Jesús Bastante
www.religiondigital.org / 230218
Es uno de los líderes de la oposición al
Papa Francisco. Seguramente, el que atesora un mayor poder en la Curia, como
máximo responsable de Liturgia. Ahora, el cardenal Robert Sarah da un paso más,
y arremete contra aquellos católicos que, legítimamente, solicitan recibir la
comunión en la mano: "Es un ataque diabólico a la Eucaristía",
proclama.
Sarah, quien ya recibió dos amonestaciones
públicas por parte de Francisco tras sugerir que los curas volvieran a celebrar
la Eucaristía a espaldas del pueblo y por tildar la misa del Vaticano II, al
menos en muchas de sus manifestaciones, de "profana y superficial",
ha escrito un prefacio al libro de un sacerdote italiano, Federico Bortoli,
titulado 'La distribución de la comunión en la mano. Perfiles históricos,
jurídicos y pastorales', en el que asegura que la forma de dar la Comunión en
la mano es una "falta de respeto" al Santísimo.
"El ataque malvado más insidioso
consiste en tratar de extinguir la fe en la Eucaristía sembrando errores y
favoreciendo una forma inadecuada de recibirlo", apunta Sarah, quien añade
que "la guerra entre el arcángel Miguel y sus ángeles, por un lado, y
Lucifer, por el otro, continúa hoy en los corazones de los fieles: el objetivo
de Satanás es el sacrificio de la Misa y la presencia real de Jesús en la
hostia consagrada".
Para el cardenal, es necesario que los
fieles vuelvan a arrodillarse para recibir, en la boca, la Eucaristía.
"¿Por qué esta actitud de falta de sumisión a los signos de Dios?
Recibirlo de rodillas y en la lengua es mucho más adecuado para el sacramento
mismo".
No es única ocasión en que Sarah ha
criticado la forma de comulgar. Así, el pasado año, el Prefecto de Culto Divino
advirtió contra la "devastación, destrucción y guerras" que ha
provocado la misa vernácula en la Iglesia a nivel doctrinal, moral y
disciplinario.
El Vaticano II, admitió Sarah, ha sido
responsable de algunas "buenas iniciativas" en cuanto a la
participación activa de los fieles en la misa y a su progreso en la vida
cristiana. Sin embargo, denunció, "no podemos cerrar los ojos al desastre,
la devastación y el cisma que los promotores modernos de una liturgia viviente
causaron al remodelar la liturgia de la Iglesia de acuerdo con sus ideas".
"Muchos creen y declaran alto y
fuerte que el Concilio Vaticano II ocasionó una verdadera primavera en la
Iglesia", escribía Sarah. "Sin embargo, un número cada vez mayor de
líderes eclesiales consideran esta "primavera" como un rechazo, un
renuncio a su herencia milenaria, o incluso como un interrogatorio radical de
su pasado y tradición". Y todo esto como consecuencia de la
"tendencia sacrílega" en la Iglesia posconciliar "de reducir la
sagrada misa a una simple comida social".