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“Nos ha nacido un Salvador”

Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +

 

“Belén, no eres la más pequeña entre las principales ciudades de esa tierra; porque de ti saldrá un gobernante que guiará a mi pueblo Israel”

 


Durante siglos, cristianos de todo el mundo hacen suyo los adornos en sus casas, trabajos, y comunidades en general para la celebración de la natividad de nuestro Señor Jesucristo, se encuentran por todos lados, donde uno vaya en la ciudad de Panamá, nadie escatima en gastos para esta época a pesar de la crisis que vivimos, si no vean lo que la Alcaldía de la ciudad de Panamá ha gastado este año 2023 en su decoración navideña, y los mismos están en todos los rincones de esta hermosa nación. 


Hoy vemos más ímpetu que otros años esas manifestaciones de buenos deseos de las personas, así como de las empresas públicas y privadas que desean a tutiplén “Dicha y Felicidad” tanto a sus amigos como a sus buenos clientes. 

La festividad de la natividad, tiene un propósito, y ese es el alegrarnos anualmente con el recordatorio del nacimiento del único Hijo de Dios que es Jesucristo.  Y debe ser nuestro deseo en esta época que, Dios nos conceda que, así como le celebramos y recibimos con júbilo como Redentor del mundo, de la misma manera podamos contemplarle con segura confianza cuando venga al final de los tiempos.  Así que la Navidad, es una época de Alegría y sobre todo una época llena de Esperanza Segura, por esa infinita misericordia de Dios hacía nosotros.

¿Cómo celebramos los panameños la Navidad?, es una buena pregunta en tiempos donde hemos estado confinados por Pandemia, crisis políticas y un buen número de personas han perdido inclusive la fe y la esperanza en la vida, en la Iglesia, en la mensajera de Dios y esta sociedad que antes se decía a sí misma “Católica” o “Cristiana”, todos sabemos que hoy día ya no es así. 

La Navidad se ha convertido para muchos en otra época de consumo excesivo exaltando los valores de un utilitarismo y capitalismo salvaje que promueve más que valores cristianos, el consumismo desmedido, y así como “The Black Friday”, “The Halloween”, “Los Carnavales”, etc.  hemos perdido la esencia de la festividad que inicia con la celebración del primer domingo de Adviento el pasado 03 de diciembre del 2023.

Dios, nos ha dado a su unigénito Hijo para asumir nuestra naturaleza, y nacer este día (25 de diciembre) de una virgen pura: La Virgen María, madre de Dios. Siendo nacidos de nuevo y hechos sus hijos por adopción y gracia, en esta celebración todos somos renovados cada día del año con su Espíritu Santo; mediante la acción amorosa de nuestro Señor Jesucristo y nuestro Padre amoroso. 

Mediante el profetismo antiguo de Israel se previó que así pasaría como lo señala la narración del evangelista Mateo: “lo escribió el profeta: “En cuanto a ti, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre las principales ciudades de esa tierra; porque de ti saldrá un gobernante que guiará a mi pueblo Israel.” (cf. Miqueas 5,2 y Mateo 1: 6).

Navidad no es solo una “fiesta pasajera” que debemos esperar todos los fines de año y donde nos gastamos todos los ahorros y hasta lo poco que tenemos, dándole a aquellos que amamos o apreciamos sendos regalos porque su accionar en la vida que en este año fueron buenas y justas nuestras acciones para nosotros, de ser así es lo más mezquino que podemos hacer en relación con lo que la fiesta representa: “La verdadera conversión del corazón de cada hombre y mujer sobre la tierra que agradecidos ante esta Epifanía de Dios, acepta que él ha derramado sobre nosotros la nueva luz de su Verbo encarnado y nos concede esa luz que debe arder en nuestro corazones, resplandeciendo su bondad en toda nuestra vida”.

Desear entonces este año al prójimo una “Feliz Navidad”, es desearle lo mejor que le puede pasar a un ser humano, es recuperar su estado de gracia original ante Dios, la creación y el Universo.  Es desear al otro la salud, la paz y la alegría de vivir en armonía con todo lo Creado por el Omnipotente.  Por ello decimos que la Navidad es un tiempo de alegría, pero también es un tiempo de contemplación de ese misterio, de ese pequeño niño que nació en Belén de Judea hace dos mil años atrás.   Que en esa escena todos sin excepción, podamos contemplar toda la beatitud y santidad que debe rodear nuestra festividad navideña y todos los días de nuestra existencia.

¡Feliz Navidad a todos los panameños y extranjeros visitantes y residentes en nuestra nación!

Sacerdote

El papel de la Cruzada Civilista en la sobrevivencia del régimen norieguista y la invasión norteamericana de 1989

Por Olmedo Beluche 

En medio de la lucha contra el contrato de First Quantum Minerals (FQM) se ha tratado de instalar un falso relato sobre la lucha “buena” y la lucha “mala” contra la minera. Los mismos medios de comunicación que, hasta octubre de 2023, recibían millonarios contratos publicitarios de la minera canadiense para defender sus intereses, pasaron a hacerlo de manera solapada tratando de dividir al gran movimiento nacional que se movilizó.  


Los dirigentes de los gremios empresariales, todos los cuales sin excepción estaban a favor de la mina, empezaron a exigir que se reprimiera a los que organizaban los bloqueos en las calles y carreteras. Una componenda de empresarios, políticos de partidos corruptos aliados de FQM, a través de sus medios de comunicación e ideólogos al servicio del régimen lanzaron una campaña de mentiras contra los indígenas, educadores, obreros y estudiantes que sostuvieron valientemente los bastiones de lucha, acusándolos de “violentos”. Cuando en realidad, quienes luchaban fueron las víctimas de la violencia desatada por la policía y sectores fascistoides y racistas, como el que asesinó a sangre fría a los educadores en Chame. 

Los políticos corruptos y los ideólogos pagados de los medios de comunicación han tratado de meter el cuento de que los jóvenes que acudían al llamado de “Sal de las Redes” e iban por las tardes portando banderas, eran los “buenos”, mientras que educadores, obreros, indígenas, pobladores y estudiantes eran “los malos”. Aunque la policía reprimió por igual a unos y otros, como se pudo ver en diversas ocasiones. 

Parte del falso relato que se ha querido vender es que los jóvenes de la Cinta Costera emulaban a la Cruzada Civilista organizada en 1987 en plena crisis del régimen de Manuel Antonio Noriega. Que al igual que entonces sólo había que hacer resistencia “pacífica”, portando banderas nacionales o blancas. Un cuento parecido al que pretende que la independencia de la India se logró con los ayunos “pacíficos” de Gandi. 

Todas las protestas fueron pacíficas. La violencia siempre provino en primera instancia del lado institucional, es decir, la policía o civiles dirigidos por políticos locales. La diferencia estuvo en que el bloqueo de calles les dolía en el bolsillo a algunos empresarios, pero sin esa presión no se habría obtenido nada. Está demostrado que gobiernos y empresarios son indiferentes al reclamo popular hasta que les afecta las cajas registradoras. 

Se entiende que los empresarios de la Cámara de Comercio, el Consejo Nacional de la Empresa Privada (CONEP), la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa (APEDE), hayan querido restituir la imagen de la Cruzada Civilista porque ellos la crearon el 9 de junio de 1987, para controlar un movimiento nacional contra el régimen militar que crecía y que amenazaba conducir a una revolución popular.  

Recordemos que la crisis del régimen militar inició en 1984 cuando la embajada de Estados Unidos, los militares y empresarios panameños, avalaron la imposición fraudulenta de Ardito Barletta a la Presidencia y su plan económico neoliberal. Fueron los sindicatos, gremios y asociaciones de obreros, empleados públicos, educadores y estudiantes, quienes salieron a la calle a rechazar las medidas antipopulares. Al igual que ahora contra el gobierno de Cortizo, durante 1984, 1985, 1986 y 1987 se sucedieron decenas de movilizaciones y huelgas que pusieron a tambalear al régimen militar y sus medidas económicas. 

Cuando la crisis llegó a su punto culminante, tras las declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera, en que reconocía el fraude electoral de 1984 y otros actos de corrupción, y cuando la gente se tiraba a la calle para echar a Noriega del poder, se creó la Cruzada Civilista para controlar la situación, quitarle fuerza al movimiento y conducirla a métodos inocuos como las banderitas blancas y protestar solo en la Calle 50, bastión del capital financiero. 

La Cruzada Civilista, que siempre contó con el visto bueno y participación de la embajada de Estados Unidos, recicló a los políticos oligárquicos que carecían de respaldo popular del Partido Panameñista, Molirena y la Democracia Cristiana. La Cruzada desactivó la lucha, sacó a la gente de la calle a partir de octubre de 1987, la condujo a que pasivamente esperara una “solución” electoral en 1989 y, cuando esta fracasó, hicieron que las capas medias afincaran sus esperanzas en una intervención militar de Estados Unidos, la cual se produjo el 20 de diciembre de 1989, con más de 500 muertos, miles de heridos, 20 mil refugiados de guerra y 5 mil presos políticos. 

El hecho es que la Cruzada Civilista y sus dirigentes empresariales fueron responsables de: 1. Desmovilizar al pueblo que luchaba contra el régimen militar; 2. De conducirlo a una lucha “pacífica” de banderitas que le hacía cosquillas a Noriega; 3. De reciclar a los políticos oligárquicos corruptos que nos han gobernado por 34 años; 4. De colaborar con la sangrienta invasión norteamericana de 1989. 

La diferencia entre la lucha exitosa contra el contrato minero de FQM y la derrota de la invasión de 1989 es que la burguesía no pudo montar un organismo (como la Cruzada) para controlar al pueblo que luchaba. La diferencia entre el éxito actual y la derrota de entonces fue la firmeza en las calles, en los bastiones de lucha, de las comunidades, de los indígenas, de los educadores, de los obreros y estudiantes. 

Gracias a que no se le hizo caso a quienes pedían que saliéramos de las calles, la Corte Suprema de “Justicia” se vio obligada a actuar con celeridad y declarar la inconstitucionalidad del contrato minero.  

Que sirva de lección histórica, el movimiento popular no puede creer en falsos profetas salidos de los gremios empresariales, ni en partidos y políticos corruptos que siempre han gobernado, ni mucho menos en “comunicadores” al servicio de intereses privados.  

El pueblo panameño debe confiar en sus organizaciones sindicales y gremiales, en sus dirigentes probados en la lucha, porque solo de su seno saldrá el proyecto de un país diferente por el cual bregamos. ¡Solo el pueblo, salva al pueblo! 

Panamá, 11 de diciembre de 2023. 

Panamá: el cambio social para el cambio ambiental

Por: Dr. Guillermo Castro H.

 “como ellos los del Arte, nosotros tenemos los monumentos de la Naturaleza;

como ellos catedrales de piedra, nosotros catedrales de verdor;

y cúpulas de árboles más vastos que sus cúpulas,

y palmeras tan altas como sus torres”

José Martí, 1881[1]

A medida que se torna más compleja la crisis socioambiental que encaramos, ganan en importancia los problemas relacionados con la mitigación de sus efectos y la adaptación a sus consecuencias. Dado que uno de los factores de mayor gravedad en esa crisis radica en el colapso de los ecosistemas que organizan la vida en la Tierra, se presta atención cada vez mayor al impacto de ese colapso sobre los servicios que esos ecosistemas ofrecen al desarrollo de nuestra especie.

Estos problemas ganan en claridad al referirlos a conceptos como los de biosfera y noosfera, elaborados hacia la década de 1930 por el biogeoquímico ruso Vladimir Vernadsky. [2] Así, la biosfera designa el ámbito del sistema Tierra en el que la vida crea las condiciones para su propia existencia, y se constituye en una fuerza geológica de alcance planetario al crear procesos y elementos que no exisistirían sin ella, como la presencia de oxígeno en la atmósfera y la de hidrocarburos en el subsuelo, la formación de suelos y la de rocas calcáreas.

La noosfera, por su parte, designa el ámbito de la biosfera transformado por el hacer y el saber que distinguen a la especie humana. En lo cotidiano, esos términos equivalen aproximadamente a los de naturaleza y ambiente, si entendemos al segundo como el producto de los procesos de trabajo socialmente organizados mediante los cuales nos relacionamos con nuestro entorno natural.

Vista así, la crisis socioambiental expresa el deterioro de las relaciones entre la biosfera y la noosfera generado por el desarrollo del mercado mundial. En ese deterioro desempeña un importante papel el colapso de ecosistemas asociado a la expansión urbana, y la extracción incesante de recursos naturales y la generación masiva de desechos de la producción y el consumo. Así, en 2011 Will Steffen et al señalaron cómo “la erosión de los servicios ecosistémicos, es decir, [de] aquellos beneficios derivados de los ecosistemas que sustentan y mejoran el bienestar humano, durante los últimos dos siglos” generaba “consecuencias no deseadas sobre el sistema global de soporte vital que sustenta la empresa humana en rápida expansión, que se encuentran en el centro de los desafíos interconectados del siglo XXI.” [3]

Al respecto los autores presentaron una visión de tales servicios organizada en dos grandes grupos, elaborada a partir de la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio 2005.[4] El primer grupo correspondía a la oferta de bienes y servicios, “usualmente llamados ‘recursos’”, que incluyen “alimentos, fibras y agua dulce (recursos naturales) y, ahora, abarcan además combustibles fósiles, fósforo, metales, y otros materiales derivados de los recursos geológicos de la Tierra.”

El segundo consistía en dos grupos de servicios ecosistémicos. Uno correspondía a servicios de apoyo, como “el ciclo de nutrientes, la formación del suelo y la producción primaria”, necesarios para el buen funcionamiento de los sistemas agrícolas, “que algunos llaman también ‘recursos ambientales’”. En una escala más amplia, incluían también “procesos geofísicos de beneficio para la humanidad”, como “la provisión a largo plazo de suelos fértiles […], los flujos ascendentes de la circulación oceánica que traen nutrientes desde las profundidades del océano para sustentar muchos de los ecosistemas marinos que proporcionan alimentos ricos en proteínas,” y el papel de los glaciares como una infraestructura natural “de almacenamiento para el suministro de recursos hídricos.”

El otro grupo ofrecía servicios de regulación considerados “gratuitos”, como el control ecológico de plagas y enfermedades y la regulación del sistema climático mediante la absorción y almacenamiento de carbono por los ecosistemas, que contribuyen a mantener “un entorno propicio para la vida humana”. Esto incluye, por ejemplo, el almacenamiento de carbono por los ecosistemas, como parte de “un servicio regulador más amplio del sistema terrestre”, “el conjunto de reacciones químicas en la estratosfera que continuamente forman ozono, esencial para filtrar la radiación ultravioleta biológicamente dañina del sol, y el papel de las grandes capas de hielo polares en la regulación de la temperatura.”

            Con todo, al referirse a elementos de la biosfera desde su significado para la noosfera sin considerar la relación entre ambas como un proceso histórico de interacción mediado por el trabajo, se pierde de vista el vínculo entre categorías como las de elementos (naturales) y recursos (económicos), y aun las de naturaleza y ambiente. Desde otra perspectiva, el economista norteamericano James O’Connor (1930-2017) consideraba a esos servicios ecosistémicos como parte de un conjunto más amplio de condiciones naturales de producción, que abarcan “la contribución de la naturaleza a la producción física, independiente de la cantidad de tiempo de trabajo (o la cantidad de capital) aplicado a la producción.”

Al respecto, decía que el mercado  trataba “a las condiciones naturales de producción como mercancías ficticias”, de donde resultaba que

Con un ingenio a la vez torturado y excéntrico, los economistas neoclásicos intentan hoy asignar precio al aire limpio, a los paisajes atractivos y a otros elementos de interés ambiental; a la vida silvestre, e incluso al bosque húmedo tropical. Sin embargo, por mucho capital que se aplique al suelo, a los acuíferos y a los yacimientos minerales, éstos son producidos por Dios, que no los hizo para la venta en el mercado mundial. [5]

Esto, por otra parte, no excluye el hecho de que, en ese mercado, la ley del valor opera en la relación biosfera / noosfera en lo que hace a la transformación de elementos presentes en la primera en recursos que demande la segunda mediante el trabajo. En este sentido, los llamados servicios ecosistémicos hacen parte de la biosfera y como tales pueden incluso ser considerados gratuitos desde el punto de vista de la producción mercantil. Su ausencia, sin embargo, encarece los procesos productivos que hacían tal uso gratuito de ellos en sus primeras fases de su desarrollo.

Con ello, el colapso de ecosistemas genera un mercado de servicios ambientales que hace parte de la noosfera, en cuanto estos producidos para compensar la pérdida de los ecosistémicos. El mercado al que se destina esa producción abarca, por ejemplo, todo lo que va desde la captura de gases de efecto invernadero a la restauración de ecosistemas degradados, y la gestión de los desechos que hoy contaminan y alteran el funcionamiento de todos los ámbitos de la biosfera.

Ese mercado se ubica, así, en el eje de contradicción entre la biosfera y la noosfera, pues la necesidad de encarar el impacto de la crisis socioambiental genera una demanda creciente de servicios ambientales. Esto explica que la producción y la apropiación de esos servicios tiende a constituirse en un factor de conflicto socioambiental de importancia cada vez mayor, en cuanto sean encaradas como un medio para promover – o retrasar – el cambio social como una condición para el ambiental.

Panamá ingresa a ese conflicto en la transición desde una circunstancia de soberanía limitada por una situación de protectorado militar que se prolongó por casi todo el siglo XX hacia otra de pleno ejercicio de los deberes y los derechos de la soberanía en el XXI. Esto ayuda a entender que, si en el plano ambiental hemos ingresado de golpe en el Antropoceno al calor de la lucha contra la minería metálica a infierno abierto, el saber y el hacer aún dominantes en nuestra sociedad son, en el mejor de los casos, los del desarrollismo liberal de la segunda mitad del siglo pasado.

Hoy, la producción de servicios ambientales abre un amplio espacio de oportunidades fomentar el cambio social necesario para proteger y hacer cada vez más competitivas nuestras ventajas comparativas en materia, por ejemplo, de dotación de agua y biodiversidad. Tal será -junto a la diversificación de nuestros servicios al comercio mundial - el camino que nos lleve a construir en el Istmo, finalmente, una sociedad próspera, inclusiva, sostenible y democrática. El camino será largo, pero ya hemos echado a andar.

Alto Boquete, Panamá, 15 de diciembre de 2023 

[1] Fragmento del discurso pronunciado en el Club del Comercio, en Caracas, Venezuela, el 21 de marzo de 1881. Obras Completas. Editorial de Cienicas Sociales, La Habana, 1975. VII, 286.

[2] Vernadsky, Vladimir (1938): “The Transition From the Biosphere To the Noösphere. Excerpts from Scientific Thought as a Planetary Phenomenon”. 21st Century, Spring-Summer 2012.

https://21sci-tech.com/Articles_2012/Spring-Summer_2012/04_Biospere_Noosphere.pdf

 

[3]  Will Steffen, Asa Persson, Lisa Deutsch, Jan Zalasiewicz, Mark Williams, Katherine Richardson, Carole Crumley, Paul Crutzen, Carl Folke, Line Gordon, Mario Molina, Veerabhadran Ramanathan, Johan Rockstrom, Marten Scheffer, Hans Joachim Schellnhuber, Uno Svedin (2011): “The Anthropocene: From Global Change to Planetary Stewardship”. Cursivas: gch. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3357752/

[4] https://www.millenniumassessment.org/es/About.html

[5] “The conditions of production and the production of conditions”. Natural Causes. Essays in ecological Marxism. The Guilford Press, New York London, 1998. Traducción de Guillermo Castro H., Panamá, 2000. Otra versión disponible en https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6812683

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Adviento la antesala de la festividad de la Navidad


Por: Rev. Pbro. Manning Maxie Suárez +

Ya iniciaremos este 03 de diciembre de 2023, la temporada Cristiana del Adviento (adventus).  El adviento es la época donde todos los que profesan la fe cristiana deben disponer su espíritu a una preparación para la celebración y segura venida del salvador del Universo: Jesucristo.  Es por ello, que muchas veces se conoce a esta época también como el “adventus Redemptoris”.

Esta época está llena de simbolismos que pretenden crear ese ambiente de recogimiento y de reflexión constante durante cuatro domingos consecutivos, que nos invitan a un constante acercamiento a esa realidad que llamamos “Dios”, a través de la aceptación consciente de su enviado: Jesucristo.

La bendición de la corona de adviento es uno de esos simbolismos que vamos a encontrar en el desarrollo de la liturgia cristiana.  El color morado será otra característica, otro será la música que se cantan en los templos y que estarán seleccionados y caracterizados por un fuerte sentimiento de arrepentimiento y esperanza.  Que decir de las celebraciones eucarísticas que se celebrarán durante esta época acuerpadas con las lecturas bíblicas sabiamente escogidas para lograr este fin. 

Súmase a esto, todas las demás actividades que las comunidades cristianas de base desarrollan como retiros espirituales, cursos bíblicos de adviento, estudios bíblicos basados en la celebración de la Corona de Adviento (ciclo B), procesiones y la más importante de todas, la participación en alma, vida y corazón en la Santa Eucaristía, celebración central del culto cristiano por excelencia, y si puede ser diaria mejor aún.  Todas estas actividades son herramientas que Dios, a través de la administración de la Iglesia nos ofrece y que nos permitirán abrir nuestros corazones a la acción del espíritu de Jesús, que es el mismo espíritu de Dios, fortaleciendo con ello nuestro carácter cristiano y nuestras voluntades según el designio de Dios.

Y todo esto, debe verse reflejado en nuestro diario vivir, la participación consciente en todos estos actos nos permite aceptar voluntariamente la gracia de Dios como don gratuito que perdona todas nuestras faltas humanas, consientes o inconscientemente, permitiéndonos aprender de nuestros faltas o errores y haciendo el milagro de la iluminación de nuestras mentes para ser justos e inteligentes en nuestro actuar diario. Avivando nuestros corazones por el bienestar de todos en nuestro amado planeta, nuestra “Casa Común” como señaló en su momento el Papa Francisco en su encíclica “Laudato Sí”, fortaleciendo nuestras voluntades para unirnos con hechos a la voluntad del “Padre bueno y justo”.

Esto es lo que el mensaje de la Iglesia (ἐκκλησία»), cuerpo místico de Cristo, que ha estado repitiendo a todos los seres humanos por más de dos mil veintitres años, un mensaje predicado primero por los apóstoles donde se sustenta nuestra fe y después por los padres de la Iglesia y después por los Obispos y que pareciera ser que los humanos no hemos valorado como se merece… se convierte en una especie de “Sacramento” para sacralizar la vida de todos los hombres y mujeres de esta casa común.

Sacralizados, todos, estamos en el camino correcto para la celebración de la natividad de nuestros Señor y Salvador del Universo de ese “Jesús” que nació en Belén”.  ¡La festividad de la Navidad como la de Adviento, no debe ser una fiesta mercantilista y de grandes comidas de Jamón, Pavos y Perniles con tamales… todo ello muy rico por cierto!  sino que la fiesta de la Natividad y del Adviento de Jesús de Nazareth debemos vivirla como la manifestación del Verbo de Dios a toda carne en este mundo.  ¡Es la gran Epifanía de Dios al mundo! Más que fiesta mundana, es expectación, es contemplación de esta profunda verdad que hace dos mil veintidós años en un mísero pueblo de Belén de Judá en Israel, se cumplieron las profecías del antiguo testamento.

Yo te pregunto, ¿Cómo vas a vivir estas fiestas cristianas este año 2023?, ¿Será lo mismo de siempre, gastar y gastar todos tus ahorros en cosas superfluas?, ¿Será que aprovecharás el momento para ser mejor y que tu voluntad este sujeta a la voluntad de Dios?, ¿Será que aprovecharás para hacerte un mensajero comprometido de la palabra de Dios?, ¿Será que te comprometerás a ser un instrumento de paz para esta casa común?  No sé, tú tendrás la última palabra ante el misterio revelado.

Eco/Sacerdote

Panamá: el transitismo contra el tránsito*

Guillermo Castro H.

 

“De todas partes solicitan la mente ideas diversas –y las ideas son

como los pólipos, y como la luz de las estrellas, y como las olas de la mar.

Se anhela incesantemente saber algo que confirme,

o se teme saber algo que cambie las creencias actuales.”

José Martí, 1882[1]

 

Introito

La redacción de este texto tiene raíces en 2006, en el debate en torno a la ampliación del Canal de Panamá. Intentó entonces contribuir a a ese debate proporcionando un marco de referencia construido desde la historia ambiental, con el ánimo de resaltar las relaciones de interdependencia entre el Canal y el país que lo sostiene. Ese marco de referencia puede resultar hoy de alguna utilidad para el debate en torno a la metástasis de la economía de enclave generada por el transitismo, que  desde fines del siglo XX viene exapandiéndose hacia la minería metálica a cielo abierto, en una relación de interdependencia que solo cabe comparar con la establecida entre el hambre de Saúl y el plato de lentejas por el que cambió su primogenitura.

Panamá, 2006-2014

Para referirnos al problema del impacto ambiental del proyecto de ampliación del Canal de Panamá, conviene empezar por distinguir al ambiente del medio natural, y a estos de la ecología. El ambiente es, en lo más esencial, el resultado de la acción de los seres humanos sobre el medio natural, mientras la ecología es una disciplina científica que se ocupa de las relaciones de los seres vivos entre sí, y con el medio abiótico. La especie humana ha venido rehaciendo el medio natural desde hace al menos cien mil años – en el caso de Panamá, al menos catorce mil. Así, el impacto ambiental de una acción humana designa el efecto de esa acción sobre el ambiente previamente existente, y las transformaciones que resultan de ese efecto.

En esta perspectiva, destaca el hecho de que los seres humanos se relacionan con el mundo natural a través de las relaciones que establecen entre sí para producir sus medios de existencia, y reproducir sus estructuras de acción social. Por lo mismo, el análisis de los problemas ambientales en su relación con las estructuras sociales resulta especialmente útil en la evaluación de problemas como el que nos interesa. Así, el tránsito interoceánico ya era un importante factor de organización de la actividad humana en el Istmo que hoy llamamos de Panamá mucho antes de la conquista europea del siglo XVI, como lo prueba su presencia en todas las grandes zonas culturales en las que se organizaba la presencia humana en el Istmo: el Gran Darién, el Gran Coclé y el Gran Chiriquí.

Es a partir de la incorporación del Istmo al mercado mundial como resultado de esa conquista que se forma la estructura de acción social que hoy cabe designar con el nombre de transitismo. Ese término, en efecto, define forma específica de inserción del Istmo en el moderno sistema mundial a partir del siglo XVI, de la cual resultan, a su vez, los paisajes que hemos venido a considerar como característicos de la actividad de tránsito tal como se ha venido llevando a cabo de entonces acá.[2]

Lo importante, aquí, es que el ambiente y los paisajes de Panamá no son el resultado del tránsito como forma de actividad económica, sino del transitismo como formación económico – social  y como marco de relación entre la sociedad y la naturaleza en el Istmo entre los siglos XVI y XXI. A lo largo de ese período, ese marco de relación ha tenido algunos rasgos constantes y otros cambiantes, que nos permiten identificar momentos fundamentales en su desarrollo. Tales rasgos constantes han incluido, por ejemplo, los siguientes:

 

·      El monopolio del tránsito por una ruta en particular – en este caso, el valle del Chagres – sujeta a estricto control por parte de una potencia extranjera hasta 1999, y del Estado panameño desde entonces.

·      El uso de ese control con el fin de garantizar constantes subsidios ambientales y sociales a la actividad de tránsito por esa ruta particular, y como medio para concentrar y centralizar la vida económica del país – y la acumulación de los excedentes generados por esa economía – en torno a esa actividad.

·      La subordinación de la periferia interior de la ruta a funciones compatibles con el subsidio al tránsito.

·      La constante fragmentación del mundo de los trabajadores entre los sectores directa e indirectamente vinculados al tránsito.

·      El control de las relaciones exteriores – en este caso, de las relaciones de dependencia con respecto al centro del sistema mundial – a través del control de la ruta de tránsito y de los subsidios a esa actividad y, como resultado de todo ello,

·      Una estructura económica que, en contraste con lo usual en América Latina, concentra en el sector terciario magnitudes de actividad y producción que en el resto de la región corresponden por lo general a los sectores primario y secundario.

 

Una historia del impacto ambiental del transitismo en Panamá viene a ser, en este sentido, una historia ambiental de Panamá. En ella destacan tres grandes momentos fundamentales:

 

·      El del tránsito pre industrial, entre 1550 y 1850, caracterizado por el uso de una tecnología de bajo impacto, adaptada a las restricciones que el medio imponía a la actividad, operada mediante el trabajo esclavo o de peones, y financiada en lo fundamental por el capital local.

·      El del tránsito industrial ferroviario, dominante entre 1850 y 1914, que utilizó una tecnología de mediano impacto ambiental, capaz ya de subordinar el medio natural a las necesidades del tránsito, operada mediante el trabajo de obreros y técnicos asalariados y financiada por capital privado proveniente del exterior.

·      El del tránsito industrial hidráulico, dominante de 1914 a nuestros días, que utiliza una tecnología de enorme impacto ambiental, operada por obreros y técnicos especializados de alta calificación, y financiada por capital monopólico de Estado, en cuyo marco ha venido a plantearse el proyecto de ampliación del Canal.

 

Lo esencial, en todo caso, es que el desarrollo de las fuerzas productivas en la actividad de tránsito en el marco de la formación social transitista ha dependido del subsidio en recursos humanos y naturales – tierra, agua y energía en primer término – provenientes del entorno natural, social y económico de la ruta. Esa relación de subsidio al tránsito se tradujo por necesidad en un factor que contribuyó de manera decisiva al retraso constante en el desarrollo de las fuerzas productivas en el resto de la economía nacional, y en la transformación de las relaciones sociales de producción y la cultura en el resto de la sociedad.

Al abordar en esta perspectiva la dimensión ambiental del transitismo, empezamos a entender que el contraste entre los paisajes sociales y naturales del corredor interoceánico y los del interior del país no se debe a que haya en el Istmo varios países en uno. Lo que hay es una sociedad integrada por grupos sociales que organizan sus relaciones con la naturaleza en el marco de una estructura de poder tan contradictoria, conflictiva y violenta como para generar y sostener el proceso de crecimiento económico con deterioro social y degradación ambiental constantes en cuyo marco se inscribe el proyecto de ampliación del Canal. Por lo mismo, la discusión del impacto de ese proyecto sobre el ambiente creado por el transitismo debe ser ubicado en varios planos a la vez.

El primero de esos planos se refiere, sin duda, al impacto del proyecto sobre su entorno inmediato. A esto corresponde en lo fundamental el estudio de impacto ambiental sintetizado en el folleto de divulgación del proyecto de ampliación, y que con toda probabilidad resultará ser técnicamente impecable cuando llegue a ser conocido en su detalle y sea finalmente evaluado por la autoridad estatal correspondiente. Sin embargo, más allá de eso – que corresponde al ámbito de responsabilidad de la empresa estatal que presenta el proyecto -, es necesario que la sociedad y el Estado aborden el problema desde al menos dos planos más.

El primero de ellos se refiere al impacto del proyecto sobre la huella ecológica ya generada por el enclave transitista sobre el conjunto del territorio nacional, en particular de la década de 1950 a nuestros días. El segundo, a la evaluación ambiental estratégica que requiere un proyecto como éste, tanto por su magnitud y demandas intrínsecas, como por su importancia para el futuro del tránsito en Panamá. A reservas de lo que nos revelen esos estudios, que aún no han sido siquiera planteados hasta donde sabemos, me atrevería a adelantar algunas ideas para la discusión del impacto ambiental del transitismo en Panamá.

En primer lugar, ya es evidente que existe una contradicción insoluble entre el transitismo y el tránsito, en la medida en que el territorio y la sociedad nacionales han llegado al límite de su capacidad para seguir proporcionando los subsidios ambientales y sociales que el tránsito demanda, como había venido ocurriendo hasta la década de 1980. Hoy, por el contrario, la creciente escasez relativa de tierra y agua en Panamá genera tensiones sociales que tienden a encarecer los costos económicos, sociales, políticos y ambientales de la actividad de tránsito, e impiden así un aprovechamiento verdaderamente racional y sostenido de los recursos humanos y naturales del país.

Esta situación, por supuesto, no afecta solo al Canal. Por el contrario, se extiende a la posibilidad misma de que el país pueda encarar con éxito la crisis energética que lo afecta, y crear verdaderas ventajas competitivas para el conjunto de nuestra economía, y esta contradicción resulta evidente para cualquiera que no esté simplemente comprometido con la preservación a cualquier costo de las estructuras más tradicionales de poder del transitismo.

Por otra parte, tampoco estamos solos en esta crisis. La ampliación del Canal, y sus implicaciones ambientales, forman parte del proceso mayor de transformación masiva de la naturaleza en capital natural que viene ocurriendo a escala de toda la región latinoamericana, a través de otros megaproyectos como el anillo energético sudamericano, la interconexión vial andina, la hidrovía de la Cuenca del Plata, o la integración energética centroamericana.

Dentro de ese marco mayor, y de manera más precisa, lo que resalta en nuestra tierra es el hecho de que la operación sostenida del Canal demanda, hoy, el desarrollo sostenible del país. Por lo mismo, el problema mayor para la valoración del proyecto que discutimos consiste en que carece del marco de referencia que solo podría proporcionarle un proyecto destinado a garantizar la sostenibilidad del desarrollo en Panamá.

Esta carencia, por supuesto, no puede ser achacada directamente a la Autoridad del Canal de Panamá, sino al Estado del que Autoridad hace parte. La Autoridad ha cumplido con su responsabilidad de formular el proyecto en los términos correspondientes a la misión que el Estado le ha asignado. Correspondería ahora al Estado proponerle al país el proyecto nacional que haga de la ampliación del Canal, además de un buen negocio en sus propios términos, el factor decisivo en la promoción y la sostenibilidad del desarrollo de la sociedad panameña en su conjunto.

El hecho de que el Estado no se haya planteado siquiera esa tarea, ni mucho menos se la haya propuesto a la sociedad como un empeño en común, tendría que ser objeto de una seria reflexión política. En efecto, si el Estado controla al Canal, lo que cabe discutir es quién controla al Estado, cómo lo hace, y hasta qué punto está o no está en la disposición y la capacidad de someter su gestión de los bienes públicos al control social de los ciudadanos de la República.

Ese control social de la gestión pública deberá tener un lugar de primer orden en cualquier proyecto de desarrollo sostenible de la República. Los elementos fundamentales para la construcción de ese proyecto se encuentran dispersos, hoy, en las demandas de múltiples sectores de la sociedad panameña, desde los campesinos que se resisten a la construcción de embalses en las tierras en que viven, hasta los productores del interior que desearían ver en el Canal un verdadero factor de ventaja para competir en el mercado mundial con sus productos.

En cada uno de esos casos, los sectores dominantes en nuestro país tienden a reaccionar desde sus tradiciones políticas más pueblerinas, diciendo que se trata de gente que simplemente se opone al progreso. En realidad, se trata de lo contrario. A lo que se resisten esos sectores es a seguir subsidiando con su trabajo y los recursos naturales de los que depende su existencia un progreso excluyente, que no les ofrece verdadero acceso al goce de sus frutos. O, dicho en un lenguaje más cercano al núcleo más íntimo de los problemas de nuestro tiempo, esos sectores no se resisten al desarrollo de las fuerzas productivas, sino a la preservación de las relaciones de producción que constituyen el cimiento fundamental del transitismo.

Hemos llegado, así, a la más singular de las contradicciones de nuestra historia: aquella en la que el transitismo se constituye en el peligro mayor para la actividad del tránsito en Panamá. Aquí está el nudo gordiano de la crisis que nos aqueja. Y la clave para encarar ese problema está en la más sencilla de las preguntas.

Todo proceso productivo implica siempre, como sabemos, una reorganización simultánea de la naturaleza y de la sociedad. Por lo mismo, si para reorganizar la naturaleza del Istmo de la manera en que lo requería el tránsito hidráulico fue necesario organizar en República el país e incorporar a esa República los grupos sociales nuevos que surgieron de aquella reorganización del mundo natural, ¿qué transformación social y política será necesaria para hacer viable la operación sostenida del Canal mediante el desarrollo sostenible del país?

Tras esta pregunta encontramos un giro inesperado en nuestra historia. “Sin Canal no hay país”, se nos decía, y hoy descubrimos que sin país no habrá Canal, y debemos decirlo. Nadie puede decir que tiene la respuesta entera a ese giro, que apensa empezamos a percibir. Esa respuesta, sin embargo, subyace a todos nuestros planteamientos precisamente porque no está en ninguno. Por lo mismo, no hay que buscarla: hay que construirla. Tal es, sin duda, el desafío mayor de nuestro tiempo en nuestra tierra, hoy como anteayer, aunque hoy con mayor urgencia.

 

Universidad de Panamá, 15 de junio de 2006/

Alto Boquete, Panamá, septiembre de 2023

 

 

 

 



* La Pupila Insomne, 5 de enero de 2014

https://lapupilainsomne.wordpress.com/2014/01/05/panama-el-transitismo-contra-el-transito/

https://martianodigital.com/2020/08/20/panama-el-transitismo-contra-el-transito/

 

[1] “Prólogo a El Poema del Niágara”. Nueva York, 1882. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, la Habana, 1975. VII, 225.

[2] El transitismo ha sido analizado con gran rigor por colegas como el sociólogo Marco Gandásegui – cuyo estudio clásico sobre la concentración del poder económico en Panamá cumplirá pronto cincuenta años de haber sido -, economistas como José Gómez y Juan Jované, y en particular por el historiador Alfredo Castillero Calvo, cuyo ensayo “Transitismo y Dependencia” (Revista Lotería, 1973) constituye un aporte pionero al tratamiento del tema. El impacto ambiental del transitismo, sin embargo, apenas ha sido tratado en la obra de geógrafos como Omar Jaén Suárez y Ligia Herrera, y en los capítulos dedicados al tema en la Historia General de Panamá publicada en el año 2003 y convertida desde entonces en una curiosidad de coleccionistas por los malos hábitos del sectarismo característico de nuestra pobre vida política.

 

 

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Reseña de la ponencia El incidente de la tajada de sandía

Reseña de la ponencia El incidente de la tajada de sandía: sus causas y repercusiones en Panamá del profesor Pantaleón García (2008). IX Congreso Centroamericano de Historia. Universidad de Costa Rica  

 


El documento proporcionado ofrece un exhaustivo análisis histórico y económico de un momento crucial para Panamá, su conexión con Estados Unidos y el impacto del auge de la Fiebre del Oro en California durante mediados del siglo XIX. Se aborda la importancia del "Incidente de la Tajada de Sandía", que destaca por su influencia en las relaciones diplomáticas y por haber cimentado la reputación de Buenaventura Correoso, un líder prominente de la época. La construcción del ferrocarril transístmico, que facilitaba el tránsito entre las dos costas de Estados Unidos, es central en el relato, demostrando ser una doble cara de la moneda: por un lado, un símbolo de progreso y modernización, y por otro, la causa de tensiones socioeconómicas al desplazar a la población local que dependía del comercio tradicional. Es evidente que el istmo de Panamá fue un tablero crucial en el juego de poderes globales durante este período, con naciones como Estados Unidos, Francia e Inglaterra por influencia. Este análisis ofrece una visión profunda de los cambios dinámicos y las complejidades del siglo XIX panameño, un período que sentó las bases para las futuras dinámicas geopolíticas y económicas de la región.


En la década de 1850, el Istmo de Panamá, crucial ruta de tránsito entre el Atlántico y el Pacífico, experimentó profundos cambios sociales y económicos debido a la construcción del ferrocarril. Estos cambios, sin embargo, no beneficiaron uniformemente a todos los habitantes. El florecimiento económico provocado por la obra contrastaba drásticamente con la situación de la mayoría de la población local. Viajeros y empresarios extranjeros, sobre todo estadounidenses, se resistían a contribuir económicamente al mantenimiento y mejora de las infraestructuras istmeñas. La Estrella de Panamá, en su edición de febrero de 1854, reflejó la tensión entre comerciantes extranjeros y autoridades locales, criticando la política impositiva del Istmo. El sentimiento de descontento crecía día a día, y la población veía cómo las riquezas transitaban por sus tierras sin que ellas redundaran en su beneficio.


Este malestar culminó en un evento conocido como el "Incidente de la Tajada de Sandia". Un viajero ebrio, Jack Oliver, desencadenó el conflicto al tomar una tajada de sandía de un puesto de José Manuel Luna y arrojarla al suelo sin pagar. Este acto simbólico, que en otro contexto hubiera pasado desapercibido, reflejaba la creciente tensión y desigualdad. Aunque hay múltiples versiones sobre lo ocurrido ese día, lo claro es que este incidente fue el punto de ebullición de un pueblo agotado por ver pasar la riqueza ante sus ojos sin poder beneficiarse de ella. Las grandes ganancias de la Compañía del Ferrocarril de Panamá y las líneas de vapores contrastaban con la precariedad que vivía la población local. Dentro de este contexto, surge la figura de Buenaventura Correoso, líder del liberalismo popular panameño en la segunda mitad del siglo XIX. Representante de los sectores populares, Correoso fue un fiel reflejo de las aspiraciones y frustraciones de su pueblo en una época de cambios y desigualdades.


A mediados del siglo XIX, el Istmo de Panamá experimentó un aluvión de tensiones sociales y políticas, en gran medida debido a la creciente presencia norteamericana y al tránsito masivo de estos por el territorio. Según el historiador panameño Pantaleón García, los enfrentamientos y disputas entre los locales y los viajeros estadounidenses eran constantes. Muchos de estos conflictos surgieron a raíz del desplazamiento económico, como la introducción de "carros de mano" que amenazaban la fuente de ingresos de los trabajadores istmeños y el auge del comercio relacionado con la fiebre del oro en California. Esta dinámica problemática fue exacerbada por el rechazo de empresarios y viajeros extranjeros a contribuir fiscalmente al mantenimiento y mejoramiento de las infraestructuras del Istmo. A pesar del evidente crecimiento económico, la inauguración del ferrocarril trajo consigo una desventaja inesperada para la economía local, desplazando muchos beneficios financieros a ciudades como Nueva York y San Francisco.


En medio de este clima de creciente resentimiento, se destaca el "Incidente de la Tajada de Sandia" de 1856. Este incidente, que aparentemente comenzó con un altercado menor sobre una pieza de fruta, se convirtió en un punto de ebullición de tensiones subyacentes. El incidente personificó la frustración de una población que veía enormes riquezas pasar por su territorio, pero que no disfrutaba de los beneficios económicos. Es una clara muestra de cómo pequeños eventos pueden desencadenar reacciones inesperadas cuando se insertan en un contexto más amplio de injusticias y tensiones. Este período también fue testigo de una evolución política en Panamá. A pesar de las tensiones con los estadounidenses, existió movimientos internos significativos, como la elección de jóvenes candidatos al Cabildo Parroquial de Santa Ana y la fundación del Estado Federal de Panamá en 1855, que dotó al Istmo de autonomía y una estructura gubernamental más consolidada.

 

Autor: Alberto Aguilar

Estudiante de licenciatura de la Universidad Cristiana de Panamá