái o en la Kenya británica? Por supuesto,
la respuesta a esa pregunta tenía que ver con el respeto de la Constitución
estadounidense [4], pero también implicaba aclarar si Obama
había nacido cristiano o musulmán.
En 2011, el subsecretario de Estado a cargo
de la propaganda (Public Diplomacy) creó el Centro para las Comunicaciones
Estratégicas sobre el Antiterrorismo (Center for Strategic Counterterrorism
Communications). En 2016, esa estructura pasó a llamarse Centro de Compromiso
Global (Global Engagement Center) y extendió sus competencias a la lucha contra
Rusia. Su presupuesto se multiplicó entonces por 13. Por supuesto, poner la
lucha contra el terrorismo y la rivalidad con Rusia en manos del mismo
organismo no contribuyó precisamente a aclarar las cosas. Fue en esa época
cuando Washington adoptó la expresión de la ONU «extremismo violento» para
designar la ideología de los terroristas [5].
Volvamos atrás. El 22 de diciembre de
2012, la publicación egipcia Rose El-Youssef revelaba la presencia de varios
responsables de la Hermandad Musulmana en la administración Obama, como Salam
Al-Marayati, quien incluso había representado a la secretaria de Estado Hillary
Clinton y presidido la delegación estadounidense a la conferencia de la OSCE
sobre los derechos humanos. Laila, la esposa de Al-Marayati, estaba vinculada a
Hillary Clinton en la época en que esta última era First Lady y pertenecía a la
Comisión sobre la Libertad Religiosa Internacional. La intervención de
Al-Marayati contra Gawthrop, 6 años antes, en realidad era una maniobra de los
Clinton, que utilizaron la Hermandad Musulmana para modificar la opinión del FBI
y del Departamento de Defensa.
El
derecho a reflexionar
La polémica resurgió en julio de 2017 con
la presentación de una enmienda a la Ley de Programación Militar (NDAA) para
autorizar el Departamento de Defensa a estudiar «el uso de doctrinas religiosas
musulmanas violentas o no ortodoxas para apoyar la comunicación de los
extremistas o de los terroristas y justificarla». Aquel texto fue rechazado por
217 votos contra 208, también en aras de la protección del islam como religión.
Por consiguiente, el presidente Trump ha
finalmente aclarado las cosas al aplicar a los terroristas musulmanes la
palabra «yihadista», aunque la «yihad» no sea originalmente la lucha armada
contra los infieles sino una forma de reflexión y de análisis interno que
realiza cada individuo sobre sus propios actos y sobre sí mismo.
Pero las decisiones de Donald Trump han sido
hasta ahora objeto de las peores tergiversaciones. Su decreto suspendiendo la
inmigración desde países donde los funcionarios estadounidenses no tiene medios
de verificar la honestidad del solicitante fue interpretada como una medida
«islamófoba» por tratarse de países cuyas poblaciones son mayoritariamente musulmanas.
Su decisión constituye para Estados Unidos
una verdadera revolución intelectual. Hasta ahora, el Departamento de Defensa
venía aplicando la estrategia del almirante Arthur Cebrowski, destruyendo en
cada país del Gran Medio Oriente –uno por uno– toda forma de organización
política mientras que el Departamento de Estado se ocupaba de asegurar que esa
política no era antimusulmana per se.
Pero no era eso lo que se percibía desde
el punto de vista de las poblaciones del Gran Medio Oriente, o Medio Oriente
ampliado. Dado el hecho que Estados Unidos estuvo aplicando durante 15 años la estrategia
del almirante Cebrowski [6] únicamente en la parte del mundo
mayoritariamente musulmana, era imposible que afganos, persas, turcos y árabes
entendieran los eslóganes estadounidenses. Fue por cierto esa la contradicción
que Barack Obama se encontró en el momento de su discurso del Cairo, en junio
de 2009.
Si bien es posible entender los objetivos
de la propaganda estadounidense, lo cierto es que la primera víctima de esa
propaganda ha sido… Estados Unidos. En efecto, no es la estrategia
estadounidense de destrucción del Gran Medio Oriente sino la contradicción
entre el bello discurso de Estados Unidos y su apoyo a la Hermandad Musulmana
en el exterior lo que le ha llevado a prohibir toda investigación sobre el
origen del islam político, tanto en suelo estadounidense como por parte de sus
aliados.
Sin embargo, Mahoma fue a la vez general y
gobernante. Esa particular situación histórica permitió, desde los inicios
mismos del islam, que una corriente de pensamiento tratara de manipular esa
religión para hacerse del poder. La mayoría de los musulmanes se educó con
hadiz escritos mucho después de la muerte del Profeta, textos que le atribuyen
hazañas militares y un pensamiento político en particular. La Hermandad
Musulmana se apoya en importantes antecedentes.
En todo caso, Estados Unidos no logrará
distinguir entre los dos sentidos de la palabra islam mientras no haya resuelto
la cuestión de su propia identidad. Donald Trump y sus electores admiten sin dificultad
que negros e hispanos sean ciudadanos de Estados Unidos, pero no que ejerzan
funciones políticas de primer plano.
Paradójicamente, aunque sería conveniente
que intelectuales musulmanes emprendan esa investigación y permitan así separar
su religión de la manipulación política de la que ha sido objeto, Estados Unidos
tendrá probablemente que realizar ese trabajo por sí solo. A pesar de que hay
en Estados Unidos numerosos investigadores musulmanes, es poco probable que ese
país logre no proyectar sobre ese tema sus propios problemas culturales, con lo
cual corre el peligro de interpretarlo erróneamente.
[2] “The wrong way to
fight terrorism”, Salam
Al-Marayati, Los Angeles Times, 19 de octubre de 2011.
[3] Este video de un curso impartido en Quantico,
el cuartel general del FBI, no deja duda alguna al respecto.
[4] La Constitución estipula que
el presidente de los Estados Unidos de América tiene que ser nacido
en suelo estadounidense. Nota de la Red Voltaire.
[5] «Plan
d’action pour la prévention de l’extrémisme violent», por Ban
Ki-moon, Réseau Voltaire, 24 de diciembre de 2015.
[6] The Pentagon’s New Map, Thomas P. M. Barnett,
Putnam Publishing Group, 2004. «El
proyecto militar de Estados Unidos para el mundo», por
Thierry Meyssan, Haïti Liberté (Haití) , Red Voltaire, 22 de agosto
de 2017.