Por: Tariq Ali
www.rebelion.org/120115
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Fue un suceso
espantoso. Condenado por la mayor parte del mundo y reflejado de forma
especialmente conmovedora por muchos humoristas gráficos. Quienes planearon la
atrocidad escogieron su objetivo cuidadosamente. Sabían que un acto así iba a
crear el máximo horror. Era la cualidad, no la cantidad lo que buscaban. La respuesta
no les habrá sorprendido ni desagradado. Les importaba un comino el mundo de
los no creyentes. A diferencia de los inquisidores medievales de la Sorbona, no
tienen autoridad legal ni teológica para hostigar a libreros y editores, para
prohibir libros y torturar escritores, por eso han ido un paso más allá y
decidieron las ejecuciones.
¿Qué sucede con esos
soldados de a pie? Las circunstancias que atraen a hombres y mujeres jóvenes
hacia esos grupos son una creación del mundo occidental en el que habitan, que
es en sí mismo consecuencia de largos años de dominio colonial en los países de
sus antepasados. Sabemos que los hermanos parisinos Chérif y Saïd Kouachi eran
jóvenes de pelo largo e inhaladores de marihuana y otras sustancias hasta que
(al igual que los autores de los atentados del 7 de julio en Londres) vieron
los videos de la guerra de Iraq y, en particular, de las torturas que se
perpetraban en Abu Ghraib y de los asesinatos a sangre fría de ciudadanos
iraquíes en Faluya.
Buscaron consuelo en
la mezquita. Y allí se fueron radicalizando bajo la égida de religiosos
extremistas para quienes la guerra de Occidente contra el terror se había
convertido en una oportunidad de oro para reclutar y dominar a jóvenes, tanto
en el mundo musulmán como en los guetos de Europa y Norteamérica. Enviados
primero a Iraq a matar estadounidenses y más recientemente a Siria (¿con la
connivencia del Estado francés?) para derrocar a Asad, a esos jóvenes se les
enseñó a utilizar las armas con eficacia. De vuelta a casa, estaban listos para
desplegar esos conocimientos contra quienes ellos creían que les estaban
atormentando en tiempos difíciles. Eran ellos los que se sentían perseguidos. Charlie
Hebdo representaba a sus perseguidores. El horror no debería cegarnos ante
esta realidad.
Charlie Hebdo no hacía
ningún secreto del hecho de que intentaban continuar provocando a los creyentes
musulmanes haciendo blanco de sus chistes al profeta. La mayoría de los
musulmanes se sentían indignados por ello pero ignoraron el insulto. El
periódico había reproducido las caricaturas sobre Mahoma publicadas por el
diario danés Jylland-Posten en 2005, en las que se le describía como un
inmigrante pakistaní.
El periódico danés
admitió que no habría publicado nunca nada parecido para describir a Moisés o a
los judíos (aunque quizá lo había hecho ya: ciertamente, había publicado
artículos que apoyaban al Tercer Reich), pero Charlie Hebdo consideraba
que tenía la misión de defender los valores laicos republicanos contra todas
las religiones. En ocasiones ha atacado al catolicismo, aunque apenas se ha
referido al judaísmo (aunque los numerosos ataques de Israel contra los
palestinos le han ofrecido muchas oportunidades) y ha concentrado sus burlas
sobre el islam.
El laicismo francés
parece abarcarlo todo hoy en día siempre y cuando no sea islámico. Las
denuncias contra el islam han sido implacables en Francia, siendo “Soumission”,
la nueva novela de Michel Houellebecq (la palabra islam significa sumisión), la
salva más reciente. Predice que el país estará gobernado por un presidente de
un grupo que denomina Fraternidad Musulmana. Charlie Hebdo, no debemos
olvidarlo, publicaba una portada satirizando a Houellebecq el día en que fue
atacado.
Defender su derecho
a publicar sin que importen las consecuencias es una cosa, pero sacralizar un
periódico satírico que habitualmente elige como blanco de sus viñetas a quienes
son víctimas de una islamofobia rampante es casi tan estúpido como justificar
los actos de terrorismo en su contra. Cada actitud alimenta a la otra.
La ley francesa
permite que se suspendan las libertades si existe amenaza de disturbios o
violencia. Con anterioridad, esta disposición se invocaba para prohibir las
apariciones públicas del comediante Dieudonné (famoso por hacer bromas
antisemitas) y para prohibir las manifestaciones a favor de los palestinos;
Francia es el único país de Occidente que hace eso. Que muchos franceses no
consideren estas acciones como problemáticas lo dice todo. No son sólo los
franceses: no hemos visto vigilias con antorchas o asambleas masivas en ningún
lugar de Europa cuando se reveló que los prisioneros musulmanes entregados a
EEUU por muchos países de la UE (con los valerosos polacos y los laboristas
británicos a la cabeza) habían sido torturados por la CIA. Aquí hay algo más en
juego que la sátira.
La petulancia de los
liberales laicos que hablan de defender la libertad hasta la muerte se
corresponde con los liberales musulmanes que parlotean interminablemente de que
lo sucedido no tenía nada que ver con el islam. Hay diferentes versiones del
islam (la ocupación de Iraq se utilizó deliberadamente para azuzar las guerras
entre sunníes y chiíes que han ayudado a crear el Estado Islámico); no tiene
sentido pretender hablar en nombre del “verdadero” islam. La historia del islam
está repleta desde sus mismos inicios de luchas faccionales. Las corrientes
fundamentalistas dentro del islam, así como las invasiones externas, fueron
responsables de la aniquilación de muchos de los avances culturales y científicos
del período medieval tardío. Esas diferencias siguen existiendo.
Mientras tanto,
Hollande y Sarkozy han anunciado que se pondrán a la cabeza de una marcha de
unidad nacional (Cameron estará allí también y vete a saber quién más). Como me
escribió un amigo francés: “La idea de que Charlie Hebdo ha auspiciado
una “unión sagrada” tiene que ser una de esas ironías de la historia que
hubiera dejado sin habla incluso al más cínico de los libertarios antisistema
post-68.
[El
presente ensayo se publicó originalmente en la London Review of Books]
Tariq
Ali es un escritor y director de cine pakistaní. Escribe habitualmente para The Guardian, Counterpunch, London Review of Books, Monthly Review, Z Magazine. Su último libro, publicado por
Verso, es The Obama
Syndrome: Surrender at Home, War Abroad’.