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Una sola ciencia


Guillermo Castro H.

El interés por el mundo natural como ámbito del desarrollo de la especie humana es muy antiguo. Valga recordar que cuatro mil años atrás el primer libro del Viejo Testamento – no en balde llamado Génesis -, presenta a ese ámbito como un todo estructurado, resalta al trabajo como medio de relación con el medio natural, y a esa relación como fuente de conflictos ambientales, como el que llevó al agricultor Caín a asesinar al pastor Abel.

            Sin embargo, la formación del ambiente como objeto de estudio se inicia a mediados del siglo XIX. Para ese momento culmina la primera fase del procesamiento de la enorme masa de información y experiencias acumulada por la Europa Noratlántica en el proceso de formación del mercado mundial. Al propio tiempo, se inaugura la ampliación y diversificación del consumo, la creación de nuevas necesidades y el desarrollo de nuevos valores de uso, que estimula “la exploración de la naturaleza entera”, para fomentar el intercambio universal “de los productos de todos los climas y países extranjeros” y “nuevas elaboraciones (artificiales) de los objetos naturales.” [1]

Ese proceso fomentó “el desarrollo al máximo de las ciencias naturales”, a partir de una reorganización de las formas de gestión del conocimiento y la innovación, que segregó en campos separados de las ciencias naturales, las sociales y las Humanidades. De allí vino a desarrollarse un conocer a la vez especializado y fragmentado que, si bien alcanzó a partir de Darwin un marco general de integración de lo conocido sobre el mundo natural, no tuvo el mismo éxito en la indagación de las formas de relación de nuestra especie con ese mundo.

Esas dificultades, por ejemplo, se hicieron sentir en el formidable empeño del biogeoquímico ruso Vladimir Vernadsky (1865-1945) por construir una visión integrada del desarrollo de la vida en la Tierra, y del papel de los humanos en ese proceso, a partir de los conceptos de biosfera y noosfera. Para Vernadsky, enfocar “el estudio de los fenómenos geológicos desde una perspectiva geoquímica y biogeoquímica” permitía “abarcar toda la naturaleza ambiente en el mismo aspecto atómico”. Dentro de ese conjunto, decía, la materia viva -, “existe únicamente en la biosfera”, cuyo desarrollo ocurre mediante “una migración continua de átomos desde la materia inerte hacia la viva, y viceversa”. [2] 

            En ese proceso de desarrollo, Vernadsky resaltaba el carácter indisoluble de las relaciones entre nuestra especie y las leyes que rigen la evolución de la biosfera. En ese marco, para el siglo XX la especie humana había llegado a conocer y abarcar “la biosfera en su totalidad”, y a colonizar “toda su superficie”. Con ello, decía, la Humanidad, “se está convirtiendo en una poderos fuerza geológica, creando un nuevo estado de la biosfera […], la noosfera”, entendida como “la última de las muchas etapas habidas en la evolución de la biosfera en la historia geológica.”

Sin embargo, la reducción de lo humano a lo geológico limitó la eficacia cognitiva de la genial intuición de Vernadsky. En efecto, al ignorar la capacidad nuestra especie para transformar su entorno y a sí misma mediante procesos de trabajo socialmente organizados, obvió un elemento indispensable para comprender el ambiente creado por esos procesos, y la interacción entre nuestra especie y su entorno natural a lo largo del tiempo.

El desarrollo de esa perspectiva de fines del siglo XX en adelante estimuló nuevas lecturas de visiones previas, como la que ofrece el fundador de la filosofía de la praxis en lo que va de sus Manuscritos Económico – Filosóficos de 1844, a su Crítica al Programa de Gotha en 1875, por mencionar ejemplos bien conocidos. En ese proceso de recuperación, el historiador japonés Kohei Saito destaca el papel del concepto de metabolismo sociedad / naturaleza utilizado por Marx.

Para mediados del siglo XIX, explica Saito, el concepto de metabolismo fue utilizado “para describir las transformaciones e intercambios entre sustancias orgánicas e inorgánicas mediante el proceso de producción, consumo y digestión tanto al nivel de los individuos como al de las especies.” Marx, por su parte, le otorgó al metabolismo “un papel central en su economía política, utilizándolo para abarcar la relación dinámica e interactiva entre los humanos y la naturaleza, mediada por el trabajo.”

Al respecto, dice Saito, si bien los seres humanos están condicionados en su vida y desarrollo “por leyes naturales […] son decisivamente diferentes de otros animales debido a su singular actividad productiva, esto es, al trabajo.” Esa diferencia “permite una interacción ‘consciente’ y ‘dotada de propósito’ con el mundo sensible externo”, que otorga a los humanos la capacidad de “transformar ‘libremente’ a la naturaleza”, aun cuando la dependencia respecto a su entorno y sus leyes “siga vigente en la medida en que los humanos no pueden producir ex nihilo sus medios producción y subsistencia”.[3]

Así, ese metabolismo incesante “permea a la historia humana en su totalidad” y, en su devenir, la organización del trabajo “adopta ‘formas’ económicas diversas en cada etapa del desarrollo social”. Con ello, “el contenido del metabolismo transhistórico entre los humanos y la naturaleza varía de manera significativa” a lo largo del tiempo, a partir de las contradicciones que animan el desarrollo de las relaciones de los seres humanos entre sí, y con su entorno natural.

Así, para Saito “la moderna crisis del ecosistema expresa la contradicción […] que resulta por necesidad de la manera específicamente capitalista de organizar los metabolismos social y natural”. A esta crisis corresponden, en el plano cultural, la formación y desarrollo de lo ambiental como objeto de estudio en todos los campos del saber, y la formación de nuevas formas del conocer como la historia ambiental la economía ecológica y la ecología política.

De este modo, la construcción de lo ambiental como objeto de estudio pasa también por re - conocer – y trascender - la historia de la construcción de las formas aún dominantes en el saber contemporáneo, para comprobar cómo y hasta dónde

La Historia misma es una parte real de la Historia Natural, de la conversión de la naturaleza en hombre. Algún día la Ciencia natural se incorporará la Ciencia del hombre, del mismo modo que la Ciencia del hombre se incorporará la Ciencia natural; habrá una sola Ciencia.[4]

Alto Boquete, Panamá, 21 de julio de 2020

[1] Marx, Karl (2007: 360-361): Elementos Fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857 – 1858. I. Siglo XXI Editores, México.

[2] Vernadsky, Vladimir (1938): “La transición de la Biosfera a la Noosfera”. www.21stcenturysciencetech.com.
[3] Saito, Kohei (2017: 63, 64): Karl Marx’s Ecosocialism. Capital, nature and the unfinished critique of political economy. Monthly Review Press, New York.

[4] Marx, Karl: Manuscritos Económico – Filosóficos de 1844. https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/index.htm

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