Thierry Meyssan
www.voltairenet.org / 071117 // 141117
La guerra contra el Emirato Islámico
va llegando a su fin en Irak y en Siria, parece que se ha logrado evitar el
conflicto armado contra el seudo Kurdistán y varios Estados del Medio Oriente
ampliado comienzan a retomar la iniciativa. Aprovechando la fluidez del
momento, el príncipe heredero de Arabia Saudita ha eliminado abruptamente a
todos los miembros de la familia real que podían representar algún peligro para
su control del poder. La guerra no sólo acaba de modificar la correlación de
fuerzas regional sino que uno de los principales actores acaba de cambiar de
objetivos.
Nueva etapa en el Medio Oriente
Dicen que a
la naturaleza no le gusta el vacío. El fin del «Emirato Islámico en Irak y
Siria» (Daesh, su acrónimo árabe) –que acaba de perder sucesivamente las
ciudades de Mosul, ante la ofensiva del ejército iraquí; Raqqa, tomada por el
ejército estadounidense; y Deir ez-Zor, liberada por el ejército sirio– cierra
una guerra y abre un nuevo periodo. El fracaso de Massud Barzani en su empeño
por obtener el reconocimiento internacional de la anexión de Kirkuk por los
kurdos del PDK (Partido Democrático del Kurdistán iraquí) descarta el proyecto
de creación de un nuevo Estado colonial, el seudo Kurdistán, puesto avanzada
del ejército israelí contra Irán.
En momentos
en que la devastación reina en el Medio Oriente ampliado, principalmente en Libia,
en Siria, en Irak, Yemen y Afganistán, quedan aún en esa región 4 Estados en
condiciones de hacer progresar sus intereses: Israel, Arabia Saudita, Turquía e
Irán. Para lograrlo, cada uno está obligado a tomar una iniciativa antes del
encuentro entre los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin, que debe
producirse durante la cumbre de la APEC (el Foro de Cooperación Económica
Asia-Pacífico) a celebrarse en Danang del 8 al 10 de noviembre.
El 3 de
noviembre, Israel se declaró dispuesto a proteger a los drusos del sur de Siria
de los yihadistas que acababan de atacar la localidad siria de Hader. Desde
principios de 2017, Tel Aviv viene tratando de crear en el sur de Siria un
movimiento separatista druso, siguiendo el modelo de lo que logró hacer con los
kurdos en el norte de ese mismo país y en Irak. El Mossad reclutó al mayor
sirio Khaldoun Zeineddine, quien trató de proclamar un “Drusistán” pero sólo
logró sublevar contra Damasco una docena de combatientes.
Ese mismo
día, Turquía reagrupaba los diferentes grupos yihadistas de Idlib para crear un
«Gobierno de Salvación Nacional», bajo la presidencia de Muhammad al-Sheikh
y con Riad al-Asaad como viceprimer ministro. Ankara trata así de aplicar en la
gobernación siria de Idlib la idea de su aliado Qatar, que ya en 2012 había
fundado un gobierno sirio alternativo bajo la denominación de «Coalición
Nacional Siria».
De Teherán
no ha llegado ninguna señal, probablemente porque la República Islámica de Irán
es el único de los 4 Estados anteriormente mencionados que sale vencedor
simultáneamente ante el Emirato Islámico como ante el clan Barzani, y no tiene
por ende interés en modificar la nueva coyuntura.
La sorpresa
vino de Riad. La familia real de Arabia Saudita no trató de imponer un nuevo
orden regional, pero el príncipe heredero Mohammed ben Salman trata de
modificar el anquilosado orden de su reino.
La dimisión del primer ministro libanés Saad Hariri
El 4 de noviembre, hacia las 11 horas TU, el primer ministro libanés
anunció su renuncia, compareciendo en vivo a través del canal saudita de
televisión Al-Arabiya, desde el hotel Ritz de Riad y en presencia del
príncipe heredero de Arabia Saudita.
Al leer, al pie de la letra, el texto que evidentemente le habían
entregado, Saad Hariri se olvidó inesperadamente de que presidía un gobierno
que contaba entre sus ministros varios miembros del Hezbollah. Y se expresó en
los siguientes términos:
«Allí donde Irán está presente, siembra la división y la destrucción. Prueba de ello es su injerencia en los países árabes, sin mencionar su profundo rencor contra la nación árabe (…) Irán confisca el destino de los países de la región (…) El Hezbollah es el brazo de Irán, no sólo en Líbano sino también en los demás países árabes (…) Desgraciadamente, comprendí que ciertos compatriotas marchan de la mano con Irán, que trata de sacar al Líbano de su entorno árabe. Glorioso Pueblo del Líbano, el Hezbollah ha logrado, gracias a sus armas, imponer una situación de facto (…) Quiero decir a Irán y sus acólitos que salen perdiendo. Las manos que se levantan contra los Estados árabes serán cortadas. Y el Mal se volverá contra quienes lo ejercen.»
Ese texto dramático entierra el conflicto religioso entre sunnitas y
chiitas para reactivar el conflicto racista de los árabes contra los persas. A pesar
de las apariencias, eso es una forma de progreso ya que las posibilidades de
guerra se vuelven así más limitadas, dado el hecho que sunnitas y chiitas
habitan territorios donde se hallan mezclados mientras que los árabes y los
persas viven en territorios diferentes. En el caso concreto del Líbano, ese
cambio de lenguaje no modifica gran cosa. Pero ese texto no indica qué motivó
la dimisión del primer ministro.
Saad Hariri agregó que teme por su vida. Al-Arabiya afirmó después
que Hariri escapó hace días a un intento de asesinato. Pero la policía y la
Seguridad General libanesas desmintieron sucesivamente precisando que no han
tenido conocimiento de tal cosa. Al-Arabiya aseguró que el padre de
Saad, Rafic Hariri, fue asesinado en 2005… por Irán, después de haber atribuido
ese crimen durante años al entonces presidente del Líbano Emile Lahoud y al
presidente sirio Bachar al-Assad.
Después de pronunciar su alocución, Saad Hariri telefoneó al presidente
libanés, Michel Aoun, para comunicarle oficialmente su dimisión. La conversión
fue muy breve y tampoco aclaró las causas de la renuncia.
El ministro saudita de Asuntos del Golfo aseguró, contrariamente a lo que
podía pensarse a primera vista, que Arabia Saudita no tiene preso a Saad Hariri
y que el ahora dimitente primer ministro libanés puede volver al Líbano cuando
quiera. Ante la persistencia de los rumores de que Hariri estaba detenido en
Arabia Saudita, se difundió a través de su cuenta de Twitter una foto de este
en ropa casual junto al embajador de Arabia Saudita en Líbano.
Cuando Saad Hariri ni siquiera había terminado su alocución, su rival, el
ex director central la policía libanesa (FSI) y posteriormente ministro de
Justicia Achraf Rifi, regresaba a Beirut de su exilio italiano. No está de más
recordar que Saad Hariri es uno de los individuos más endeudados del mundo
–tiene una deuda personal que ronda los 4,000 millones de dólares con Arabia
Saudita– y no parece por tanto en condiciones de tomar decisiones contrarias a
los intereses de su acreedor.
Hacia las 23 horas y 45 minutos TU, los rebeldes huthis disparaban desde Yemen
un misil balístico hacia el aeropuerto internacional Rey Khaled de Riad, misil
que fue interceptado por los misiles antimisiles Patriot instalados en Arabia
Saudita. Dado el hecho que el armamento moderno de los huthis proviene de Irán,
los observadores vincularon el incidente del misil con la dimisión de Hariri y
concuerdan en ver el disparo de ese artefacto como una respuesta al discurso
anti-iraní de Saad Hariri.
El príncipe heredero Mohamed ben Salman toma el poder
Los
acontecimientos se aceleran entonces. Minutos más tarde, el rey Salman firmó
dos decretos. El primero pronunciaba la jubilación anticipada del jefe del
estado mayor de la marina de guerra y revocaba al ministro de Economía y al
jefe de la Guardia Real, el poderosísimo príncipe Muteb, hijo del ex rey
Abdallah. El segundo decreto instauraba una Comisión de Lucha Contra la
Corrupción… bajo la presidencia del príncipe Mohamed ben Salman. Mientras tanto,
la prensa anunciaba también la entrada en vigor de la nueva ley antiterrorista,
que incluye disposiciones que permiten pronunciar condenas de 5 a 10 años de
cárcel por difamación o por ultraje público a la autoridad del rey o del
príncipe heredero.
En el
transcurso de la siguiente hora, la Comisión de Lucha Contra la Corrupción se reunía
y adoptaba una serie de medidas preparadas desde hace mucho tiempo, acusando de
malversación de fondos a 11 príncipes, 4 ministros en funciones y decenas de ex
ministros. Los acusados fueron puestos de inmediato bajo arresto por el
nuevo comandante de la Guardia Real y a varios de ellos incluso se les abría
expedientes en virtud de la nueva ley antiterrorista. En la carreta de los
condenados figuraban tres personalidades anteriormente destituidas por el rey,
como el ex comandante de la Guardia Real, el príncipe Muteb. En el transcurso
del día se supo que las cuentas bancarias de los sospechosos fueron confiscadas
y que de ser declarados culpables –lo cual es sólo una formalidad– sus bienes
pasarán al Tesoro nacional.
Según la
agencia de prensa del reino, los sospechosos malversaron fondos durante las
inundaciones de 2009 y la crisis del coronavirus (el llamado Middle East
Respiratory Syndrome o MERS), acusación posiblemente fundada pero que no los
distingue en nada de los demás caciques de la monarquía saudita.
Aunque no se
ha publicado ninguna lista de nombres, se sabe que el príncipe Walid ben Talal
figura entre los sospechosos. Considerado uno de los hombres más ricos del
mundo, el príncipe Walid ben Talal era el embajador secreto del reino ante
Israel. La Kingdom Holding Company,
propiedad de este príncipe y poseedora de acciones en el Citygroup, Apple,
Twitter y Euro-Disney, perdió inmediatamente 10% de su valor al abrirse las
operaciones de la Bolsa de Riad, en la mañana del domingo, y finalmente se decretó
la suspensión de cotización.
A pesar de
las apariencias, nada indica que las víctimas de la purga hayan sido
seleccionadas debido a sus funciones o sus ideas, lo cual parece corroborar el
discurso oficial sobre la lucha contra la corrupción.
En la tarde
del domingo, un helicóptero se estrella cerca de Abha. Se anuncia entonces que
varios dignatarios sauditas murieron en el siniestro, entre ellos un príncipe
llamado Mansur.
El éxito del
príncipe heredero, que acaba de derrocar la oligarquía para instaurar su propia
autocracia, nada dice sobre su capacidad para gobernar el reino. Con 32 años,
este hijo de súper rico no ha tenido la oportunidad de entrar en contacto con
su pueblo y comenzó a ocuparse de política hace sólo 2 años. Sus primeras
decisiones –la decapitación del jefe de la oposición y el inicio de la guerra
contra Yemen– fueron catastróficas. Después de haber neutralizado a todos los que
podían oponerse a él dentro de la familia real, el príncipe Mohamed ben Salman
tendrá ahora que asegurarse un respaldo popular para ejercer el poder. Por el momento,
ya ha tomado algunas medidas a favor de los jóvenes (que constituyen el 70% de
la población saudita) y de las mujeres (51% de la población). Por ejemplo, abriendo cines y organizando
conciertos –hasta ahora prohibidos– y autorizando las mujeres a conducir
automóviles, a partir de 2018.
Y próximamente
tendría que abolir la siniestra policía religiosa y la obligación de tutelaje
masculino que se impone a las mujeres sauditas. Esta última medida tendría la
ventaja de complacer a las mujeres y de liberar al mismo tiempo a los hombres
de esa carga para poder reactivar la economía. Lo más importante es que el
príncipe heredero ha proclamado no sólo su intención de modernizar la práctica
religiosa sino también de “limpiar” los hadiz –la leyenda dorada de
Mahoma– de pasajes violentos o contradictorios, un proyecto laico que entra en conflicto
con la práctica de toda la comunidad musulmana de los últimos siglos.
Esta
estrategia impide al príncipe Mohamed ben Salman entrar en guerra contra Irán y
el Hezbollah y desmiente el discurso oficial actual. Explicación: no es posible
plantearse una guerra contra Irán sabiendo que, desde que los Guardianes de la
Revolución iraníes acudieron en ayuda de los huthis, Arabia Saudita ha sufrido
una derrota tras otra en Yemen. También resulta imposible movilizar a los
sauditas para enviarlos a la guerra mientras que el príncipe heredero reforma
radicalmente la sociedad.
Retrospectivamente,
resulta que este golpe palaciego había sido anunciado hace días. El príncipe
heredero había declarado que había que estar listo para el cambio que tendría lugar
en la noche de sábado a domingo. Es imposible que la caída del gobierno libanés
y la decapitación de la familia real saudita se hayan organizado sin aprobación
de Washington. Se concluyó discretamente con el príncipe un acuerdo que prevé
que la oferta pública de compra en efectivo de Aramco (empresa de petróleo-gas
de Arabia S.) no será en Riad sino en la Bolsa de Nueva York. Por otra parte,
el discurso anti-iraní de Saad Hariri se produce después de toda una campaña de
Washington en el mismo sentido. Desde el 10 de octubre, la administración Trump
ha prometido recompensas por la captura de dos comandantes de la resistencia
libanesa y presentó un plan contra las actividades financieras de los
Guardianes de la Revolución iraníes, mientras que el Congreso estadounidense ha
votado no menos de 5 leyes contra el Hezbollah.
Hipótesis de interpretación
Ningún medio
de prensa relaciona la dimisión del primer ministro libanés Saad Hariri con la
purga efectuada en la familia real saudita. Los medios se limitan, además, a
tomar nota del golpe palaciego pero sin interrogarse sobre la identidad de los
sospechosos arrestados, olvidando así cómo funcionan las monarquías absolutas.
Yo propongo
una hipótesis diferente para interpretar los hechos. Recordemos, primero que
todo, que cuando muere el rey Abdallah –antecesor del actual rey Salman– el
príncipe heredero era su amigo el príncipe Mukrin. La familia real estaba
dividida en tres clanes: el del hijo de Abdallah, el príncipe Muteb; el del
hijo del ministro del Interior Nayef; y el del hijo del rey Salman, el príncipe
Mohamed ben Salman. Recordemos también otro secreto a voces: Saad Hariri no es
hijo biológico de su padre legal sino un bastardo de la familia Saud y miembro
del clan Abdallah.
En abril de
2015, el príncipe heredero Mukrin fue apartado de sus funciones y reemplazado
por Mohamed ben Nayef mientras que el príncipe Mohamed ben Salman aparecía en
la escena política convirtiéndose inesperadamente en segundo heredero. Pero en junio
de 2017 Mohamed ben Salman lograba destituir a Nayef y lo ponía bajo detención
domiciliaria. Para no ser solamente primer heredero sino quedar como único
candidato al trono, Mohamed ben Salman tenía entonces que deshacerse del clan
Abdallah. Y para eso tenía que destituir al príncipe Muteb, que controlaba la
Guardia Real, pero no podía olvidar a Saad Hariri ya que, como primer ministro
del Líbano, este último tenía posibilidades de ayudar a los miembros de su clan.
Si Saad
Hariri todavía no es arrestado en ese momento es porque, aunque ya dimitió,
sigue provisionalmente en funciones como primer ministro del Líbano hasta la
designación e investidura de un sucesor. Pero Achraf Rifi, que regresó a Beirut
para ocupar ese cargo, necesita un poco de tiempo para ser designado
legalmente, sobre todo porque el presidente libanés Michel Aoun no quiere
precipitarse y desea aclarar primero todo este enredo, lo cual puede llevar
bastante tiempo si se tiene en cuenta que el secretario general del Hezbollah,
Hassan Nasrallah, no dudó en defender a Saad Hariri en un discurso transmitido
en la noche del domingo, donde estima que el primer ministro dimitió obligado
por el príncipe heredero Mohamed ben Salman y que eso constituye una nueva
injerencia saudita en Líbano. Finalmente, como resultado de una intervención de
Francia, el primer ministro libanés es autorizado a salir de Arabia Saudita
hacia los Emiratos Árabes Unidos.
La mayoría
de las personalidades arrestadas fueron trasladadas al hotel Ritz de Riad,
donde ya estaba Saad Hariri, para ser mantenidas bajo arresto “domiciliario”.
Como había
que garantizar que nadie pudiese rivalizar con el príncipe Mohamed ben Salman,
también necesario cortar la rama del ex príncipe heredero Mukrin. Eso explica
el accidente de helicóptero que costó la vida a su hijo, el príncipe Mansur. En
dos días, son arrestadas más de 1,300 personalidades.
Ni el propio
Saad Hariri, ni tampoco Irán, habían previsto los acontecimientos de los días 4
y 5 de noviembre. El Guía de la Revolución iraní, Alí Khamenei, había enviado
al ex ministro de Exteriores Alí Akbar Velayati de visita en Líbano. Durante su
estancia, Velayati se reunió con todos los líderes libaneses, incluyendo al
primer ministro. Todos los encuentros transcurrieron satisfactoriamente y el
que sostuvo con Hariri concluyó con felicitaciones recíprocas. Pero, minutos
después, Hariri fue llamado a presentarse urgentemente en Riad.
Moscú y Washington, únicos ganadores del golpe
palaciego
Atenta a lo que venía preparándose, Rusia acompañó el movimiento
extendiendo su propia influencia. El rey Salman viajó a Moscú el 5 de octubre.
Aunque es aliado de Estados Unidos, el rey Salman, al igual que el presidente
turco Recep Tayyip Erdogan, compró armamento ruso –incluyendo los ya célebres
sistemas de misiles antiaéreos S-400. Como abandonó el apoyo al
terrorismo, desde el discurso del presidente Trump en Riad, el monarca saudita
pudo pactar con Rusia un plan para el intercambio de información en materia de
antiterrorismo. Lo fundamental es que, después de firmar numerosos contratos,
acordó mantener las limitaciones de la producción de petróleo aún después de
que se haya concretado la oferta pública de compra en efectivo de Aramco, lo cual
debería favorecer la especulación y, por consiguiente, el alza de precios. Este
último acuerdo terminó de negociarse y se firmó en los últimos días, con la
mayor discreción, en Taskent.
Seguidamente, el presidente Vladimir Putin viajó a Teherán, el 1º de
noviembre. Allí aseguró a su homólogo iraní, el jeque Hassan Rohani, que las
declaraciones del presidente de Estados Unidos que cuestionan el acuerdo 5+1
sobre el programa nuclear iraní no pasarán de ahí. El presidente Putin reiteró
al Guía de la Revolución, Alí Khamenei, la exigencia de los israelíes de que no
haya Guardianes de la Revolución iraníes ni fuerzas del Hezbollah libanés en el
sur de Siria. Lo más relevante es que se acordó con Khamenei un plan para la futura
Siria basado en la idea de que Arabia Saudita renuncia a seguir desempeñando un
papel destructivo.
En definitiva, para el Medio Oriente ampliado sería muy ventajoso que
Arabia Saudita pase de una dictadura oscurantista a un despotismo ilustrado. En
todo caso, el cambio de modo de funcionamiento, de dirigentes y de objetivos en
Riad abre numerosas oportunidades. Cada actor regional va a tratar de adaptarse
lo más rápidamente para promover sus propios intereses antes de que la
situación vuelva a bloquearse.
La
bofetada de Arabia Saudí al presidente francés
La renuncia del
primer ministro libanés Saad Hariri, desde Riad, y su televisivo anti-persa no han
logrado provocar en Líbano el enfrentamiento esperado. Peor aún, su eterno
adversario, el dirigente chiita Hassan Nasrallah, secretario general del
Hezbollah, se dio el lujo de defenderlo, revelando que Hariri estaba preso en Riad
y denunciando la injerencia de Arabia Saudita en la vida política libanesa. En pocas
horas, la comunidad religiosa (sunnita) a la que pertenece Hariri comenzó a
preocuparse por su jefe.
Por su parte, el
presidente del Líbano, Michel Aoun, que es cristiano, denunció un «secuestro» y
rechazó la renuncia, evidentemente forzada, hasta que Hariri venga a Beirut a
entregársela personalmente. Mientras que algunos líderes de la Corriente del Futuro,
el partido de Hariri, afirmaban que su jefe estaba libre y saludable, el conjunto
de los libaneses reclamaban en bloque su liberación. Todos comprendieron que el
breve viaje de Saad Hariri a los Emiratos Árabes Unidos y sus fugaces
apariciones no eran más que una cuestión de imagen ya que su familia se halla
retenida en el hotel Ritz-Carlton de Riad, junto a cientos de personalidades
sauditas arrestadas. Todos se dieron cuenta también de que al rechazar la
dimisión del primer ministro, el presidente Michel Aoun actuaba como un
estadista y conservaba el único medio que pudiera permitir la liberación de
Saad Hariri.
Francia es la ex
potencia colonial que ocupó el Líbano hasta la Segunda Guerra Mundial y por
mucho tiempo ha impuesto su voluntad en ese país, al que actualmente utiliza
como una especie de sucursal en el Levante y como paraíso fiscal.
Personalidades libanesas han estado implicadas en todos los escándalos
político-financieros que han sacudido Francia en los 30 últimos años.
Actuando como
protector del Líbano, el presidente francés Emmanuel Macron repetía en estos
días que era necesario que el primer ministro Saad Hariri regresara a Beirut.
Por un azar de la
agenda, el presidente Macron tenía que viajar a Abu Dabi el 9 de noviembre para
inaugurar allí el llamado «Louvre de las Arenas», así que no podía dejar pasar
la oportunidad de tomar la iniciativa. Durante su campaña electoral, este
sucesor de «Chirac el Árabe», «Sarkozy el Qatarí» y «Hollande el Saudita» no se
cohibió para decir todo lo malo que pensaba de Doha y Riad y, a pesar de no sentir
simpatía por ninguna de las monarquías del Golfo, acabó acercándose, por defecto,
a los emiratíes. Ante lo sucedido con Saad Hariri, el equipo de trabajo del
presidente de Francia trataba de organizar una escala de Macron en Riad para
traer de allí al primer ministro libanés. Pero el rey Salman de Arabia Saudita
se negaba a recibir al francesito.
Desde el punto de
vista del Consejo de Cooperación del Golfo (o sea, de todos los países árabes
de esa región), Francia fue durante los 7 últimos años un aliado seguro contra Libia
y contra Siria. Participó militarmente –tanto de manera pública como en secreto–
en todos los golpes bajos contra esos dos países y proporcionó el paraguas
diplomático así como el discurso justificativo para esas agresiones.
Pero ahora, ante
una Libia donde reina el caos y una Siria que –contradiciendo todos los planes–
está ganando la guerra, Francia permanece totalmente confundida e inerte. El nuevo
inquilino del palacio del Elíseo, Emmanuel Macron, no sabe absolutamente nada
sobre esta región del mundo, al extremo que un día expresa reconocimiento a la
República Árabe Siria y al día siguiente profiere insultos contra su presidente
electo.
Por otra parte,
Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos recibieron con extremo desagrado
las declaraciones del presidente Macron llamando a la desescalada frente a
Qatar. Para Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, conociendo los
esfuerzos que han iniciado para romper con los yihadistas, resulta inaceptable
tolerar el apoyo que Qatar sigue aportando a los terroristas.
La inauguración
del «Louvre de las Arenas» era una buena ocasión para pronunciar un bonito
discurso sobre la cultura que nos une, un show que ya venía incluido en el
paquete de 1,000 millones de dólares pactado desde hace tiempo entre Francia y
los Emiratos. Después de haber llenado esa formalidad, el presidente Macron
trató de averiguar con el jeque Mohamed ben Zayed lo que estaba sucediendo en
la vecina Arabia Saudita y de informarse sobre la suerte de Saad Hariri.
Los emiratíes, se
diferencian de los beduinos de Arabia Saudita en que son un pueblo de
pescadores. Los beduinos vivieron siglos moviéndose por el desierto mientras
que los ancestros de los emiratíes recorrían los mares. Debido a esa
particularidad, los colonizadores británicos pusieron a los emiratíes bajo la
autoridad del llamado Imperio de las Indias o «Raj británico», lo cual implica
que no dependían de Londres sino de Delhi.
Hoy en día, los
Emiratos Árabes Unidos han invertido los ingresos provenientes de la venta de
su petróleo en la compra de unos 60 puertos en 25 países, entre ellos el puerto
de Marsella en Francia, el de Rotterdam en los Países Bajos, así como los de
Londres y Southampton en el Reino Unido. Eso permite a los servicios secretos
emiratíes meter y sacar lo que quieran de esos países, a pesar de los controles
de las aduanas locales, servicio que saben vender muy bien a otros Estados.
Gracias a las sanciones de Estados Unidos contra Irán, el puerto de Dubai se ha
convertido de hecho en la puerta de Irán, y los emiratíes perciben dividendos
enormes por permitir violar el “embargo” estadounidense. Por eso Abu Dabi tiene
un interés económico vital en estimular la querella arabo-persa, mientras que
los propios Emiratos reclaman las islas de Tonb y de Bu-Mussa, que para ellos
se hallan «ocupadas» por Irán.
Para nadie es un
secreto que el jeque emiratí Mohamed ben Zayed ejerce gran influencia sobre el
príncipe heredero del trono saudita, Mohamed ben Salman, lo cual le permitió
comunicarse telefónicamente con él, en presencia del presidente Macron, para
gestionarle un encuentro en Riad.
En su viaje de regreso
a Francia, el presidente Macron, de 39 años, hizo entonces una escala en Riad,
donde el príncipe heredero, de 32 años, lo recibió en el aeropuerto y cenó con él
en la propia terminal aérea.
En la noche del 4
al 5 de noviembre, el príncipe heredero Mohamed ben Salman ponía fin al
gobierno colegial de la dinastía Saud e instauraba en el reino el poder
personal de su padre, el rey Salman. Para lograrlo, hizo arrestar o asesinar a
todos los líderes de los demás clanes que componen la familia real. Lo mismo
hizo con los predicadores e imams vinculados a esos clanes. Estamos hablando,
en total, de unas 2,400 personalidades. Varios “comunicadores” israelíes
presentan ese golpe palaciego como una operación anticorrupción.
En definitiva, el
presidente francés viajó a Riad inútilmente. No pudo traer de regreso a Saad
Hariri, quien –a pesar de su dimisión– sigue siendo el primer ministro libanés
en funciones. De hecho, ni siquiera pudo verlo. Más grave aún, el príncipe
heredero Mohamed ben Salman, diciendo estar consciente de las numerosas y
complicadas obligaciones que esperaban al presidente Macron en París, le mostró
el camino de regreso a su avión.
El comportamiento
saudita parece tan increíblemente grosero que es posible que algunos lectores
no perciban la envergadura de la humillación que sufrió Emmanuel Macron.
Digámoslo de otra manera: el presidente francés no pudo entrevistarse con el rey
de Arabia Saudita, quien en estos días concede audiencias incluso a
personalidades de segundo plano.
Esta forma de
grosería, característica de la diplomacia árabe [1], no es sólo imputable al príncipe
heredero saudita sino también al jeque Mohamed ben Zayed, quien sabía
perfectamente lo que iba suceder cuando envió al joven presidente de Francia a Riad.
Conclusión: por no
haber sabido adaptarse rápidamente al viraje de Arabia Saudita, iniciado
después del discurso antiterrorista que el presidente estadounidense Donald
Trump pronunció en mayo durante su visita en Riad, y también por tratar de
apostar simultáneamente a dos caballos, Francia se ha excluido a sí misma de la
región. A los emiratíes les agradan el museo del Louvre y las corbetas de la
marina de guerra francesa… pero ya no toman en serio a los franceses. Los sauditas
no han olvidado lo que el candidato Macron dijo de ellos… ni tampoco lo que
dijo el presidente Macron a favor de Qatar, el actual padrino de la Hermandad
Musulmana. Así que le dieron a entender que no debe meterse en los asuntos del
Golfo, ni en las disputas de sucesión de los Saud y menos aún en la querella
contra Irán o en los conflictos alrededor del Líbano.
Francia ha perdido
su influencia en el Medio Oriente.
[1] Y, por favor, no vean ustedes esta
observación como una expresión de racismo antiárabe, sino sólo como una
referencia a la Historia. Nota del Autor.