“Estamos ante una nueva forma
política de sociedad cuya especificidad proviene de la articulación entre dos
tradiciones diferentes. Por un lado tenemos la tradición liberal constituida
por el Estado de Derecho, la defensa de los derechos humanos y el respeto a la
libertad individual; por otro, la tradición democrática cuyas ideas principales
son las de igualdad, identidad entre gobernantes y gobernados y soberanía
popular. No existe una relación necesaria entre estas dos tradiciones
distintas, sino sólo una articulación histórica contingente [...] No olvidemos
que, aunque hoy tendemos a dar por sentado el vínculo entre el liberalismo y la
democracia, su unión, lejos de ser un proceso suave, fue el resultado de amargas
luchas”.
Mientras «pueblo» remite a una continuidad histórica, «ciudadano» hace referencia a aquellos que son «citados» a comprometerse por el bien común, y aclara [el Papa] Francisco que «[c]iudadano no es el sujeto tomado individualmente como lo presentaban los liberales clásicos ni un grupo de personas amontonadas, lo que en filosofía se llama ‘la unidad de acumulación’». De ese modo, pone en relación los conceptos de ciudadano y pueblo: «El desafío de la identidad de una persona como ciudadano se da directamente proporcional a la medida en que él viva su pertenencia. ¿A quién? Al pueblo del que nace y vive», y agrega: «Necesitamos constituirnos ciudadanos en el seno de un pueblo» [...] De este modo [...], «el único sujeto y agente de la historia humana es el pueblo, y el pueblo está vinculado a la historia de la salvación, ya que los signos de los tiempos se hacen presentes en sus acontecimientos».
Emilce Cuda (2013). ‘Teología
y Política En El Discurso Del Papa Francisco. ¿Dónde Está El Pueblo?’ Nueva
Sociedad | Democracia y política en América Latina