La Cuaresma y su significado en tiempos de pandemia.
Por: Rev. Pbro. Manning
Maxie Suárez +
El
“miércoles de ceniza”, da paso a uno de los períodos más importante en la vida
de la Iglesia, extendida por todo el mundo: A La Cuaresma. Etimológicamente la palabra cuaresma viene
del latín tardío “cuadragésimo día”; por la duración de este período y se sitúa
en las ocho semanas anteriores a la festividad de la Pascua. Es una época para la observancia del ayuno
voluntario u otras formas de autonegación y hace hincapié en la penitencia es
un tiempo para la santificación del alma y preparación para la aceptación de la
salvación. La obligatoriedad es
solamente para el día Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo.
Para
los días de la pasión y resurrección de nuestro Señor, y se hizo costumbre en
la Iglesia prepararse para ellos por medio de una estación de penitencia y
ayuno. Un tiempo para el recogimiento y ascetismo espiritual, tiempo del
silencio, del distanciamiento y sobre todo de autonegación, de considerar
seriamente la Palabra del Señor en nuestras vidas buscando y comprometiéndonos
con el evangelio del Señor. No olvidemos
que también fue la época litúrgica en la que cuantos se habían separado del cuerpo
de los fieles, a causa de pecados notorios, eran reconciliados mediante la
penitencia y el perdón, y eran restaurados a la comunión de la Iglesia. De este modo, se recordaba a toda la
congregación el mensaje de perdón y absolución proclamado en el Evangelio de
nuestro Salvador, y la necesidad constante de todo cristiano de renovar su
arrepentimiento y su fe (Texto este último tomado del Ritual para el miércoles
de ceniza).
El
propósito final de toda esta preparación era la de una renovación espiritual de
nuestros votos hechos a Dios ese día de nuestro bautismo y que seguramente hemos
olvidamos con el pasar del tiempo. Era
asumir un compromiso con los valores primigenios de la fe cristiana como son el
ascetismo, el martirio, la fe, la misericordia, el perdón, y el amor, virtudes
estas, que los hoy día apenas consideramos importantes. Estas virtudes cristianas, que son don de
Dios, es lo que producirá en nosotros la santidad deseada ante Dios y el mundo.
Una
verdadera práctica espiritual en y desde la Cuaresma, permitirá en nosotros
tener un carácter y voluntad en mantenernos fieles a la enseñanza y comunión
con Dios y su Iglesia, en la partición del pan y en las oraciones. Nos fortalecerá para que no caigamos en
situaciones de pecado, pero si así pasara, nos dará Dios las herramientas para
arrepentirnos y volver a sus caminos.
Fruto de esta Cuaresma, debemos salir fortalecidos para seguir proclamando
las buenas nuevas de Dios en Cristo, buscando y sirviendo a Cristo en todas las
personas como nos lo enseña la recta doctrina de la Iglesia, con amor a
nuestros hermanos de la única casa común el planeta tierra. Resultado final de toda la espiritualidad
cristiana que se espera de esta cuaresma es mantenernos en esa lucha diaria y
constante por la justicia y ese compromiso por ser seres de paz entre todos los
hombres respetando la dignidad humana.
Eso es el fruto de la una buena celebración cuaresmal.
Eso
solo lo podremos conseguir, si la gracia de Dios habita en cada uno de
nosotros. Esa gracia que estando en
nosotros ha limpiado nuestras vidas de toda falta y nos presenta ante Dios
Padre Justificados, pero que a su vez tiene esa gran cualidad de hacernos
diferentes, como si hubiésemos recuperado nuestro estado original, iluminando
nuestras mentes y avivando nuestros corazones haciéndonos seres con fuerza de
voluntad para cumplir con la voluntad del Padre Dios. Nuestra vida diaria será
signo sacramental de la presencia de Jesús en nosotros para los hombres y
mujeres necesitadas de su gracia.
En
esta época de Pandemia, que nos ha sumergido en el distanciamiento, obligatorio
y sin deseo de parte nuestra, aprovechemos la Cuaresma para combinar todo lo
que le está sucediendo a toda la humanidad y hágamos un alto. Un alto en nuestro proceder diario, en
nuestras acciones interpersonales, en nuestra forma de ser sociedad, revisemos
nuestros valores culturales, sociales y religiosos. Busquemos en oración y
meditación profunda un nuevo modelo socio político y económico más acorde con
la voluntad de Dios, que nos lleve a todos los que sufrimos por la pandemia el
luto y el dolor a mantener la verdadera esperanza del cristiano que es Jesús
Resucitado.
Sacerdote