Miguel Antonio Bernal
La llegada del COVID19, lejos de brindarle a los
integrantes de su gobierno la diligencia, la sensatez, la humildad, la
tolerancia, la voluntad , la
prudencia y la responsabilidad correspondiente a sus funciones, parece haberles
abierto las puertas del poder político para un maratón dionisiaco, como si
fuesen dueños de la vara de Moisés.
A lo largo de todo este tiempo, Cortizo y, lo que él
denomina su “buen equipo”, nos han demostrado con creces cuánto les
seduce el ejercicio, sin control ciudadano, del poder político, así como el
disfrute de las ventajas, canongías, privilegios y prebendas que les brinda el
administrar los inmensos recursos del erario.
El desgaste y deterioro de las estructuras e
instituciones estatales, que viene arrastrando nuestro país, se han acelerado
enormemente en este año de gobierno durante el
cual, el ultrapresidencialismo, ha pretendido afianzarse apoyándose en
la retórica, la simbología nacionalista y populista, con técnicas carismáticas
y manipulación mediática, autoritaria y clientelística.
Los discursos, conferencias de prensa, declaraciones,
decretos, resoluciones son testigos vivos de la incoherencia, inconsecuencia,
intolerancia e inconsistencia que predominan en la mente del inquilino Palacio
de las Garzas. Recordemos que se
comprometió -ante todo el país- que en
su administración sería “prohibido mentir, prohibido robar, prohibido
traicionar al pueblo panameño” y, de igual manera nos aseveró a todos que “no
habrá intocables” y que “nadie estaría por encima de la Ley”
La población entera es testigo de cómo lo que venimos y
seguimos viviendo, es absolutamente lo contrario. Los esfuerzos cotidianos de
la ciudadanía por alcanzar mejores días, chocan, más que nunca, con la
rapacidad, la avaricia, la codicia y la usura del “buen equipo”, de “los
intocables” que practican, y protegen simultáneamente, la imparable corrupción y su impunidad como
aliada.
Afirmar, en abierta amenaza, como lo expresó el
Presidente en su discurso el pasado 31 de julio, que quienes critican a su
gobierno “tienen agendas ocultas” es una confesión del
lumpenpresidencialismo que busca desahogarse.
Pero también, nos obliga a los ciudadanos que combatimos
por las libertades democráticas y los derechos humanos, económicos y
sociales, a tener presente que: “La
diferencia entre un régimen simplemente autoritario y uno totalitario está en
que el primero quiere que no se le ataque, y el segundo considera un ataque
todo lo que no es un elogio. Al primero le basta con que no se le desfavorezca;
el segundo pretende además que nada se haga que no le favorezca”.