Emir Sader
www.jornada.unam.mx / 241217
En Estados Unidos y en Argentina, de
manera formal, con nuevas leyes. En Brasil y en otros países, con medidas
concretas que equivalen a lo mismo, se disminuyen los impuestos a los ricos.
Leonardo Boff dice que hay que cuidar a
las personas. Lula dice que gobernar, cualquiera gobierna. Pero de lo que se
trata es de cuidar a la gente más pobre, más frágil.
Los gobiernos de derecha, hoy todos
neoliberales, se dedican a cuidar a los ricos. Ya no les basta ser ricos.
Tienen que ser cuidados. Si no, no se deciden a invertir su platita, ganada con
el sudor del rostro ajeno. Hay que tentarlos a que hagan inversiones,
convencerlos, darles argumentos para que se arriesguen a hacer inversiones. A
lo mejor a crear algunos bienes, quién sabe si algunos empleos informales.
Esa es la lógica de los ministros y de los
cronistas de derecha, tanto en las reformas laborales como en las tributarias.
Asumen el llanto de los grandes empresarios, de que invertir sale muy caro. Hay
mucho riesgo, además.
Que los costos de contratar trabajadores
son demasiado elevados. Que así no es posible. Que no vale la pena. Mejor poner
la plata en la bolsa de valores, donde no se contrata a nadie, no se paga
prácticamente ningún impuesto, se saca y se lleva la plata para la bolsa de
algún otro país, si vale más la pena.
Que hay que abaratar los costos de la
contratación de trabajadores –a expensas de los derechos de éstos, claro– para
que se contrate a más gente. Que éstos se adapten al ritmo, a las necesidades,
a la temporalidad del capital, que es el motor de la sociedad, desde luego. Dos
horas hoy, ninguna mañana, pasado, a lo mejor otro día 14 horas, si las
máquinas así lo demandan.
Total, el sistema vigente se llama
capitalista. Su centro es el capital. Todos tienen que adecuarse al movimiento
del capital. Si les interesa viajar a alguna isla lejana, hay que generar las
condiciones para que hagan ese viaje. Si quieren volver, que se creen las
condiciones de bienvenida a los que retornen.
Sin capital no hay capitalismo, no hay
capitalistas, no hay siquiera empleo para mucha gente. Los gobiernos que se
importan con el desarrollo del país tienen entonces que cuidar del capital, que
a su vez cuidará del país y de sí mismo.
Basta que se mencione reforma tributaria
para que los empresarios se froten las manos: ¡Excelente! Menos impuestos y
nunca tributación justa. El que gana más, paga más. No. Es el que gana más
quien mueve al país. Tiene que pagar menos impuestos para que se anime a hacer
inversiones y a lo mejor contrate algunos trabajadores por algún tiempo.
Es el regalo de Navidad de los gobiernos
de los ricos para los ricos, por buen comportamiento, buen financiamiento,
préstamo de sus cuadros al gobierno para ayudar a cuidar de ellos. Si no les
agrada, pueden dejarnos e ir a asumir riesgos en otros pagos.
Menos impuestos, perdón de deudas,
financiamientos a intereses bajos –esas son las condiciones de tener el apoyo
de los empresarios. Cuidar a los ricos para que no nos abandonen por algún
paraíso cualquiera.
Si no nos quedaríamos prisioneros de los
pobres, de esos que viven del sudor de su rostro, de los que no explotan a
nadie, de los producen todas las riquezas del país, de esos que se asocian, se
organizan, se movilizan.
Para evitar esto, reforma laboral, reforma
de las jubilaciones, reforma tributaria. A los que no tienen nada les
quitaremos todo. Cuidar a los ricos para que seamos países de ricos, para que
los otros sepan que no hay para todos, que en el capitalismo gana el que tiene
capital.
Y si un gobierno de ricos no cuida a los
ricos, ¿quién lo hará?