Por: Guillermo Castro H.
“Individuos que producen en sociedad, o sea
la producción de los individuos socialmente
determinada:
este es naturalmente el punto de partida.”
Karl Marx, 1857[1]
Hoy empezamos nuevamente a entender en que los conceptos y categorías de una época no bastan ya para explicar los cambios que ocurren en la subsiguiente como resultado del desarrollo de las contradicciones que albergaba aquella. Esto tiene especial importancia para quienes nos formamos en y para las realidades de nuestra América entre las décadas de 1960 y 1970, al calor helado de la Guerra Fría.
Hoy es bueno recordar, por ejemplo, las formas en que ocurrió nuestro encuentro
primero con Marx, cuya obra ve renovarse su atractivo y su importancia en
nuestro tiempo. En aquel entonces, era
usual que ese encuentro se iniciara con la lectura del Manifiesto Comunista, de 1848, en los
últimos años de la educación secundaria o los primeros de la universitaria. A
esto solía suceder una lectura de las Tesis sobre Feuerbach, de 1845, y
de allí, con algo de orientación, se pasaba al “Prólogo” de su Contribución
a la Crítica de la Economía Política, de 1859, en uno de cuyos párrafos se
encuentra una breve síntesis del materialismo histórico.
A partir de
allí, se iba a la exploración de la dimensión política del papel de la lucha de
clases como expresión de las contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas
productivas y el de las relaciones de producción, con la lectura de El 18
Brumario de Luis Bonaparte, de 1852. La Crítica del Programa de Gotha,
de 1875, permitía un primer asomo a las diferencias entre la fase socialista y
la comunista en la transformación del mundo y, por último, ya con una
curiosidad más o menos informada, en la primera madurez se llegaba a la lectura
del primer tomo de El Capital, publicado en 1867.[2]
Ese
aprendizaje tenía lugar además en una circunstancia de disputas entre ismos que
reducían todo problema a su propia capacidad explicativa, mientras se
descalificaban entre sí con singular ferocidad. Hoy podríamos decir que el
principal beneficiario final de esas disputas vino a ser nuestro liberalismo,
que logró convertir al marxismo de entonces en su propia izquierda, primero,
para diluirlo después en aquella socialdemocracia forjada (Marx dixit)
limando “la punta revolucionaria” de las reivindicaciones sociales del
proletariado para darles un “giro democrático”, mientras a las
exigencias democráticas de la pequeña burguesía se les despojaba “de la forma
meramente política” y se afilaba “su punta socialista”, con lo cual sus
adherentes pasaron a “exigir instituciones democrático-republicanas, no para
abolir a la par los dos extremos, capital y trabajo asalariado, sino para
atenuar su antítesis y convertirla en armonía.”[3]
Con todo, nada de esto excluyó la formación de luchadores y
polemistas que desarrollaron una lucha incesante contra el neocolonialismo, la
explotación de los trabajadores y la desigualdad en sociedades en las que los
males del capitalismo se veían agravados por las insuficiencias y distorsiones
de su desarrollo. De aquellas luchas, con todas sus desventuras y sobre todo
con sus venturas, podemos obtener hoy al menos tres experiencias de
aprendizaje.
La más elemental consiste en que conoce uno mejor a Marx cuando sigue
el desarrollo de su pensar. En primer lugar, por supuesto, ordenando la lectura
de sus textos en su secuencia temporal. Y, en segundo, otorgando mayor
importancia a aquellos que nos permiten comprender las transiciones en el
desarrollo de ese pensar.
Tal es por ejemplo el caso de la Introducción de 1857 a las
labores preparatorias para la elaboración a su Contribución a la Crítica de
la Economía Política, ya mencionada. Marx, al decir de Umberto Curi,
redactó ese breve texto para facilitar su propio paso a la madurez de su pensar,
del que vendría a resultar el esbozo (Grundrisse) de su análisis en
profundidad del capital, que abrió camino al proceso que desembocaría en el
primer tomo de El Capital una década después.
Otra experiencia de aprendizaje es la que nos lleva a distinguir entre
la actualidad de lo planteado por Marx en los 38 años que van de sus Tesis
sobre Feuerbach a su muerte en 1883, y la vigencia del pensar de sus años
de madurez, contados -digamos- a partir de la publicación de su obra mayor. La
vigencia de ese pensar se expresa ya entre fines de la década de 1920 y
mediados de la siguiente en la elaboración por Antonio Gramsci de una filosofía
de la praxis que sintetiza de modo admirable las dimensiones dialéctica e
histórica del materialismo de Marx. Con eso, facilitó la tarea de llevar a un
nuevo nivel de complejidad las expresiones culturales y políticas que van
abriendo paso a la posibilidad de trascender, además, al liberalismo como
geocultura y al capital mismo modalidad de organización de “la producción de
los individuos socialmente determinada” a que se refiere Marx en su Introducción
de 1857.
Gramsci, en efecto, elabora la dimensión política del pensar de Marx
como intelectual orgánico del proletariado Noratlántico en la segunda mitad del
XIX, pensador y organizador a un tiempo. Lo hace, además, de un modo que
facilita la tarea de conocer y comprender las raíces históricas de ese pensar.
La filosofía de la praxis, dice Gramsci, “presupone todo el
pasado cultural, el Renacimiento y la Reforma, la filosofía alemana y la
Revolución Francesa, el calvinismo y la economía clásica inglesa, el
liberalismo laico y el historicismo, que es la base de toda la concepción
moderna de la vida.” Ella es, en suma,
la coronación de todo este movimiento de
reforma intelectual y moral, dialectizado en el contraste entre cultura popular
y alta cultura. Corresponde al nexo reforma protestante más Revolución
Francesa; es una filosofía que también es una política que también es una
filosofía.[4]
Ese planteamiento ayuda a entender que entre nosotros la obra de
Gramsci haya desempeñado un papel tan importante en la revitalización de la
lucha por transformar el mundo. Así lo entendía por ejemplo Armando Hart –
martiano combatiente y maestro de martianos – al señalar, desde la experiencia
de la revolución cubana, que las raíces desde las cuales cabría plantear la
formación y el desarrollo de aquel socialismo indoamericano intuido por José
Carlos Mariátegui en la década de 1920 incluían a la obra de José Martí, a la
visión de lo popular revolucionario en Ernesto Guevara, y a la Teología de la
Liberación.[5]
Desde allí cabe comprender con especial riqueza los términos del
encuentro entre el pensar de Marx y nuestra propia cultura política, tal como
lo expresara el propio Martí en la plenitud de su madurez, al decirnos que
Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al
conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías. […] Los políticos
nacionales han de reemplazar a los políticos exóticos. Injértese en nuestras
repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas. Y
calle el pedante vencido; que no hay patria en que pueda tener el hombre más
orgullo que en nuestras dolorosas repúblicas americanas.[6]
Desde allí, en verdad, hoy como anteayer hemos dicho
basta, y echado a andar.
Alto Boquete, Panamá, 16 de marzo de 2023
[1] Marx, Karl (1857): Introducción General a la
Crítica de la Economía Política. Introducción de Umberto Curi. Siglo
XXI, México, 1974, p. 33.
https://proletarios.org/books/Marx-Introd_gral_a_la_critica_de_la_economia_politica.pdf
[2] Esa trayectoria
puede ser contrastada hoy, por ejemplo, con la que ofrece la Antología de
Karl Marx. Selección e introducción de Horacio Tarcus, ublicada por Siglo
XXI en 2015, y que para 2019 tuvo su tercera edición, que se remonta a textos
de Marx escritos desde la izquierda hegeliana en la primera mitad de la década
de 1840, y presenta varios de los textos clásicos aquí mencionados en un orden
cronológico que facilita comprender el desarrollo del pensar del autor a través
de lo pensado y planteado en dichos textos.
[3] Marx, Karl (1852): El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Capítulo III. Fuente: C.
Marx y F. Engels, Obras escogidas en tres tomos, Editorial Progreso,
Moscú 1981, Tomo I, páginas 404 a 498. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
[4] Gramsci, Antonio,
(2003: 93-94) El Materialismo Histórico y la Filosofía de Benedetto Croce.
Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires. Traducción de Isidoro Flambaun. “II:
Algunos problemas para el estudio de la filosofía de la praxis”.
[5] Conversación
personal, en la sede del Programa Martiano, del cual era director, en algún
momento de la década de 1990. Se cita de memoria, y en conciencia de los
riesgos que ello implica.
[6] “Nuestra América”. La América, Nueva York, y El
Partido Liberal, México, el 1 y 30 de enero de 1891, respectivamente. Obras
Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 18.
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